29 FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA 2014 (15): ENTRE GOLPES Y CARICIAS
Por Santiago González Cragnolino
En los días previos a la premiación, ya se corría la bola de que el jurado se debatía entre premiar a la turca Come to my voice o la iraní Melbourne, una película poco interesante y una película infame. Corrían definitivamente sin chances las más valiosas, Cavalo Dinheiro, Jauja y El perro Molina, aunque hubo que esperar hasta el último momento para confirmar la mala noticia. Reconozco que enunciado así, todo tiene un tono muy maniqueo, como si el jurado hubiera deliberado entre el cine malo (representado por la ganadora Come to my voice) y el cine bueno (Cavalo Dinheiro de Pedro Costa fue, según me comentaron, la más odiada por varios miembros del jurado), y hubiera ganado la conspiración del mal. Lo que es seguro es que, más allá de las valoraciones distintas que se pueden hacer de las películas, se debatió implícita o explícitamente por dos ideas de cine distintas.
La ganadora cuenta la historia de una aldea kurda sometida por el ejército turco. Los personajes principales, una viejita y su nieta, oriundas de esa aldea humilde, no tienen rasgos de personalidad marcados y su historia solamente es la de su pueblo. El director las reconoce, abnegadas y perseverantes, pero sólo como víctimas de la injusticia. Aparentemente será un gesto humanitario genuino filmar con un estilo de cine directo los abusos que comete el ejército contra ellas, es decir contra el pueblo kurdo. Es una noción de realismo al servicio de la denuncia, donde el cineasta ilustra con imágenes una verdad antes que tratar de descubrir una a través de las imágenes y su lenguaje parece dedicado exclusivamente a cierta verosimilitud que no desafía ninguna convención ¿Que se valora de Come to my voice? ¿Su autenticidad?, ¿la urgencia de la situación que quiere mostrar?, ¿su actualidad? En ese sentido la película turca tiene el valor de un periódico. La de Pedro Costa por su parte está peleada con el estado de cosas, pero no concibe al cine como instrumento para la denuncia porque los males del mundo que ya conocemos son un punto de partida y no de llegada.
El personaje que protagoniza Cavalo Dinheiro es Ventura que es un inmigrante cabo verdino pero no es todos los inmigrantes, un hombre que está terriblemente atravesado por la historia pero no es su residuo. En la película anterior del portugués, Ventura ya estaba loco probablemente, pero Costa mostraba que también era un poeta, cómo también mostraba que los vecinos de la villa donde vivía se apropiaban de los espacios que habitaban y los hacían más bellos y vitales que el interior de un museo y que el lugar de fealdad que les prescribe mucho cine acusador. En esta ocasión Costa prácticamente no da respiro y crea una realidad donde no queda casi nada de los colores de En el cuarto de Vanda y Juventud en marcha. Sí hay una luz blanca muy fría y delicada que ilumina el vagabundeo de Ventura, que muestra lo que va quedando de su cuerpo marcado por la Historia pero que lo pone en un mundo fantasmagórico y misterioso que no es el de las imágenes de la actualidad. Siguiendo el rumbo de Ventura, el director hace una narración del inmigrante que está entre la reconstrucción histórica, el sueño y la poesía en imágenes, cómo en aquella escena en que los inmigrantes se esconden entre los árboles y los montes para refugiarse de la represión. En realidad ese es el sentido inmediato que se le puede encontrar a las imágenes pero en verdad no se sabe si son imágenes del pasado, del presente o del futuro y en las miradas de esos hombres y esas mujeres uno puede ver muchas cosas pero hay un misterio que no se revela.
Cavalo Dinheiro no pretende ser un reflejo del mundo sino que es una ficción que es un choque, una mirada sobre lo real que entra en disputa con la mirada que determina la corrección política cinematográfica. Es una película que no desvela completamente sus sentidos y de la que no se puede anticipar sus efectos, pero creo que son más conmovedores que los que se pretenden lograr con el cine de pancarta. Es una película que no es fácil de ver y esa violencia molesta, como aparentemente le molestó al jurado de la competencia internacional. En un texto publicado en este blog, mi colega Marcela Gamberini elogiaba esta edición del festival y su propuesta “por un cine que acaricia y que nunca golpea”. Voy a retorcer un poco la frase de Marcela: el problema del jurado de la competencia internacional es que se decidió por un cine que acaricia la buena conciencia y qué dejó de lado un cine que se lleva a los golpes con las ideas preestablecidas.
