EL HÉROE DE LA PERCEPCIÓN: 322 PALABRAS SOBRE EL HOMBRE HORMIGA
Por Roger Koza
En su extraordinario libro El cine del diablo, el cineasta Jean Epstein insiste en que uno de los grandes aportes del cine radica en una nueva forma de experimentar el tiempo y el espacio. Las formas de filmar el espacio constituyeron la invención de una mirada. El primerísimo plano de una hormiga, la panorámica sobre un espacio público, una subjetiva imposible desde un cohete permiten concebir una percepción de lo exterior en movimiento inimaginable para nuestros antepasados.
En El Hombre Hormiga, el héroe interpretado por el gran comediante Paul Rudd, mediante un traje inventado por un científico, puede alterar la dimensión de su propio cuerpo transformando en microsegundos su estructura atómica. Este procedimiento físico (imaginario) habilita gags y secuencias de acción de ostensible ingenio. Véase la primera incursión del héroe en lo infinitamente pequeño, en una bañera, o la batalla final, en la pieza de una niña alrededor de un tren de juguete. La oscilación de escala descentra el hábito perceptivo y regala en varias secuencias una mirada impersonal, aquí asociada al universo microscópico de los insectos. El gran momento perceptivo, no obstante, es aquel en el que el Hombre Hormiga decide sacrificarse por amor a su hija e ingresa al mundo subatómico. Visualizar lúdicamente un pliegue del espacio sobre sí mismo en el corazón del relato de un filme de estas características es una utopía óptica.
El otro gran mérito del filme de Peyton Reed es su liviandad. Se trata de una película noble que no apela a psicologizar a su personaje. La solemnidad metafísica de Batman, máximo exponente de este giro subjetivo en la vida anímica de los enmascarados, permanece ausente. El existencialismo sombrío (y ridículo) del hombre murciélago aquí está conjurado gracias a una comicidad gentil que distribuye su cariño por todos los personajes, incluso por el malvado de turno. Divertir y asombrar, una buena política para los superhéroes de nuestro tiempo, proclives a la lección y el sufrimiento.
Este texto fue publicado en el diario La voz del interior en el mes de julio 2015.
Roger Koza / Copyleft 2015
El trascendentalismo y la gravedad afectada han asolado el mundo de los comics desde que Frank Miller se hizo cargo de oscurecer aún más a Batman, y esa tierra de sombras ha pasado al cine más que nada por Nolan, porque Burton y Raimi eran oscuros pero se reían bastante. En cambio Nolan tiene puesta una camisa de plomo llena de solemnidad. Al ejército del aburrimiento superheroico se ha agregado Snyder, que con la última «Superman» nos profirió ciudades demoliéndose de aburrimiento.
Y si bien el leve Joss Whedon parecía que aligeraba la cosa, con la reciente «Vengadores», el sopor ha regresado.
Y ni hablenos de la próxima «Superman vs Batman» Ya con la música del trailer queda claro que Snyder está mas Nolanizado que nunca.
Y otra cosa: cansado de las torres (Gemelas) que caen y siguen cayendo eternamente en estos films.
Ya me quedó claro que es una herida que nunca cierra. Marvel y DC deben dejar de simbolizar torres caídas por lo menos por dos años.
Hay que volver al Superman de Puzo y Robert Benton, aquel que nunca se tomaba en serio y volaba, sonriente y épico, hacia la tierra del cine del verdadero disfrute.
Ni una palabra debo agregar. Lo que usted dice es lo que pienso. RK