7 MUESTRA: PROGRAMACIÓN Y CRÍTICAS: SEGUNDA SEMANA

7 MUESTRA: PROGRAMACIÓN Y CRÍTICAS: SEGUNDA SEMANA

por - Cineclubes, Críticas, Muestra 2011
08 Ene, 2011 06:24 | comentarios

Jean Painlevé

BELGRANO 470, SALA LUIS BERTI, LA CUMBRE

MARTES 11

16.00hs: Renoir en foco

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La gran ilusión, de Jean Renoir, Francia, 1939

114’ / ATP

Una película de guerra sin una sola escena de combate: la obra maestra de 1937 de Jean Renoir sobre oficiales franceses y alemanes durante la Primera Guerra Mundial sugiere que las verdaderas divisiones de aquel conflicto fueron de clase más que de nacionalidad. Cuestión personificada en la amistad de dos oficiales aristócratas, un alemán (Erich von Stroheim, en su mejor papel durante el cine sonoro) y un francés (Pierre Fresnay), quienes en última instancia se convierten en víctimas sacrificiales después de que un oficial judío devenido en nuevo rico (Marcel Dalio) y un mecánico francés (Jean Gabin) logran escapar de la fortaleza de Stroheim. La relación entre el mecánico y la viuda del alemán (Dita Parlo, L’Atalante), quien apenas habla el idioma del otro, no es menos conmovedora. La película no posee la brillantez polifónica de Las reglas del juego, realizada dos años más tarde, pero constituye una de las expresiones humanistas clave del cine: triste, divertida, exultante y gloriosa. (Jonathan Rosenbaum)

18.10hs: Medievales y radicales

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El mundo viviente, de Eugène Green, Francia, 2003

72’ / ATP

Mediometraje: Clases nocturnas (27’), de Jacques Tati, Francia, 1967

Una extraña cita del Maestro Eckhart y la alusión a una bruja lacaniana ya indican el tono paradójico de este cuento para niños en donde dos caballeros, un ogro y su mujer, una doncella y dos niños participan de un mundo animado en donde un perro ruge como un león y los árboles hablan. El motor narrativo es conocido: hay que matar al ogro, liberar a su mujer y a la doncella, y en este caso a los niños, plato preferido de este monstruo medieval que permanece en fuera de campo a excepción de sus pies y garras. Pero esto no es Shrek, pues aquí el pop no es el modo de apropiarse del relato clásico, y la apropiación del cuento de hadas se lleva a cabo a través de un juego de distanciamiento anacrónico sostenido en los modos de habla y el lenguaje corporal de los personajes, lo que puede resultar antinatural y monocorde si uno es un partisano del naturalismo fílmico. Quizás Green es demasiado bressoniano, pero, a diferencia del maestro responsable de Diario de un cura rural, Green parece no querer renunciar ni al mundo secular ni a cierto espíritu moderno y cómico (y a veces solamente irónico). Los encuadres son virtuosos, el uso heterodoxo del plano-contraplano es notable y el trabajo sobre la luz es admirable. Una rareza auténtica, amablemente críptica y muy placentera para los ojos. (Roger Koza)

20.00hs: Encuentros con artistas notables

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Let’s Get Lost, de Bruce Weber, EE.UU., 1988

115’/ +13

Este documental del fotógrafo Bruce Weber sobre Chet Baker, uno de los más grandes trompetistas y cantantes de jazz, ícono irresistible de la Generación Beat, no sólo permite entender un período de la música popular y un género, sino que funciona como un retrato generacional de una época. Weber construye una puesta en escena por contrapuntos: fotos, material de archivo, algunas sesiones de grabación, registro de viajes y una entrevista elegíaca, un poco antes de su extraña muerte en Ámsterdam, se cruzan con el testimonio de amigos, familiares, ex esposas y músicos. La dulzura inconfundible de su voz y su rostro de pugilista, su proclividad a la autodestrucción, imposible de inferir de sus modales y su música, son señales identificables aunque insuficientes para descifrar el misterio de un artista y su vida. No alcanza con escuchar a Ruth Young maldecir el carácter manipulador de Baker, la envidia de otro trompetista y los testimonios de una madre dolida por su hijo heroinómano. El ostensible cansancio ontológico de Baker, su aura fantasmal, parecen el reverso necesario y la cifra de una melodía melancólica que atraviesa todas sus canciones, aunque el penúltimo plano de la película alienta a pensar que Baker vivió feliz en sus propios términos. (RK)

