76º FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE LOCARNO: MEMORIA DEL LAGO
6 de agosto. La doble lágrima de Lav Díaz
A veces, escribir estos textos durante la vida agitada de un festival es simplemente una manera de fijar un recuerdo en la memoria. Por ejemplo, la doble lagrima de Ninón Sevilla en Llévame en tus brazos. Ella acaba de encontrarse con quien fuera el amor de su vida en una fiesta de la alta sociedad, él no lo sabe, pero la razón de su distancia es que ella ha aceptado trabajar para un usurero a cambio de que este le perdone una deuda a su padre. Ella lo sigue amando tanto que en un momento de los planos y contraplanos entre la ex pareja vemos su rostro empapado por una lágrima que se le escurre por la mejilla. Corte. La mirada de él. Corte, de vuelta ella pero con la mejilla seca. ¿Dónde fue el agua de su lágrima? El plano se sostiene un segundo y la lágrima vuelve a caer en la misma mejilla. Parece ser el mismo plano utilizado dos veces, pero en distintos momentos de la toma; un pequeño remate en el montaje de este film de Julio Bracho que estruja el alma y le pone un signo de infinito al reiterado sufrimiento de Ninón Sevilla. Llévame en tus brazos es una obra maestra absoluta fotografiada por el mejor Gabriel Figueroa. No hay hace falta decir mucho más ahora.
Otra cosa que también no quisiera olvidar es la historia del cine Gran Rex. Una sala que se encuentra en el medio de una de las callecitas inclinadas que conducen de la Piazza Grande y que es el hogar de la mayoría de las películas de la retrospectiva mexicana del festival. Lo curioso de este cine amplio, cómodo y de una calidad de proyección excelente, es que en el pasado era un cine porno. Y lo lindo es que las 443 butacas miran a una pantalla que a su espaldas, a metros nomás, tiene como vecina a una iglesia renacentista hermosa. Dios y el diablo, juntitos los dos.
Lo que sí no sería molesto molestaría olvidar son las corridas que hay que dar para llegar a tiempo a las funciones en FEVI, la sala gigantesca que queda al otro lado de una horrible rotonda de hormigón llena de foodtrucks. Al llegar, se da un ritual que aparentemente es común en los festivales de Europa: el cacheo de todo bolso, mochila o tote bagpor parte de empleados de seguridad antes de entrar a la sala. Pero qué importa, la nueva película de Lav Diaz está por estrenarse mundialmente.
Flashfoward. Como parte de las actividades de la Critics Academy, se me fue asignado escribir sobre Essential Truths of the Lake para el periodico que el Festival de Locarno publica día a día. A continuación reproduzco una versión traducida y ligeramente editada de los tres párrafos de ese texto:
“Essential Truths of the Lake representa un acto sincrético en el que el cine y las pesadillas se encuentran. Quince años después de la súbita desaparición de Esmeralda Stuart en las costas de un inmenso e impenetrable lago, el teniente Hermes Papuaran (mismo protagonista que en When The Waves are Gone, etiquetado en ambas como “uno de los mejores detectives del país”) continúa con una búsqueda que lo ha llevado hacia los rincones más sórdidos de la Filipinas contemporáneas. Igual que las cenizas volcánicas que borran todas las posibles huellas del pasado, al pegarse a los paisajes y animales retratados, los habitantes de esta tierra tienen sobre sus hombros la pesada y aparentemente interminable herencia de la tiranía de Duterte. Bien adentro de la trama, alguien le pregunta al teniente cómo es posible que nunca haya llegado al llamado momento “full-stop” (de detenimiento) de su investigación. Los 215 minutos de esta nueva obra de Lav Diaz dejan entrever una posible respuesta.
Todos llevamos nuestra propia cruz a cuestas, un pesar que quizá no sea sólo nuestro. Esta película conducida en cercano diálogo con los tópicos de la mejor tradición del film noir, fluye y brilla en las secuencias donde el secretismo es la semilla del misterio, mientras la incertidumbre constante es raíz de una atmósfera onírica y febril. Realismo y artificio se dan cita en medio de un enredado caso que se llevó la mayor parte de la vida de este atribulado superinvestigador cinematográfico filipino. Como leyendas populares e historias, muchos mitos se construyeron frente a la falta de información acerca del paradero de Esmeralda Stuart, un caso inacabable al estilo del de Laura Palmer de Twin Peaks, pero en el que respira una realidad política y social cubierta de un imaginario fantasioso.
¿Qué puede ser más verdadero que la comida y la muerte? Lav Diaz muestra mucho de ambas: aquí la comida aparece como conexión íntima con el pasado, como medio de comunicación y signo de salud, todo en contra de una muerte que rodea y presiona a los vivos. Como dice el más frío de los lenguajes judiciales: “sin cuerpo no hay delito”. Y como dice la experiencia: todas las pesadillas encuentran su final en el amanecer de la verdad. En esta película, la verdad puede ser escurridiza pero una pregunta esencial logra ser emplazada en lugar de esas grandes, complejas y ausentes imágenes: ¿dónde está Esmeralda Stuart?”