Santiago González Cragnolino / Copyleft 2014
Hay cosas en este debate que no me cierran.
S.G.Cragnolino habla de “el cine malo” y “el cine bueno”, y afirma que JAUJA y EL PERRO MOLINA fueron “las más valiosas” del festival, aunque no aclara por qué. Los fundamentos que da después para defender la película de Costa contra la ganadora del Astor de Oro me parecen muy acertados y los comparto, pero sus adjetivaciones del comienzo se suman, creo, a comentarios indignados de Roger en las redes sociales en torno al ninguneo de JAUJA, las malas decisiones del jurado de Mar del Plata y las posiciones de Paul Schrader respecto al cine actual. Más allá de mi gran admiración y afecto por RK, y del respeto que me merecen todos los que escriben en este espacio, me pregunto: ¿no es posible pensar, por un momento, que uno puede estar equivocado y que, tal vez, el otro (el que piensa distinto) tenga algo de razón?
Yo estuve presente en la charla de Schrader, por ejemplo. Efectivamente, me parece discutible mucho de lo que dijo. Pero en vez de insultarlo, agradezco que me haya hecho pensar algunas cuestiones y sacudir ideas que tenía por seguras. No comparto que reniegue de lo que había escrito sobre Ozu, Dreyer y Bresson. Pero ¿no tiene derecho a pensar distinto que años atrás? ¿No puede haber algo de verdad en sus razonamientos?
Por otra parte, en vez de centrarme en lo que se premió y lo que no, o si estuvieron en discusión dos ideas sobre el cine (¿hay sólo dos ideas?), a mí me preocupó un poco otra cosa: la severidad y el tono grave o circunspecto de –con alguna excepción– todos los films de la competencia. CAVALO DINHEIRO probablemente sea el mejor, el más arriesgado, el que propuso una experiencia estética y dramática más intensa, de efectos más duraderos, pero no puedo olvidarme la cantidad de gente que iba abandonando la sala mientras el film avanzaba. Probablemente la mayoría no había visto JUVENTUD EN MARCHA y desconocía aspectos de la historia portuguesa a la que el film alude elípticamente. Está bien cuestionar que el jurado lo ninguneó (aunque le dieron un premio), pero otra cosa es burlarse, más o menos directamente, de los que no lo saben disfrutar.
Recuerdo también la función con público del film de Paralluelo: me incomodó ver que varias parejas muy mayores que se habían dirigido al Auditorium dispuestos a disfrutar de una película se encontraban, de pronto, con imágenes desangeladas de viejos en un hospital (sin el misterio o el encanto con los que otros directores han sabido abordar ese tipo de situaciones y personajes). Me preocupa que mucha gente se haga la idea de que el cine de calidad (el que, se supone, compite en festivales) debe ser necesariamente triste, frío y hermético.
Pensamientos que comparto, sabiendo que serán respetados aunque les aprezcan pueriles ¿La valoración de ciertas obras y directores, no puede dejarnos un poco inmovilizados, inmunes al sentimiento ajeno, a los cambios, a la posibilidad de la duda?
Fernando: la frase a la que haces alusión es expresamente maniquea, de hecho se remata con un chiste. Lo que trata de explicar el texto es cómo una idea de cine resulta fácil de digerir (y de premiar) y la otra no.
Sobre la soberbia: uno escribe desde la convicción y parte de ser crítico es hacer una impostura, una impostura de que uno está en lo cierto. Hay también un riesgo, porque si de acá a 15 años una película desdeñada pasa a ser considerada un clásico, la crítica escrita en su momento puede ser utilizada como prueba de que el crítico no sabe de que habla (puesto en términos amables). Me atengo a ese riesgo y sostengo lo que digo y lo que creo haber visto. Por otra parte, una crítica dubitativa, ¿que mérito tendría más allá de una pretendida humildad? Pienso que es importante tener humildad a la hora de acercarse a una película y no necesariamente para escribir de ella.
Dicho todo esto, no hay burla en el texto, ni mucho menos una negación del otro o de su derecho a expresarse. El jurado expresó su postura, yo expreso la mía.
Sobre la dicotomía que expresa la nota: en ningún lado dice que sean las únicas dos ideas de cine posibles. Sólo dice que a mi entender uno expresa una y el otro otra.
