SEMANA DEL 18 AL 24/05 EN LOS CINECLUBES
LA CUMBRE: SALA LUIS BERTI, BELGRANO 470
20 de mayo, a las 20.30hs: Ciclo A 50 años de la Nouvelle Vague
Las playas de Agnès, de Agnès Varda, Francia, 2008
110 minutos / No recomendada para menores de 13 años
Antes de la película principal se proyectará el cortometraje El afilador, de Jean-Marie Straub y Danièle Huillet, Italia, 2000
“¿Qué es el cine?”, se pregunta Varda, el único miembro femenino de la Nouvelle Vague, cuando su película-autorretrato está a punto de culminar. Su respuesta es baziniana: “La luz que viene de algún lado capturada por imágenes, algo oscuras y coloridas”. Y agrega: “Aquí, me siento como si hubiera vivido en el cine, que el cine es mi hogar. Pienso que siempre viví en él”. Esta película sobre sus memorias es indirectamente un ensayo sobre cómo constituir una existencia singular en obra de arte, o cómo el arte puede componer la identidad de un sujeto. A punto de convertirse en octogenaria, Varda, una auténtica espigadora con una cámara, selecciona materiales diversos (recuerdos de su infancia, escenas de sus películas, fotografías propias, pinturas, instalaciones, material de archivo) e intenta hilar una narración sobre su propia vida. Sus playas, el paisaje que se encontraría si se pudiera ver en su interior, son los recuerdos, que, como queda establecido en la primera escena, son espejos sostenidos por otros para poder reconocerse. La vida de Varda está atravesada por el siglo XX y sus amistades y sus intereses son un buen ejemplo: la constitución del cine moderno, la segunda guerra mundial, Vietnam, la revolución cubana, los movimientos libertarios de la década del ’60, Jim Morrison, espigadores desconocidos, Chris Marker (al que se lo ve en su versión gatuna), Godard (al que se lo ve sin anteojos), Jane Birkin. Un buen segmento de la película gira en torno a su marido, el cineasta Jacques Demy, a quien Varda sigue amando, a pesar de su muerte temprana. Ésta es la película de una persona libre; no hay muchas, aunque pensemos lo contrario. (Roger Koza, programador)
VILLA GIARDINO: SALA TEATRO-CINE ALEJANDRO GIARDINO
24 de mayo, a las 20.00hs:
Aquiles y la tortuga, de Takeshi Kitano, Japón, 2008
119 minutos / No recomendada para menores de 16 años
Antes de la película principal se proyectará el cortometraje Un encuentro único, de Takeshi Kitano, Japón, 2007
La última película de Takeshi Kitano pertenece a una trilogía en la que Kitano ha intentado conjurar su supuesto bloqueo creativo. Si Takeshis’ y Glory to the Filmmaker más bien confirmaban el diagnóstico, en Aquiles y la tortuga Kitano demuestra que su talento está intacto y que no hay muchos cineastas como él en la escena contemporánea. Después de una presentación animada en la que se revisita la paradoja del movimiento de Zenón de Elea en torno a la figura de Aquiles y la tortuga, la película se divide en tres períodos en la vida de un pintor fracasado. Desde la niñez de Machisu, pasando por su juventud, hasta llegar a su vida adulta (en ese estadio interpretado por el mismo Kitano), Aquiles y la tortuga es un humorístico y sensible ensayo sobre la naturaleza del arte en general y la pintura en particular. Aquí Kitano parece sugerir el carácter contingente de lo que se entiende y establece por obra de arte: ¿con qué criterio se determina el valor estético de una pintura? Machisu, a lo largo de toda su vida, ha pintado y lo ha probado todo: copiar a los grandes maestros, apostar a sus impulsos e instintos, probar con el azar. No hay dudas: su vida es la pintura, aunque nadie lo descubra y jamás pueda vivir del arte. La supuesta falta de originalidad de Machisu y sus pinturas (sin excepción, todas realizadas por el propio Kitano) funciona dialécticamente y en contraposición con la singularidad creativa de la película y del cine del realizador. Una gota de sangre se convierte en una pieza artística; un plano cenital sobre unos estudiantes pintando funciona como una pintura en movimiento; un travelling hacia atrás sobre un cuadro de una escalera se transforma en una instalación. Kitano siempre busca pintar con su cámara, aunque sepa y afirme que el arte solamente tiene valor después de que un cuenco con arroz esté garantizado. (RK)
Últimos Comentarios