22.15hs: Horizontes contemporáneos

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Lake Tahoe, de Fernando Eimbcke, México, 2008

85’ / ATP

Cortometraje: Llórame un río (19’), de Jia Zhang-ke, China, 2008

La segunda película de Fernando Eimbcke, que vuelve aquí a trabajar con la guionista cordobesa Paula Markovich, como ya lo había hecho en su ópera prima Temporada de patos, confirma que es un realizador a tener en cuenta, pues perfila un estilo reconocible y personal y se desmarca de varios clisés del cine latinoamericano. Historia mínima: un choque contra un poste, la búsqueda de un mecánico y un repuesto, una madre adolescente, un bóxer y su dueño, un admirador de Bruce Lee, y un fondo perceptible pero difuso de tristeza: el duelo por la muerte de un padre. No es la historia sino el medio lo que importa, y, justamente por eso, la pequeña historia alcanza para sostener la totalidad de la película. Como en Temporada de patos, Eimbcke presenta el lugar antes que a sus personajes. Ahora no es el Distrito Federal sino algún pueblo en Yucatán. Planos fijos y extensos, casi siempre planos generales, excepto por dos o tres finos y sutiles travellings. El absurdo parece ser su tema. El plano general le ayuda a proponer un tipo de comicidad en la que un todo se ve amenazado por un leve desperfecto, lo que desencadena una serie de situaciones insensatas. No es un humor sencillo, porque lo cómico estalla en la lentitud, de lo que se predica una espera por parte de quien ve y una actitud observacional: el plano es un conjunto, y como tal hay que mirarlo. Es por eso que el fundido en negro, a veces muy pronunciado, antecede a escenas que implican una mirada activa. Es una pausa, un respiro, un aviso. Es otro modo de concebir el cine y la comedia. (RK)

00.10s: La trilogía del proletariado

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Ariel, de Aki Kaurismäki, Finlandia, 1986

72’ / +13

Cortometraje: El pasaje subterráneo (30’), de Krzysztof Kieslowski, Polonia, 1973

En la segunda película de la trilogía del proletariado, después del cierre de una mina en algún pasaje perdido de Finlandia, un minero abandona su vida provinciana con un poco de dinero a bordo de un descapotable heredado. Su estrategia contra el sinsentido de una monotonía infinita consiste en viajar. No será una travesía sin obstáculos, y Helsinki, además, no habrá de ser precisamente un destino amable y esperanzador. El héroe en cuestión buscará distintos trabajos, venderá su auto, le robarán, se enamorará y dormirá tanto en su auto como en un parador nocturno, incluso en la cárcel. Como en toda película de Kaurismäki, el relato está desprovisto de sentimentalismo y dramatismo, una operación estética cuya función es sintetizar emociones puras en breves gestos, como se puede corroborar en un pasaje en el que (no) se verá un asesinato: una mano no podrá recoger dinero en el piso mientras suena un fragmento musical. Ariel, el nombre de la película, es también el nombre de un barco, vehículo flotante de una esperanza para el protagonista, su mujer y el hijo de ésta. Si llegan o no a ese navío que representa un punto de fuga no es estrictamente lo que importa, pues Kaurismäki está preocupado, entre tangos y riffs rockeros, en construir un retrato amoroso y severo del proletariado finlandés, por lo que es capaz de filmar cariñosamente una fábrica y sus maquinarias en un plano cenital y expresar poéticamente el temple anímico dominante de una clase social cuya única utopía parece limitarse a sostener o encontrar un empleo. (RK)

