CANNES 2018 (05): CINE CON MUJERES
El espíritu de la época nunca es ajeno al festival. En los años precedentes, el personaje conceptual era el refugiado, ese nómade inasimilable al gran sistema del mundo; el de hoy es todavía más universal e impreciso: la mujer. Las reivindicaciones feministas sobrevuelan el festival y la composición del jurado, con la presidencia estelar de Cate Blanchett, resulta una evidente respuesta a las exigencias de la época.
Cualquier lucha social, incluso las más legítimas, como la que tiene en el centro a las mujeres, no debería ser un argumento estético. En estos menesteres, la extorsión ideológica suspira en las espaldas de quienes toman decisiones. El superyó de la corrección política aprieta y la razón justifica. Si una película como Les filles du soleil gana algún premio, será la prueba de que el chantaje se impuso a la razón y emoción estéticas. ¿Quién se resiste a los grandes temas?
El film de Eva Husson sobre un ejército de mujeres kurdas y la misión de una de sus líderes en pos de rescatar a su hijo del enemigo es lo más parecido que se haya filmado jamás al ideario de la antropología visual de National Geographic aplicado a un grupo marxista (justamente) armado. La despolitización del film de Husson es lo de menos, pues la aberración se circunscribe a su estética de explotación masiva. Ni los comerciales manipulan tan toscamente en la actualidad.
Cada escena es un compendio de banalidades y una clase magistral sobre lo pernicioso de la banda sonora de cualquier película, cuando su misión es emocionar a toda costa. Sin música quizás mejoraría un poco, aunque quedarían los filtros, los flashbacks aleatorios y eternos, las coreografías infantiles en los enfrentamientos y las interpretaciones caricaturescas de todo el elenco. Los dos mejores planos refieren a una única explosión, que se ve al inicio y al final, un hongo formado por colores blancos y negros en el cielo. Todo indica que es un efecto digital. Si no lo fuera, esa combustión gaseosa es lo más cercano a un logro estético; lo mejor que tiene el film de Husson.
El regreso de Jafar Panahi a la competencia de Cannes es comprensible: 3 rostros es el mejor film que ha hecho en años. La autorreferencialidad de sus películas precedentes persiste aquí, pero su presencia es secundaria, pues, como el título lo señala, las protagonistas son tres mujeres, una en fuera de campo.
La ligereza de 3 mujeres es impensable en su inicio. Una joven que quiere estudiar dramaturgia decide colgarse y también filmarse al hacerlo. En verdad se trata de una suerte de carta audiovisual destinada a una reconocida actriz de series. Conmocionada y perpleja, la actriz le pide ayuda a Panahi, y juntos se dirigen a la aldea donde residía la joven; quieren saber algo más sobre su vida. O también desean verificar de qué se trataba todo esto. ¿Era un video confiable? Panahi se muestra indeciso: como testimonio audiovisual lo siente demasiado logrado, aunque no hay rastros de montaje. ¿Qué ha sucedido?
La lenta llegada al pueblo de la frustrada estudiante es un pasaje a un mundo conocido por cualquier cinéfilo que haya visto películas de Panahi y sobre todo de Kiarostami. Los caminos de montaña en zigzag, el intenso amarillo de las praderas iraníes, los aldeanos y sus ocurrencias empiezan a adueñarse de la trama, que tiene giros inesperados y alguna que otra sorpresa. La típica dimensión política permea el viaje y hay aquí una lectura transversal de las interdicciones que las mujeres han padecido antes y después de la ya pretérita revolución islámica. Lo político es siempre explícito en Panahi, no lo era en Kiarostami.
Hay una espléndida escena inicial que recuerda al mejor Panahi. Camino a la aldea, la actriz y el director van dialogando acerca del trágico hecho y conjeturando su contexto. Panahi permanece en fuera de campo durante varios minutos, excepto por su voz. La actriz duda sobre la verosimilitud del video, analiza junto con Panahi el montaje y hablan de otras cuestiones, por ejemplo, de un film sobre el suicidio que el director quería hacer con ella. La ficción fagocitada por lo real es todo un clásico del cine iraní moderno, un axioma de una poética.
En efecto, la inestable naturaleza del film en el inicio es parte de toda una tradición del cine iraní, que siempre ha trabajado sobre la indistinción de la ficción respecto del documental. No es un terremoto y la necesidad de ir a constatar si uno niños queridos están aún vivos, como sucedía en Y la vida continúa de Kiarostami. La sustitución de un terremoto por un suicidio que parece real en el preámbulo abre la indistinción de la representación en curso. Que los dos protagonistas se interpreten a ellos mismos fija la indeterminación narrativa y enrarece la referencia. Pero lo notable de esa escena es otra cosa.
