33 FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA: ENTRE EL CINE, LOS ABUCHEOS Y LA CENSURA
Para no perder la costumbre, y como todos los años, se anunció esta nueva edición del festival como la mejor de su historia. Es difícil dilucidar cuáles son los argumentos para que, de manera inexorable, en cada una de las ediciones se postule esta afirmación. Y aún no he leído –pero seguramente en cualquier momento aparecerá la noticia- que este año el público se incrementó en un veinte por ciento (otro clásico del folclore festivalero). Lo cierto es que la programación no fue ni mejor ni peor que los últimos años, dentro de un nivel de constante medianía, con muy pocos títulos destacables. Si bien la fecha del festival no favorece para la presentación de films nuevos, es evidente que el evento adscribe a la línea dominante, esto es, que Cannes da la pauta de cuáles son las películas que deben circular por el mundo de los festivales, constituyéndose la programación de los mismos en una permanente repetición de obras. A ello debe sumarse la disminución de días del festival (se redujo intempestivamente de 10 a 7) y fue notoria la ausencia de retrospectivas de peso. También desapareció como espacio de exhibición el Paseo Aldrey, que cuenta con una excelente calidad de proyección, y los cines Del Paseo promediando el festival, continuaron con su programación habitual de tanques hollywoodenses. Traigo a colación el tema de las proyecciones porque en los cines Ambassador, una suerte de epicentro del festival, son deplorables, a lo que debe agregarse que las salas 3 y 4 comparten de manera permanente el sonido de las películas que se exhiben en cada una de ellas. Y el Auditorio, que cuenta con una decente calidad de proyección, ofreció unos subtítulos de los films absolutamente ilegibles.
Es posible que la presencia de Cecilia Barrionuevo como directora artística, primera mujer que ocupa el cargo, haya sido factor preponderante para que se hiciera constante referencia al papel de la mujer en el cine del festival, aunque conviene recordar que, luego del retorno del evento en 1996, durante varios años hubo una sección llamada La mujer y el cine, encargada de la difusión de films realizados por féminas. Hay que señalar también que el estruendoso abucheo recibido por el Secretario de Cultura Pablo Avelluto en la ceremonia de apertura (lo único rescatable de ese evento) ante las falacias expresadas ante el público y que motivaron una dura respuesta por parte de directores de cine, es probable que haya sido el detonante para el vergonzoso acto de censura en la ceremonia de cierre en la que se impidió a los galardonados agradecer los premios y tampoco el jurado pudo leer la justificación de los mismos, ni la carta en que explicaba esa desautorización. Es muy probable que ambos hechos estén relacionados y que uno sea consecuencia del otro. Y también que hayan incidido las declaraciones del realizador Benjamin Naishtat en San Sebastián y los recordados fuck Macri, fuck Trump del actor Lorenzo Ferro en la entrega de los premios Fénix. Lo cierto es que este hecho fue ignorado por la prensa hegemónica (algo previsible) pero tampoco se percibió ninguna reacción de los distintos sectores ligados al cine, pudiéndose leer el comunicado de la realizadora María Alché y los restantes miembros del Jurado solo en unos pocos sitios (entre ellos este). Sobre este acto de censura ya se ha discutido bastante en esta página y no concuerdo con la postura de que no es algo grave que pueda oscurecer la presunta magnificencia del festival. Por mi parte, creo que es un hecho repudiable, coherente con la reaccionaria política cultural del gobierno. Y si bien albergo la certeza que ni la presidencia, ni la dirección artística, ni los programadores tuvieron injerencia en esta situación, la ausencia de algún comunicado de los mismos, al menos deslindando responsabilidades, produce algo de ruido.
Pasemos entonces a reseñar muy brevemente algunas de las películas vistas. Una decisión que tomé, tal vez como reacción a los desmedidos ditirambos prodigados en las recomendaciones previas a algunas películas, fue dejar de lado los films de algunas “vacas sagradas” de los festivales y en la volteada cayeron Hong-Sang-soo, Lee-Chang-dong. Abbas Fahdel (hubiera hecho muy bien en también dejar afuera al otro Fadel, el argentino), Assayas, Wiseman, Zilnik, Rita Acevedo Gomes, Bilge Ceylan y me arrepiento de no haber incluido algún otro. De acuerdo con opiniones confiables creo que la visión de esos films no habría variado sustancialmente mi valoración general del festival.
