EL BAFICI DESPUÉS DEL BAFICI 2014 (04): MÁS CANTIDAD QUE CALIDAD (SEGUNDA PARTE)

EL BAFICI DESPUÉS DEL BAFICI 2014 (04): MÁS CANTIDAD QUE CALIDAD (SEGUNDA PARTE)

por - Críticas, Festivales
22 Abr, 2014 03:23 | comentarios
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Haciendo las paces

Por Jorge García

Posiblemente la retrospectiva del BAFICI que, a priori, ofrecía mayor interés era la dedicada a la realizadora portuguesa Rita Azevedo Gomes, desconocida en nuestro país, muy valorada por algunos críticos y directores, y emergente de una generación que ha colocado –por su elevada relación cantidad/calidad- al cine portugués en un lugar importante de la cinematografía mundial. Sin embargo, la visión de algunas de sus películas (me) resultó una parcial decepción. Felicitaciones Manoel de Oliveira: Intromisiones, rodada con motivo de los 90 años del maestro, es apenas un film de montaje que muestra diversas escenas de sus películas sin un eje conductor perceptible; Altar es una tediosa y discursiva incursión en los vericuetos de la memoria de claro origen literario. Mucho más interesante es La colección invisible, un mediometraje que reflexiona, a través de la relación de un marchant con un coleccionista, acerca del carácter elusivo del arte. Frágil como el mundo provocó para mi gusto euforias desmedidas en algunos respetados críticos amigos. Historia de un amor juvenil que busca aislarse del mundo para ser vivido en plenitud, posee un tono onírico por momentos logrado pero su cuidado caligrafismo resulta tan prolijo como carente de pasión. La última película de Azevedo Gomes es La venganza de una mujer en la que la directora ofrece un frío y cerebral ejercicio de estilo, marcadamente teatral, riguroso en su puesta en escena y en su tratamiento del color pero al que también le falta la dosis de emoción necesaria para resultar atrapante.

De las obras de ficción internacionales restantes, El hombre de las multitudes, del brasileño Cao Guimarães, un realizador cuya obra oscila entre lo ficcional, lo documental y el experimentalismo, aparece como una muestra de “antonionismo” tardío, en el que la utilización de una pantalla casi vertical se convierte, más que en una elección estética, en un elemento de distracción.

El directo Jon Jost, autor de una prolífica obra, es una muy rara avis dentro del cine norteamericano por su carácter absolutamente independiente de los circuitos comerciales habituales, En Haciendo las paces, la que parece ser su última obra (anunció su retiro del cine) como casi siempre Jost se encarga, además de la dirección, del guion, la edición, la producción y la iluminación en un relato que es una suerte de melodrama triste y distanciado centrado en las últimas horas de un padre (notable interpretación del realizador James Benning) que reúne a su familia para compartirlas. Más allá de algunos planos que parecen ser un homenaje al cine de Benning y el algo forzado encuadre de algunos planos, el film está rodado absolutamente a contrapelo de los clisés y convenciones habituales.

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Los últimos amantes vivos

También había escuchado profusos elogios a Los últimos amantes vivos, el último trabajo de Jim Jarmusch. Historia de amor entre vampiros con zombies de por medio, abundante en tomas cenitales, fundidos circulares, ralentis y otros efectismos, con los personajes enfrascados en discusiones que van desde diversas variantes de la música hasta la física cuántica. Aunque esto pueda sonar a una boutade, cualquier película del género de algún director de la Hammer –no digamos ya del gran Terence Fisher- (me) resulta mucho más atractiva que este soporífero film.

Pasemos finalmente a algunas cosas vistas del abundante paquete argentino. Juana a los 12, ópera prima de Martín Shanly, toma a una niña en su preadolescencia, que asiste a un colegio privado inglés y muestra claros signos de inadaptación. Lo más atractivo del film es que –a diferencia de otros exponentes de este subgénero- no busca en ningún momento la empatía con la protagonista, algo que provoca que la película tenga por momento una atmósfera notoriamente enrarecida.

Atlántida, primer largometraje de Inés maría Barrionuevo, integrante de la movida cordobesa, es otra de adolescentes, centrada en la dificultosa relación de dos hermanas. Varios de los tópicos habituales (despertar sexual, búsqueda de la identidad) tratados con inusual frescura y la carismática presencia de Florencia Decall le otorgan al film cierta dosis de encanto.

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El rostro

Once años después de la recordable Yo no sé que me han hecho tus ojos, Sergio Wolf, retorna al cine con El color que cayó del cielo, título “lovecraftiano” si lo hay. Como en aquel film, cuyo objeto de investigación era la cantante Ada Falcón, sobre la que emprendía una búsqueda casi detectivesca, aquí Wolf persigue a diversos cazadores meteoritos. Más allá de que, para quien esto escribe, el objetivo sea de menor interés, el director muestra en el seguimiento de esos personajes la misma obsesión que ellos en sus búsquedas.

Así como las obras de ficción de Edgardo Cozarinsky son generalmente muy discutibles, sus documentales siempre ofrecen un alto nivel de calidad y Carta a un padre no es la excepción. Ejercicio íntimo y autobiográfico plagado de melancolía, es un recorrido por la memoria familiar y la pérdida (su padre murió cuando Cozarinsky tenía 20 años). Con un tono austero que no hace concesiones al sentimentalismo, el director traza un lúcido retrato, no solo de su familia sino también de varios momentos de nuestra historia.

Finalmente, El rostro, último trabajo de Gustavo Fontán, continúa con una saga personalísima que no tiene paralelos a la vista dentro del cine argentino. En este caso, recurriendo a diversos soportes (Super 8, 16 mm y video) se adentra en las vivencias de un hombre que desarrolla su vida en las orillas del río Paraná, a partir de su relación con otras personas y con la Naturaleza. El film no tiene diálogos, pero el trabajo con el sonido es uno de los más extraordinarios que se hayan realizado en la historia del cine nacional.

Jorge García / Copyleft 2014