Standard, Jorge Acha, Argentina 1989

El siniestro ministro de Bienestar Social, José López Rega, después de la muerte de Juan Perón en 1974 proyectó un mausoleo titulado Altar de la Patria en el que se iban a celebrar todos los signos trascendentales y populares que han erigido el imaginario colectivo de la nación, acaso una metafísica trasnochada en la cual la sustancia de lo argentino brillaría por siempre. Acha deconstruye ese deseo contraponiendo la fuerza del deseo de los trabajadores en tensión respecto de una codificación reaccionaria de este. Los obreros, a veces vistos como hormigas destinadas a sostener anónimamente la grandeza de la nación, se distraen y olvidan por consiguiente la misión arquitectónica. En efecto, los trabajadores prefieren jugar a las cartas, pelearse entre ellos o masturbarse. La intuición del cineasta reside en sospechar que Argentina es un país imposible, cuya presunta grandeza culmina siempre en el escombro o en una nación orgánica sin piedad para la disidencia. Como siempre, la inteligencia formal de Acha pasa por extraer de sus escasos recursos materiales aptos para componer planos contundentes. Los fundidos, el diseño sonoro, la abandonada locación elegida y una diva del cine argentino (Libertad Leblanc) que no deja de pavonearse frente a cámara son suficientes para escenificar esta trágica y farsesca alegoría.

Roger Koza / Copyleft 2018