Mientras los dos personajes van en el auto, un llamado de teléfono interrumpe la marcha. Panahi tiene que detener el vehículo y atender. Hasta ahí él sigue en fuera de campo. La actriz baja del auto, camina unos metros, descansa. La oscuridad es absoluta. La única luz es la del auto y las de los celulares. Por un rato, la cámara permanece fija, pero de pronto cambia de posición para incorporar al campo visual a Panahi discutiendo con su madre, quien está preocupada porque hay rumores que indican que su hijo está haciendo una película. La escena es genial. Sus múltiples lecturas responden a una concepción de lo ambiguo en el cine. He aquí el costado baziano de los iraníes. Lo real se define por su ambigüedad, atributo que desconoce, porque lo desborda, las categorías de ficción y no ficción. No será la única escena de este fulgor.
Saber o no sobre qué sucedió con la joven es casi secundario, aunque la película revela rápidamente el acertijo, evidenciando que ese comienzo es solamente el primer movimiento de un relato que asume una naturaleza abierta y sin ninguna dirección determinante. Son los desvíos lo que valen: la conversación con un aldeano, el recuerdo de una actriz olvidada o el encuentro con una anciana que en las noches descansa en una fosa acompañada por una lámpara para que no se llene de serpientes su morada definitiva.
Tres rostros es también un homenaje al cine de Kiarostami. La extensa panorámica tomada desde el automóvil de Panahi en la que se puede apreciar el camino de tierra y el recorrido de dos personajes en él, secuencia de cierre, es una copia indesmentible del desenlace de Y la vida continúa. Es la referencia más ostensible, pero no es la única. El diálogo inicial podría pertenecer a Ten, como también la primera conversación que mantienen la protagonista y Panahi con la mujer que vive enterrada, que un primer momento permanece en fuera de campo, resulta una elección de interacción calcada de Y el viento nos llevará. El plano más extraordinario de todo el film es aquel en el que durante la noche oscura la famosa actriz se acerca a la tumba de la anciana para saludarla. La oscuridad absoluta del cuadro y la tenue figura del personaje alumbrado por la lámpara remite a la dialéctica de las sombras y las luces que a Kiarostami tanto le gustaba y que supo eternizar en el inimitable plano de 7 minutos que transcurre en el sótano de un hogar en El viento nos llevará.
Tres rostros es, como se ha dicho, un homenaje, pero a veces es también un remedo feliz, como si Panahi más que apropiarse del espíritu de su maestro se limitara a copiarlo e incluso a calcarlo. Los homenajes no son necesariamente una traducción fidedigna de un sistema. Pueden ser evocaciones, espejos imperfectos y motivos dispersos en otro universo estético. La ligereza de Tres rostros es su propia gracia y también la confesión de un límite. Ese plus que resplandecía en las películas de Kiarostami es lo que le falta. Desde la ligereza y la simplicidad, Kiarostami alcanza siempre una dimensión poética y filosófica, sintetizada como nunca en el fémur que viajaba como fetiche de un fantasma en el auto del falso ingeniero en El viento nos llevará. En ese hueso residía misteriosamente el espíritu; en Tres rostros quedan solamente los huesos.
Fotos y fotogramas: 1) Tres rostros; 2) conferencia de prensa de Tres rostros; 3) Las hijas del sol; 4) Tres rostros.
Roger Koza / Copyleft 2018
Me sorprende que al panorama histriónico del filme de Huisson, con Golshifteh rutilante en medio del diamante en bruto, no le concedas el beneficio de la posibilidad redentora. Todavía más a una de las musas shirianas del evocado Kiarostami.
Créame: es imposible el film de Husson; consigue lo imposible: Golshifteh es una copia de aquella que usted recuerda. R
Esperemos que una mal entendida vindicación no conlleve premios para esta cinta. Por supuesto, sería un desatino con equivalentes pretéritos no tan graves en el historial de Cannes.
Me pregunto el alcance de la afirmación de que la última de Panahi es la mejor que hizo en años, a la vez que opones tantos reparos a la misma. Desde su retorno en 2011, encuentro en su filmografía una obra maestra (menor), una película notable y acaso sólo Taxi me parece un remedo de los temas y preocupaciones que constituyen su obra. Gran cobertura del festival por cierto, como siempre. Saludos.
Harto curioso que Federico señale lo que él interpreta como un ejercicio de contradicciones en la crítica a la cinta de Panahi, y después mencione ,con valoraciones personales, películas del realizador persa…oponiendo reparos.
