CANNES 2014 (06): LA IMPOTENCIA DEL MÉTODO
por Roger Koza
Los hermanos Dardenne ya no convencen. Esa es la novedad en Cannes. Tal vez se espera mucho de ellos, o quizás simplemente han agotado su método. En verdad, la fórmula de los Dardenne está intacta, pero después de un tiempo ha encontrado su límite insoslayable. Y Dos días, una noche es justamente eso: la exposición (involuntaria) del límite de un método de trabajo, acaso su impotencia, presente desde un inicio y disimulada por más de 15 años a partir de una galería de personajes entrañables que ya son parte de nuestras vidas como cinéfilos: Rosetta, el pibe de El hijo, el protagonista de El chico de la bicicleta. Cuando en un pasaje breve de Dos días, una noche se ve al actor de El hijo ya hecho un hombre hay un plus emocional en esa aparición que desmarca al espectador de la diégesis del film. Decimos: “ahí está, es él, ha crecido, incluso se lo ve bien”.
La nueva película de los Dardenne cuenta con el protagónico de una actriz difícil: Marion Cotillard. Difícil porque ella no es solamente una actriz conocida sino una estrella. Muchos actores de los Dardenne empezaron sus carreras con ellos, y en ese entonces eran desconocidos. Olivier Gourmet se ha convertido en un actor importante, pero en La promesa era literalmente una promesa. La incorporación de Cécile de France en El niño de la bicicleta no había perturbado el sistema de representación. De France era una cara bonita y conocida, y si bien venía de hacer un film con Eastwood, aún así se acoplaba a la película sin inconvenientes porque era todavía una actriz.
La decisión por Cotillard conlleva mayores riesgos. ¿Puede una estrella interpretar con cierta dignidad a una mujer que está por perder su trabajo en una empresa pequeña? Evidentemente sí. Cotillard, incluso siendo un error de casting, lleva su papel con soltura y mágicamente es verosímil como Sandra. Bastó que no la maquillaran y que lleve puesto una remera naranja sin marca para que su belleza no desentone con el contexto. Si bien no luce ordinaria, tampoco se nota que es una millonaria. Es decir: si existe un problema en Dos días, una noche pasa por otro lado. ¿Por dónde?
Quienes dirigen la empresa en cuestión y quienes manejan las cuestiones de personal han tomado una decisión perversa: echar a un empleado supone bonificar a los que quedan, dos actos que no están ligados pero que así se comunican. El personaje de Cotillard viene de una depresión, por lo cual luchar por retener su puesto de trabajo no le es tan sencillo. Con el apoyo de su marido, Sandra tiene poco tiempo para revertir la decisión de la empresa. El sindicato brilla por su ausencia. El individuo está solo.
Después de convencer a los empleadores en convocar a una votación privada de entre los 16 trabajadores de la empresa para que renuncien o no a la bonificación otorgada y voten en consecuencia a favor de que la reintegren a la empresa, Sandra irá visitando a varios de sus compañeros pidiéndoles que voten y que además lo hagan por ella. Cada trabajador es un caso que demuestra una arista del problema: de la simple necesidad del dinero para la manutención de una familia hasta el gasto no del todo necesario de la decoración de una casa, los operarios responden vacilantes y convencidos sobre su posición respecto del caso. Algunos votarán a favor de Sandra; otros dudan en hacerlo y también están los que ya han decidido por el bienestar propio. En este sentido, la gran inteligencia de los Dardenne pasa por no juzgar ninguna de las posiciones, lo que no significa que no tengan una posición respecto de la posición y no ofrezcan matices que se definen especialmente por una diferencia generacional de los operarios. Aquello que se puede ver aquí es hasta dónde una época y un sistema económico se introyecta en la intimidad de un trabajador, o como suele decir el sociólogo Richard Sennett, hasta que punto un sistema ha alcanzado la corrosión del carácter.
Lógicamente, todo el film se direcciona hacia al resultado de la votación, y si bien eso parece decisivo, los Dardenne le encontrarán una vuelta más a la cuestión. Este giro sobre el final es la ilustración de un punto de vista que se articula en un anclaje ético a contramano del utilitarismo que imponen las pseudo filosofías del managment. Es un pasaje hermoso, breve pero de una intensidad conmovedora, en el que se precipita la moral como una fuerza imbatible frente al cálculo, de donde surge una emoción depurada. La nobleza de las personas, una virtud que en Cannes 2014 brilla por su ausencia y se desprecia sistemáticamente, se puede constatar por unos segundos. La austeridad es siempre un recurso fiable.
La votación previa a este momento decisivo que tiene que ver con una decisión inesperada que debe tomar Sandra, momento que se pone a prueba la entereza de una posición ética específica, es también una duplicación conceptual. Los votantes no sólo depositan su elección en la urna sino que ahí se confronta una ética de principios a otra concepción de la conducta que pone en tela de juicio los principios y subsume a la ética a una mera tarea de medición pragmática respecto de las consecuencias y los beneficios de una decisión.
¿Cuál es el problema entonces con este film o qué es lo que éste puede plantear retrospectivamente acerca del sistema de los hermanos? Antes de responder directamente, no está mal repasar algunos detalles menores.
En esta ocasión, los Dardenne vuelven a filmar durante días de sol. Los colores y la luz, desde El chico de la bicicleta, predominan en la puesta en escena. La relación entre temple de ánimo y meteorología ya no cumple un rol formal. Por otro lado, el momento decisivo, ese instante en el que el héroe en cuestión revisa su posición y pasa a una acción reveladora, se precipita sin dramatismo. Si uno compara el desenlace de Dos días, una noche con El hijo, la economía emocional de este último film es ostensible.
En Dos días, una noche, los Dardenne ya no parecen trabajar sobre el espacio como si se tratara de una partición del territorio que refiere a distintas luchas, fundamental para la organización de la puesta en escena. La casa de Sandra y las casas de los otros empleados no tienen aquí ninguna función simbólica. Por ejemplo, no es como en Rosetta en donde el espacio se dividía como campo de batalla (las calles y los lugares de trabajo), zona de transición y tregua (el bosque que unía el mundo del trabajo al refugio marginal de caravanas) y lugar de descanso (la caravana como cueva-hogar). Rosetta era una película bélica, pues así se revelaba la disputa de un puesto de trabajo, un enfrentamiento cuerpo a cuerpo. En este aspecto, el rigor de Dos noches, un día es apenas un remedo de las dos mejores películas de los hermanos: Rosetta y El hijo. Este signo de pereza también se puede constatar en las decisiones de registro. Véase las escenas que tienen lugar dentro del automóvil. En cierto momento, los Dardenne eligen seguir una conversación vía un plano-contraplano tradicional, extraño en su forma de componer la continuidad de cada escena. Unos minutos después, en otra escena en el automóvil, los Dardenne filman a la vieja usanza: con un plano secuencia cubren la interacción entre tres personajes sin dificultad. Puede ser un detalle menor pero es llamativo ver cierta incongruencia de estilo. Pero estos señalamientos, en última instancia, son secundarios.
