Por Jorge García

Hubo épocas donde la crítica cinematográfica de diarios y revistas estaba a cargo de brillantes plumas, en la que cada una de las reseñas, aparte de su nivel de profundidad, se constituía en una pieza literaria de gran valor. No haré nombres para no herir susceptibilidades pero si recordaré que una de esas plumas era la de Alberto Tabbia. Agudo analista de las películas que comentaba, sus conceptos aparecían muchas veces a contrapelo de las opiniones hegemónicas (recuerdo una brillante nota escrita hace muchos años en el diario La Opinión en la que reivindicaba con pasión a John Cronwell, un director que -para la inmensa mayoría de críticos y cinéfilos- pertenece a la segunda línea de Hollywood); si a ello le sumamos la fina ironía que impregnaba sus textos no hay duda que nos encontramos ante una figura señera dentro del género en nuestro país. De allí que es absolutamente bienvenido este libro que –con selección y prólogo de su amigo Edgardo Cozarinsky- se publicó durante el reciente festival de cine de Mar del Plata recurriendo a distintos textos, en su mayoría inéditos.

Muy apropiado resulta el título de esta selección, ya que Tabbia desmitifica diversos lugares comunes existentes alrededor de épocas, directores y películas del cine nacional. Así, en El balbuceo elocuente destaca sin ambages el mayor interés que ofrecían, aún con sus falencias técnicas, las películas de los años 30 respecto a las del 40, poniendo como ejemplo los films de Luis Saslavsky, de quien analiza en profundidad diversos aspectos de su obra en El caso del cineasta impar, uno de los textos medulares del libro. La reivindicación del cine de los años 30 vuelve a aparecer en Hombres de frac, mujeres de largo, cuando habla de Puerto nuevo, ópera prima de Amadori, con la colaboración de Mario Sóffici y de Monte criollo, del hoy olvidado Arturo S. Mom. Uno de los textos más jugosos es La guerra gaucha o la patria embalsamada, donde Tabbia pulveriza todos los lugares comunes habituales que se han escrito sobre el film de Lucas Demare, incluyendo un imperdible diálogo acerca de la película entre J.L. Borges y Manucho Mujica Láinez. También la emprende con las adaptaciones de grandes novelas clásicas dentro del cine argentino en Una página olvidada y recupera la figura de Miguel Bejo, un director con solo dos películas en su haber, prácticamente desconocidas en nuestro país. Otro texto brillante es La fiesta de todos, donde Tabbia desmenuza con acidez el film de Sergio Renán y propone un interesante paralelo con La historia oficial y hay también una entrevista a Serge Daney en el que el gran crítico francés habla con entusiasmo de Carne, tal vez el título más emblemático de la dupla Armando Bó-Isabel Sarli.

Esta brillante selección, de la que solo cabe lamentar su brevedad, finaliza con los Apuntes para desarrollar, humores circunstanciales, de los que quiero rescatar, por ser una acabada síntesis de los rasgos esenciales de la escritura de Tabbia, el siguiente texto: “Es posible que Enrique Muiño no sea el peor actor de la historia del cine argentino; es, sin embargo, el más insoportable. Su exhibición obscena de sentimentalismo patriótico, la oscilación entre el malhumor bonachón y un paternalismo infalible lo hacen una presencia nociva para cualquier anécdota que lo incluya”.

NOTAS PARA UNA CONTRAHISTORIA DEL CINE ARGENTINO, de Alberto Tabbia. Edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, 2015.

Jorge García / Copyleft 2015