30 FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA 2015 (11): ALGUNAS PELÍCULAS ARGENTINAS: LA LUZ INCIDENTE, UN TANGO MÁS, PARABELLUM
Por Marcela Gamberini
El comienzo de La luz incidente impregna de ambigüedad la pantalla. Una mujer madura recostada en un sillón habla a alguien que no vemos sentado sobre la cabecera. El sentido de esta escena, psicoanalítica por excelencia, se impondrá a lo largo de toda la película. Cuando el plano se abre vemos que la escucha es una mujer joven y hace alguna manualidad, tal vez teje, tal vez dobla ropa de bebé. Al correr de la película sabemos que son madre e hija. Toda la información que gentilmente ofrece el director se dosifica sutilmente a lo largo del relato horadando la narración y sugiriendo al espectador que complete esas ausencias. La mujer joven de pronto huele la ropa de hombre de un placard. Su reflejo es infinito en espejos, vidrios, ventanas; es una mujer fragmentada por el dolor, una mujer rota. Su marido y su hermano murieron trágicamente. Tiene dos niñas. Y el dolor a cuestas, la pasión cercenada. Lo que sucede a su alrededor es poco importante, lo que es relevante es su interior, marcado por su pelo siempre atado, por su caminar lento y doloroso, por las escenas en la que se muestra jugando con sus hijas mientras su mirada se pierde hacia adentro, hacia lo profundo.
La luz incidente se sitúa en los años 60. Su estética recuerda la puesta en escena del maestro Antonioni, también de algún modo sus temáticas. Una mujer, un espacio, un tiempo y una situación incómoda. La película es impecable tanto en el conflicto que habita el corazón de Luisa (la maravillosa Érica Rivas) como en el tratamiento del espacio que ella habita. Espacio habitado y habitable, no sólo territorial sino afectivo, emocional, perceptivo. Los fantasmas que habitan la película lo hacen con sutileza y a la vez radicalmente tanto en el espacio interno, como en el territorial que la película se encarga de fusionar maravillosamente. Un relato construido por mujeres, esposas, madres, hijas, suegras impone al espectador una visión lenta y analítica, tan lenta y analítica como el dolor y la soledad de Luisa. Los encuadres remiten a figuras cuadradas, paredes, columnas, marcos de puertas, que a veces atomizan el plano sugiriendo la fragmentación de la situación. Esa mujer encuadrada en una situación, en un momento preciso en el que correrse de ese lugar será necesario.
De espacios, lugares, tiempos y mujeres habla Ariel Rotter con maestría en La luz incidente. Su poética, en un rabioso blanco y negro, es una declaración de principios tanto de manera centrípeta a su cine como centrífuga hacia el cine argentino contemporáneo.
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Un paisaje de lejos y un travelling. De pronto un estallido. El comienzo de Parabellum repone sentidos: un hombre, un trabajo rutinario, un padre internado. Las situaciones cotidianas que abruman y estallan. La película trabaja con separadores: el “Libro de los desastres”. Por cada capítulo citado se plantea interrogantes en un furioso rojo carmesí que contrasta con los colores cálidos de la película. Ese hombre abrumado decide aislarse, un río lo lleva a un lugar con los ojos tapados, ciego ante lo que le espera. Un grupo de entrenamiento paramilitar que practica técnicas de supervivencia no exenta de violencia. La fuerza de la naturaleza se impone: truenos, meteoritos, ríos, árboles que se agitan en el viento.
El trabajo sonoro de la película es excepcional, casi podría decir que el registro sonoro es el gran protagonista del relato. Desde el rumor de la naturaleza, sutil a veces, extremos otras pasando por el hasta tic tac del reloj que marca inefablemente el paso del tiempo hasta los amenazantes el ruido de los tiros; los personajes se mantienen mudos como estaban ciegos al comienzo de esta travesía absurda, violenta y contenida. ¿Dónde se origina la violencia? ¿En la naturaleza? ¿En la sociedad? ¿En el mismo hombre? ¿Dónde se cruzan los límites? En esa sociedad agresiva, de hombres y mujeres sin identidad, vestidos todos iguales nunca hay sol, siempre el cielo encapotado. La naturaleza se impone, el viento dispone y el río nos lleva. Lukas Valenta Rinner filma el viento, el ruido de las ráfagas a través de las ramas de los árboles, filma un meteorito que nadie ve, filma un río impasible que en definitiva marca el rumbo de sus extraños viajeros.
Parabellum es apocalíptica pero a la vez no deja de ser realista. Interroga sobre la sociedad, sobre la naturaleza, sobre el hombre, sobre el presente. Es ácida y a la vez graciosa, es negra y a la vez dramática. La mirada de Lukas Valente Rinner interesa y mucho en esta ópera prima que impone reflexiones no sólo sobre la condición humana en toda la acepción de la palabra sino sobre el cine y su quehacer.
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“El baile es la alegría de los pobres” dice María Nieves, esa mujer sin apellido que se vio siempre supeditada a la sombra a Juan Carlos Copes. Un tango más es un documental sencillo, sin grandes apuestas formales o innovadoras pero que retrata con amabilidad y pasión la historia artística y personal de la gran pareja que fueron Copes y María Nieves durante 40 años.
El hilo que conduce el relato es una entrevista que se le hace a Nieves donde ella cuenta desde este presente solitario su pasado exitoso en lo artístico y doloroso en lo personal. Insertando buenas imágenes de archivo, el documental (que parece ficción por la historia que se cuenta) va desde el club Estrella de Maldonado o Atlanta hasta Broadway y Japón recreando la carrera de los bailarines. Además hay algunas recreaciones en tiempo presente que ponen en imágenes lo que relata la protagonista. Para el tanguero (como quien esto escribe) es un verdadero placer escuchar al Sexteto Mayor en Libertango o Quejas de bandoneón por el maestro D ‘Arienzo (entre otros) mientras la pareja que renovó la danza tanguera y le dio un lugar en el mundo, baila mientras se putean, se aman, se odian o se desencuentran. El tango es una cuestión de miradas, que se clavan, se cruzan, se alejan o se acercan tal cual la historia de esta pareja que en sí misma es un tango.
La iconografía del mundo tanguero aparece en el documental, el obelisco, las luces de buenos Aires, las calles porteñas acentuando, tal vez, algo que ya estaba dicho. En definitiva, Un tango más remite a la construcción de una identidad, la de María Nieves que sobre el final de la película puede decirle a la cámara que “ahora es ella” separada de la sombra de Copes, de la pobreza de su infancia, del recuerdo de sus éxitos pasados.
Marcela Gamberini / Copyleft 2015
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