Justamente Dos días, una noche es la primer película en la que los Dardenne podían avanzar hacia un dominio hasta ahora postergado en su cine. Todas sus películas recaen en la obstinación y la lucha de un individuo frente a un sistema de enajenación estructural. En esta oportunidad, los Dardenne tenía la oportunidad de trabajar sobre un sujeto colectivo frente a la situación de Sandra. En vez de explorar cómo un grupo puede contrarrestar las injusticias instituidas por la patronal, los Dardenne no pueden o no quieren abandonar la resistencia localizada en la voluntad de un individuo, renunciando por consiguiente a pensar y filmar la indignación colectiva y su concomitante acción grupal. Es como si su método de trabajo general solamente pudiera aplicarse a individuos aislados. La rabia privatizada tiene entonces un alcance moral y puede restaurar el carácter, pero jamás este impulso emancipatorio se asocia y suma a una resistencia colectiva ni en forma de proyecto, ni en expresión política. Ahora que los hermanos podían ir más lejos, han elegido el confort y una velada forma de complacencia: el mártir constituye el límite de la imaginación política de sus películas mientras que la revuelta social queda aplazada infinitamente, en un fuera de campo que bien puede ser entendido como impotencia.
El cine de los Dardenne es el límite preciso y funcional de un tipo de cine respecto de un tiempo histórico revuelto y confuso. Pueden cambiar leyes laborales, pueden conmover hasta las lágrimas frente a un acto admirable de un personaje, pero, paradójicamente, pactan con el orden vigente. He aquí, el lado sombrío e involuntario del humanismo de los maravillosos hermanos belgas.
Roger Koza / Copyleft 2014
Simplemente: maravilloso análisis. Waiting for JLG.
Estás afiladísimo (en todo sentido), Roger. No solo es la mejor cobertura de Cannes: es TU mejor cobertura de Cannes. La necesaria en este «tiempo histórico revuelto y confuso» que nos toca en suerte, la que la critica autocelebratoria es incapaz de hacer o incluso de percibir… Me pregunto entonces hasta donde «la impotencia del método» se le puede aplicar al mismo Godard, no digamos ya a Alonso.
Me dan todavía más ganas de ver la película…
Muy interesante comentario que pide revisar toda la filmografía anterior de los hermanos belgas. Obviamente no estamos en condiciones de discutir esta última hasta que llegue. Pero sí es posible pensar hasta qué punto se aplican ciertas proposiciones a su filmografía anterior.
¿Es lícito subsumir películas como La promesa o El Hijo a este párrafo?
«el mártir constituye el límite de la imaginación política de sus películas mientras que la revuelta social queda aplazada infinitamente, en un fuera de campo que bien puede ser entendido como impotencia»
Creo que no: porque allí, como tampoco en Rosetta o El chico de la bicicleta, los Dardenne no filman mártires, sino seres libres acorralados en situaciones extremas (acorralados por el sistema económico, no por «el destino»). Y lo que ellos filman es el surgimiento, milagroso, (si una palabra así se me permite en este contexto), de la conciencia de la posibilidad y del encuentro con el otro. No se trata de una mera decisión ética (aunque el momento ético es decisivo), sino de una doble percepción: el otro está ahí para ofrecerme una mano (cuando digo mano lo digo literalmente, como puede verse al final de Rosetta) y yo estoy acá para percibir que me es posible aceptarla y eso me pone en una instancia en la que salgo de «víctima». La fraternidad, para usar términos franceses. O el amor al prójimo (nuevamente perdón por usar términos soeces).
Los Dardenne nunca han sido cultores de una épica colectivista porque filman el momento íntimo de la irrupción de la conciencia y de la aceptación (o el rechazo). No hacen un cine del voluntarismo colectivo, típico de otros paradigmas de épocas pretéritas, que solo para tranquilizarnos resolvería en la pantalla problemas que no están resuelto en Europa.
El Hijo o Rosetta no nos piden conmiseración con las víctimas, ni convocan a los proletarios del mundo a unirse, sino que apuntan a la parte íntima de la mirada del espectador satisfecho (un espectador de cine es alguien económicamente satisfecho) para mostrarles la dimensión de la posibilidad. Raramente he visto que los espectadores salgan de sus películas apiadándose de los «mártires», sino con una inquietud que requiere ser pensada más allá del fin de la película (digo esto porque pasé muchísimas veces cada una de ellas). Creo que la revuelta colectiva que hemos visto en el cine de troas épocas y otros autores, corren también el riesgo de transformarse en happy endings, si es que no responden a algún tipo de necesidad estricta, dramática o histórica. Y Europa no parece registrar hoy esa lucha. ¿Si los Dardenne sacaran un final colectivista de la manga mejorarían la situación?
Saludos y felicitaciones por la cobertura, excelente, como siempre, más que nunca.
¿No había acaso una escena en auto en El Chico de la Bicicleta de cecile de France y el personaje del novio de ella, en la cual discutían sobre el pibe y estaba filmada en plano contraplano?
Por otro lado, entiendo que muchísimas veces, la utilización de este recurso obedece a la pereza o a la simple adecuación a una forma de contar; pero no considero que por ello, deba desterrarlo del cine. Y traigo el ejemplo del cine de Mariano Luque, que descarta una y otra vez el recurso del contraplano (algo que has ponderado en tus notas sobre el cine de ML). Particularmente, y valorando mucho a Mariano y los dos cortos que he visto, creo que mejorarían si no se abusara en la no utilización de determinados recursos. Resumiendo: no necesariamente es un bache en la cinematografía de un autor, la utilización de determinados recursos cinematográficos, ni creo que se trate, en este caso particular, de un acto de pereza.
Abrazo.
