EL VICEPRESIDENTE: MÁS ALLÁ DEL PODER / VICE
En una escena inicial de El vicepresidente: más allá del poder, el aún no identificado narrador postula que en ese día fatídico en el que cayeron las Torres Gemelas Dick Cheney vio algo que pocos pudieron ver: un negocio extraordinario para la mafiosa corporación militar estadounidense. El propio relato completo del film añade algo más: aquí se intuye la contrapartida de ese plan, su genealogía y sus múltiples consecuencias.
En efecto, algo siniestro sucedió después del 11 de septiembre de 2001. Aquellos ataques en contra del World Trade Center y el Pentágono trastocaron el orden simbólico de la política global. Se ha dicho muchísimo y se han filmado también las excursiones neoimperialistas de los Estados Unidos y sus aliados a Afganistán y a Irak. En el film de Adam McKay se revela el oportunismo, las estrategias legales y administrativas, la eficiente manipulación de la información y, con cierta complacencia, aun la participación del Partido Demócrata. Es también un esbozo del afianzamiento de la política de los CEOs.
El vicepresidente: Más allá del poder / Vice, Estados Unidos, 2018. Escrita y dirigida por Adam McKay.
Pero lo distintivo y aún más perturbador pasa por otro lado. Es que algo sucedió en el mediano y largo plazo: el vocabulario político y militar cambió y reorganizó las condiciones de lo posible. Lo que era impensable o inadmisible, o aquello que se podía solamente decir en secreto y constituía una interdicción en el discurso público, empezó a oírse y a naturalizarse. Discutir sobre la tortura, por ejemplo, dejó de despertar indignación. Hay una escena precisa al respecto, cuando se introduce el concepto “cambio climático” para sustituir al de “amenaza global”.
La lectura lineal de El vicepresidente: más allá del poder reside en conformarse con aprender algo más sobre la cúpula del poder de los Estados Unidos durante la presidencia de George Bush Jr. –retratado aquí como un incompetente– y conocer la biografía de Cheney, un burócrata ascendente que gracias a su ambiciosa mujer supo vencer sus debilidades y aspirar entonces al máximo poder en la historia de un país. Primero como miembro del Partido Republicano, luego como un distinguido CEO vinculado al petróleo, más tarde como uno de los artífices de la “guerra contra el terror”. Sin duda, el film ilustra más de seis décadas nefastas en la historia de un país que soñó en sus inicios con ser un experimento democrático. Tal vocación pedagógica fagocita y fatiga su estética; el afán didáctico dicta la puesta en escena, todo se explicita, todo se enseña. Políticamente, tal vez, se justifique.
No faltarán los elogios a los intérpretes. Christina Bale como Cheney, Steve Carell como Donald Rumsfeld o Sam Rockwell como el presidente Bush lucen convincentes (y paródicos), y no son los únicos: todo el elenco de la Casa Blanca tiene aquí su doble de ficción, aunque en ocasiones a los hombres y las mujeres de carne y hueso se los ve en archivos que se emplean como apoyo narrativo.
El vicepresidente: más allá del poder pertenece a la notable tradición cinematográfica de los Estados Unidos en la que se puede hacer de la ficción un instrumento crítico o satírico de la vida política de un país casi en tiempo real. No parece ser que un retrato como este inste a la indignación de la ciudadanía, pero no deja de ser sorprendente que cada tanto se estrene un film en el que se explicite la obscenidad del poder. Algún día, acaso, servirá para decir basta.
Esta crítica fue publicada en el diario La voz del interior en el mes de enero 2018
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«Su vocación pedagógica fagocita y fatiga su estética». Agregaría: fagocita y fatiga el film entero. Su buena conciencia es demasiado trazo grueso. Hay escenas, los imaginaciones de los bombardeos, la escena final en el focus group, que condensan su falta de sutileza. Si no recuerdo mal, su film anterior, sobre la crisis financiera, tenía algo más de gracia, y lograba transmitir, por su humor, algo de la sorpresa ante ese mundo inverosímil de consecuencias a la postre trágicas. Aquí, es un remedo más de esas ficciones –desde House of Card hasta La cordillera– en las que la política es un gran tablero de ajedrez jugado por actores racionales y autoconscientes que siempre parecen salirse con la suya. (Obviamente algunos lo hacen, pero me temo que no con ese dominio del tablero). El papel de bufón de Bush jr. es, en este sentido, inverosímil, más allá de oficiar como contraste del burócrata Chiney. Creo que solo disfruté de Carell, cuyo personaje parece estar realmente vivo.
La anterior era buena y la voluntad didáctica estaba más trabajada y asociada a una idea estética. Esta sirve, más que nada, para informarse. Saludos. R
Salvando las distancias de personaje, escenarios y contextos, la película tiene cosas e El divo, la que hizo Sorrentino en 2008 sobre Giulio Andreotti con el gran Toni Servillo en el protagónico. Coincido en que la anterior de McKay era mejor, en parte porque había ahí algún suspenso y algún asombro que acá no tienen lugar: todo se sabe desde el principio y se cuenta por demás, incluso lo que los personajes imaginan o recuerdan. De todos modos, no deja de ser notable -y no sólo en el buen sentido- que se hagan y se estrenen filmes como este en el que se critica hasta la raíz el sistema político del país y a una serie de sujetos muchos de los cuales siguen por ahí desfilando en dependencias del gobierno como si tal cosa. ¿Será que la ficción de la política es inmune a esta otra? ¿Que significaría, después de todo, que esta película se alce con dos o tres Oscar? Como sea, más allá de la linealidad del film, me parece que es interesante para pensar en el escaso valor de la información en esta escena política que se presenta cada vez más autosuficiente.
Saludos
Estimado Marcelo:
1. Sí, la precedente era ostensiblemente mejor.
2. No creo que obtenga ni un Óscar.
3. Es notable esa capacidad del cine estadounidense de producir películas críticas sobre el sistema imperante y en tiempo presente. Luego, como siempre, me pregunto acerca de la ineficacia política de estas propuestas.
4. La información es lo más destacado que tiene el film para dar, y es también el límite de su propuesta.
Saludos.
R
No es mas que otra de las fanfarrias cinematograficas que la produccion hollywood lanza al consumo masivo para exponer su estado democratico y moralista. Como creatividad filmica no supera el minimo. Se llevar un OSCAR y el mundo seguira girando hasta el film de Trump.