CHAVELA
En consonancia con este hermoso y subversivo período de la historia, en el que el poder de los machos resulta asediado por la fuerza indomable de las mujeres de todas las edades, Chavela, un didáctico retrato sobre Isabel Vargas Lizano, más conocida como Chavela Vargas, resulta una película indispensable para la ilustración de una lucha que siempre ha tenido varios frentes. La extraordinaria cantante nacida en Costa Rica, pero tan mexicana como Sor Juana Inés de la Cruz y Frida Kahlo, conquistó a lo largo de su vida un espacio privilegiado en un género musical dominado por hombres y en una férrea sociedad patriarcal poco proclive al cambio. Puede ser una contienda microscópica, pero no deja de ser épica.
Chavela (México-España-Estados Unidos/2017). Catherine Gund y Daresha Kyi.
Chavela tiene un propósito: dar a conocer la vida de una artista, ícono de la cultura popular y asimismo figura insigne de una incesante batalla sobre la igualdad de géneros en el orden social. Sobre esto último, Vargas no se propuso ser una militante, más bien su vida fue en sí una demostración del sentido de esa vindicación indetenible. Que haya sido una cantante de ranchera y su voz rasposa “poco femenina” delineara un estilo singularísimo es apenas un indicio de su desobediencia. Jamás cedió a la representación machista de la hermosura femenina, tampoco convalidó ningún rol que pudiera desprenderse de ese imaginario. Si algún día despertó al lado de Ave Gardner y Kahlo, como de tantas otras mujeres menos célebres, fue tan solo la consecuencia de su deseo. El lesbianismo no fue para ella el tópico de un discurso público para legitimar su deseo, sino una elección que ni siquiera debía explicarse.
Catherine Gund y Daresha Kyi se limitan a contar la vida de la cantante reuniendo un magnífico material de archivo en contrapunto con el propio testimonio de Vargas y una cantidad de figuras estelares y desconocidas: Pedro Almodóvar, José Alfredo Jiménez Jr., Jesusa Rodríguez, Marcela Rodríguez (madre del notable cineasta Nicolás Pereda), Miguel Bosé comparten sus recuerdos de Vargas y nos permiten así saber algo más de la artista. La diversidad de voces y la copiosa recolección de testimonios no garantizan una aproximación cabal, pero sí revisten de interés y compensan un acercamiento que no deja de ser tan amoroso como superficial.
El límite de Chavela no reside solamente en su estética propensa al canónico documental televisivo en el que se abusa de la entrevista y los fondos musicales para disciplinar la recepción sentimental de una imagen. Hay también una cierta pereza de ir más allá de la magnética personalidad de Vargas para indagar un poco más sobre la relación de la artista con su tiempo. La mera enunciación de un orden patriarcal es políticamente insuficiente. ¿Qué pasaba en México cuando la cantante brillaba o también cuando más tarde se la olvidaba?
Chavela Vargas fue una artista tan grandiosa que con tan solo conmemorarla permite que un film sin vuelo alguno adquiera interés y altura. El espectro de Vargas se impone a la puesta en escena, como en vida lo hizo en el mundo de los machos.
*Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La voz del interior en el mes de julio de 2018
Roger Koza / Copyleft 2018
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