Al menos, suena mas probable que les interese “el momento íntimo de la irrupción de la conciencia” a que sea “involuntario” en ellos mismos ese “lado sombrío del humanismo de los Dardenne”. ¿Cómo hacés para no ser consciente de un dilema así a la hora de cerrar una trama? A menos que supongan, como pareciera suponés vos, que tal cosa carece de sentido y no vale la pena ponerla en escena. O será que la cita de Sennett puede aplicarse también a los directores. Recuerdo una película colombiana, “La estrategia del caracol”, donde un grupo de inquilinos decide enfrentar y resolver una injusticia de manera colectiva, y el film funciona, salís del cine con una perspectiva ampliada y el otro, el de al lado, resulta por un momento un aliado, y eso quizá sea mejor que quedarse rumiando una inquietud en solitario. Como sea, el tema del mártir como “límite de la imaginación política” en los Dardenne me recuerda demasiado al cine mainstream (y habría que ponerse a pensar como es el enlace con los superhéroes) dado que sistemáticamente es un individuo, nunca un colectivo, el encargado de hacer justicia y poner las cosas en orden, tal vez con alguna que otra excepción. Si los Dardenne pusieran en pantalla un final feliz y colectivo, resultaría inspirador. Lo que no es poco. Y menos hoy. Saludos.
Disculpas, este comentario va como respuesta al de Oscar Cuervo
No entiendo la pregunta. Es muy común en estos debates virtuales que para discutirte empiecen a introducir premisas que no se derivan de lo que decís y no obstante te la atribuyen.
1) Cual es el dilema?
2) Quien dijo que los hermanos Dardenne no son conscientes de un dilema?
3) El estilo de los Dardenne se caracteriza por un modo muy preciso de (no) cerrar una trama (me refiero a sus mejores films, La Promesa, Rosetta, El Hijo, El chico de la bicicleta. Que dilema se les presentaría a ellos a resolver sus narraciones mediante revueltas colectivas? Por que tendrían que tomar el camino de un film colombiano?
4) El tema del «mártir» para referirte a los sujetos de las películas dardenianas me parece a mi desacertado, es lo único que le objeto al texto de Roger. Creo que mártir se aplica a los personajes de von Trier pero no a los de los Dardenne, que son sujetos con libertad y tienen la posibilidad de ejercerla. Ejemplo eminente los dos protagonistas de El hijo, pero también Rosetta. Si algo significa esa forma de (no) cerrar la trama es que de ninguna manera se trata de mártires, ni siquiera de víctimas. Pueden decidir cambiar sus condicionamientos sociales y juntarse. En eso con su cine construyeron una dramaturgia muy original e infinitamente superior a la de tantos finales ejemplificadores de voluntarismos colectivos. De todos modos, si hubiera grandes películas que conducen hacia un cierre narrativo con revueltas colectivas, no veo por que ellas invalidarian la poética/política de los Dardenne.
¿Qué pregunta?
Hablé de tu texto tanto como de el de Roger, creo que resultó confuso.
1-No sé si hay dilema, pero si como nos dice Roger
“… los Dardenne tenía la oportunidad de trabajar sobre un sujeto colectivo frente a la situación de Sandra. En vez de explorar cómo un grupo puede contrarrestar las injusticias instituidas por la patronal, los Dardenne no pueden o no quieren abandonar la resistencia localizada en la voluntad de un individuo, renunciando por consiguiente a pensar y filmar la indignación colectiva y su concomitante acción grupal.”, pongo en duda el que esto suceda de manera involuntaria por parte de los directores, tal como él supone:
“He aquí, el lado sombrío e involuntario del humanismo de los maravillosos hermanos belgas.”, y me pregunto si pueden no ser conscientes de la dimensión ético-política que le están dando al cierre del film (o a la tendencia, si no tuviera cierre). El dilema al que ellos le dieron forma es su propia determinación de tomar, o no, la participación de un colectivo frente a la injusticia como variante (una variante formidable) de los relatos que sostuvieron en el pasado. Estamos hablando en base a una crítica y hay que ver el film, pero no pienso que esto pueda pasar desapercibido para ellos, para el humanismo de los Dardenne.
Quizá se explique, sí, por lo que vos decís:
“Los Dardenne nunca han sido cultores de una épica colectivista porque filman el momento íntimo de la irrupción de la conciencia y de la aceptación (o el rechazo).”
Pero, dado lo que nos cuenta Roger, la trama y lo protagónico del colectivo, quizá no sea suficiente.
2- Roger. La culpa es de Roger.
3- “…Que dilema se les presentaría a ellos a resolver sus narraciones mediante revueltas colectivas?” preguntás, y ese parece ser el punto.
Dice el de Cannes:
“… es la primer película en la que los Dardenne podían avanzar hacia un dominio hasta ahora postergado en su cine. Todas sus películas recaen en la obstinación y la lucha de un individuo frente a un sistema de enajenación estructural. En esta oportunidad, los Dardenne tenía la oportunidad de trabajar sobre un sujeto colectivo frente a la situación de Sandra. En vez de explorar cómo un grupo puede contrarrestar las injusticias instituidas por la patronal, los Dardenne no pueden o no quieren abandonar la resistencia localizada en la voluntad de un individuo…”
Por supuesto los Dardenne no tienen que emular películas colombianas, queda claro, pero tal vez estén algo sujetos al martir-heroe y su gesta solitaria, trade mark de Hollywood.
4- Esta es de Roger, pero lo que sí puedo decirte es que “siempre” las películas, incluidos sus finales, son ejemplificadores, de algún modo, en algún punto, y lamentablemente las que suelen ningunearse o criticarse son las que presentan algún tipo de ejemplo moral o una visión humana idealista, en tanto crece el cinismo y la crueldad, con su concomitante ejemplo, y se lleva las palmas, los aplausos y los carteles. Y el año que viene las ven los chicos en la tele. ¿O no?
Volvé, Cameron!!
Saludos, Oscar.
Fe de erratas: donde dice «suelen ningunearse o criticarse» debe decir: «suelen ningunearse o deslegitimarse» Ahora sí. No me dejaba dormir.
Edgar:
Bien, me confundió que dijeras que tu comentario iba como respuesta al mío, cuando en realidad está mayormente referido a afirmaciones de Roger.
Respecto del final:
«en tanto crece el cinismo y la crueldad, con su concomitante ejemplo, y se lleva las palmas, los aplausos y los carteles. Y el año que viene las ven los chicos en la tele. ¿O no?
