BALANCE DE CINECLUBES: LOS ANORMALES
Por Roger Alan Koza
Al finalizar la función de la primer película de noviembre, la inglesa Una buena mujer, todo el público parecía contento. Pocas veces se puede percibir en el Berti una suerte de ola expansiva de aceptación. Una mujer se me acerca y me dice: «¡Por fin una película normal!» Es el reverso exacto de quienes dijeron, tras la función de primera tarde de Honor de Caballería, la genial película de Serra: «Te perdonamos».
Fue una declaración reveladora, un abracadabra capaz de iluminar un problema y el por qué se debe perseverar con un cineclub, si se entiende por ello un gimnasio perceptivo en el que la mirada se pone a prueba y se fortalece un ejercicio óptico por el que ver implica conocer, y conocer, pensar.
En efecto: existe una lógica audiovisual, no muy exigua, que va de películas tan disímiles como la incomprendida aunque mediocre 300 a la pusilánime y acríticamente alabada Vitus, por la que el espectador nada debe hacer excepto el estar sentado en una silla y responder a los requerimientos de una compaginación canónica, propia de una convención no escrita pero firmemente suscripta en el imaginario del espectador. Estas películas son distintas, pero en ellas subyace un principio común: el cine debe ser contar historias, y debe tener por consecuencia, un desarrollo por el cual un núcleo central se desenvuelve y se define (en 300, una batalla imposible; en Vitus, como un genio habrá de participar en un mundo de mediocres, aunque su inteligencia siempre está al servicio de sí, y jamás da un paso más allá de su inconsciente burgués).
Otro espectador, y a propósito de la misma película inglesa, señaló: «Debes estar enamorado…» Supongo que la gente enamorada no renuncia a entender el mundo a su alrededor. Y sea cual fuere mi estado anímico, jamás dejaría de dar un film como Cuando el dique se quebró de Spike Lee o M, de Prividera, porque mi vida afectiva esté en alza. De hecho, experimento lo contrario: más ganas me da de combatir la indiferencia, la insignificancia, la ignorancia, empezando por la propia.
El cine anormal que supuestamente paso es uno que permite entender el mundo y su multiplicidad. Me parece que si un espectador X se propusiera venir todo el año a las funciones de cineclub, no faltar a una función jamás, a lo largo del año no solo habría de modificar su gusto cinematográfico, sino también habría de adquirir un tipo de experiencia cosmopolita y crítica sobre la vida en nuestro mundo. Hemos visto, durante este año, películas de esquimales y tibetanos; hemos visto el funcionamiento del capitalismo y los efectos sobre la subjetivdad en films como El mundo, La nación de la comida rápida, Bamako; hemos visto incluso la monumental obra de Godard, Historias del cine, y con él se intuye por qué el cine es un modo privilegiado de acceso al mundo. En efecto, lo normal es creer que el cine meramente entretiene. Lo anormal es pensar que el cine desestabiliza, resiste, cuestiona, incluso implora por justicia y pide, a veces, por lo imposible. Y de ello no se predica, bajo ningún motivo, que el humor (o la comedia) quedé proscripto. El cine de Chaplin es la impugnación por antonomasia: reír para combatir, filmar para denunciar y enunciar cómo funciona la crueldad y sus insólitas máscaras.
¿Habrá todavía un lector a esta altura del texto?
No había muchos espectadores la semana pasada durante la función de La ganga, el film de Lisandro Costa que intenta visualizar estructuralmente la explotación minera en el país. Unos amigos que venían de la Punilla, por vergüenza, deciden quedarse (me traían unos dvds sobre minería): «Vamos de extras».
Fue una sorpresa. Menos de 50 personas, previo a una difusión que no fue discreta, además, la entrada era gratis. En el resto de las localidades el público fue ostensiblemente mayor. 180 personas en Villa Giardino, por ejemplo. Es un dato sociológico. ¿Qué sucedería si pasara un documental sobre Cabrera y Tigger Woods? O mejor aún, ¿cuánta gente traería un Filmando por un sueño, una bizarra propuesta imaginaria en la que Mr. T filma para propiciar el peor modelo de solidaridad que pueda concebirse? ¡Y pensar que hace unos meses, en La Cumbre, había una campaña para que no se talaran árboles! Firmar lleva un minuto.
Pero hubo una excepción en La Cumbre. Fue el único lugar en donde hubo un funcionario del gobierno en una proyección. Y el viernes por la mañana me llamó para informarme de que salía un decreto de la municipalidad contra la explotación minera a cielo abierto. Durban, secretario de Turismo, fue la excepción.
