HADEWIJCH: ENTRE LA FE Y LA PASIÓN
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
por Roger Alan Koza
LA PIEL Y EL ESPÍRITU
Hadewijch: entre la pasión y la fe / Hadewijch, Francia, 2009.
Escrita y dirigida por Bruno Dumont.
*** Hay que verla
La misantropía característica del filósofo devenido en cineasta queda, al menos en esta ocasión, interceptada por un toque de piedad, a veces insinuado en sus películas precedentes, aunque aquí legítimamente subrayado.
La quinta película de Bruno Dumont carece de violaciones y de escenas de sexo desublimadas, y no transcurre en ningún pueblo rural perdido de Francia en el que el nihilismo acecha. Aquí, el escenario es París y sus suburbios, y si bien la violencia, una cualidad natural y un leitmotiv de sus filmes, está contenida y difuminada en todo el relato, Hadewijch es su filme más piadoso, tal vez porque en última instancia su tema intangible no es otro que el de la gracia divina.
La hija de un diplomático y aristócrata francés vive una experiencia extrema de abnegación religiosa. El Altísimo es su único varón, y su renuncia militante resulta sospechosa para una congregación de monjas en donde Céline parece sentirse más cómoda que en la mansión familiar situada al lado del Sena. En algún momento, la novicia impenitente será enviada al mundo secular para que encuentre allí, eventualmente, las señales del Señor. No es un destino deseado para quien se identifica con una poetisa y mística del siglo XIII, Hadewijch de Antuérpia.
Así conocerá a un joven árabe cuyo hermano mayor dedica parte de su tiempo a descifrar en el Corán uno de los misterios de las grandes religiones: la noción de lo invisible. Dios está presente en su ausencia, dice el exégeta (y secreto guerrero), aunque también la justicia está ausente, y es allí que Dios deviene en lanza o en dinamita divina. Una explosión inesperada no muy lejos del Arco de Triunfo, precedida de un viaje breve a Oriente, permite pensar que la angelical Céline es capaz de inmolarse, si Dios así lo dispone. Quien cree no cree que cree; su creencia es evidencia y un presupuesto inconsciente que orienta la percepción y la acción.
Perversamente ecuménica, Hadewijch no solamente funciona como un estudio del psiquismo religioso y su propensión al delirio, sino que además es un bellísimo retrato del sensualismo metafísico. El cuerpo es un receptáculo del alma, pero es también una superficie de deseo. La piel blancuzca de Céline es un objeto de deseo, aunque la máxima expresión de erotismo es fraternal.
Un personaje absolutamente secundario confirma con su aparición casi milagrosa en el desenlace que Dumont es un exponente actual de lo que Paul Schrader, el reconocido guionista (Taxi Driver, Toro salvaje, La última tentación de Cristo) y director de cine (Mishima, Aflicción), denominó estilo transcendental.
En 1972, Schrader escribió un libro extravagante sobre estética de cine y metafísica (en un sentido filosófico): El estilo transcendental en el cine. Intentaba hallar un patrón que conectaba el cine de Bresson, Ozu y, en menor medida, Dreyer. Sostenía que este tipo de filmes presentaba siempre un momento decisivo en el que se neutralizaba la austeridad en la puesta en escena para dar lugar a un instante sublime, en donde “un toque musical, un símbolo patente, y un llamado explícito a la emoción” tomaba el relato. En la escena inolvidable que cierra la película, dos cuerpos entrelazados y algunos pasajes de “La pasión según San Mateo” de Bach no sólo funcionan como un homenaje a Mouchette de Bresson, sino que parecen ser la materialización de la tesis de Schrader. Es un plano que trasciende a la película y que permanecerá en la retina por algún tiempo.
Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La voz del interior en el mes de julio.
Copyleft 2010/ Roger Alan Koza
muy buena recomendación, voy a tratar de conseguirla para verla. el Director, por la única película que vi de él, me resulto interesante.
gracias.
Roger: hace poco vi esta película y recién ahora leo lo que escribiste. Excelente tu análisis. Me encantó eso de «perversamente ecuménica»… La propensión al delirio yo la aplicaría también al propio Dumont, cuyo cine, hasta ahora, no me gustaba demasiado. La protagonista es un ejemplo del tipo de «actuación» que requiere el cine (ya que no es actriz profesional).
Un abrazo.
Fer: es cierto lo de Dumont, un tipo que por cada entrevista que veo me parece muy antipático. No obstante, esta es con La vida de Jesús, su mejor film. Sí, la actriz, que tuvo visiones haciendo el papel, es de lo mejor del film. Abrazo. RK
Deberíamos discutir más a cineastas como Dumont que a Campanella (porque son enemigos íntimos del verdadero cine independiente…). Para mí hace méritos para epítome del «international style» en versión francesa (apenas un poco más fino que el de un Iñarritu, y muy por debajo de un Reygadas, digamos). Pero encima es un impostor: algo también bastante común, pero mucho peor… visto que pretende alcanzar lo sublime (el extasis estético-religioso), copiando la pura exterioridad del “estilo trascendental” (lo que en este caso es una doble impostura…). En ese sentido, es la exacta contracara de Bresson, con el que media la misma distancia que entre un apóstol y un pastor de trasnoche: no expresa una fe (ni siquiera en el cine), solo trafica con la pura creencia del espectador (y su abyecta voluntad flagelante). Que lo haga con alguna fineza (y bastante bajeza), es la muestra más acabada de la decadencia del cine francés… y a la vez su extraordinario poder simbólico para sostenerse gracias al peso de una misión extinta hace tiempo: el cahierismo convertido en santificada y conservadora Iglesia.