Volvé, Cameron!!»
… esa frase no parece muy aplicable al cine de los Dardenne (una vez más: aclaro que no me refiero a la película que acaba de ver Roger), en la que no creo que crezca el cinismo y la crueldad. Los Dardenne tienen un tratamiento especial de los finales sobre el que hay que detenerse con atención, no me parece prudente despacharlos entre una multitud de otras películas, estableciendo una división tajante y excluyente entre películas que proponen una salida colectiva y otras en los que los héroes individuales luchan solos contra el sistema. De hecho, ellos no entran en ninguna de esas dos categorías.
De todos modos, el que los finales deban ser ejemplificadores nos retrotrae a concepciones peligrosas: el Código Hays, el estalinismo o la censura de la dictadura militar también pedían finales ejemplificadores.
99% de acuerdo con Edgar.
Lo que no se entiende es porque Cuervo vuelve a ver fanstasmas «estalinistas» cuando se habla de «colectivo» (es lo que se le suele criticar al movimiento político que él defiende…)
En cambio (en vez de ejercer la defensa a ultranza de sus cineastas favoritos), Roger puede criticar a los Dardenne cuando ve finalmente «la impotencia del método». Eso es tener valor como crítico (en todo sentido), frente a los consensos (más poderosos aún cuando vienen de un festival como Cannes, que de independiente y subversivo no tiene nada).
No estoy nervioso, ese es un temple que te lo dejo a vos, que siempre emitís tus condenas en estado de exaltación indignada. Y eso te lleva a mezclar posiciones, perder matices y dictaminar vaguedades sobre «los críticos», como si todos dijeran a una lo mismo.
Yo no introduje la variable del final colectivista ejemplificador, sino Edgar:
» dado que sistemáticamente es un individuo, nunca un colectivo, el encargado de hacer justicia y poner las cosas en orden, tal vez con alguna que otra excepción. Si los Dardenne pusieran en pantalla un final feliz y colectivo, resultaría inspirador.»
Pero a tu estrategia de la indignación permanente le conviene atribuirme a mí esa apelación. Claro, yo traje a Eisenstein como ejemplo del artista al que se le reprochó la falta de héroes colectivos que sirvieran a los finales edificantes, que es curiosamente lo que vos esperás que los cineastas cumplan para llenar tus standards de corrección.
Yo no necesito que las películas tengan finales colectivos, ni individuales, ni mixtos, sino que pienso cada obra en su propio despliegue. Pero a vos te ne frega pensar a los Dardenne porque estás muy preocupado por excomulgar a camadas enteras de cineastas y críticos para que al final queden «los puros» entre los cuales por supuesto estás vos y algún otro.
Es curioso también que pidas salidas colectivistas en el campo de las películas, mientras en la vida real te mantenés en una equidistancia tan cercana al neutralismo, que te impide comprometerte con ningún colectivo. Lo importante en ese caso para vos es evitar las contradicciones y mantenerte siempre en el plano ideal del deber ser que te deja por encima de todos, fuera de todo colectivo «impuro».
La lectura que hace Roger de la última película es obvio que no la voy a cuestionar sin verla, porque a diferencia de vos, que emitís dictámentes a priori sobre todas las cosas, yo espero ver las películas para pensar sobre ellas.
Cuestiono la lectura retrospectiva que hace Roger de las otras películas (el concepto de «martires» para caracterizar a sus personajes) a partir de una película que no vi y para la que bien su crítica podría aplicarse con justicia.
Que vivimos en un tiempo revuelto y confuso: coincido con ello. Algunos le esquivan el bulto a ese revoltijo mediante la simplificación indignada que arrasa con la necesidad de pensar en las particularidades de las cosas. Es tu caso.
Cariños
No, Prividera, no intervengas para llevar aguas a tu molino, avalando cualquier verdura que te haga quedar como un marxista irreductible, porque das stalino. Pretender que las películas tengan un final ejemplificador con salidas colectivas es lo que le reclamaban a Sergei Eisenstein los del Komite y por eso le hicieron la vida imposible. Ver escrito ese reclamo en 2014 suena retro. Pero tus películas tampoco terminan con un colectivismo triunfante ejemplificador, así que quedarían entre aquellas en las que crece el cinismo y la crueldad. A veces deberías pensar más tus intervenciones, porque te llevan al disparate.
Y me refiero al reclamo de Edgard, no a la nota de Roger, a la que le objeto el uso de «mártir» para describir a los personajes de los Dardenne. Pero sé, Prividera, que cualquier aclaración será inútil en tu caso, porque terminarás hablando del «international style» y «acusándome» de defender «a ultranza» a Lisandro Alonso,l como hacés cuando discutimos de CUALQUIER cosa.
No te pongas nerviosho, Cuervo. Nadie habló de Marx, ni de Stalin, ni de Eisenstein… Sos vos el que se apresuró a agitar el fantasma del «final ejemplificador con salidas colectivas», como un indignado comentador de La Nación. Y te referís a la nota de Roger, ahora no recules: pero él habla der que «jamás este impulso emancipatorio se asocia y suma a una resistencia colectiva ni en forma de proyecto, ni en expresión política». De ahí colegir quie aboga(mos) por la «autocrítica» estalinista es claramente el «disparate», por seguir usando tus palabras.
Roger habla del «límite preciso y funcional de un tipo de cine respecto de un tiempo histórico revuelto y confuso» (y si, en ese sentido el sayo bien le puede ir a muchos otros cineastas). No es precisamente algo que los críticos estén señalando, y menos desde un lugar de poder como Cannes. Así que venir a intentar clausurar una discusión tan minoritaria como valiente con cucos de la derecha es como mínimo pobre, aunque señala precisamente porque es dominante esa mirada «humanista» (que es precisamente lo que la crítica señala como problema…).
Gran texto Roger. Leo tu crítica con cierta tristeza porque tenía buenas expectativas del regreso de los Dardenne al festival pero de cualquier modo espero con ansiedad poder verla.
Supongo que la presencia de Cotilliard asegura en buena medida su visibilidad y distribución.