Empecemos por la película que, para varios, era el acontecimiento del festival, La isla de los amores, del portugués Paulo Rocha. Mi gran amigo, el crítico español Miguel Marías, me la definió como afectada, falsa y soporífera y es probable que en buena parte tenga razón. Es que esta saga sobre la vida de Venceslau de Moraes un escritor portugués que se radicó en Japón de casi tres horas de duración (aunque su tempo cinematográfico calculo que excede las diez horas) se hace pesada, tediosa e interminable. La verdad, no alcanzo a entender el prestigio de este film. Tenía expectativas por saber en qué andaba Tsai Ming liang, pero Your faces resultó una decepción. Sucesión casi ininterrumpida de primeros planos de rostros, en algunos casos mudos y en otros narrando intrascendentes historias, resulta ser una mezcla de James Benning y Eduardo Coutinho aunque sin el rigor de aquel, ni la gracia del brasileño. Hacía tiempo que no veía películas del catalán Isaki Lacuesta, un realizador con una carrera interesante en sus comienzos que luego se fue deshilachando. En Entre dos aguas, su último trabajo, retoma a los personajes de un atractivo film anterior suyo, La leyenda del tiempo, varios años después y el resultado es una película con un buen comienzo y mejor final pero una extensa zona intermedia en la que el relato se estira y dispersa, perdiendo interés. A pesar de estos reparos, el film ganó la competencia de San Sebastián y esta de Mar del Plata, un indicador aproximado del estado actual del cine. Can you ever Forgive me?, segunda película de Marielle Heller, es una atrayente comedia dramática de tono ácido, centrado en la figura de la escritora Lee Israel, quien dedicó buena parte de su vida a falsificar cartas de celebridades. Con un buen ritmo narrativo y el carisma de sus protagonistas, Melissa McCarthy y Richard E. Grant, el film sale a flote sin esfuerzo. Roi Soleil, del catalán Albert Serra es una suerte de contracara de La muerte de Luis XIV, en la que Jean-Pierre Leaud interpretaba al rey agonizante rodeado de súbditos. Aquí Serra filma al gordo Lluís Serrat (el inolvidable Sancho Panza de Honor de Cavalleria) quien, en un espacio intemporal, se retuerce en el suelo quejándose en absoluta soledad, con una dulcera al lado (¿Una broma de Serra al gordo?). El film tiene la duración adecuada (una hora), ya que una mayor extensión podría provocar un efecto irritativo. Roma, de Alfonso Cuarón está virtuosamente realizada en radiante black & white, en su relato de tintes autobiográficos. Sin embargo, a pesar de un discutible golpe bajo, el film no llega a emocionar y queda como un relevante ejercicio de estilo que necesitaba algo más carnadura. En What you Gonna Do When the World´s on Fire?, Roberto Minervini continúa reflejando diversos aspectos de la vida socio política de los Estados Unidos. En este caso el tema es el racismo en el sur, en un film con algunos ecos de Shadows, de John Cassavetes aunque sin su crudeza y donde el reducido grupo de activistas uniformados de las Panteras Negras que se la pasan gritando ¡Black Power! testimonia la crisis de la izquierda norteamericana. Lembra mais dos corvos, del brasileño Gustavo Vinagre es otro de los abundantes exponentes de un nuevo subgénero: las películas con personajes transexuales. En este caso el realizador visita a una amiga trans y la somete a un extenso reportaje en el que se habla de diversos momentos de su vida. El interés de la película estará directamente relacionado con la empatía que entable el espectador con la protagonista. Jia-Zhang-ke fue a comienzos de este siglo no solo el mayor realizador chino sino también uno de los más importantes del mundo. Sin embargo en Ash Is Purest White, su última película, tal como venía ocurriendo en sus films inmediatamente anteriores, su discurso es mucho más explícito y subrayado, sin el vuelo poético de sus primeras obras. La mejor película nueva que vi en el festival fue la rumana I Do not Care if We Go Down in History as Barbarians, de Radu Jude, centrada en una representación que propone una realizadora teatral sobre una matanza de judíos producida en su país en 1940. Más allá de algunas referencias históricas locales y cierto estiramiento innecesario el film es un potente relato que logra una corrosiva dimensión en el final, cuando el público presente filma en sus celulares y aplaude cuando es quemado un vagón donde se encuentran numerosos judíos.
