LA COLUMNA DE JORGE GARCÍA (29): JOAQUIM JORDÀ
Por Jorge García
Esta necrológica sobre Joaquim Jordà apareció en la revista El Amante en julio de 2007, pocos meses después de que le realizara una entrevista en Buenos Aires. Hoy me parece oportuno recuperarla como aproximación somera a la figura de un director no demasiado conocido en nuestro país.
No resulta fácil hacer la necrológica de una persona a quien tuve la oportunidad de entrevistar pocos meses antes de su muerte en oportunidad de un seminario que realizara en Buenos Aires gente de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y del que Joaquim Jordà formara parte. En esa ocasión aparte de conversar de cine, me habló de las extrañas secuelas que le había producido un infarto cerebral, que se traducían en pérdida del sentido de la orientación (algo que lo había hecho mudarse de Madrid a Barcelona, ya que la arquitectura urbana de esta última le ‘permitía manejarse mejor en sus calles), imposibilidad de ver los colores y leer los subtítulos de las películas lo que decía, le facilitaba dormir sin culpa en los cines, pérdida de la memoria y alguna otra cosa que se me pierde. Lo asombroso del caso es que, a partir de ese desgraciado accidente, su obra se había hecho mucho más prolífica de lo que fue a lo largo de una filmografía espaciada y que había sufrido diferentes problemas, y además se planteaba varios proyectos, como si fuera consciente que le quedaba poco tiempo de vida y debía aprovecharlo al máximo.
Uno de los fundadores en los años 60 de la hoy –con razón o sin ella- legendaria Escuela de Barcelona (es curioso que uno de sus protagonistas más cercanos -si bien siempre se consideró “por fuera” de ella- como Pere Portabella, con quien Jordà estuvo enemistado desde siempre, provocara bastante ruido en la retrospectiva que se le dedicó en el Bafici)), codirector con Jacinto Estevá del título más mítico producido por ese movimiento (Dante no es únicamente severo, 1967), intransigente militante antifranquista, luego de rodar algunos cortos en Italia en 1969-70, desarrolló actividades clandestinas hasta la muerte de Franco. A fines de la década del 70, la insólita experiencia autogestionaria de un grupo de obreros de una fábrica de electrodomésticos lo motivó a realizar un film sobre ese tema, rodado con fondos proporcionados por los mismos trabajadores y el resultado fue Numax presenta, 1979, una obra, para utilizar un término caro a José Luis Guerín, de “naturaleza documental” sobre ese importante suceso político-social.
Recién en 1990 llega su siguiente película, El encargo del cazador, una suerte de homenaje a su íntimo amigo Jacinto Estevá, muerto en 1985, realizado a partir de un pedido de la hija de Estevá sobre un material rodado por su padre, pero que terminará modificándose hasta convertirse, según declara Jordá, en una suerte de tragedia griega, una afirmación que se puede compartir a la vista del film. Monos como Becky, 1999, es una muestra acabada de la idea del cine del director, en su imprecisa ubicación en los límites del documental y la ficción, y su rechazo intransigente de las convenciones del cine narrativo, en un film que toma como personaje central a un médico portugués que fue el primero en hacer operaciones de cerebro y que terminara asesinado por un paciente. No casualmente Jordà –bajo los efectos de su reciente lesión cerebral- participa en el rodaje como actor. En De niños, 2003, ratifica su idea de no establecer diferenciaciones definitivas entre lo documental y lo ficcional, tomando como punto de partida un caso de pederastia ocurrido en el Barrio Chino barcelonés, aunque hay que decir que en este film los fragmentos “de ficción” terminan apareciendo como intrusivos en el cuerpo general de la obra. Su último film terminado fue Veinte años no es nada, un título tanguero para una película que retoma a los personajes de Numax presenta 25 años después y que termina siendo un recorrido sobre la vida política española del último cuarto de siglo. Dejemos que el propio Jordà defina el proyecto:”Recién terminado el rodaje de Numax presenta decidí darle una segunda y definitiva parte a aquel film…por diferentes razones no llegó a realizarse y ahora me alegro de que fuera así porque creo que el arco del tiempo que había que ilustrar era entonces demasiado exiguo. Abarcaba vidas individuales pero no con la amplitud conveniente la Historia de nuestro país, la sucesión de esperanzas defraudadas, de ilusiones perdidas, que marcaron la vida de aquella generación. Ahora el término se ha cumplido y prolongarlo hubiera significado hacer marchitar la flor, manosear la fruta, pudrir el relato”.