Nico: me gusta lo que decís, aunque creo que me gusta más cómo lo decís. No sé detectar impostores, pero atiendo cuando gente que respeto así lo cree, y en el caso de Dumont no está solo. Seguiré pensando sobre Dumont y sus películas: La vida de Jesús me interesó en su momento, no así lo que vino después. Hadewijch me resulta mejor que las anteriores, y puedo imaginar calculando los efectos de algunas secuencias. Hay cosas que me gustan mucho, otras no. Sé que me acompañan pocos en la defensa del film, incluso algunos apologetas se han arrepentido. Yo no soy fanático de nada y nadie, y mucho menos de Dumont, quien no me cae muy bien. Sé que Adrian Martín escribió algo a favor y no alcancé a leerlo. Te prometo seguir con esto de un modo menos personal y más teórico. Tenemos que discutir a Dumont, pero también a Campanella, quien para mí ni es un impostór, ni un pelígro para el cine independiente. Abrazo. RK
Impostores, enemigos, peligro, apologetas, arrepentidos… no me convencen esos términos. Es simplemente una película.
Te doy la razón Nicolás en eso de que ciertos temas y personajes ayudan a que un film consiga fácilmente apariencia de «trascendente», y es cierto también que las similitudes con Bresson son remotas. Pero no creo que lo de Dumont en «Hadewijch» sea pura exterioridad. La película no es ni compleja ni profunda y, sin embargo, en los primeros planos sobre el rostro y la mirada triste de la protagonista, en su incertidumbre, hay algo bastante sobrecogedor. El guión es un disparate y sin embargo Dumont logra que esos eventos medio absurdos se sucedan con naturalidad, con un despojamiento formal que a mí me resultó placentero.
Y aclaro que no hay en mi caso una predisposición «perdona vidas» de Dumont porque lo elogien los cahieristas o quien sea: cuando vi «La humanidad» coincidí con un crítico estadounidense que, después de verla en Cannes, había escrito que le parecía «una parodia del cine de autor hecha por Mel Brooks».
Efectívamente Roger, el cómo es tan importante como el qué, incluso en la crítica.
Fijate que Fernando dice, en referencia a mi comentario: «impostores, enemigos, peligro, apologetas, arrepentidos… no me convencen esos términos. Es simplemente una película.». Por empezar, solo usé un par de esos términos. Y no, en este caso no es «solo una película» (ni siquiera diría que es «solo cine»): se trata de otra escaramuza en el campo cultural (aunque más no sea en la batalla desigual contra la hegemonía de un cine falso).
Desde ya que hay que discutir el mainstream, pero eso la crítica suele hacerlo con mucha más facilidad… (por eso le pega sin culpas a un Campanella, que puede ser criticado por muchas cosas, pero jamás puede ser catalogado como «impostor»).
Si se acepta que una película «no es ni compleja ni profunda» (que es precisamente lo que pretende ser, en el caso Dumont), no alcanza el «despojamiento formal» (que no es algo necesariamente bueno per se), y mucho menos que «eventos medio absurdos se sucedan con naturalidad» (algo que logra cualquier película de Hollywood…): esa impresión es justamente la clave de su efectismo, y ese efectismo no lo es menos por no ser mainstream (ya que más bien lo pone en el mainstream de cierto cine «independiente»).
En ese sentido es muy acertada la definición de «una parodia del cine de autor», porque entiende que el «cine de autor» parece haberse convertido en un género más (gracias al «international style»), que justamente se vuelve «parodiable» cuando se fosiliza.
Y ahí es cuando se vuelve posible (e imprescindible) «detectar impostores», para que no usurpen (en la consideración crítica) el lugar del verdadero cine «independiente» (o al menos del cine independiente motivado por una búsqueda honesta, y no solo de un lugar en las competencias y reseñas del globalizado mundo del cine «alternativo»).
En fin: que lo que hay que poner en discusión es la misma «política de los autores», que dejó hace rato de ser lo que planteban los primeros Cahiers (es decir: una forma de replantear los viejos paradigmas) para ser usufructuada por un sistema (de producores, fondos, y críticos) que giran alrededor de Cannes. Para los cineastas independientes, esa hegemonía es tan (o más) perniciosa que la de Hollywood, porque es la que condiciona su desarrollo: Es como si el mundial se jugara en un solo país, y siempre con los mismos árbitros… (por eso un Dumont puede llegar a tener más visibilidad que un Favio… Y tal vez por eso -entre otras causas internas- no aparecen más Favios…).
Nicolás: podría comentar o discutirte algunas cosas que decís, pero no voy a hacerlo teniendo en cuenta que me obviás en el debate, dirigiéndote exclusivamente a Roger (aunque citando cosas que yo escribí).
Seguiré leyéndote, de todas formas.
Fernando: me dirijo a Roger porque su comentario antecede al tuyo y porque mi respuesta lo incluye (a tu comentario). Por lo demás, yo no «obvio» a nadie del debate, menos cuando me tomo la molestia de contestar sus afirmaciones. De hecho, preferiría hacer eso y no tener que estar aclarando esto… En fin.
Ni bien pueda te respondo mejor. Abrazo para N y F.
Hermosa reflexión sobre una hermosa película…
Muchas gracias. RK
¿cine zen?¿cine profundamentalista?aclaro que en el misticismo catolico habia algun toque de sensualidad doculta,como en losversos d e teres a d e jesus o juan dela cruz.elmisticismo le parecio simepre sospechoso a los jerarca sd elña iglesia ytodolo que supusiera contyacto directo con la divinidad.