29 FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA 2014 (10): PISTAS PARA VOLVER A CASA, EL 5 DE TALLERES Y EL PATRÓN, ANATOMÍA DE UN CRIMEN
VIAJE, FÚTBOL Y DENUNCIA
Por Marcela Gamberini
Pistas para volver a casa, de Jazmin Stuart, El 5 de Talleres, de Adrian Biniez y Patrón, anatomía de un crimen, de Sebastián Schindel, comparten algunas características. Sobre todo, las tres apuestan a una mirada que se ancla en el contenido, en la historia, en el argumento. Son buenas historias las tres, bastante bien contadas, con momentos de giro, con algunos quiebres que, como en el caso de la película de Stuart, son notables.
Pistas para volver a casa cuenta la historia de una pareja de hermanos que, algo alejados entre sí, vuelven a unirse por la enfermedad del padre. Una madre siempre ausente y recuperada fugazmente, la búsqueda de un tesoro que el padre había escondido, las vidas de ambos cercanos al fracaso; son definitivamente dos antihéroes. Dina, trabaja en una lavandería; la secuencia inicial es muy prometedora. Todo se ve por el gran ojo del lavarropas: una rutina aburrida y desapasionada, un presente poco promisorio; Dina se mueve entre su constante cigarrillo y su devoción religiosa que interpretada por Érica Rivas le suma al personaje rasgos distintivos. Pascual, su hermano, no trabaja, tiene dos hijos, sin plata y con pocas perspectivas está bien interpretado por Juan Minujín. Ambos, salen a la ruta –como la misma película de Stuart- a buscar a su padre que promete tesoros escondidos, pero también, implícitamente a buscar a la madre. Una película que se deja ver con amabilidad, que corre pocos riesgos formales y apuesta fundamentalmente a la historia de búsquedas, que a veces se transforman en encuentros y otras en desencuentros. Indudablemente las mejores secuencias son aquellas en que los hermanos van por la ruta en auto, la película logra liberarse un poco de la historia y se deja llevar por el deseo de Dina y por la apatía de Pascual. El juego con los géneros es definitorio en la película que pasa de ser un drama maternal a una comedia de enredos, de ser una película de aventuras a un policial. En esos quiebres la película se libera, jugando un poco con la historia y desacralizando a sus personajes.
Hablando de antihéroes, El 5 de Talleres es la historia de un antihéroe moderno. Un jugador de Talleres de Remedios de Escalada es expulsado del juego, se lo ve nervioso, molesto, peleador. Estas características son suyas dentro y fuera de la cancha. Interpretado por Esteban Lamothe el personaje gana en credibilidad y su mujer – en la ficción y en la vida- Julieta Zylberberg- lo acompaña maravillosamente. “Patón” así le dicen a este jugador, que casi ni nombre propio tiene, no ha terminado el secundario, parecería un poco corto de entendederas, trabaja como fumigador, empieza a pensar en retirarse del fútbol. Lo interesante de esta película es la perfecta química entre la pareja, con su sexo constante, su comprensión mutua, el acompañamiento que ambos se prodigan. Es una película simpática, con toques de humor pleno, humor de hombres comunes, como el del entrenador y el de las placas que van relatando el fracaso constante de los partidos que se van jugando. Es una película que destila clima futbolero, se hace carne en él y como comedia es pareja y entretenida. Como en Gigante, su muy buena anterior película, Biniez sabe manejar estos antihéroes cotidianos, los hace entrañables, queribles y comprendidos. Una película pequeña, que es honesta en su confección y sencilla en su planteo, valores más que interesantes en este presente cinematográfico tan ampuloso.
Patrón, anatomía de un crimen comparte con las dos anteriores su gusto por la historia y la presencia de actores reconocidos. En este caso, Schindel elige a Joaquín Furriel para interpretar a ese obrero, venido de Santiago del Estero que se ve involucrado en un caso policial. Basada en un caso real sucedido hace diez años, la película se mueve entre la denuncia de un sistema judicial que no da cuenta de la verdad de los hechos, que esconde y escamotea información, que tergiversa; y un policial contado de manera quebrada, con flashbacks que de algún modo explican los acontecimientos. También hay en la película una denuncia al negocio turbio de la carne y las carnicerías y la coima policial. Las mejores escenas son las del carnicero trabajando cuerpo a cuerpo con la carne y las que tienen que ver con la relación con su mujer, una muy buena actuación de Mónica Lairana. Tal vez, la película abre demasiadas puntas argumentales y la forma en que está contada es demasiado tradicional, con sus flashbacks explicativos y sus movimientos de cámara demasiados previsibles. Es una película encorsetada que tiene ritmo pero le falta respiración, le falta aire. Hay en el trabajo con la diferencia de clases una mirada un poco hostil sobre el personaje del obrero y su analfabetismo, su incomprensión, su autoculpa, sus problemas físicos, su inocencia. En definitiva, esos desposeídos que son tan complejos de filmar, porque se necesita evitar demagogias; alejarse, distanciarse y mirar al otro, al necesitado, con más comprensión, tal vez, con un poco más de belleza luminosa.
Marcela Gamberini / Copyleft 2014
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