Tuve oportunidad de ver algunas películas de tinte político que ofrecieron elementos de interés. Serguei Loznitsa es mucho más interesante cuando rueda en el terreno documental que en las ocasiones que lo hace en el de la ficción. En The Trial trabaja de manera excluyente con material de archivo sobre el juicio que se le realizó en 1930, en pleno auge del estalinismo, a un grupo de ingenieros, acusados de haber formado un partido para sabotear la producción y fomentar la invasión del país. Sin abogados, los acusados exponen su propia defensa, declarándose culpables de entrada, siendo condenados varios a ser fusilados y otros a prisión. Años después se demostró que las imputaciones eran falsas e inexistentes. El silencio de los otros, de Almudena Carracedo y Robert Bahar es un documental sobre el juicio que desde hace algunos años se le hace en la Argentina a varios responsables de crímenes en la época de Franco en un film correcto, pero bastante convencional. Además el hecho de que el proceso lo lleve adelante la jueza María Servini de Cubría no les brinda demasiadas garantías a los querellantes. Las cruces, de Teresa Arredondo y Carlos Vázquez se centra en el secuestro y la desaparición de un grupo de obreros textiles en Chile a los pocos días del golpe militar de Pinochet. El film se basa en los testimonio de los militares imputados, sin recurrir a otras fuentes. El resultado es una película rigurosa, algo árida y un tanto esquemática. A pesar de que uno de los acusados hace poco tiempo se desdijo, ninguno de ellos tiene condena hasta la fecha. Germán Scelso es un realizador argentino con una obra coherente y atractiva. En El hijo del cazador presenta como protagonista al vástago de un represor que trabajando en un principio con su progenitor, terminó denunciándolo. El personaje no es por cierto un revolucionario pero muestra diversas aristas ambiguas que lo vuelven interesante, incluido su casamiento con una rusa. Sin embargo, en su discurso final frente a cámara muestra su indisimulable ideología de derecha, defendiendo la pena de muerte y pidiendo el linchamiento de Cristina Kirchner y, además, solo cuestiona la conducta de su padre por lo que afectó a su persona y trata a su madre de ser abyecto, un combo que provocará no pocas controversias. Film incómodo, políticamente incorrecto, también interpelará a buena parte del público que lo presencie.
En el terreno del cine clásico se pudo ver una excelente copia restaurada de Prisioneros de la tierra, el film que Mario Sóffici dirigiera en 1939. Hay que decir que, a ochenta años de su realización, la película –inspirada en cuatro relatos de Horacio Quiroga- mantiene intacta la potencia de sus imágenes y queda como un hito dentro del cine social argentino, con varias escenas para figurar en la más selecta antología de los films nacionales. Sóffici captó con precisión la explotación de los mensú en Misiones y consiguió muy buenas interpretaciones de Francisco Petrone y Raíl De Lange, aunque es posible que la película hubiera sido aun mejor si José Gola, como estaba previsto antes de enfermarse, hubiera interpretado el papel que finalmente hizo Angel Magaña. A pesar de lo breve de su obra, Maya Deren es una de las figuras fundamentales del cine experimental y una pionera en ese terreno. Las copias restauradas en 16 mm de sus cortos permitieron apreciar el vuelo poético de sus imágenes, en las que lo real y lo onírico se fusionan sabiamente y el surrealismo y la danza se dan la mano. Una verdadera belleza. El homenaje a Jean Pierre Leaud, incluyó la proyección, entre otras, de La mamá y la puta, la formidable película de Jean Eustache, con personajes derrotados por el fracaso del movimiento de Mayo de 1968. Lamentablemente, con una total desconsideración y falta de respeto a su protagonista, quien presentó la película, y el público en general, el film se exhibió con media hora menos de su duración original. Aun así, la película continúa siendo uno de los títulos fundamentales del cine francés de todos los tiempos.
