LAS VEGAS
Es el género más arduo de todos, el menos respetado por las instituciones serias del cine y tal vez el más querido del público. La comedia nace de la inteligencia y de la constatación de que el orden del mundo es bastante ilusorio; el desperfecto y el error le pertenecen. El resbalo y la caída de un transeúnte, la discordancia entre el cuerpo y una máquina, el malentendido en una comunicación son episodios recurrentes de cualquier comedia. Lo humorístico es siempre una involuntaria toma de conciencia.
Las Vegas es la película más luminosa de Juan Villegas; abiertamente remite a una tradición extranjera del cine clásico, pero lo suficientemente universal para hallar el tono propio. Las comedias de enredos matrimoniales brillaron en las décadas de 1930 y 1940 en Hollywood, y siempre giraban en torno a lo mismo: por alguna razón, un hombre y una mujer que se amaban no habían podido permanecer juntos; algo no había funcionado. Por motivos diversos, los amantes encontraban una segunda oportunidad. Es eso lo que puede llegar a suceder con la pareja de Las Vegas.
Las Vegas, Argentina, 2018.
Escrita y dirigida por Juan Villegas.
Esas comedias, como la de Villegas, se cimientan en un empleo veloz y laborioso del lenguaje. Las rápidas respuestas y ocurrencias del personaje que interpreta Pilar Gamboa regularizan el ritmo y el tono del film. Laura es el centro magnético del relato y todos los personajes giran a su alrededor. Los simpáticos desbordes de conducta y las expresiones disimuladas de ternura constituyen el movimiento del film. Por ejemplo, si Laura tira un plato por la ventana, un poco después habrá una fugaz escena que expresa una cierta amabilidad, que es el contrapunto del impulso. La comicidad y la ternura surgen de ella.
La anécdota narrativa es que Laura y su hijo se van de descanso a Villa Gesell y se hospedan en el viejo edificio ubicado cerca del mar llamado Las Vegas, que remite al pasado de la familia. Justo al mismo tiempo, el exmarido y su nueva novia están alojados en el mismo lugar. El encuentro es inevitable, la incomodidad y la confusión también, más todavía los enredos. Hay un quinto personaje que es una joven de la edad del hijo de Laura, una presencia discreta pero que no pasa desapercibida.
Villegas ha apostado aquí por una economía narrativa que explica la eficacia del relato, sin descuidar detalles que cualquier buena comedia no desdeña: el universo simbólico es el de una clase específica, y la representación de Villa Gesell se adecúa a dicho universo. La visita a la casa del fundador de la ciudad balnearia y una discusión aislada sobre los soportes en los que hoy se escucha música son los dos únicos signos de tiempo.
Como sucedía en la tradición que el film honra, la posibilidad de una segunda oportunidad consistía en un (re)encuentro (ahora) simétrico, en el que se verificaba que algo se había aprendido y la intolerancia de la inexperiencia ya no estorbaba. Todo esto sucede aquí prescindiendo de explicaciones y énfasis. Sin embargo, resulta ostensible que ahora los personajes saben algo. A veces eso es suficiente para despejar el deseo.
Esta crítica fue publicada en el diario La voz del interior en el mes de junio 2018.
Roger Koza / Copyleft 2018
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