66 CINES / 66 KINOS
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
LOS TIEMPOS DEL CINE
66 cines / 66 Kinos, Alemania, 2016
Escrita y dirigida por Philipp Hartmann
*** Hay que verla
Una película del presente sobre el pasado y el futuro del cine
66 cines resume la travesía del cineasta alemán Philipp Hartmann por todos los cines de Alemania que por su cuenta contactó y aceptaron pasar su película precedente, El tiempo pasa como el rugido del león, su genial indagación sobre la experiencia del tiempo. Lo que podría ser una anécdota narcisista y acaso un manifiesto de distribución independiente aplicable a cualquier país del mundo se transforma en una película testigo de un estado del cine: la sustitución digital por la naturaleza analógica de las imágenes ha cambiado todo lo que entendemos por cine. Filmar, proyectar, exhibir, archivar en la era del bit tiene implicancias de todo tipo. Es otra era.
Hartmann visita ciudades pequeñas, pueblos ignotos y metrópolis, y en cada cine que ha aceptado proyectar su película descubre algo nuevo. Es así que historiadores, cinéfilos, proyectoristas, cineastas y curadores de arte aportan un punto de vista ocasional, el cual tiene una inmediata corroboración en la práctica. Sin querer, Hartmann captura el tiempo del cine y el cine en el tiempo. Estos breves apuntes sociológicos son reveladores.
Hay un placer innegable en conocer los distintos tipos de cine que visita Hartmann y las ciudades en los que están. Un viejo monasterio es una sala, otro cine funciona en una habitación para 12 personas, hay otros cines elegantes y también rústicos, pero todos tienen una cierta personalidad arquitectónica y una cultura que los antecede.
Hay algo hermoso en 66 cines, apenas visible, un gesto. En aquellos que todavía regentan ese espacio misterioso que es una sala de cine, el lugar en donde se puede experimentar una paradójica intimidad rodeado de extraños, Hartmann adivina una peculiar obstinación. ¿Por qué insistir con una sala de cine? Los creyentes pueden rezar en sus cuartos, pero en la catedral sienten que su fe se convalida por la grandeza de un edificio que los supera. Los amantes del cine pueden ver películas en sus televisores inteligentes y en sus computadoras, pero ellos saben que en la oscuridad y en la inmensa imagen proyectada, junto con otros, se destituye al centinela que controla la experiencia de ir hacia una imagen.
Ir al cine ha sido siempre una forma de perderse para volver a encontrarse, a veces conmovidos por un pasaje que trastocó para siempre una certeza y abrió una nueva visión de las cosas. La condición de posibilidad de una experiencia de esa naturaleza depende secretamente de una sala de cine. Hartmann, como si fuera un ecólogo intuitivo, fue a revisar qué estaba pasando con esos recintos que para muchos escépticos es el último lugar en el que todavía se aprende a creer en el mundo.
Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La voz del interior en el mes de mayo de 2017
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