MIRAMAR
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Koza
LA DECISIÓN DE SOFÍA
Miramar, Argentina, 2015
Escrita y dirigida por Fernando Sarquís
** Válida de ver
Un debut de otro director cordobés en la línea del cine de la región con ciertos indicios que indican una mirada y una sensibilidad.
Los adolescentes dominan la escena. Están en todos lados, constituyen el gran pueblo de la imagen global. No son todos iguales. Los que pelean por su vida en Los juegos del hambre son distintos a los jóvenes de Miramar, dos películas juveniles. Esta última es la ópera prima de Fernando Sarquís, y como sucede con la mayoría de las películas cordobesas recientes, la juventud es protagonista. Una novedad: Sofía, el personaje principal, trabaja. Es un matiz, una diferencia bienvenida.
El tema de la película no es bajo ningún aspecto menor. Tomar decisiones es siempre un problema para cualquiera: ¿cómo se justifica una decisión de peso? ¿Cuál es la garantía de su acierto? Decidir es un asunto de deseo, y como tal quien decide nunca sabe hasta dónde decide por él o por otros. La joven Sofía, cuya vocación es la pintura, ha ganado una beca; su padre enfermero apoya el nuevo rumbo, no del todo su madre, quien tal vez la necesite demasiado para trabajar a su lado en el pequeño hotel que tienen en Miramar, provincia de Córdoba. La hora y minutos que dura el filme de Sarquís se sostiene en la maduración de una decisión. El hermoso plano de cierre es una respuesta visual sin locución alguna a su deseo. Como se puede ver, Sarquís es un cineasta.
En Miramar hay dos personajes más. Javier es un hombre joven que llega a Miramar para pasar unos días en una época del año en la que el turismo es inexistente. Su semblante denota tristeza, quizás él también haya tomado una decisión. Poco se dirá, solamente lo suficiente: la insistencia de un teléfono que suena y unas imágenes grabadas en video expresan su desolación. Su aparición en el relato podría haber llevado a la película por un camino tenso y de suspenso, algo que Sarquís felizmente ni siquiera insinúa. Acierto de guión, beneficio en el registro: la interacción entre Javier y Sofía abastece al filme de su madurez afectiva, mérito del director y sus dos actores: Florencia Decall y Maximiliano Gallo.
El otro gran personaje es la propia Miramar, filmada aquí como si se tratara de un pueblo fantasma, una zona de existencia mínima, incompatible para el crecimiento de un artista, aunque a su vez un paisaje inspirador –por su laguna inmensa y los vestigios de una inundación– y sin duda formador para la concepción del espacio de una (futura) artista plástica. Sarquís entiende la importancia de ese ecosistema, al que incorpora como una entidad natural y abstracta que organiza holísticamente la puesta en escena.
Miramar es un filme pequeño. Su límite es la intimidad, su virtud, la nobleza que se establece entre sus personajes. El director eligió una escala de trabajo a su medida con la que dosificó los riesgos. Una decisión inobjetable. Lo que falta ahora es seguir los pasos de Sofía. Ir por lo desconocido y después pintarlo, o, en el caso de Sarquís, filmarlo.
Esta crítica fue publicado en el diario La voz del interior en el mes de noviembre 2015.
Roger Koza / Copyleft 2015
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