No cabe duda que los hermanos belgas son exponentes ineludibles del cine europeo contemporáneo y quizás su nuevo film necesite cierto tiempo antes de decretar un estancamiento o agotamiento del método. Pienso en el cine de los Dardenne como un único gran film con episodios singulares y sujetos individuales pero no necesariamente individualistas. Me cuesta verlos como mártires ni tampoco como superagentes destinados a cambiar el estado de las cosas. Evidentemente su cine no tiene por objeto de estudio a un sujeto colectivo pero sí pueden verificarse en sus películas secretas alianzas y una constante interacción con un otro que los lleva a un momento de autodescubrimiento y aprendizaje. Es decir, tal vez la utopía no sea colectiva pero tampoco individualista.
En el caso de Dos Días, Una Noche ¿podría decirse que la repetición del método no arrojo variaciones? Las debilidades observadas podrían emparenterse con una busqueda de cambio visible en El Silencio de Lorna? Si El Chico de la Bicicleta resultaba de una suerte de fusión de Rosetta y El Hijo, de dónde sale su nuevo film? Rosetta luchaba para encontrar un empleo y Sandra para conservarlo.
Leo en Filmcomment las declaraciones de los directores diciendo que la solidaridad es un compromiso moral y que ante la crisis puede cambiar a las personas y me pregunto como la conciben. Está claro que su interés es continuar explorando los dilemas, decisiones y contradicciones de personas que un sistema socioeconómico decide marginar aunque siempre de un modo u otro encontrando algun aliado en el camino.
Es cierto, sus películas no llaman a una revolución de indignados pero tampoco buscan el mantenimiento de un status quo. Habrá que esperar y ver que rumbo toman los hermanos en sus próximos proyectos.
Definitivamente hay que leer a Koza. Está brillando entre tanta convención d´auteur.
Excelente texto. Los dos últimos párrafos problematizan de un modo brillante los límites del método. El método inexorablemente cristaliza, y es allí donde (desnudo) se muestra impotente para expresar el mundo como antes podía.
Bravo Roger! texto luminoso para cuestionar nuestros propios métodos.
Bravo Roger! un texto luminoso para cuestionar nuestros porpios métodos.
Asumir los límites en el método de representación de los Dardenne no tiene porque impugnar las virtudes de la obra que han desarrollado. Este tema excede al cine de los hermanos y quizás su nueva película es valiosa porque invita a una reflexión respecto de lo que un autor no puede o no quiere mostrar y exponer y por ende cómo asume las fronteras de su propia cosmovisión.
La nota es una «reflexión respecto de lo que un autor no puede o no quiere mostrar y exponer» pero precisamente porque no hay «por ende» en la asunción de «las fronteras de su propia cosmovisión»: no es que nunca pueda haberla (hay cineastas más autoconcientes que otros), pero de todos modos la autocrítica nunca será igual a una crítica distanciada (si esta puede a su vez escapar a la idolatría). Y un buen cineasta siempre estará agradecido a las buenos críticas antes que a las adulaciones de sus fanáticos.
Coincido Nicolás, la autocrítica no puede equipararse con una crítica distanciada. También
que se requiere auténtico valor para cuestionar la obra de un autor traspasando la admiración y hasta el enamoramiento que de él puede tenerse. El texto así lo demuestra. Ahora bién qué cineastas crees que manifiéstan mayor autoconciencia respecto de su própio método o tiénen mayor sentido histórico en el desarrollo de su obra?
No podría hacer un ranking, del mismo modo en que no se trata de dibujar carreras perfectamente delineadas como una suerte de devenir de la conciencia… Además si bien uno esperaría que la «autoconciencia» fuera de la mano con una mayor percepción de lo «histórico», no siempre es así: hay cineastas en los que la autoconciencia deriva en mero solipsismo, digamos (y ahí empiezan los problemas, sobre todo cuando son tomados como ejemplo de un cine supuestamente no atado a ninguna «política»). Pero en general se puede decir que todos los grandes cineastas son autoconcientes (lo que no significa que esa conciencia sea siempre progresiva y pogresista…)
No puedo responder a fondo: no hay ni cinismo, ni crueldad en la película de los Dardenne. El tema pasa por otro lado, y el artículo me parecía ser claro al respecto. Saludos
Roger:
por mi parte entendí perfectamente que no hay cinismo y crueldad en los Dardenne desde tu perspectiva. Mi objeción es bastante restringida a un aspecto de su obra anterior (no de esta última). Se refiere a la caracterización de «mártires» para sus personajes y a todo lo que ello implica. Pero otros se metieron a embarrar la cancha.
Entiendo que después cuando tengas más tiempo, y sobre todo cuando yo pueda ver la nueva película, podremos conversar con más detalles sobre estos interesantes temas.
Sí, tenés absoluta razón: me equivoqué en el término mártir. Es más una cuestión de heroísmo materialista. O algo por el estilo. Seguiremos. Y ya que estamos: vamos el domingo por skype. Confirmaísimo. Sería a las 5am de aquí. Y puedo hasta las 7am. Luego tomo el taxi a las 7.30hs y dormiré en mis 28 horas de viaje con escala por todos lados. Abrazo.
Que bolonqui.
Oscar, Roger, nunca me referí al cinismo y crueldad en el cine de los Darfenne, no, para nada, sino en el cine mainstream en general, la tendencia es naturalizar ambas cosas. Pienso que eso está claro en lo que escribí: lo digo en contrapunto con el desprestigiado cine de los valores humanos, y lo traje a partir de tu comentario, Oscar, o tu rechazo, a los finales ejemplificadores. Pero ahora veo que hablamos de cosas distintas, no pasa por lo evidente, un film no solo ejemplifica, alimente, y se replica difusamente en lo que será sentido común. Y esto no tiene que ver necesariamente con el final, a veces los finales son engañosos.
Abrazos.
Edgar:
Si tu idea fue hablar del cinismo y la crueldad a partir de mi «rechazo, a los finales ejemplificadores», entonces estamos en el horno. Yo no rechacé los finales ejemplificadores, sino a las personas que exigen que las películas estén obligadas a tener finales ejemplificadores. Platón en La República (más viejo que el stalinismo) ya aconsejaba echar de la ciudad a los poetas porque no presentaban finales ejemplificadores. Los consideraba peligrosos y disolventes. Prefería el cultivo de música de ritmo marcial, que sometía al cuerpo al mandato de la razón.
Tampoco dije nunca que carezca de sentido poner en escena una revuelta colectiva. En ningún lado lo dije en mis casi 95 años de vida: podés googlear «Oscar Cuervo» + «revuelta colectiva». Y si encontrás que dije que carece de sentido poner en escena una revuelta colectiva, te hacés acreedor a un alfajor Guaymallén.