MIÉRCOLES 12

15.50hs: Clásicos para un canon

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¿Por qué Bodhidharma se fue al Este?, de Yong-Kyun Bae, Corea del Sur-Alemania, 1989

137’ / ATP

Junto con El ladrón de caballos de Tian Zhuangzhuang y Mandala de Im Kwon-taek, una de las grandes películas budistas de todos los tiempos, film que evita los clisés típicos de cierto Budismo light occidental, ideal para el consumo de la clase media globalizada. La ópera prima de Yong es narrativamente minimalista y perceptivamente maximalista: dos monjes, uno joven y un niño huérfano, experimentan sus propias dudas y no se resignan a seguir un camino que promete la liberación e iluminación; mientras, su maestro, ya viejo y agonizante, se va preparando para su muerte. En algún momento el maestro dirá: “Soy insustancial en el universo. Pero no hay nada en el universo que no esté en mí”. La aseveración sintetiza el concepto de Sunyata (vacío) del budismo, de lo que se predica otro concepto, el de la codependencia entre todo lo que existe, una consigna que Yong plasma plano por plano, en especial cuando dirige nuestra atención a la interrelación entre los hombres y la naturaleza. Film meditativo como pocos, y honesto, pues las sospechas del monje respecto de la crueldad inevitable que se desprende de abandonar el mundo y los seres queridos exceden al personaje. Los últimos veinte minutos son lingüísticamente inabordables aunque nunca deja de ser una experiencia inolvidable: filmar la muerte, lo que se resiste a la simbolización, desde una perspectiva budista; de allí que Yong priorice los planos generales, una distancia perfecta para registrar un ritual en donde la contingencia del yo se transforma lentamente en la Nada misma. (RK)

18.15hs: Clásicos para un canon

Vampiro, de Carl Dreyer, Dinamarca, 1932

83’ / +13

Cortometraje: El vampiro (9’), de Jean Painlevé, Francia, 1945

La grandeza del primer film sonoro de Carl Dreyer deriva en parte de su tratamiento del tema de los vampiros, vinculado a la sexualidad y al erotismo, y de su atmósfera de ensueño, pero también se debe a su radical experimentación con las formas narrativas. Resumir la película no sólo la traiciona sino que puede conducir también a un entendimiento erróneo: siempre hipnótica, Vampiro desbarata las convenciones estableciendo una perspectiva y una continuidad, inventando un lenguaje narrativo propio. Lo que sugieren las imágenes y los estados de ánimo que éstas transmiten es verdaderamente misterioso y extraño: un largo viaje de un féretro, aparentemente desde la mirada subjetiva de un cadáver, una danza de sombras fantasmales en un establo, la expresión del deseo carnal de una vampira por su frágil hermana, la misteriosa muerte por asfixia de un médico perverso en un molino, una inquietante y prolongada secuencia onírica que encaja con la narración, la excelente banda de sonido, producida completamente en un estudio (en contraste con las imágenes, que fueron todas rodadas en locaciones), son parte esencial del atrapante y voluptuoso ultramundo del film. Si no ha visto nunca una película de Carl Dreyer y se pregunta por qué muchos críticos, entre los que me incluyo, entienden que Dreyer es posiblemente el director más grande de todos, esta escalofriante fantasía de horror es un lugar perfecto para empezar a comprender el porqué. (JR)

