CANNES 2015 (02): EL CUERPO DE LA CONVICCIÓN

CANNES 2015 (02): EL CUERPO DE LA CONVICCIÓN

por - Entrevistas, Festivales
14 May, 2015 02:15 | 1 comentario
_MG_2502 - © LINA ETCHESURI

Dolores Fonzi

Por Roger Koza

En La patota, la remake de Santiago Mitre de una vieja película de título homónimo dirigida por Daniel Tinayre y protagonizada por Mirtha Legrand, Dolores Fonzi interpreta a Paulina, la hija de un político influyente que quiere lo mejor para su hija en el campo profesional. Ya abogada y con todo un porvenir profesional por delante, Paulina decide abandonar todo y empezar a trabajar en una escuela de Misiones en la que se aplica un programa integral de formación ciudadana. A ella le corresponde dictar una especie de introducción a la política.

Todo marcha bien hasta que un día experimentará la mayor violencia que una mujer puede experimentar en el cuerpo. La violación por parte de un grupo de jóvenes tiene lugar a pocos minutos del inicio del filme, y habrá una repetición del mismo evento pero visto desde otra perspectiva. Es una extraña decisión retórica que delimita dos puntos de vista, algo que le interesará especialmente a Paulina, que en vez de reaccionar como la mayoría de las mujeres se relacionará con su trauma de una forma poco convencional. En efecto, sus convicciones políticas la llevarán a traspasar esa experiencia de destitución subjetiva sin perder su eje y sin abandonar sus creencias más preciadas. Lo que viene después no es otra cosa que una inaudita prueba de creencia.

El trabajo de Fonzi es el mejor de su carrera en el cine. La joven actriz sostiene la película en cada gesto y con todo su cuerpo. Su personaje no es otra cosa que el cuerpo viviente de una convicción.

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Dolores Fonzi

Roger Koza: El personaje de Paulina no es sencillo. Ella vive una experiencia traumática y su forma de atravesar su desgracia no tiene nada que ver con la respuesta que exige el sentido común. ¿Cómo fue la composición de un personaje tan peculiar?

Dolores Fonzi: Con Mitre tuvimos mucho tiempo de lecturas y preparación. Fue una suerte para mí, y mala suerte para él, porque así el filme se retrasaba. Pero pude tener tiempo de pensar muchas veces: pelearme y amigarme con el personaje, más allá de lo que le sucede. Entender cómo el personaje vivía ese evento traumático de esa manera. Tuve el tiempo para entender la evolución del personaje y eso alivianó todo. No lo juzgaba. Entendí entonces su actitud y me apropié de esa actitud. Entendí que se trataba de alguien que estaba atravesado por algo que en este caso modificaba todo el resto de su vida. La pregunta no sería entonces por qué me pasó sino para qué me pasó.

RK: ¿Qué ve usted en la terquedad de Paulina? No es del todo claro hasta qué punto ella entiende para qué le pasó lo que le pasó.

DF: Y ese para qué tiene todo un trasfondo. Hay un convencimiento, un deseo de seguir adelante y sin saber muy bien por qué. La única certeza de Paulina es que tiene que atravesar esa experiencia. Toda su conducta pasa por hacerse caso a ella misma. Y es ahí en donde estaba lo complejo del papel: actuar reconociendo que no se tiene certeza. Ella no sabe por qué pero quiere ver al violador; quiere seguir adelante con todas las consecuencias que le ha deparado la experiencia. Todo lo que le sucede entiende que es para algo. Y de ese modo se entrega a una cuestión medio mística entre ella y su realidad.

RK: ¿Había visto la película de Tinayre y la interpretación de la señora Legrand?

DF: No la vi. Mitre me pidió que no la vea y así fue que no la vi nunca, al menos hasta ahora. Voy a esperar un tiempo, y después de que pase el estreno en Cannes y el estreno comercial, la veré. Entonces la veré contentísima.

RK: Hay una decisión extraña: Mitre elige contar la misma violación dos veces y los momentos previos a ese evento. ¿Tiene usted una lectura particular de esa decisión?