Realizador de una obra que es posible que se valorice con el paso del tiempo, docente muy respetado por quienes fueran sus alumnos, es probable que una respuesta definitiva sobre su identidad cinematográfica no sea respondida en esta nota. Por mi parte me quedo con el recuerdo de su figura sentada frente a mí en un hotel de la Avenida de Mayo el día en que le hice aquella entrevista en la que –contraviniendo todas las recomendaciones médicas- se la pasó bebiendo y fumando sin parar y hablando hasta por los codos de sus ideas sobre el cine y la vida.
Jorge García / Copyleft 2014
Jordá aparece como colaborador en un interesantísimo film español del año 2008, Nedar, de la catalana Carla Subirana. Justamente, sus aportes en relación con el film, en diálogos que se incluyen en el relato, tienen que ver con los vínculos múltiples y delicados entre distintos registros.
La historia de Jordá incluye un episodio de lo más interesante: en su estancia en Italia, el PC italiano le encargó un film sobre Lenin en el centenario de su nacimiento. Jordá realizó entonces Lenin vivo, en el que encadena todas las imágenes cinematográficas halladas sobre Lenin. Presenta un insólito trabajo con el sonido en el que separa imágenes y audios en ciertos pasajes y, osadía mayúscula, cierre el film con un poema del joven Lenin -Año de huracanes- en conexión con imágenes de las luchas revolucionarias de la época en todo el mundo. La amplitud y la heterodoxia de este cierre, que unía a Vietnam con China, con el mayo francés y con América Latina, provocó que el PC italiano rechazara la obra que no era fiel al encargo ortodoxo que se le había hecho al director. Y aunque el recorrido de Jordá es inverso, el episodio recuerda al gran Buñuel, que se confesaba socarronamente complacido por haber sido el único artista censurado por la república española, primero, y por Franco más tarde.
Que bueno Jorge que lo recuerdes. Jordá es sin dudas una de las figuras más importantes del cine español.
Una persona muy generosa con sus alumnos, incansable en la cantidad de proyectos que llevo en los últimos años de vida.
Isaki Lacuesta tal vez sea su discípulo más destacado. Su amistad fue no solo con directores sino también con cualquier alumnos o técnicos que amara su trabajo.
Destacaría lo incómodo de su cine, sus películas no fueron perfectas pero tienen una fuerza arrolladora, y sin dudas Monos como Becky, es troncal en el cine documental español. La pondría sin dudas en una genealogía documental española junto a Las Hurdes, Aguaespejo y granadino, El desencanto, Cadá ver es, Queridísimos verdugos, El sol del membrillo y Cravan vs Cravan.
De nens marca muy bien como su mirada se diferenciaba en el ámbito del cine español, mientras Guerin mostraba un raval de Barcelona con inmigrantes cultos y marxistas integrados y con trabajo, y a los «chulos» simpáticos dejándose hacer un caballito por sus mujeres, Jordá denunció como el Estado catalán quería limpiar el barrio para construir una Barcelona «limpia» de inmigrantes, «buena onda», y sin conflictos y cool que es un poco hoy, tomando el caso de un presunto pederasta como chivo expiatorio.
Tuve la suerte de participar en un documental, que se vio en Bafici, dirigido por una realizadora mexicana, Alejandra Molina, «No tiene sentido… estar haciendo así, todo el rato, sin sentido» en torno a su figura, que de alguna manera narra lo complejo de su figura, ya que la película termina siendo la narración del fracaso de intentar retratarlo.