20.10hs: Encuentros con artistas notables

El cameraman: vida y obra de Jack Cardiff, de Craig McCall, Reino Unido, 2010

86’ / ATP

Mediometraje: Los caminos de Kiarostami (32’), de Abbas Kiarostami, Irán, 2006

Jack Cardiff, uno de los grandes directores de fotografía de toda la historia del cine, verdadero maestro que trabajó con Hitchcock, Powell, Huston, entre otros, es el objeto de este documental titulado El cameraman: vida y obra de Jack Cardiff. Su responsable, Craig McCall, trabajó durante 13 años en este sincero e inteligente homenaje cinematográfico. Esencialmente, una clase magistral de cine (y del mejor humor británico), la película de McCall es fiel a su título de principio a fin, aunque al revisar su cinematografía, incluyendo los films que el mismo Cardiff llegó a rodar, este documental termina funcionando como un pequeño tratado sobre la luz en el cine: la luz como conquista del espacio, como sintaxis de las emociones, como ente sin contornos que dictamina la física del cine. La elocuencia de Cardiff y su esporádica sabiduría escéptica se conjugan con testimonios de Lauren Bacall, Kirk Douglas, Martin Scorsese y otros varios hombres y mujeres de cine, y el resultado es siempre edificante, didáctico y existencialmente estimulante. Una película de aprendizaje, y también una reivindicación precisa y emotiva del cine clásico de Hollywood. (RK)

22.15hs: Horizontes contemporáneos

El maestro de Go, de Tian Zhuangzhuang, Japón-China, 2006

106’ / +13

Cortometraje: Cristales líquidos (6’), de Jean Painlevé, Francia, 1978

No hay muchas dudas en cuanto a las preocupaciones temáticas de Tian Zhuangzhuang: son los individuos, los grupos de individuos situados en una época determinada, en un lugar preciso, en ciertas situaciones concretas, lo que verdaderamente importa. Pero no en su esencia, en cuanto tales, sino en cuanto a un contexto global que los modela, los constriñe, casi los obliga a actuar frente o a través o en contra de lo que les toca vivir. En El maestro de Go un traspaso de nacionalidad que significa algo más que eso, la adhesión sin reservas a una secta religiosa y el horror de la Segunda Guerra Mundial en el Imperio del Sol Naciente. Los individuos no resumen, no condensan un período, una geografía, una cultura; son estas coordenadas visibles, mediatas y aleatorias las que moldean sus conductas, el fluir de sus existencias. El cine de Tian es un cine de lo público, no de lo histórico-social, ni de lo filosófico-meditativo o lo psicológico-interpretativo. Y no es necesario ser chino para comprender esto. No hay incertidumbre en lo tocante a sus preferencias formales: panorámicas, planos secuencia, travellings, ausencia de plano-contraplano; una laboriosidad fílmica que roza la exquisitez pero que nunca está al servicio del exotismo ni de la caricatura política, ni del retrato pintoresco. Nunca sabremos por medio del film de Tian qué es el Go; podemos intuir qué significa para los que están involucrados en él; podemos imaginar el esfuerzo, la disciplina, el ascetismo casi guerrero; podemos conjeturar que es un juego terriblemente complicado, erudito, exquisito. Esto es lo fascinante, porque la sensación de extrañeza no abandona nunca el film, porque en realidad lo que importa aquí es una predisposición y un anhelo, no el enseñar sino el mostrar, no el destino sino el recorrido. Y la amistad. Y la guerra por supuesto, ese fenómeno aterrador, de la que no vemos una gota de sangre pero en la que estamos metidos de lleno a través de ese color verde amarronado que permea las ropas y las casas, los rostros y los gestos, que define el lugar. Para aprender a jugar Go, o al menos para saber de qué se trata más allá de un tablero cuadriculado y una piedras blancas y negras que se depositan suavemente en la intersección de las líneas del tablero, sin viajar a Japón o a China o inscribirse en un curso especializado, se puede consultar en Google o preguntarle a alguien que sepa jugarlo. Para percibir su sentido, y el sinsentido de una conflagración que aún hoy se está filmando, podemos acompañar una subjetividad pública transitando de un país a otro, de un estado a otro, de una edad a otra. Allí hay algo que podemos aprender todavía. (Fernando Pujato)

00.30hs: Horizonte contemporáneos

Francia, de Serge Bozon, Francia, 2007

107’ / +13

Cortometraje: Historia de camarones (10’), de Jean Painlevé, Francia, 1964.

