LAS PELÍCULAS DEL BAFICI 2019 (10): MÉTODO LIVINGSTON

LAS PELÍCULAS DEL BAFICI 2019 (10): MÉTODO LIVINGSTON

por - Festivales
13 Abr, 2019 04:09 | comentarios
Una película tan amable como desafiante.

Método Livingston, Sofía Mora, Argentina, 2019

En Método Livingston, una de las inesperadas sorpresas de la competencia argentina, el lúcido protagonista dice: “La arquitectura es el encuentro invisible entre el espacio y las personas”. La declaración inicial del famoso arquitecto Roberto Livingston podría reformularse y aplicarse al cine y los festivales. Un festival insta por un encuentro (in)visible entre el cine y las personas; o, más bien, entre formas del cine y quienes desean expandir lo que entienden por él. Como sea, Método Livingston glosa la siempre bienvenida posición de pensar y sentir el mundo circundante desafiando lo establecido, aunque añadiendo honrosamente el anhelo de mayor justicia para quienes habitan en él. La vida del arquitecto no es otra cosa que un ejercicio hedonista (al servicio de otros) de cómo concebir la arquitectura por fuera del esquemático funcionalismo. Mora tiene la inteligencia de poner el peso de la puesta en escena en garantizar la libertad de su personaje octogenario, cuya libertad y vitalidad puede ofender por su ostensible goce. Es así que el film se limita a seguir al arquitecto dando clases, visitando amigos, reencontrándose con viejos amores, observando la cálida relación con sus clientes y retomando la biografía del personaje gracias a muy pertinentes usos de material de archivo. El método de la cineasta consiste en mimetizarse con la propia figura de su retratado. Hay muchos momentos inolvidables en Método Livingston, pero ninguno se compara con el momento en el que Mora incluye la participación del arquitecto, a principio de los ’90, en el programa Tiempo Nuevo, de Bernardo Neustadt, padre ruin de un estilo periodístico que ha vencido y predomina aún en la actualidad. El arquitecto le echa en cara al mítico periodista su complicidad ideológica con un mundo ajeno a la fraternidad que se fundamenta en una concepción ubicua de los derechos del cliente. La discusión pretérita de esa emisión parece profética. Lo que Livingston decía unas tres décadas atrás es la verdad de nuestro tiempo: si no se es cliente y se paga por lo que se consume, ni el espacio público nos pertenece, ni qué decir del derecho a la salud, la educación e incluso a la felicidad, eso vocablo apropiado como marketing discursivo de un grupo político, promesa traicionada segundo a segundo sin ningún remordimiento alguno por los dueños de los negocios.

Roger Koza / Copyleft 2019