29 FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA (11): ALIVE y LA CHAMBRE BLEUE

29 FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA (11): ALIVE y LA CHAMBRE BLEUE

por - Críticas, Festivales
28 Nov, 2014 02:42 | 1 comentario

LOS APASIONADOS

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Alive

Por Santiago González Cragnolino

La primera película del día, la coreana Alive, del director Park Jungbum, arranca mal. Una de las primeras escenas es la de una mujer que se interna en una casa en ruinas. Una vez ahí, se saca la ropa y comienza a golpearse la espalda con una rama que hace de látigo. Se acerca a unos clavos salidos en la pared y amaga con perforarse la mano pero se conforma con apoyarse y mutilarse la espalda. A favor del director se puede decir que por lo menos tiene la delicadeza de filmar la escena en una habitación casi a oscuras. Lo hace con la mujer parada de frente a una abertura gigante que muestra como afuera se sacuden por el viento unos árboles con un cielo gris de fondo. Ese comienzo turbulento hace sospechar que Park es de los cineastas que creen que tienen un acceso a una verdad profunda sólo cuando muestran los momentos más terribles y que le dan estatuto artístico al cine cuando los embellecen.

La historia de Alive es la de un hombre de clase baja trabajadora y su hermana que está loca, la mujer que se auto flagela al comienzo. Ellos trabajan para una familia acaudalada que fabrica unos ladrillos de soja. Jeong-chol es abnegado y laburante, Su-yeon está desquiciada, es inestable y a lo largo de la película tendrá episodios autodestructivos y que ponen en riesgo la integridad de su hija y su hermano. La vida de los protagonistas es dura y triste de por sí y los arranques de la mujer la tornan insoportable. Alive también tiene escenas laterales a la trama principal en los que muestra momentos de la familia del patrón y que nos dicen que las preocupaciones de la burguesía son banales.

Finalmente la película es una sucesión de momentos tremendos, donde los protagonistas deben soportar la desigualdad social extrema, la tragedia personal y la fealdad del pasaje suburbano. Hay algo terriblemente condescendiente en este cine que al mostrar las injusticias de su mundo solo puede hacer un falso reconocimiento del otro, que en vez de ser puesto en pie de igualdad sólo puede ser abordado desde la lástima. Al pobre no se le reconoce nada más que una condición de víctima y una existencia tortuosa. Es una mirada a veces culposa pero también bastante cómoda. Hay un plano en el que la hija del jefe del protagonista es filmada de espaldas mientras observa un la filmación del circuito cerrado de los cultivos de soja. Lo que mira es cómo los empleados se pelean entre sí cómo si viera un reality show de la guerra de pobres contra pobres. Los espectadores a su vez la vemos a ella y podemos juzgarla desde nuestra buena conciencia y la complicidad con el director.

75

La chambre bleue

 Hablando de juzgados, la segunda película del día era un policial. Basada en un cuento de Georges Simenon, La chambre bleue, película dirigida y protagonizada por Mathieu Amalric, comienza en la habitación azul del título. Vemos planos de la habitación vacía pero escuchamos los gemidos y los posteriores diálogos de la pareja, el protagonista y su amante, Esther. Las voces en off serán una constante en una película que juega permanentemente con las superposiciones de imágenes y sonidos que pertenecen a momentos distintos.

El comienzo es de imágenes sensuales, al borde del ridículo, resaltando distintas partes de los cuerpos de los amantes con encuadres poco convencionales que casi parecen recortes de cuadros de desnudos. El deseo parece verdadero y la cámara trasmite la fascinación por esa mujer. La puesta en escena se satura y el primer encuentro entre Amalric y Esther tiene un tono casi onírico. Al costado de una ruta repleta de árboles de hojas amarillas, la pareja se ve bañada por la luz dorada del atardecer. A eso le suma un reflejo rojo por las luces de freno del auto estacionado y el plano parece alucinado. Un montaje nervioso repite el movimiento en el que los cuerpos se aprietan para besarse. Cuando se toman de la mano y corren hacia los árboles parecen internarse en un sueño.

En un momento nos enteramos de que Amalric es acusado de un crimen y la película hace saltos de tiempo constantemente al punto que se pierde las nociones de flashback y flashforward. La primera parte de La chambre bleue transcurre en ese ir y venir permanente. En un momento, la narración se hace un poco más estable y los saltos se dan entre la interrogación del fiscal y lo que Amalric recuerda, con algunos desfasajes entre lo que las voces dicen y lo que muestran las imágenes, entre el relato oral y las imágenes mentales.

Mientras la película reconstruye los crímenes, la vida marital de Amalric y su prosecución, entre los saltos temporales y las superposiciones de montaje de imágenes y sonido; quedan muchas dudas acerca de que es lo que realmente pasó entre los personajes y lo único que queda del todo claro es que o Esther está loca o es una perversa. En ese estado de confusión la película se asemeja a las relaciones inestables que retrata, que se debaten entre la razón, el sentimiento, el deseo sexual y la conveniencia, y donde todos esos estados bordean la locura. Parece que lo que Amalric nos quiere decir es que tratar de entender las relaciones entre hombres y mujeres de mediana edad es como tratar de resolver un crimen de pasión en el que las pistas no encajan.

Santiago González Cragnolino / Copyleft 2014