El crítico Scott Foundas decía sobre esta película esencialmente antibélica y lunática: “Bresson se encuentra con los Beatles”. Extraña y sorpresiva, Francia se articula a propósito de una carta en la que una mujer se entera de que su marido ha partido para la guerra; esto incluye también, por voluntad del cónyuge, el fin de la relación. Camille no aceptará el contenido de la misiva, y saldrá a buscar a su esposo. El escenario es sombrío, y, en medio de la Primera Guerra Mundial, las mujeres no pueden andar solas por los campos de Francia. Así las cosas, decide disfrazarse de hombre y de soldado, y en algún momento de su travesía habrá de unirse a un pelotón nómade comandado por un teniente. Probablemente, no son patriotas, más bien priorizan la supervivencia por sobre el heroísmo. ¿Es un musical? ¿Es un trance pacifista? Lo cierto es que la primera canción se escucha a los 24 minutos. Los soldados en vez de rifles tienen instrumentos musicales. Ninguna de las canciones está grabada en estudio. Es música en vivo. Los soldados son músicos, entre ellos, Fugu y Benjamin Esdraffo, los compositores de estas melodías que destilan lo mejor del pop. Se trata de una de las películas más insólitas e innovadoras de la primera década del siglo, y requiere, a pesar de su sencillez y belleza, una mirada atenta, pues en la misma superficie se pueden divisar otras lecturas. No todo es lo que parece. (RK)

JUEVES 13

16.00: Mi primera película

El espíritu de la colmena, de Víctor Erice, España, 1974

93’ / ATP

Cortometraje: Souvenir (4’), de José Luis Guerín, España, 1986

“Érase una vez…” Con esta frase de cuento infantil empieza la ópera prima de Erice, primera obra maestra del realizador en la que ya pueden percibirse los rasgos centrales de toda su obra: rigor formal, tiempos narrativos lentos, un interés demarcado por cierto grado de vecindad entre la conciencia onírica y la vigilia, superpuesta con otra zona de indefinición respecto de la diferencia entre el cine y la vida, la ficción y la realidad. En plena dictadura franquista, una niña se deslumbra con la proyección de Frankestein (1931), en una función de cine ambulante. La fascinación por aquel monstruo, que en un pasaje del film de Whale se encuentra con una niña de edad similar a la pequeña Ana de este relato, habrá de tener un impacto existencial en ella que determinará su crecimiento. Erice filma la niñez, edad de la incertidumbre y estadio de la pregunta, y de esto se predica una meditación lúcida sobre lo dicho y lo no dicho que incluye la interacción familiar, la interpretación cinematográfica y la historia ominosa de una España fascista. (RK)

18.15hs: : Eduardo Coutinho en foco

Edificio Master, de Eduardo Coutinho, Brasil, 2002

110’ / ATP

Durante una semana, Coutinho y su equipo se adentran en un edificio de casi 300 departamentos en pleno corazón del barrio de Copacabana en Río de Janeiro, ubicado a una cuadra de la playa, para entrevistar a sus moradores y componer así un relato colectivo y mutigeneracional en el que se puede vislumbrar tanto algunas características del psiquismo de una clase social determinada y el misterio irrepetible de cada ser humano. El método de Coutinho es sencillo: a partir del discurso del entrevistado, el realizador casi nunca deja de preguntar lo que encierra y no expresa del todo una afirmación al paso. La intimidad entre los personajes y la cámara es admirable, y el tono confesional suele imponerse. Desde el portero que dice aplicar Piaget y si no funciona, el método Pinochet, pasando por una prostituta, un tartamudo sentimental, parejas de ancianos, músicos, hasta un ex empleado de aviación quien cantó en una oportunidad con Frank Sinatra, se prestan al juego socrático del realizador. El resultado es magnífico y conmovedor, y una lección de austeridad cinematográfica. (RK)

20.25hs: El ojo lúcido

El diamante blanco, de Werner Herzog, EE.UU.-Alemania-Francia-Bélgica-Italia, 2004

