28 FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE INDEPENDIENTE (19): TODOS GANAN
Por Santiago Gonzalez Cragnolino
Al principio de estas entregas me preguntaba por las “películas de festival”. Hoy vi El verano de los peces voladores, de Marcela Said y salí de la función con una respuesta en la cabeza. La película chilena cuenta la historia de una familia de clase alta que está de vacaciones en una casa que tienen en la montaña, al lado de un lago y de aguas termales. La propiedad está en lo que era tierra mapuche, que son los sirvientes de esta familia. Los ricos son maleducados, racistas y agresivos. De los mapuches no se nos muestra mucho pero parece que son abnegados, callados y que guardan un lógico resentimiento por la violencia histórica y cotidiana de los patrones terratenientes.
El lugar es hermoso, lleno de árboles y con un lago que de día brilla con el sol y de noche se envuelve en una bruma alucinante. La cámara goza en medio de ese verde refulgente que logra el digital. Por lo demás, el dispositivo sigue la regla no escrita de la competencia: mantenerse pegada a los personajes y agitarse para transmitir cierto nervio y la sensación de cine directo. Ese tipo de registro, relacionado sin cuestionamiento alguno al realismo, se utiliza para mostrarnos un mundo limitado que, sin exagerar, no está muy lejos del esquema que planteaba al principio del texto.
El verano de los peces voladores toma el punto de vista de Manena, la hija mayor del terrateniente, una joven hermosa y noble, que si bien disfruta sus privilegios comienza a notar la violencia que la rodea. La muchacha se empieza a distanciar de su padre, el más cretino de todos, y se acerca a Pedro, uno de los empleados mapuches de su familia. En un momento incluso lo acompaña a un baile local y comparte algo de su mundo, pero rápidamente, casi con prisa la película la devuelve a su ambiente. El verano de los peces voladores esboza una alteridad, pero vuelve siempre al lugar de confort donde esa figura de la otredad se encuentra ausente, o hace de extra intercambiable en alguna escena que muestra lo despreciable que son los terratenientes.
La película de Said es un cine de escrache, que toma ciertos representantes/representaciones de clase que son monigotes y blancos de acusaciones frívolas, no en su contenido pero si en su densidad. Finalmente entre tantas imágenes bellas lo que sacamos en limpio es que hay personas con mucha plata que se adueñan de tierras, son prepotentes, se creen por encima de la ley y tratan mal a los mapuches, que se encuentran en una situación servil. En medio de todo hay una chica que sufre por lo que ve a su alrededor. El verano de los peces voladores podría ser el informe televisivo de un programa progre como los que hacía Daniel Malnatti en CQC, pero con un director de fotografía virtuoso y planos secuencia; con Manena como la conductora bien pensante que se apiada de la mala fortuna de la minoría de la semana.
El verano de los peces voladores es una película modélica para entender como son un enorme porcentaje de las películas que compiten en el festival. Pueden ser en el campo o en la ciudad, pero la propuesta es la siguiente: imágenes lindas, naturalismo a rajatabla con algún toque moderno (un bonito plano secuencia por aquí y por allá), algún conflicto sociopolítico donde la violencia se vislumbra pero rara vez se problematiza fuera de lo que dicta el sentido común. Así, el espectador asiste a un espectáculo visualmente atractivo, disfrutable; que responde a un estándar diferente al de Hollywood sea en su expresión televisiva o cinematográfica; con contenido social, abordado desde la corrección política, con los personajes principales haciendo de espejo de nuestra preocupación. En definitiva, salimos de la sala habiendo visto algo bonito y “distinto”, y con la conciencia limpia. Si esa no es una fórmula ganadora díganme cuál es.
Santiago Gonzalez Cragnolino / Copyleft 2013
A medida que leía la crítica, me retumbaba cada vez más el argumento de La Ciénega, de Lucrecia Martel. Una aristocracia inconsciente, ajena a su entorno, explotadora y egoísta, y en contraposición la mirada de la «nueva generación». Incluso leer que también hay una escena en un baile repercute a La Ciénega.
Puedo notar que en cuanto a recursos técnicos, esta otra película usa distintos recursos, para ser sincero, es lo que me motiva a verla.
Saludos.
si, Santiago, son esquemas de pensamiento, modelos representación que exponen y no cuestion en nada. Es uno de los males mayores del cine contemporáneo y no solo latinoamericano, la imposibilidad del interrogante, de la pregunta, de aquello que no deje de cesar y de andar.
Muy buen comentario!!!
Muy bueno Santi
Un pensamiento medio lateral al tema de esta crítica ya que no pude ver la película: el concepto «cine de escrache». Habría que desarrollarlo y ver hasta donde se puede llegar profundizando en el concepto – en lo personal me faltan herramientas conceptuales – pero me resulto muy interesante para contraponerlo al cine de denuncia.
Salva!, para ampliar un poco: este «cine escrache» no es nada nuevo, son estas películas que se dedican a enunciar los males del mundo (en este caso el racismo, la desigualdad social), buscando blancos fáciles (los terratenientes) y que muestran su costado más repulsivo (acá se puede enumerar un sinfín de defectos porque los personajes son constante y unívocamente groseros y violentos hacia los demás).
No hablo de cine de denuncia, pensando en otras tradiciones que pueden sostener críticas menos frívolas, siendo las películas mejores o peores (acá pienso en la vertiente panfletaria).
Este tipo de denuncia apunta con el dedo pero no piensa en esas figuras que señala dentro del orden social y cultural en donde viven. No cualquier escrache tampoco, por eso pienso su variable televisada, donde la indignación está al servicio de enaltecer al conductor indignado y por complicidad al televidente. En ese sentido lo que me faltó decir en el útlimo párrafo es que no solo está el protagonista que hace de espejo de nuestra corrección política, sino también el personaje que hace de contracara. El violento, el racista, el abusador es el personaje que nos permite golpearnos el pecho diciendo: «yo no soy así, yo soy mejor». Una vez más: adulación al espectador, cine pobre y efecto político nulo.
Saludos
El concepto, gran concepto de Santiago de cine escrache, se alínea al concepto organizador general que podríamos definir como Cine Unicef, representado por varías vías de «MRI» en esta edición (a pesar de que se puede percibir una inteligente exclusión de films de esta naturaleza en varias secciones): la película amablemente canalla llamada Little Feet, por ejemplo, representa el kitsch dulzón arty; la vía transcendental tuvo a varios representantes, films de iniciación espiritual, posible de ser divisados en varias secciones, donde se habilita la superstición como un modo de estar en el mundo; y la línea oficial, muy practicada por los latinoamericanos debutantes, en donde se combina pobreza, desesperanza, hieratismo y denuncia. El cine escrache, sin duda, remite a una perversión difusa del pretérito concepto marxista de falsa conciencia. Un aporte. Saludos. RK
Cuando la vi reconoci varios elementos de LA CIENAGA, es verdad. Pero no alcanza a ser ni la mitad de la obra maestra de Martel.
Santiago y Roger, gracias por profundizar en el tema. Cada vez mas veo que las críticas que noto mas productivas son las que siempre partiendo del objeto a analizar, se autonomizan de este y llegan a conceptualizaciones como la de Santiago. Espero que en algún momento en el futuro, se llegue a aceptar tanto esa razón de ser que la misma connotación de la palabra «crítica» no alcance para definir el texto que se produce a partir de la película. Saludos. Salvador