VALS CON BASHIR

VALS CON BASHIR

por - Críticas
02 Jul, 2009 02:49 | comentarios

COMPASES DEL HORROR

Por Fernando Pujato

Vals con Bashir, Israel, 2008.

Escrita y dirigida por Ari Folman.

,,,y si las pobres imágenes golpean todavía, sin cólera y sin odio como el carnicero, es que el cine está ahí, el mudo, con su humilde y formidable
poder de transformación.
(J. L. Godard)

Escalofriante. Este adjetivo bien podría definir la escena que principia Vals con Bashir; pese a que en la segunda secuencia nos enteramos que la enloquecida carrera de esa jauría de feroces perros es tan sólo un sueño. El registro sonoro es tan real que no sólo puede hacernos olvidar que estamos ante una fantasía pesadillesca, sino también que estamos viendo un film animado.

Tal vez no importe demasiado conocer los motivos por los cuáles Ari Folman elige este tipo de registro, ni tampoco catalogarlo como un documental ficcionalizado o una ficción documentalizada. Lo que verdaderamente importa es que el film es una búsqueda hacia una verdad, hacia una verdad histórica.

Lo que en un principio aparece como una preocupación –no tanto ingenua como poco alarmante– por no recordar nada de lo ocurrido veinte años atrás en el Líbano, deviene, paulatinamente, en un recorrido hacia el pasado, y en la instalación de un sueño recurrente que debe ser develado.

La puesta en escena de Vals con Bashir no es la rememoración subjetiva de traumáticos eventos acaecidos años atrás; es la reconstrucción “colectiva” de una memoria fragmentada. A través de las entrevistas a ex compañeros de armas, Ari Folman construye un film acerca de la incursión israelí en el Líbano, allá por los dorados ‘80.

Los flashbacks objetivos que ordenan los planos no sólo establecen un vaivén expositivo entre un presente que interroga y un pasado interpelado, nos sitúan en el absurdo de una “guerra”-algo más que una incursión policial pero algo menos que un enfrentamiento bélico– en la que los propios involucrados sólo saben que deben disparar y matar. A quién, por qué y para qué, no son cuestiones que les atañen, ni a ellos ni al film en sí mismo.

Se podría objetar que en Vals con Bashir no hay una explicación explícita y satisfactoria acerca de las razones de Estado por las cuales se ordena la incursión al Líbano (aunque hay algunos señalamientos coyunturales con respecto a esto: el apoyo al líder cristiano, por ejemplo), que tampoco hay una explicación de la ideología que apuntala esto, que la figura del “otro” libanés es sólo decorativa, por lo que el campo-contracampo no funciona o que, lisa y llanamente, no existe. Se podrían objetar algunas cosas más, y probablemente los psicoanalistas tengan algo que decir al respecto de algunas interpretaciones del amigo de Folman (supongo que psicoanalista también ) y de la “dirección de la cura” que éste intenta establecer situacionalmente. Pero entonces sería otro film.

Porque Ari Folman no está filmando ni razones, ni ideologías, ni culpas. Está filmando –a través de una búsqueda personal que termina por desbordarse socialmente– el sentido trágico que estas cuestiones pueden adquirir en un momento dado, en un lugar específico, a una generación determinada. Y lo hace con un tratamiento formal –pese a su condición de film animado– que elude cualquier símil de un comic de guerra a lo MTV, o un panfleto belicista S.S. (Ryan mediante) y hasta con una fina y sutil ironía de algunos pasajes apocalípticos coppolianos.

No es casual que el film esté estructurado alrededor de la profundidad de campo y los planos-secuencia: es un escenario de guerra lo que vemos allí. Tampoco son casuales los puntuales señalamientos de los primeros planos, los encuentros personales con sus ex compañeros (una suerte de mixtura entre una entrevista, una interpelación y una confesión ) y los flashbacks objetivos que se derivan de éstos: es una búsqueda introspectiva, y retrospectiva, la que está instalada allí.

Y no es un capricho ético, ni una manipulación estética, el cambio de registro del último tramo de Vals con Bashir. Ninguna animación –ficcional o no– puede reemplazar la realidad documentada del horror.

¿Escalofriante? Ciertamente no hay adjetivo posible para describirlo. Tal vez seguir conjugando un verbo que está en el vórtice del arte que nació para preservar, imaginativamente, la frágil memoria de nuestra especie: mirarlo. Porque Vals con Bashir nos mira.

Nota del editor: Fernando Pujato es uno de los secretos mejor guardados que tiene la provincia de Córdoba en materia de crítica de cine. Se lo puede leer a menudo en www.nochedelcazador.wordpress.com, aunque es tiempo que escritores capaces como él puedan publicar en diarios y revistas especializadas. Es un honor y un placer tenerlo, junto a Prividera, como uno de los colaboradores del blog. (Roger Koza)

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