DF: Me parece que responde a algo estrictamente cinematográfico. Una forma de trabajar sobre el suspenso y conjugar las realidades de los protagonistas. Hay otro corte parecido que es el momento en el que lo estoy esperando a Ciro en el edificio; hay un corte abrupto y se ve por qué no llega. Me parece que se trata de un trabajo de manipulación en el mejor sentido. En verdad, no tengo ninguna interpretación. Pero es claro que esa repetición le da aire al personaje para pasar a ver cómo vivió la patota esa experiencia. Me parece que esto funciona en el relato para acortar distancias entre las dos realidades de los personajes. La realidad de unos y otros, unidas hasta ahí por las clases que dicta Paulina.

RK: ¿Cómo fue el trabajo con Oscar Martínez, quien interpreta al padre de Paulina?

DF: El trabajo fue clásico: lectura de guion y repaso. Yo no había trabajado nunca con él y ya en la primera lectura sentí que los dos (o los tres, porque estaba Mitre) podríamos ser padre e hija. El texto estaba tan bien escrito que no necesitábamos hacer mucho trabajo por afuera de esa escena y todas las escenas. Tomamos el texto concreto. Lo leímos y una vez aprendido empezamos a ensayar la escena. Trabajo concreto y clásico. La verdad es que había química desde un principio. Además, él me parece un actorazo. La primera escena estaba tan bien escrita y planeada que sucedía sin nuestro esfuerzo. De hecho, fuera de escena, se repetía un poco esa dinámica padre-hija. Yo lo pinchaba un poco, él se reía. La verdad es que la química que se intuye en la película se trasladaba a la realidad.

RK: No es fácil darle cuerpo a la convicción como experiencia. Es eso lo que usted consigue. ¿Cómo trabajó sobre esa conducta?

DF: En principio tiene que ver con no juzgar lo que te pasa. Al ser actriz, y también fuera de cualquier interpretación, se trata de no juzgar aquello que pasa. Ese era el desafío. Hay una película de los Dardenne que se llama El hijo en la que el protagonista sigue obsesivamente al asesino de su hijo durante todo el relato. Se mete en su cama, toma de su vaso, lo lleva de viaje, le da trabajo. Todo el tiempo sigue la vida de quien le sacó lo más preciado de la suya. En un momento llega la exmujer y le pregunta: “¿Por qué estás todo el tiempo con esa persona? ¿Por qué lo ves, por qué estás haciendo eso con él?” La escena transcurre en un auto y ella padece en ese momento una especie de ataque de nervios. Él responde: “No sé”. Es la única respuesta que le da. Esa escena marcó la construcción de Paulina. Uno desconoce de dónde provienen la voluntad, el ímpetu y la fuerza. Sin saber muy bien cómo, me dejé ser la convicción del personaje. La convicción en ella es una incertidumbre. Nadie puede opinar sobre lo que ella ha vivido. Si bien escucha otros puntos de vista, entiende que nadie puede ver lo que ella ve. Las opiniones de los otros son débiles. Lo que diga el padre, el novio o quien sea termina tambaleándose. Ella no opina, más bien actúa.

RK: ¿Mitre le recomendó el filme de los Dardenne para que usted encontrara su registro?

DF: No necesariamente. Él me pasó algunas películas de Claire Denis, además de El hijo. Pero cuando vi la escena a la que hacía referencia, me di cuenta de todo. En esa escena vi algo y entendí. Ya en la primera escena, antes de que nada le suceda, Paulina dice: “Yo le quiero poner el cuerpo”. Esto la determina desde un inicio. Ya está en un viaje. No es que le suceda algo que la desvía de un camino y tiene que ver cómo sobrevivir. La convicción está en su cuerpo. Está entregada a lo que cree.

RK: Había estado en Cannes con Salamandra. Se trata de su visita al festival de festivales. ¿Qué expectativas tiene en esta segunda ocasión?. Es una película que no puede ser pensada sin usted.

DF: No sé. Solamente quiero que guste. Me pone nerviosa que se muestre, en Cannes o en cualquier lado. Lógicamente, Cannes, al ser un evento cinematográfico de tanta importancia, me produce más orgullo. Quiero llegar tranquila; sé que tengo tres vestiditos que me gustan, y que me voy a tomar un champagne mientras veo cómo nos va.

Esta entrevista fue publicada por el diario La voz del interior en el mes de mayo 2015

Roger Koza / Copyleft 2015