Sí creo una extravagancia pedirle a una película que ponga en escena una revuelta colectiva. O todo lo contrario: que no ponga en escena una revuelta colectiva. ¿Acaso la crítica está para señalar cuáles finales son preferibles a otros?
¿Los Dardenne tienen finales ejemplificadores o no los tienen? Depende de las interpretaciones. Lo que seguro no tienen es películas donde los individuos se quedan rumiando una inquietud en solitario (con la probable excepción de El silencio de Lorna, su película más floja) ni tampoco héroes solitarios que enfrentan aislados el sistema. Podemos repasar película por película y vas a ver que jamás proponen ni exaltan tal aislamiento (esto no incluye a la nueva, porque no la vi).
Lo que no suelen tener los Dardenne es finales obvios.
No creo que estemos en el reino del cinismo y de la crueldad, sino en el reino del sofisma, donde tomar la palabra te puede llevar a que tu discurso sea desfigurado para derivar de lo que decís cualquier cosa.
Abrazo
Por supuesto Roger! Un gran gusto y un lujo contarte como corresponsal de La otra en Cannes. El programa soñado. Abrazo.
Cuervo:
Yo nunca hablé sobre esta pelicula en particular ni ataqué a los Dardenne: hablé sobre «la impotencia del método» siguiendo lo planteado por Roger. Acá el único que embarró la cancha fuiste vos mentando a Stalin y el «Komité», una bajeza indigna de alguien pensante a la que apelan justamente los que con ese facilismo pretenden clausurar un tema discutido desde tu querido Platón…
Pero solés recurrir a esas bajezas cuando no podés mantener una discusión, y así terminás hablando solo, quejándote de que los agraviados no te responden como caballeros (lo hiciste hace poco cuando atacaste con saña a una película como «Mauro» por noventista, un parámetro que no solés usar para juzgar a las películas de cineastas que te honran con su amistad…)
Y acá mismo se ve perfectamente como la mala leche deriva directamente en tus acusaciones de Komité (demostrando quien lo tiene en mente): yo no «excomulgo» a nadie ni pienso en términos de «pureza»… Esas discusiones teológicas son todas tuyas, y lo demuestra esta misma que iniciaste discutiendo la palabra «martir» (para terminar queriendo juzgar si la crítica se «aplica con justicia», como si estuviéramos en uno de esos tribunales que decís detestar).
Si el fanatismo (político y estético, aunque curiosamente no se crucen) no te cegara, verías que jamás pedí «salidas colectivistas», lo que no signifique que no piense lo «colectivo»: claramente lo hago, pero sin que eso signifique no ver las contradicciones. Porque no se limitan a los individuos y su conciencia (como le gusta pensar a los teólogos y los liberales): también los colectivos las tienen…
Eso expresa un «tiempo revuelto y confuso». Y el que le esquiva el bulto es quien defiende a la vez una «salida colectiva» en política y cineastas incapaces de pensar lo histórico (no me refiero en particular a los Dardenne, si bien se puede problematizar su cine en ese sentido), como si estetica y política no se tocaran… Una contradicción más, claro: no se trata de resolverla en un par de comentarios insultantes… pero tampoco de negarla (y menos tirando la piedra para luego hacerse el agraviado).
Así que los «cariños» y demás ironías bobas mejor guardátelas.
Mientras tanto, hoy se estrena otra película notable (no casualmente sobre los claroscuros del «colectivo») firmada por un cineasta que nunca estará en Cannes, con o sin moño (aquí mismo algunos comentaristas se preguntaban burlonamente que hacía en el Bafici…):
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/5-32310-2014-05-23.html
Otra trompada al pecho de Campusano, acabo de llegar de verla en el Gaumont. Con tanto furor canino era reconfortante sentir que a 10.000 Km de la Croisette se respira cine salvaje y visceral.
Donde dice «era» leasé «es»
Era, es y será.
Y no hay que lamentarse de que jamás un Campusano llegue a Cannes (donde sería visto como otro buen salvaje) sino dejar de dejar de esperar la bendición del White God de la Costa Azul y demás playas europeas.
Debe leerse «dejar de esperar» y no «dejar de dejar de esperar» (que sería volver a lo mismo…): fue error de tipeo de cineasta, pero puede leerse como acto fallido de crítico.
Recién ahora veo el film y, en una primera lectura, coincido en líneas generales con la crítica de Roger, en cuanto a que los hermanos priorizan la lucha individual por los derechos por sobre la respuesta colectiva. Antes de entrar brevemente en ese tema quiero decir que la Cotillard, actriz discutida si las hay, creo que tanto en este film como en The Inmigrant, está realmente muy bien. Por otra parte, creo que el la peli tiende en muchos momentos a estar estructurado como un thriller de suspenso, con algunas impensadas concesiones (el llanto de uno de los empleados, el intento de suicidio). Pero yendo a la apreciación de Roger, me parece que la película también admite una segunda lectura, en cuanto a testimoniar el «aburguesamiento» de muchos sectores proletarios y la ausencia en esos sectores, salvo excepciones, de una auténtica conciencia de clase. Por otra parte, la notable secuencia final (votación, aparición del capataz y diálogo con el patrón incluidos) de algún modo cuestiona el individualismo antes mencionado de la protagonista, tanto por la decisión que toma como por quien la hace. Eso.
La tengo que volver a ver; prestaré atención a este nuevo señalamiento. Imaginá que uno escribe y ve en el medio de una vorágine como Cannes. Y concuerdo enteramente contigo: ella esta muy bien aquí y en la de Gray que es lo más. RK
«¿Impensadas concesiones?» El llanto le voy a reconocer que es falso y mal filmado, pero el intento de suicidio es una escena de un realismo y honestidad absoluta. Jorge García: ¡Sandra está con una depresión severa, en una situación laboral desesperante! Su decisión de suicidarse no viene de la nada, y la escena está filmada con una discreción absoluta.
«¿aburgesamiento?» sí claro, siempre fue así, al menos desde la segunda posguerra y está bien que se muestre, aunque no creo que, en términos estrictamente sociológicos sea lo más importante del filme, porque no resulta ninguna novedad.