Ximena, más allá de la inconsistencia que usted percibe en mi comentario, la verdad es que casi no tengo reparos para con This Is Not a Film y Closed Curtain; si para con Taxi. Tampoco hayo ninguna contradicción en la crítica de Roger Koza. Simplemente me pregunto si 3 rostros está al nivel de las películas de 2011 y 2013 (cosa que me sorprendería por los comentarios dispensados en este sitio sobre ellas en contraposición a esta), o si es simplemente mejor que Taxi. Tampoco estoy seguro de como pretende que me exprese si no es a través de valoraciones personales. Saludos.
Federico, ahora no «hallo» más incosistencia que la ortográfica en su réplica y en la nota precedente me limité a señalar el hálito contradictorio en el que incurría y ,a la vez, advertía en un colega. Ahora, si troca en mentís lo que empezó, he de interpretar que captar lo dicho por un profesional del ramo, así como sus subsiguientes reparos solo obedece a un básico ejercicio de descripción. No da pie a más nada, ni tan siquiera de manera sutil. Se convirtió todo en simple cuestionamiento.
Del mismo modo, externo que mi referencia a su juicio personal para ponderar la filmografía (parcial) de Panahi no pasó de ser un un vacuo recordatorio, lo quizá ya sabido por todos, y sin aristas condenatorias.
También,saludos.
Me sorprende la virulencia de su ensañamiento contra mi pregunta, en realidad bastante pedestre. No había en mi comentario ningún reproche, sólo una “simple” duda. No entiendo por qué dedica su tiempo a esta polémica absurda. Dudo que el autor de la nota necesite de este tipo de defensas “sin aristas condenatorias”. Escribí el comentario anterior en el celular volviendo del trabajo; me percaté del error ortográfico cuando este ya estaba publicado. No tengo formación universitaria, soy un mero empleado de comercio. Que hablen los que saben, ¿no? Viva Perón.
Podemos discutir todo, pero al menos en este espacio, si pueden, ejerciten el respeto mutuo. No se peleen. No puedo contestarles ahora porque no tengo ni un minuto. Muchas gracias. R
Federico, no hubo en mí deseos hirientes hacia su persona. Aproveché el espacio para consignar lo que creo leí entre líneas en su primera intervención. No procedí por inquina personal ni mucho menos, consecuente con el hecho de no conocerlo en persona. Deploro si se ha tomado como escarnio el detalle ortológico y a vistas está que no me concentré en eso. No voy a inquirle solo por ello y sus razones ya dio. No es punible.
Tengo entendido que en este espacio podemos exponer nuestros puntos de vista con libertad y ,a veces, no coincidir.Así lo he visto en pretéritas participaciones y me es respetable. Si se han tomado a mal mis intercambios , créanme, jamás ha sido ese el norte de mi acción.
Porque le hacemos rendir examen a las películas? Porque destruir a un autor comparando entre sí sus propias películas. Es como matarlo con su misma medicina.
No sé a qué se refiere respecto de «destruir a un autor». Personalmente, no escribo pensando en destruir a nadie. La comparación es una forma del ejercicio crítico. Cuénteme mejor qué es lo que quiere decir. R
Que si comparamos la sinfonía 1 de Beethoven con la 9 es una obra menor pero comparada con No toquen de Charly García es una obra maestra
El propio ejemplo que da es el problema. Siguiendo ese razonamiento: si uno compara un El viento nos llevara con Viento del agua estaría haciendo lo que usted indica en su respuesta. Sin embargo, si uno compara El viento nos llevará con Una historia del viento, entre los dos filmes se establece una relación no antojadiza y pertinente (y podríamos tomar en la misma línea, una comparación interna entre dos films de Ivens sobre vientos). Abordaríamos en términos comparativos cómo se filma el viento en el cine. En principio, hay límites en cualquier modelo de análisis que se sostenga en la comparación. La operación de contraste entre películas de un mismo autor respecto de sus propias películas, o de la tradición en la que trabaja o del ecosistema cinematográfico que participa, es inevitable y sí ayuda a pensar en cierta forma en un film singular. Metodológicamente, la comparación es una modalidad que permite por tensión entender un objeto. No es el único camino, pero sí uno que puede dar precisiones. R
…Pobre Charly, che, caer en esta puja con uno de sus rocanroles… de última, comparala con ‘Te vi entre las Luces’ o el ‘Tema de Natalio’, yo que se…(y ese razonamiento, caramba, lleva a pensar que es ‘malo’ comparar las obras de un mismo autor, pero es ‘bueno’ salvarlo o condenarlo cotejándolo con otro, sin importar el amplio rango de variables estilísticas y de percepción que conlleva cada acto creativo)… Digo yo, bah…