Ya he dicho públicamente que el año que viene tendremos a Michael Haneke en foco, también al director indio Satyajit Ray, pero la novedad es que volveré a programar ciclos, aunque de un modo transversal: habrá unas 8 películas sobre la Cristiandad, una herencia cultural insoslayable que merece ser pensada. También habremos de ver filmes en portugués, es decir, películas de Brasil y Portugal. Y, por último, un ciclo sobre películas de Europa del Este.
Pero antes viene la muestra para niños y la 4 Muestra de Cine independiente de La Cumbre. Ya habrá noticias de ambas. Mientras tanto, va esta carta de cierre, y espero que quienes lo deseen puedan votar las mejores 5 películas vistas durante este año en el cineclub.
Agradezco a todos los que han apoyado este emprendimiento. Sinceramente. Nosotros, es decir Viviana Ollua y yo, seguiremos trabajando para ofrecer otro cine.
Buen año.
Hay comentarios sobre este post en el Fin de ciclo. RK
“Preferimos el paisaje a las personas”
Lema del Golf Club de La Cumbre
Llegué al Hospital Municipal de La Falda algo cansado, ya que era el cuarto centro de salud que visitaba en tres días. Decidí entonces dejar a un lado los libros y mis cavilaciones sobre la responsabilidad y concentrarme en la tarea de lograr la atención eficiente de un médico, como si fuera un proletario tuberculoso del siglo XIX desesperado por sobrevivir unos días más. Pero es sabido que uno no puede sino reencontrar en cualquier parte lo que lo obsesiona, aun cuando nada parezca más lejano a la responsabilidad personal que el edificio derruido que aloja a ese Hospital. Y sin embargo, tal vez porque contrastaba con las mujeres pulposas y sonrientes que decoraban las tapas de revistas, programas televisivos y carteles publicitarios o con los autos y camionetas fabulosas que podían verse en las calles aledañas, llamó mi atención una pequeña escena que se desarrollaba justo en la entrada principal.
Se trataba del traslado urgente de un paciente; dos enfermeros arrastraban una camilla semejante a un colchón elástico utilizado para torturas. Sobre la camilla podía adivinarse, bajo una espantosa sábana azul, un cuerpo pequeño y entumecido. Apenas pude ver la cara del niño o de la niña cuando la camilla superó el cordón para ser depositada en el interior de una ambulancia, cuyo valor –según pude estimar- no alcanzaba un cuarto del precio de uno de esos autos o camionetas a los que me referí más arriba. Tras la camilla, se amontonaban en improvisada procesión la madre (de no más de 20 años), el padre, tres hermanitos y dos o tres “adultos” más: todos lloraban o gemían (Alan Pauls diría que es un cuadro muy enternecedor para el ethos progresista). Hay que agregar que todos ellos eran bien morochos, estaban sudados, les faltaban varios dientes y al hablar omitían las eses (excepto la madre al implorar: “Dios mío, Dios mío”), sin profundizar en los detalles de su vestimenta. Y me pregunté si el patetismo que yo encontraba en esta escena estaba en la misma situation (de la cual yo ingenuamente creía abstraerme), o en el mundo que la producía (la misma pregunta me hice hace poco luego de leer un post de Flavia de la Fuente sobre el ¡sufrimiento! que ella y Quintín padecieron a raíz de un problema con su ¡tarjeta de débito!). Me pregunté si con una revolución mediante este tipo de escenas se repetirían. Y lo que vino a mi mente no fue el SubComandante Marcos (con su título universitario, sus poemas, sus cartas con Sabina, y el aire cool que adquirió su insumisión), sino el eco sonoro de un populismo robusto: “Sólo el pueblo salvará al pueblo”.
Aun sin reponerme del shock decidí ingresar al Hospital. A pesar de tratarse de una repartición pública, una grotesca estatua de la Virgen María recibía al visitante. A la izquierda, dentro de una pequeña habitación que oficiaba de “Mesa de entradas”, una mujer recibía solicitudes y otorgaba los turnos. Para ser atendido no hace falta tanto esperar a que lo llamen a uno como esbozar el gesto preciso en el momento oportuno. Así que luego de ochenta minutos de espera protesté enardecido y me atendieron enseguida (aunque muchos Sancho Panza parecían estar esperando hacía siglos, la diferencia estaba en que yo era blanco, no me comía las eses y no me faltaban los dientes). La médica no me revisó, no me solicitó estudio alguno ni me derivó; se limitó a oír mi relato y me prescribió unas gotas que ni siquiera me atreví a comprar. Me fui pensando que lo que había presenciado era más de lo mismo, que las banderas estaban en el suelo mientras que la generación huérfana que podía o debía levantarlas (exceptuando a algunos Kosteki y Santillán) se dividía en piaras que llenan solícitamente cuantos corrales se le abran, sin atreverse nunca a embestir las puertas, pisoteando, devorando y defecando cuantas sobras se le arrojen, incluso jirones de bandera.
