31 FESTIVAL INTERNATIONAL DE CINÉMA MARSEILLE (01): RÍO TURBIO
PELIGRO DE DERRUMBE
Una cineasta no puede entrar en la mina de carbón de Río Turbio. Ninguna mujer puede ingresar. La leyenda cuenta que la Madre Tierra, celosa, haría que colapse toda la estructura; una moraleja de doble filo. La cámara no ingresa, pero se mantiene agazapada, robando planos generales de la localidad patagónica. No atestigua una derrota, sino que se sostiene desafiante, calculando el momento justo de dar el golpe. En esa pausa táctica, descubre que el pueblo está inmerso en un thriller sobrenatural, como en La niebla de John Carpenter. ¿Cuáles son los fantasmas que habitan la bruma?
Siempre en la espera estratégica (donde De la guerra de Clausewitz es una guía estética), la tecnología fílmica posibilita un viaje en el tiempo. Un VHS de la infancia recupera a una niña de siete años que ya jugaba a “dinamitar la Casa Rosada”. El archivo familiar también tiene ecos de una pena íntima que no se proyecta como la pérdida de la inocencia privada, sino como parte de un doloroso malestar generalizado que (aunque no lastime igualitariamente) se lleva puesto hasta al hombre que provocó la herida. La historia personal es revivida de casualidad, pero no azarosamente inscrita en una saga más amplia de dolores y silencios en torno al dolor. Los videos domésticos son parte de un legado familiar que se continúa en Río Turbio: el registro de las luchas sindicales de quienes trabajan en la mina, esta vez con el protagonismo absoluto de las Mujeres del Carbón, las mismas mujeres que no pueden ingresar en el socavón, pero sin las cuales no se podría sostener la actividad minera. Ni los cortes de rutas, las asambleas, los acampes y el combate con Gendarmería. Las vemos ocasionalmente, pero sus voces siempre guían estoicamente el relato mientras avanza a tientas por pasadizos oscuros, a veces trágicos, de blanco y negro implacable.
Otro VHS nos muestra a una chica de quince años que fue coronada en un concurso de belleza. En plena ceremonia, la Reina del Carbón 1988-1989 se va a pronunciar en contra de la privatización de la mina y provocará un berrinche del interventor. No hay espacio que no esté en disputa. La lección que queda grabada en video es parte de la genealogía en doble sentido que establece Río Turbio. Aquella joven militante es la tía de la cineasta, que mantiene una constante correspondencia con ella a lo largo de la película. La correspondencia no son cartas, ya que no tiene sentido romantizar el mundo analógico de un pasado nada idílico.
La arqueología de la memoria emprendida con herramientas digitales se traduce en reinvenciones. Nuevas elaboraciones sobre fotos y filmaciones familiares, pero también sobre planos arquitectónicos, manuales geológicos y mapas de vientos de esa zona olvidada en el sur del planeta. El scanner reconquista las superficies, que se reutilizan como el terreno para un baile de fantasmas blanquinegro. La estética abstracta y la pura obstinación poética aplicada sobre los materiales sostienen un plan de reinterpretación sobre la inmovilidad gobernante. Si el mundo de los espectros se hace lejano, la película vuelve sobre un realismo más convencional, con el mismo propósito emancipatorio. Allí, la tecnología también juega su rol contrahegemónico. La correspondencia, que ya no es sólo entre tía y sobrina, se acompaña del zumbido del teléfono y del crepitar de la interferencia de los dispositivos electrónicos. La banda sonora captura el aire volátil que se retuerce mientras se teje una gran red disidente sobre los designios imperantes en Río Turbio. ¿Cuántas películas se piensan con semejante organicidad en la era de Whatsapp y Telegram? La mensajería instantánea exige un nuevo plan de lucha y habilita una forma distinta de escribir y compartir poesía.
La cámara consigue entrar en la mina y encontramos un paisaje que tiene que ver menos con las historias de fantasmas que con la ciencia ficción. Una voz en off robótica supervisa los movimientos de los mineros. La androide comienza a repetir consignas extrañas, cada vez más cerca del colapso. Parece haber sido cooptada por la conspiración feminista, que planea su contraataque. El juego ficcional sobre el rígido formato de observación documental es parte del golpe, que encuentra en el cine otra tecnología a ser apropiada para la lucha. En Río Turbiolos principios que guían la puesta en escena son el pensamiento lúdico, la maleabilidad de los géneros, la exploración experimental y el espíritu inconformista; le dan forma a un lenguaje (en sentido amplio, inclusivo) que se ofrece como respuesta a los males condensados que parecen mineralizar la dinámica de la realidad. La niebla se disipa y las imágenes que antes eran postales distópicas se convierten en metáforas de un presente que se imagina como precuela de un porvenir luminoso.
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Río Turbio , Tatiana Mazú González, Argentina, 2020. (Competencia oficial 2020)
Santiago González Cragnolino / Copyleft 2020
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