Finalmente hubo una muestra de películas del realizador alemán Wolfgang Staudte, junto con Helmut Kautner, los dos más importantes de la posguerra en su país, antes que apareciera el movimiento posterior al manifiesto de Oberhausen. Staudte, a diferencia de otros realizadores, filmó en las dos Alemanias antes de la caída del muro. Realizador prolífico y de una dilatada carrera, su mirada crítica sobre el nazismo y su persistencia en algunos sectores de su país, le valieron el rechazo de diversos grupos reaccionarios. El crítico Olaf Möller curó una muestra de once largos y un corto de Staudte que permitieron aproximarse a su obra y de los que pude ver algunos. Descartando la muy floja Little Secrets y con una mención a Hot Traces of St. Pauli, un correcto policial de género (Staudte filmó mucho en ese terreno para la televisión alemana), me referiré brevemente a otros títulos. Los asesinos están entre nosotros (1946), es la primera película alemana de posguerra y tiene toda la urgencia de la coyuntura. En una Berlín reducida a escombros, una sobreviviente de un campo de concentración vuelve a su departamento y allí se encuentra con un médico que participó del ejército alemán. Pero también regresaron otros que están lejos de arrepentirse. Con un estilo marcadamente expresionista, el director reflexiona con lucidez sobre la culpa. Rotation (1948) muestra claros ecos del cine noir, reconstruyendo 25 años de la vida de un imprentero pequeño burgués (desde 1920 hasta la caída de Berlin) y narrando su progresiva toma de conciencia ante los avances del nazismo. Film de una gran intensidad emocional, sin embargo en sus últimos quince minutos ablanda su dureza, con el protagonista perdonando a su hijo, ferviente nazi, que lo había denunciado. Destination Death (1964), es una sátira de tintes oscuros en la que un grupo de cantantes (algunos con pasado en el ejército) llegan fortuitamente a un pueblo yugoeslavo en el que los nazis mataron a todos los hombres. Lo mejor del film es ese conglomerado de mujeres vestidas de negro (de claro cuño lorquiano) que buscan vengar a sus hombres. La última película de Staudte es Yesterday´s Tomorrow, un melodrama asordinado que Möller compara exageradamente con Gertrud, de Carl T. Dreyer y 7 mujeres, de John Ford, obras finales de esos dos maestros. Ambientada en los años posteriores de la posguerra, la película narra el sentimiento de culpa de una mujer, que se casa con un coronel norteamericano, por la muerte fortuita de un niño. Lo mejor del film es el contexto de amnesia colectiva en el que se desarrolla la historia. La situación política actual en Europa en general y en Alemania en particular, provoca que las películas de Wolfgang Staudte mantengan hoy innegable vigencia.
Fotogramas: 1) I Do not Care if We Go Down in History as Barbarians (portada); 2) Afiche del festival; 3) What you Gonna Do When the World´s on Fire?, 4) The Trial; 5) Los asesinos están entre nosotros.
Jorge García / Copyleft 2018
Cada año, coincido casi plenamente con García. Ya es momento de cambiar esos slogans que García nombra con muy buen humor. Se podrá decir «El mejor festival», «La mayor concurrencia», etc. Aunque éste, nos da la posibilidad de agregar alguno nuevo como «La gran programación (muy discutible) que silencia al silencio».
Particularmente creo que las pelis de competencia no estuvieron al mismo nivel de otros años, las retrospectivas fueron pocas, no hubo diario, menos salas y fue muy difícil conseguir entradas.
Afortunadamente no concurrí a la premiación y si bien puedo entender que a veces hay cosas que no dependen de presidente, director/a artístico y programadores, algún comentario debiera ya haberse producido por parte de éstos. Uno de ellos no estuvo en la premiación por cuestiones de salud, pero otros compartieron escenario y atril con autoridades del Incaa. Ojalá no pase de largo y al menos esta vez, se hable.