7 de agosto. La crítica como escuela, On the go
Este lunes tuvimos una de las charlas más interesantes de la Critics Academy hasta el momento. “Criticism as a school” (La crítica como escuela) fue el título con el que los organizadores bautizaron al encuentro que tuvimos con Libertad Gills, crítica, investigadora y video ensayista oriunda de Ecuador. Luego de algunas charlas con “peces gordos” de la crítica como el editor de Cinema Scope y Filmmaker, algo lindo del espacio que se generó con Gills fue poder compartir entre todos nuestras ideas acerca de lo que pensamos personalmente de la crítica, imaginar variaciones de lo que dicta el mercado y discutir en conjunto algunos aspectos de la programación del festival, en especial la retrospectiva de Cine Popular Mexicano. Sobre ella debatimos acerca del hecho (mencionado en la primera entrega de esta serie) de que toda la retrospectiva está curada sin la participación oficial de programadores oriundos de México. El asunto fue curado por Olaf Möller con la colaboración de Roberto Turigliatto. Algo que, en cierto aspecto, no viene impidiendo que la Retrospettiva sea un éxito: gracias a Abraham Villa Figueroa, compañero mexicano de la Critics Academy, supimos que por Locarno están desfilando películas desconocidas incluso para cinéfilos mexicanos, acompañadas por todo un abanico de films populares de intención comercial que suelen verse en televisión y que no son estimadas por la crítica local.
A lo largo de las proyecciones del festival, Möller presentó las proyecciones de los films en soledad; con la excepción de algunas funciones puntuales en las que algunos invitados mexicanos se subieron a su lado para profundizar en determinados temas. Con sólo escucharlo hablar un rato es fácil darse cuenta de que se trata de una persona muy embebida en la cultura mexicana, admiradora de sus ídolos populares y amante del cine. La retrospectiva lleva una inconfundible firma personal. Por tanto, sirve para pensar preguntas básicas: ¿Qué es la programación hoy en día? ¿Cuál es el lugar del gusto personal dentro de la programación? Tiendo a pensar que las mejores programaciones son aquellas que evidencian choques internos, muestran distintas formas de mirar al cine y no siguen un solo relato. Hay festivales o secciones de festivales que se sienten como bitácoras de viaje firmadas por sus programadores. Claro que es bello recorrer sus notas y comentarios, ver lo que observaron en esos nuevos territorios. En un momento de la charla de la Critics Academy, Libertad Gills se refirió a la riqueza de reunir diferentes percepciones y puntos de vista sobre las mismas obras. Sumar voces, como cuando suben invitados a presentar las películas mexicanas de Locarno, siempre ilumina rincones que el explorador omitió en su bitácora. Me hago eco de esa idea de Gills pensando en esos libros de correspondencias donde, al menos, dos miradas se entrelazan metiendo al lector en el medio de lo dicho, como una parte más de ese diálogo.
En esta primera mitad del festival está costando encontrar buenos títulos entre los cineastas jóvenes y emergentes. La imagen de secciones como Cineasti del presente y Pardi di Domani vienen a paso firme siendo lo más irregular de este Locarno. Son pocas las excepciones, como los cortos mencionados en la entrega anterior; mientras tanto, en la zona de lo destacable está On the Go, largometraje español (sin título en su idioma local aún) codirigido por las debutantes en largo María Gisèle Royo y Julia de Castro, quien también es una de las protagonistas. Ella y Omar Ayuso componen el dúo de amigos de una road movie que interroga la diferencia que puede haber entre las nociones de dar vida y darse a la vida. Son jóvenes, andan en un descapotable que ella le sacó a su padre y él acaba de incendiar un boliche; además, se encontraron con una sirena bípeda en un acuario que les pide un aventón hacia el mar. Todo más que listo para salir a las rutas.
Como en una buena road movie, una vez fuera de su mundo ordinario, estos personajes comienzan a errar de aquí para allá, rebotando entre personajes pasajeros que se cruzaran en su camino sin rumbo fijo. En primera instancia, lo vital pasa por el cuerpo, por lo sexual, por los corazones que laten rápido al ritmo de un montaje visual y sonoro que juguetea con freeze-frames y voces en off inesperadas, todo dentro de un ritmo vertiginoso acompasado por músicas de rock geniales. Los emplazamientos de cámara dentro del auto, bien cercanos y movidos por los vaivenes del auto, le dan a la película sus mejores momentos. Todo parece puesto al servicio de “darle alegría al cuerpo”, como dice uno de los personajes. Pero por otro lado, estos cuerpos guardan angustias y crisis. La pregunta por los ciclos vitales aparece desde temprano: Julia de Castro manifiesta su deseo de ser madre mientras Omar Ayuso se para en la vereda opuesta de ese pensamiento. A lo largo del movido metraje, son alternados algunos planos que corresponden a subtramas personales que cada parte del dúo lleva consigo hasta el final del film.
Durante largo rato, las realizadoras le levantan un muro a la solemnidad, juegan con la contención, con no darlo todo, no sobreexponer y simplemente mostrar un vivir teñido por las heridas del pasado. Pero las paredes son finas y se agrietan por cada corte a estas subtrama íntimas. Para el final, ya no queda nada de este muro. Prima una alegoría pegajosa y una sobreexplicación poco madurada. Enredadas en hermosos pasajes de locura formal y gracia, acá también hay dos lágrimas, una por cada uno, pero arrojadas a la cara del espectador.
“No te olvides de vivir”, “Esto es una maratón, no un sprint”, fueron los mejores consejos que me dieron en el primer día del festival. Haciéndoles caso, dejo el texto acá para ir a comprar una cerveza que intentaré contrabandear en la función de Santo vs. Las mujeres vampiros. Ojalá la linterna de los de seguridad no la encuentre.
Tomás Guarnaccia / Copyleft 2023
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