2
“La forma es lo de menos”
Camarada J. V. Stalin (Ex candidato a Premio Nobel de la Paz)
Así que ahora, luego de una emotiva reflexión y esquivando las voces que me reclaman escribir para ingresar a la Historia de la Crítica, la Epistemología del ARTE o, al menos, para engrosar el apoyo inductivo del concepto de Belleza, me lanzo al proceso del sufragio. En primer lugar, ubico a Honor de Cavallería. Entre otros aspectos, su discurso sobre el genocidio de la inutilidad como motor de la perpetuación del capitalismo va a la zaga de la crítica política. Segunda, aunque muy cerca del film de Serra, The tracker. El film australiano destaca por su arqueológica sinceridad política, que sostiene de manera contestataria frente al multiculturalismo: no hay muchas culturas sino culturas opresoras y culturas sojuzgadas. El cumbrense que en su 4×4 va a Perú o Bolivia a comprar una adolecente para que haga las tareas domésticas es un opresor; el film australiano deja en claro lo que es, lo que nunca podrá dejar de temer y lo que merece. Tercer lugar, aunque parece ridículo ya que no es una película sino un monumento, Historia(s) del Cine o lo que el cine no puede decir de sí. En cuarto lugar, Taurus: lloré al ver a esos dos próceres reunidos, como si fuera un sueño maravilloso y reparador. Dejo vacante el quinto lugar ya que no vi todos los films.
las cinco mejores:
CINE ,ASPIRINAS Y URUBUES
SI
REINAS Y REYES
M
LA RUEDA DEL TIEMPO
Gracias, Roger por , permitirnos ver estas maravillas!!!!!!!!!!!
the tracker
la pasion de juana de arco
la ventana indiscreta
mi tio de america
m
Me gustó mucho, pero mucho, Espíritu del Artico. Que haya aguantado tres sentada y mis ojos no llorisquearan de cansancio son prueba de ello, no menos que el hecho de que se fortaleciera mi hermandad con el género humano.
Por razones parecidas me gustó Barnako, La Ganga, y M. Seguramente me perdí otras muy buenas.
Me gustó mucho, pero mucho, El Espíritu del Ártico. Que haya aguantado tres horas sentada es prueba de ello no menos que el hecho de que al verla se fortaleció mi hermandad con el género humano.
Por iguales razones me gustó Barnako, The Tracker, y Cine, Aspirinas y Orobúes. Seguramente perdí otras muy buenas.
La verdad que me cuesta elegir solo 5 películas porque hubo más de 5 que me gustaron mucho y cada una por razones diferentes, pero he aquí mi selección sin orden de preferencia:
La soga
Hiroshima, mi amor
Los niños del barrio rojo
Cine, aspirinas y urubúes
La ventana indiscreta
Cine de alto contenido humano, para espiritus sensibles que intentan cambiar la mirada hacia si mismos y hacia los demas, acceder a traves del cine a estos pequeños mundos como Bamako, Cafe Lumiere, Las cinco de la tarde, el documental de Jorda sobre las alesias sensoriales, todos ellos forman una burbulja, la del abandono, la miseria y el dolor. Es dificil decir cual me gusto mas, sin duda Historias de cine de Godard, con sus primeros planos impecables, su poesia, una verdadera obra de arte que se introduce en nosotros, nos transforma y permanece para siempre.
No estoy capacitada para criticarte, tendre que esperar mas tiempo para hacerlo.Me encanto tu comentario de despedida respecto al cine anormal y normal, yo me sonsidero anormal, por suerte.
Gracias por tu grandeza, inteligencia y calidez y esa humanidad que ya no se ve.Habra que ir a buscarla a Bamako, no te parece
Lastima que no pudiste ir a Huerta, fui con dos amigas que querian conocerte, lo pasamos divino, Vivi es una mujer muy especial y diferente a todas, de esas que hay que cuidarlas mucho.
Feliz Navidad y un buen año 2008
Nos vemos en el proxio curso
Hola! Me gusta mucho el sitio de los ojos abiertos. Me gusta la elección de las películos acerca de las cuales se escribe en el mismo.
Escuché que hace algún tiempo había un cine-club en Capilla del Monte a cargo de Roger Alan Koza. Me gustaría ayudar a hacer renascer este lugar. Lamento que del punto de vista cinematografico solo se puedan ver películas de E.U y de vez en cuando, argentinas o francesas. A mi me gusta la diversificación de los mensajes y desgraciadamente ahora en Capilla del Monte, ello no existe mas. Espero que este grito tenga un eco …
Ana, Capilla del Monte