«¿conciencia de clase?» Que los obreros de hoy no muestren demasiada conciencia de clase, después del tusmani que representó el desmantelamiento del Estado de Bienestar, y con los índices de desempleo estratoféricos que tienen en Europa desde la crisis del 2008, no me parece un defecto sino un gran mérito del filme. Les guste o no a los intelectuales de izquierda, esa es la clase obrera, la que tan bien retratan los Dardenne, sin hipocresías. Pero la toma de conciencia sobre todo en Sandra está, solo que se va construyendo a través de imágenes sútiles y no con discursos altisonantes.
Estimado Roger:
Acabo de ver anoche esta película de los Dardenne y no concuerdo en casi nada con tu crítica y voy a tratar de exponer mis razones.
En primer lugar, quiero decir que no solo que los Dardenne no han agotado su método, sino que con este film lo han sobrepasado con creces. He visto toda la filmografía de los directores belgas, y me animó a decir que “Dos días y una noche” es la mejor película de su carrera. Incluso superior a Rosetta, la obra insignia que los lanzó “a la fama”. Han decidido moverse desde personajes que vivían en los márgenes del sistema, al retrato liso y llano de la clase obrera francesa, sin caer en ningún momento en el panfleto o en la bajada de línea, ni en la falsa idealización del proletariado.
Entonces, para el bien del cine, no solo que no han agotado su método, sino que lo reformularon y lo potenciaron de tal modo que les ha permitido hacer esta obra maestra absoluta.
Tu texto, a pesar de los entusiastas elogios recibidos a los pocos de días de publicarlo, lo considero confuso, desbalanceado, incompleto y mal fundamentado. Veo que reconocés, en parte, las falencias y limitaciones del artículo que escribiste cuando le contestas a Jorge García. Decís: “La tengo que volver a ver; prestaré atención a este nuevo señalamiento (el de Jorge García). Imaginá que uno escribe y ve en el medio de una vorágine como Cannes.” Por ahí se empieza a entender algo.
Decís:
“La decisión por Cotillard conlleva mayores riesgos. ¿Puede una estrella interpretar con cierta dignidad a una mujer que está por perder su trabajo en una empresa pequeña? Evidentemente sí. Cotillard, incluso siendo un error de casting, lleva su papel con soltura y mágicamente es verosímil como Sandra.” ¿En que quedamos? ¿Es un error de casting y sin embargo es verosímil como Sandra? ¿Cuál es el error de casting entonces? Esta incomodad con la elección de Cotillard, es más un prejuicio del crítico que otra cosa.
Decís:
“El personaje de Cotillard viene de una depresión, por lo cual luchar por retener su puesto de trabajo no le es tan sencillo.” Claro que no, y el hecho que los Dardenne hayan elegido que el personaje fuera una persona depresiva, no es un detalle menor como para decirlo así nomás al pasar. Y la interpretación de Cotillard es totalmente acertada. Solo quien haya convivido con un enfermo depresivo, puede entender lo ajustadísimo de su papel. Podrían haberla “enfermado” de muchas cosas, pero no cayeron en el lugar común de hacerle sobrellevar un cáncer, por ejemplo, sino que eligieron una de las más dolorosas enfermedades que un ser humano pueda padecer, y que es un típico fruto podrido engendrado por la sociedad capitalista. Mientras otras dolencias psiquiátricas como la enfermedad bipolar, son tan viejas como el hombre, y ya eran descriptas en la antigua Grecia, la depresión a secas, es el “regalo” que el sistema capitalista ha legado al hombre contemporáneo. Será en poco tiempo la mayor fuente de incapacidad laboral en los países desarrollados, como no se cansan de recordar la Organización Mundial de la Salud y la OIT. Está claro, los Dardenne no viven en una campana cristal, no solo crean bellas películas, sino que se informan. Pero la depresión tiene, además del sufrimiento para el paciente y el entorno familiar, un rasgo siniestro: no parece una enfermedad laboral, aunque en lo más recóndito lo sea. La empresa no tiene la culpa, no es como caerse de un andamio o perder un dedo triturado por una máquina, como mostraba Elio Petri en “La Clase Obrera va al Paraíso” (1971). Es una enfermedad que puede llegar a matarte, pero si la muerte ocurre, va a ser casi seguro fuera del ámbito de la empresa. Y para el capitalista es lo único que importa.
Decís:
“Con el apoyo de su marido, Sandra tiene poco tiempo para revertir la decisión de la empresa. El sindicato brilla por su ausencia. El individuo está solo.” ¿En verdad crees que los problemas en una empresa con 16 empleados, le pueden interesar a un sindicato? De aquí a la China te digo que no. Da la casualidad que trabajo en una empresa en la que hay también 16 empleados, aunque está situada en Córdoba y no en Francia, y te puedo asegurar que para un sindicato, cualquiera que sea, si sos empleado de una empresa tan pequeña, no existís. Pero claro, es una ficción, y así como los Dardenne, se inventan el McGuffin, de “bono o Sandra”, podrían haber inventado un sindicato interviniendo en las acciones. ¡Menos mal que no lo hicieron! ¡Ahí si que la película hubiera desbarrancado en un panfleto insufrible!
Decís:
“En esta ocasión, los Dardenne vuelven a filmar durante días de sol. Los colores y la luz, desde El chico de la bicicleta, predominan en la puesta en escena. La relación entre temple de ánimo y meteorología ya no cumple un rol formal” ¿Y esto es un defecto? ¿O hubiera sido mejor, que ya que contamos la vida de una depresiva, fuera en invierno, con mucho frío y niebla? Eso si que hubiera sido un recurso estereotipado imperdonable en el filme.
Decís:
“En Dos días, una noche, los Dardenne ya no parecen trabajar sobre el espacio como si se tratara de una partición del territorio que refiere a distintas luchas, fundamental para la organización de la puesta en escena. La casa de Sandra y las casas de los otros empleados no tienen aquí ninguna función simbólica”
Esto es falso, en una de las escenas más bellas del filme, que transcurre precisamente en la casa de Sandra, se resignifica por completo el valor simbólico del espacio. El hogar deja de ser un sitio para aislarse del mundo exterior y se transforma en una especie de “unidad básica” donde los miembros de la familia se convierten en militantes. Me refiero a la escena, al comienzo del filme, en que vemos a los cuatro miembros, reunidos alrededor de la mesa familiar. La cámara, está ubicada a la distancia justa para que los cuatro entren en la escena sin necesidad de recurrir a los planos y contraplanos. Están armando el listado de los compañeros de trabajo de Sandra y todos hacen su aporte. Sandra y su esposo, utilizando la guía telefónica de papel, y la niña, con una notebook, quizás recurriendo a Google Maps, como buena “nativa digital”, trata de apropiarse de ese objeto que es la computadora para ponerlo al servicio de las necesidades de sus padres. Ella también educa. El niño, algo menor, es el único que solo está como espectador. Pero no lo mandan a jugar por ahí, sino que se queda presente recibiendo una soberbia lección práctica de cómo no resignarse y luchar.
