30 FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA 2015 (23): FICCIÓN Y REALIDAD
Por Marcela Gamberini
No hay un antes y un después en la vasta filmografía de Raúl Perrone, lo que hay es una evolución hacia cierta abstracción. De la impresión realista de Las pibas o de 8 años después –entre otras- el “sistema Perrone” deviene en P3nd3jo5 que aún guarda cierta consistencia realista en relación con sus películas anteriores. Esta impronta realista tiene que ver básicamente con acentuar las coordenadas espacio- tiempo en las que el cine suele fundarse. Su espacio, su territorialidad, ese Ituzaingó mítico y concreto a la vez fueron el lugar donde trascurrían sus películas, incluso la impactante P3nd3jo5. En esta película el tiempo era el actual, el presente cíclico e inconstante y a la vez inaprensible, ese que es tan complejo de filmar porque rápidamente se transforma en pasado. El mundo de P3nd3jo5 es la culminación de un realismo atravesado por el sonido, música que articula la ópera con la cumbia, los skaters con los amores encontrados, la preeminencia del primer plano; todo narrado en un rabioso blanco y negro.
Ya con Favula y Ragazzi aparece cierta dificultad para acceder a lo real, gesto consciente y lúcido de Perrone que de algún modo muestra cierta posición radical en el cine contemporáneo. El tiempo y el espacio como coordenadas son poco identificables, salvo algunas secuencias, la pantalla se tiñe de cierta irrealidad. Perrone con estas películas, sagazmente, predice Samuray-S, su próxima obra.
En Samuray-S el universo –el que conocemos- se desestabiliza casi totalmente y es imposible identificar tiempo y espacio, por eso lo real es netamente inaprensible y la película plantea una remake borrosa de las películas de samuray o de vampiros de la época silente del cine con un trabajo digital muy del presente. El ojo de Perrone -entre aquello que filma, entre aquello que arma en su computadora – selecciona formas, elije estilos, delinea una estética tan particular, tan singular que evidentemente instaura una nueva época, una nueva era, una nueva posibilidad de hacer y pensar “cine”. Una filosofía donde existe un borramiento del tiempo y el espacio, y este borramiento repone una eternidad temporal y la infinitud del espacio. Una filosofía no exenta de un fuerte componente poético, que hace eje en los índices del cine, en sus signos y se vuelve una política de las formas que contiene la historia del cine en su totalidad desde el silente hasta el sonoro.
En Samuray-S tres historias de amor, de vampirismo (que es casi lo mismo), de samuráis se concatenan y la trama errante adquiere una cadencia onírica, hecha a fuerza de climas y sensaciones. Acá la ficción aparece, está allí y lo imposible –o aquello que está fuera de campo de manera radical- es “lo real”. En este caso la ficción se presenta de manera inmediata y la dificultad (o la negación) es acercarse a lo real, que se va alejando y se escapa lenta y persistentemente. Esta idea no es novedosa en el terreno del arte; la fotografía, la pintura, la literatura trabajan sobre este cruce, sobre este acceso complejo, donde la ficción ya está presente en su inmediatez mientras que lo que no aparece es la realidad. Sin embargo en el cine, especialmente en el cine argentino, este gesto es inusual. La narrativa “naufraga” de manera consciente y trabajada por el director, mientras que se apuesta fuertemente a favor de la puesta en escena tensando de manera consciente e inteligente las posibilidades estéticas, formales y sonoras. Tal vez, y este es un tal vez hipotético, la idea de la inmediatez de la ficción y el alejamiento de “lo real” sea uno de los modos contemporáneo de estar en el mundo, en lo cotidiano. Vivimos en una ficción, en un relato y la realidad es lo que va desapareciendo. Perrone entiende muy bien esta filosofía actual y la expone en la evolución de su obra. Apuesta a una poética que coloca la sensibilidad en primer lugar, dejando la razón mundana y corriente de lado.
En la contemplación de las imágenes oníricas, sin palabras habladas, sólo con un intertexto hecho de manera casera, con un lenguaje preciso y actual, Perrone propone otra dimensión del cine, una nueva manera de la percepción donde la imagen, con ese tratamiento tecnológico de telones y fundidos y fuera de campo y primeros planos; no necesita de la lengua ni del habla; el lenguaje tiende a desaparecer como la realidad en un espacio inaccesible donde Perrone recupera la mística del cine, su independencia, su sensibilidad, su lucidez, su seducción.
Marcela Gamberini / Copyleft 2015
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