88’ / ATP

Cortometraje: Viaje al cielo (11’), de Jean Painlevé, Francia, 1937

En esta ocasión, Herzog elige examinar a fondo el deseo de volar, ese devenir pájaro de nuestra especie a menudo banalizado como una metáfora (muerta) de libertad. Más que la proeza de vencer la gravedad, lo que le interesa a Herzog es la obsesión como conducta, la aventura como modo de vida y el cine como una obstinada tarea de captura orientada a obtener imágenes desconocidas de nuestro mundo. Ya en el prefacio del film, una breve introducción a la historia de la aviación, un fascinante material de archivo permite visualizar la experiencia de uno de los primeros pasajeros de la historia. Un plano fijo muestra a un hombre colgado de las ruedas de un avión. Más adelante, Herzog posará su lente sobre animales salvajes de una región selvática de Guyana, primerísimos planos sobre anfibios inclasificables que develan un mundo, aunque no todo debe ser exhibido, como lo sugiere un lugareño después de que un camarógrafo del equipo registre una zona sagrada. El guía de la expedición es Graham Dorrington, un ingeniero aeronáutico, a bordo de un dirigible con una misión doble: volar sobre las copas de unos árboles pletóricas de riqueza biológica aún inexplorada por la ciencia y purgar su culpa respecto de la muerte del documentalista Dieter Plage en 1992 tras la falla de un dirigible diseñado por Dorrington. Herzog, sin embargo, prestará atención a otros personajes secundarios, en especial a un rastafari con familiares lejanos en España, un típico excéntrico del universo simbólico de Herzog, quien considera a su gallo un verdadero compañero de vida y conoce los secretos de ese paraje perdido en la nada. El diamante blanco es otro viaje perceptivo del creador de Fitzcarraldo, un memorándum filosófico sobre el extraño prodigio de ver, percibir y ser percibido. (RK)

22.15hs: Horizontes contemporáneos

El hombre de Londres, de Bela Tarr, Hungría, 2008

135’ / +13

Después de las complejas narraciones de Satantango y Las armonías de Werckmeister, el maestro húngaro Bela Tarr trabajó sobre una novela de Georges Simenon hasta quedarse con lo esencial: en una ciudad portuaria fría y decadente, un trabajador ferroviario es testigo de un crimen mientras está en una torre, lo que tendrá algunas consecuencias. Se trata de un film sobre el acto de ver y de escuchar, matizado por una sugestiva banda de sonido minimalista y una asombrosa fotografía en blanco y negro a cargo del cineasta alemán Fred Kelemen. Los lentos movimientos de cámara y los planos prolongados inducen a un tipo de trance ligado al asombro, permitiendo al espectador tener tiempo para pensar e implicarse más allá de lo que se muestra. (Como el propio Tarr ha señalado: “La cámara está, al mismo tiempo, tanto adentro como afuera de la película”.) El distinguido elenco cuenta con las presencias de Tilda Swinton y de la actriz húngara Erika Bok, que participó en Satantango cuando tenía 11 años y que en la actualidad promedia los 20. (JR)

00.45hs: Brisseau por dos

Los ángeles exterminadores, de Jean-Claude Brisseau, Francia, 2006

100’ / + 18

Los ángeles exterminadores venía precedida de un verdadero escándalo: la demanda de una actriz por abuso sexual contra el director, Jean-Claude Brisseau. El realizador de Cosas secretas elabora oblicuamente la demanda que lo llevó a juicio en una película extravagante y metafísica sobre un director de cine a punto de realizar una película sobre los placeres femeninos y sus tabúes. La mayor parte de Los ángeles exterminadores gira en torno al casting del film en cuestión, que consiste en masturbarse frente a cámara. Una vez elegidas las tres actrices, comienzan a vivir una suerte de terapéutica dramática y erótica en donde el director cumple casi el rol de un analista. Exhibida en la Quincena de los Realizadores en Cannes 2006, esta película muy divertida e inteligente es una pieza de provocación cuyas escenas eróticas evitan tanto el clisé pornográfico como la estetización ridícula del placer sexual de las películas mainstream. (RK)