Otra escena, en el final, cuando el que parece el dueño de la empresa, ya habiendo pasado la votación, llama a Sandra para hacerle la “propuesta indecente” de darle el trabajo a ella a cambio de despedir a otro más adelante. Sandra ingresa con mucha confianza y resolución en lo que parece una sala de reuniones. El patrón, en un gesto de enorme hipocresía, no está sentado en un sillón con alto respaldo a la manera de un trono. La hace pasar, la lleva a una “mesa redonda”, donde parece que todos somos iguales, pero el Jefe se sienta primero, y cuando Sandra está por elegir su asiento entre los muchos libres, él le dice que no se siente allí, que se siente en otra silla, que es exactamente igual a la que eligió Sandra. Sandra está en terreno enemigo, y su lugar en ese espacio, no es una decisión libre.
Decís:
“En vez de explorar cómo un grupo puede contrarrestar las injusticias instituidas por la patronal, los Dardenne no pueden o no quieren abandonar la resistencia localizada en la voluntad de un individuo, renunciando por consiguiente a pensar y filmar la indignación colectiva y su concomitante acción grupal”. Es absolutamente falso. Todo el peregrinar de Sandra, es una lenta y vacilante, pero nítida toma de conciencia de clase. El haber conseguido la nueva votación del lunes fatídico, muestra que sí hay solidaridad y acción colectiva. En sus charlas, con los compañeros, no solo ella se va transformando, fortaleciendo y tomando conciencia de su situación, sino que obliga, sin quererlo y sin saberlo, a que los compañeros se interroguen sobre sus decisiones respecto a la votación y a su lugar en el mundo. ¿O que esperabas? ¿Qué tomaran la fábrica? ¿Qué hicieran la revolución? ¡En pleno siglo XXI! Otra vez los Dardenne evitan caer en la trampa del panfleto y el fácil final feliz.
Estimado Jorge: no tengo ni un minuto en este momento para responderte debido a que estoy en pleno festival. Solamente decirte que lo que expreso en el texto no tiene nada que ver con una idea de «tomar la fábrica o hacer una revolución». Es el punto de vista de la relaciones lo que cuestiono y un límite del propio sistema de los Dardenne, cineastas que he defendido siempre. RK
Voy a volver a ver la película y a esperar la respuesta de Roger a Jorge. Me identifico con los planteos de Jorge, pero estoy seguro que habrá una interesante respuesta /revisión de Roger. Esperemos a que termine la agitada época de festivales (¿alguna vez termina?).
Sigo pensando en este filme y cada vez me convenzo más que «Dos días y una noche» (DDUN) es una película mucho más difícil de hacer que, por ejemplo, «Rosetta» (¡ojo, no lo digo para desmerecer a esta última, una de mis favoritas de todos los tiempos!). Porque por el tema elegido y los personajes que se retratan, es como caminar sobre un campo minado, donde cualquier paso en falso te hace volar por los aires (aquí, «pisar una mina» hubiera sido que la peli se desbarranque en los estereotipos señalados en mi anterior comentario). Los Dardenne, «caminan con cuidado» y no caen en ninguna de las trampas que el tema y/o los personajes les pudieran tender, y terminan realizando un gran filme. Es en ese sentido que pienso que la última de los Dardenne ha sido una superación respecto a su obra anterior.
Y faltó un merecido comentario elogioso al actor Fabrizio Rongione, que en esta peli la rompe, aunque no tenga el glamour de la Cotillard. Rongione, que hace de Manu, el esposo de Sandra, viene colaborando con los Dardenne desde Rosetta.
¡Cómo a veces la crítica, reproduce el sistema que dice combatir!. Que si la Cotillard, es o no un error de casting, que si el maquillaje o la remerita, etc. etc. Mucho cholulismo. ¿Y Rongione? Ni una mención. Un actor de bajo perfil, que sin embargo, hace un contrapunto extraordinario a la Cotillard. Por algo los hermanos belgas los sentaron juntos para la foto de más arriba, a la Cotillard y a Rongione, a la diva y al actor casi anónimo. Una muestra más de coherencia ideológica de los Dardenne que va más allá de sus obras.
Una más y no jodemos más.
Roger: hasta tanto tengas tiempo de ver de nuevo la peli y reformular tu crítica, yo iría editando la frase del inicio. En lugar de: «Los hermanos Dardenne ya no convencen.» Escribiría: «Los hermanos Dardenne ya no ME convencen.» Sería un gesto de humildad.
Saludos
Estimado Jorge: como le dije le voy a responder ni bien pueda. Solamente le diré dos cosas: 1) yo no le doy órdenes a los lectores de cómo deben escribir y leer, de tal modo que tienen hasta libertar de ejercer a que me mandan a revisar la película y a cambiar lo que escribí. Una cosa es argumentar una posición, otra cosa es denostar en cuotas la posición del otro. Pues bien: escribí ese artículo en 55 minutos entre las 3am y 4am durante 10 días en los que duermo 3 horas promedio. Lo reviso y me enorgullece haberlo hecho. Creo que la tesis es fuerte, revisable y válida: los Dardenne alcanzaron aquí un límite, y este film es un remedo de sus películas y una expresión de impotencia del método con una variación comveniente. Es evidente que el texto habla en mi nombre, pero debe haber muchos críticos y espectadores que pueden subscrir al mismo. El incio, por las dudas, es estilístico. 2) Al leer el conjunto de sus intervenciones sobre este artículo veo un solo señalamiento suyo interesante al que responderé en su momento. No puedo dejar de expresarle mi repudio absoluto a su frase fuera de lugar y maliciosa: «¡Cómo a veces la crítica, reproduce el sistema que dice combatir!» Me parece que usted ha leído este texto con un solo ojo. Cuestionar un cineasta al que se admira es lo que corresponde. Y por otro lado: en este blog se publica dirariamente sobre una cantidad de películas desconocidas e invisibilizadas que es la verdadera forma de combatir el sistema de representación institucional.
RK