CINECLUBES DE CÓRDOBA (41): VIENTOS DEL ESTE
Por Roger Koza
El cineclub La Quimera empieza en este mes un ciclo dedicado a Jonas Mekas, uno de los espíritus más libres entre los cineastas de todos los tiempos, padre del cine independiente mundial y un maestro indiscutible del diario fílmico.
Los quiméricos han decidido empezar este foco en el director lituano con un filme perfecto para entender un poco la contracara de la libertad o el fuera de campo de donde surge esa forma tan peculiar de mirar el mundo a través de una cámara: Reminiscencias de un viaje a Lituania (1972). Dividido en tres secciones, que tienen lugar en EE. UU., Lituania y Austria, respectivamente, Mekas compone un filme-ensayo en torno al significado de un concepto que en su vida carece de toda abstracción: el desplazamiento.
Opositor literariamente activo frente a los nazis, Mekas, quien solía escribir a máquina panfletos contra el delirio alemán, tuvo que escapar de Lituania. Su tío (lector de Spengler y pastor protestante) le advirtió: “Vete a Occidente”, y eso hizo, a pesar de que su viaje no fue del todo directo (Mekas y su hermano subieron a un tren rumbo a Viena, pero los nazis desviaron la trayectoria y fueron detenidos en Hamburgo). Así descripta, la película podría confundirse con un filme testimonial y de una densidad histórica inevitable, pero como sucede en la mayorías de las películas de Mekas todo esto es filtrado por una ligereza poética y filosófica intervenida por una evanescente primera persona.
En el capítulo inicial, tras una caminata en un bosque a fines de la década del ’50, Mekas mira a su alrededor y todavía no se siente parte del país en el que vive. Mekas utiliza algunos planos registrados por aquel entonces en el barrio proletario de Williamsburg, en Brooklyn: allí los inmigrantes solían reunirse, intentando conjurar un sentimiento de desarraigo. Los desplazados eran una legión. De ahí en adelante, el filme se centra en la primera visita de Mekas a su tierra natal, tras 25 años de exilio. Semeniskiai poco tiene que ver con Brooklyn, aunque su pueblo ya no es el mismo en 1972. El encuentro con su madre es conmovedor, pero Mekas nunca abusa de ese acontecimiento, que yuxtapone al reencuentro con viejos amigos y otros familiares. Si uno asocia a Mekas con el underground de Nueva York, verlo feliz entre los suyos en una granja colectiva llamada Vienybė puede resultar extraño. Lo que no resulta una sorpresa, sino una evidencia reconocible, es la felicidad del propio Mekas cuando en Viena se encuentra con sus colegas Peter Kubelka y Ken Jacobs. La verdadera patria de Mekas nunca fue un territorio, sino una red de amigos de nacionalidades múltiples que identificaron al cine como una nación imaginaria de espíritus libres. (Jueves 7 a las 20.30hs, en Teatro La Luna, Pje. Escutti 915 esq. F. Rivera. B° Güemes)
Un maestro magiar
En las últimas décadas cualquier referencia cinematográfica llegada de Hungría remite a Béla Tarr. Sin duda, el director de El caballo de Turín es uno de los grandes cineastas del presente. Pero el genial formalismo de Tarr, aunque él mismo en ocasiones le disguste reconocer, tiene un antecedente: el maestro magiar Miklós Jancsó.
La mejor época de Jancsó recae en sus inicios, y es por eso que en esta suerte de homenaje después de su reciente fallecimiento los programadores del cineclub “Pasión de los fuertes” hayan decidido circunscribir su selección a las primeras películas. Los desesperados es la tercera película de Jancsó, obra temprana en la que ya están diseminadas sus obsesiones formales y temáticas. Lo más notable en Jancsó reside en su extraordinario manejo del espacio cinematográfico: la panorámica inicial en la que se ve a un ejército de caballería formado constituye una marca registrada del realizador. En Los desesperados, Jancsó revisa un período histórico del siglo XIX: el fallido intento por parte de los partisanos de Kossuth de rebelarse contra el imperio austríaco. El filme tiene lugar en un centro de detenciones situado en el medio de la nada, una especie de limbo de castigos y suplicios, y la trama pasa fundamentalmente por la manipulación y los métodos perversos en manos de los vencedores para que los prisioneros colaboren en el reconocimiento de algunos líderes de la revuelta que podrían estar entre los reclusos. El cierre del filme no solamente sintetiza el título en español de la película; es probablemente una de las secuencias más felices y tristes de la historia del cine. (Sábado 9, a las 19hs, en Bv. San Juan 49)
Este artículo fue publicado por el diario La voz del interior durante el mes de agosto 2014
Roger Koza / Copyleft 2014
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