Agrego que Come to my voice no es una película de corte popular, es plenamente una «película de festival», es decir no responde a los modos ni al ritmo de las pantallas dominantes. Es parte de ese «otro cine (más marginal, independiente, etc.)» que vos describís, pero con los problemas descritos en este texto y uno anterior de la cobertura. Comparte un territorio simbólico con la película de Pedro Costa, pero sus estéticas son distintas.
Finalmente, para acompañar tu idea de no desdeñar el cine de salas comerciales: vengo de ver Grandes Héroes que me encantó y te la recomiendo. Saludos
Santiago, mis reflexiones no estaban enteramente dirigidas a vos ni a lo que escribiste (las dudas de por qué considerás a ciertas películas la más valiosas del festival me lo aclaró de alguna manera Roger en otro comentario). No utilicé tampoco la palabra «soberbia», tampoco estoy a favor de una crítica «dubitativa» ni es mi preocupación «no desdeñar el cine de salas comerciales»; sólo intento poner un poco en tela de juicio cierta dureza o intransigencia con la que se viene abordando la crítica en estos tiempos. «La duda es una jactancia de los intelectuales» decía Aldo Rico años atrás: a veces da la impresión que, al opinar, algunos críticos y cinéfilos tienen menos de un intelectual que de un militar carapintada.
Gracias por responder y por la recomendación.
Estimado Fernando: creo que Santiago debe haber sido uno de los pocos cronistas de varios medios que vieron las películas en sala y escribieron inmediatamente después de verlas. Ha escrito sobre todas, y es posible que no haya necesitado justificar sus puntos de vista debido a que sí fundamentó muy bien en cada reseña que publicó aquí de cada película.
Mi indignación en las redes sociales tiene la importancia que tienen esos lugares de expresión. No tienen fundamentación, apenas un esbozo.
Todos se pueden equivocar, yo suelo equivocarme con seguridad.
Sin embargo, creo, no deberíamos tener miedo de tener posiciones fuertes. El tema es no querer imponerse frente a los otros y estar abiertos a qué dicen los demás.
De base, debo decirte, sospecho de los requerimientos de humildad. Es una virtud asociada a un pedir permiso para pensar. La humildad si no es inconsciente, es pose, orgullo diferido no exento de una superioridad silenciada y, eventualmente, una forma de obediencia.
Un festival, por otra parte, debe exigir algo más que el cine que se pasa en una sala. El film de Paralluelo es de una sensibilidad notable, y está claro que no es Elsa y Fred. Es lógico que la audiencia se retire del film de Costa y otros, debido a que nuestra educación cinematográfica está pautada por el cine que suele verse en los cines semana semana. Un festival debe ser lo suficiente generoso para no irritar todo el tiempo y a su vez evitar la demagogia del cine arte para todos, que es siempre cine qualité.
Dudas: pensar implica dudar. Y creo que a lo largo de todo lo que he escrito en años, mis convicciones han venido siempre acompañadas de incertidumbres y preguntas. Pero dudar no significa dejar de decir con vehemencia lo que se piensa. Justamente, se dice en voz alta y eso lleva a la interpelación e interpretación de los otros.
Vivimos en tiempos tibios e histéricos. Se teme decir qué se piensa y cuando se dice se nos pide que no digamos lo que pensamos. La tolerancia es una virtud miserable. Escuchar al que piensa distinto es otra cosa. Casi siempre escucho. Y como lo he dicho una y otra vez, no hay placer más enorme que alguien me permita ver un error o algo que no veo.
De todos modos, estoy convencido que el jurado de MDP le hizo daño al festival. Lógicamente, ese jurado fue elegido por el festival. Ganó el conservadurismo, la línea vetusta del festival, la que confunde al cine con la ilustración artística de la estética Unicef.
Saludos.
RK
Gracias Roger, sabía que me responderías sin ningún gesto despectivo ni agresión.
En general estoy de acuerdo con lo que decís, salvo en tus conceptos sobre humildad y tolerancia. Personalmente, creo que son dos cualidades bastante ausentes entre los críticos y apasionados del cine en general.
Es cierto que no debemos tener miedo de opiniones fuertes, aunque yo cambiaría la palabra “fuertes” por “distintas” (distintas al establishment crítico que instala opiniones que, como dice Mariano Benítez en otro comentario, terminan generando una suerte de contagio generalizado: A, B y C dijeron que la película X es buena, entonces ni me planteo que puede no serlo).
