29 FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA 2014 (16): SEGUNDA Y ÚLTIMA PARTE: ALGUNAS PELÍCULAS MÁS
Por Marcela Gamberini
Cuando se termina un festival quedan en la cabeza y a veces en el alma, imágenes, sonidos, voces, luces, flashes. Leyendo algunas reseñas posteriores veo repetidamente lo “positivo y lo negativo” de este festival (como de cualquier otro). Pero creo que nada hay más positivo que la recurrencia de algunas secuencias, que el eco reverberante de algunas voces, que la redundancia de algunas imágenes. Nada más queda, como decía Ceratti. Sólo el cine que fragmentado y recortado sigue de algún modo pensándose en la cabeza, macerándose en algún lugar de la memoria. Que si la prensa, que si las entradas, que si los premios forma parte de un andamiaje que los festivales necesitan para echarse a andar, pero en definitiva lo que queda son las películas, sus criterios de selección; celebro este año la posibilidad de ver grandes películas, la posibilidad de pensarlas y repensarlas y deseo, fervientemente, que muchas de ellas se estrenen cuanto antes.
Las cuatro películas que reseño son aquellas de las que he leído poco o nada, que me sedujeron por la forma en la que cuentan sus historias, por el modo en que narran, por el cariño con el que tratan a sus personajes.
Eden de Mia Hansen–Løve propone como excusa registrar el mundo de los adolescentes y su paso a la adultez para contar los cambios y variaciones de una década. Imposible no pensar en Boyhood de Linklater, ya que la mirada de registro es similar: acompañar a su protagonista un par de años. El paso del tiempo, al igual que en Linklater es, para Hansen–Løve una de sus obsesiones a la hora de filmar. La maestría de esta directora para trabajar con las elipsis narrativas que son sutiles en su expresión formal, la inserción de la música electrónica francesa que acompaña al protagonista que es DJ , la elección de los excelentes actores y sobre todo el tono con el que cuenta la historia, de profunda amabilidad y amorosidad sobre sus personajes, hacen de Eden una película más que interesante.
Luca Ferri inaugura su película Abacuc con el montaje paralelo de un hombre obeso que rema y rema y el rostro de otro hombre estrábico; esta secuencia tal vez sea una mirada un poco miope o bizca sobre el viejo y preciado experimento Kuleschov. Una película de experimentación no sólo con las potencialidades de las imágenes y con la disparidad de los sonidos, sino con las citas y las referencias, incluso con las autorreferencias. El sepiado, el grano de la imagen, los planos secuencias sobre paredones, la bruma que cubre los márgenes de las imágenes, los ruidos extraños en los cementerios, la alusión a Stravinsky y a Schönberg dan cuenta de una película extraña y compleja. Como si el cine fuera un entramado excepcional, un mecanismo que se hace a fuerza de repetición y obsesiones o quizá como si el cine fuera un cuerpo obeso cruzado de tics, repeticiones y flatulencias. El hombre en medio de los maniquíes, el registro de espacios vacios, el mundo de los muertos y de los cementerios aluden, tal vez –todo es incierto en esta película que propone sentidos múltiples para un espectador activo y paciente- al final de una época, a su ruinosidad. Abacuc refiere a un profeta hebreo, pero también es uno de los personajes de La armada Brancaleone, película emblemática del cine italiano, a la que tal vez haga referencia Luca Ferri.
Su realidad refiere al registro de una gira por Europa que hace Mariano Galperín del músico Daniel Melingo. Filmada en un abrumador blanco y negro, Galperín logra a partir de la forma que elige contar “esa realidad” en la que vive Melingo hecha de shows en bambalinas, diálogos absurdos y viajes. Infinidad de viajes como si el hombre se constituyera en tránsito, en aviones, en trenes, en autos. Los ojos de Melingo, reflejados en una de las tantas ventanillas de uno de los tantos trenes de la película, reflejan a la vez los ojos de la cámara, marcando una duplicidad que no sólo es lúdica- como el mismo artista- sino que es un poco demente, un poco maniática. Un pasaje central y genial es cuando la banda de Melingo canta a toda voz, Canción para mi muerte de Charly García con la música de la marcha peronista. Melingo (parecido en mucho a Rodolfo Fogwil el genial y excéntrico autor argentino) aparece cantando con Calamaro, con el Cuchi Leguizamón, con Charly García. Sus letras desquiciadas hacen de “Su realidad” una película también desquiciada, fuera de eje, fuera de norma, desviada, que prefiere contar detalles, a veces mínimos para que el espectador pueda armarse la película. Un inteligente y sagaz modo del documental biográfico.
En No todo es vigilia, Hermes Parruello construye un bello relato que homenajea a la tradición de cineastas orientales, como Ozu. Su melancolía, sus luces y sus sombras, el quietismo de sus planos, el valor del silencio, la emoción que destilan sus imágenes hacen de No todo es Vigilia una gran película. Película que además homenajea a otro grande, Macedonio Fernández; ya desde el titulo de su primera novela No todo es vigilia la de los ojos abiertos, con la que guarda más de una relación. Tal vez, y ahora aventuro alguna hipótesis probable, el frio ese del que sufren los abuelos de la película era el mismo que tenía Macedonio para quien “morirse era sacarse el sobretodo”. De Macedonio también bebe Parruello el misticismo, cierta cuestión que fluye entre lo corpóreo y lo incorpóreo, la fragilidad del ser. No todo es vigilia, la película, se construye en el vaivén de esos abuelos que son uno y son dos, que se encuentran en la luz y en la sombra, que se desvanecen en las palabras y a la vez se fortalecen en ellas, en ese hospital y en esa casa, en el paso tan lento del tiempo en los relojes que pueblan la película. Gran trabajo el de Parruello, gran homenaje a sus abuelos, gran película de la que esperamos ocuparnos más extensamente cuando se estrene.
Marcela Gamberini / Copyleft 2014
Cuándo se hará el próximo Festival? me refiero al año 2015.
Mar del Plata es siempre en noviembre. RK