Entiendo eso de que un festival debe ser algo más que la exhibición de películas que pueden verse todo el año en las salas. Pero me parece ya algo anacrónica esa idea por la cual todo lo que se estrena en salas comerciales debe ser visto con desdén mientras que “el otro cine” (más marginal, independiente, etc.) es garantía de calidad. Sé que no pensás así, pero creo que hay todavía una tendencia a considerar que todo film mainstream es más o menos repudiable y todo film estrenado en un festival prestigioso es automáticamente valioso.
Es probable que el jurado de M del P no haya tomado buenas decisiones, pero, insisto, o aclaro: me preocupa más que, en el apasionamiento por defender u objetar una película o la decisión de un jurado, críticos y cinéfilos nos convirtamos en gente blindada, insensible e inflexible.
Yo no se realmente esto del daño al festival. Creo que la premiación perdió mucho en estos últimos tiempos, pero sobretodo con la enorme cantidad de premios que se dan. Premios que ya uno se olvida de los nombres de las asociaciones que los dan y qué premian en definitiva. Siempre a uno le gustaría que gane tal o cual, pero finalmente hay un jurado y hay que bancársela, aunque está bien patalear y decirlo a viva voz. No comparto eso de que Jauja o El perro Molina eran superiores a la turca o a la iraní, a la cual desprecian (y allí me parece que varios críticos se exceden en la terminología); yo, hubiese preferido a la coreana, que de todas formas ganó uno. Y si, me parece maniqueo que lo bueno sea Jauja y El Perro o la portuguesa y lo malo lo otro.
Mariano: el daño consiste en que los premios, casi sin excepción, consagran lo menos relevante de la programación, y no acompaña a una ostensible línea editorial que el festival viene construyendo. Tampoco hay que exagerar.
Yo no desprecio Melbourne, de tal modo que no estaría mal revisar qué es lo que (te) molesta tanto.
Por mi parte, no hay nada de maniqueísmo; tampoco leo eso en los textos de SGC.
Dicho de otro modo: leo en tu intervención una indignación ligeramente correcta, pero no veo ningún argumento. En otras palabras: ¿qué te resultó tan interesante en Melbourne? Pues tan sólo lo enuncias, ¿en dónde está el maniqueísmo?
Algo más: la coreana no estaba mal, pero oscilaba entre lo bueno de Lee Chang-dong y lo malo de Kin Ki duk: es decir: cierto naturalismo seco y una propensión al simbolismo no exento de sadismo (planos iniciales de la mujer castigándose contra la pared y el plano con la puerta al hombro del epílogo).
Te mando un abrazo, y espero poder entender mejor tus molestias que se han expresado aquí, en mi artículo sobre Jauja y en algunos comentarios en Facebook.
A mi Melbourne, me pareció una película interesante. La puesta en escena, desde su cuidada planificación, la disposición de los personajes dentro y fuera del cuadro como asimismo las actuaciones de los actores y actrices, me generaron un momento de disfrute. Tal vez se excede en el metraje algunos minutos; pero he leído frases contrarias a ella que realmente eran furibundas (en Otroscines por ejemplo). Y no me molesta para nada un tono elevado cuando parece sincero y coherente, lo que me molesta, un poquito, nada más, es la coincidencia a veces generalizada, de gran parte de la crítica, o de un sector de la crítica, en la que no se ven maticez y pareciera un enorme copy-paste de opiniones. No es tu caso por cierto. Respeto muchísimo tus comentarios y como vos siempre espero que algo o todo de lo que opinás pueda hacerme ver algún error u omisión de mi mirada.
Por último, entiendo que si alguien dice: esto es cine bueno y esto cine malo, sin explicarlo, está en una posición maniquea. Y eso es lo que dice el cronista en la nota.
Un abrazo.
mariano benito: Si lees bien, la frase es expresamente maniquea. Por eso digo: es un «como sí» y el remate es cómo riendose de un planteo semejante, de que hubo una «conspiración del mal». Cómo dice el texto, se trata de una cuestión de ideas de cine y que propone cada una (tomando solo dos «exponentes», en mi opinión, los más significativos). Eso está explicado.
En cuanto a la película iraní: puede estar excelentemente planificada y las actuaciones logradas, pero no se discute su eficacia. Lo que se discute en un texto anterior de la cobertura (y, por lo que contás, en muchos otros) es una cuestión de ética cinematográfica. Se me ocurren muchas cosas cuya planificación es ajustadísima y se ejecución perfecta pero que sus resultados son nefastos. Saludos