KARATE KID
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
por Roger Alan Koza
TAOÍSMO GLOBAL
Karate Kid, EE.UU-China, 2010.
Dirigida por Harald Zwart. Escrita por Christopher Murphey
*Tiene un rasgo redimible
Esta remake de un «clásico» de la década del ’80 es un síntoma del agotamiento creativo de Hollywood como también un representante ameno de la filosofía dominante (el orientalismo new age) característico de los patrones del entretenimiento universal.
“El buen general no ama la agresión. El buen guerrero no es cruel. Si quieres vencer al enemigo, no lo enfrentes”. El razonamiento aforístico bien podría haber salido de la boca del Buster Keaton oriental Jackie Chan, quien interpreta aquí al Sr. Han, pero la sentencia pertenece a Lao Tse, el fundador del Taoísmo, la milenaria sabiduría filosófica que contextualiza las patadas voladoras y todas las coreografías de lucha que se verán en esta película.
Más que Karate Kid esta remake del viejo clásico de los ochenta debería titularse “Kung Fu Kid”, pues el arte marcial en cuestión es chino y no japonés, y el Sr. Han, el maestro en cuestión, que trabaja como portero de un edificio de Pekín, no es un inmigrante procedente de Okinawa como el legendario Sr. Miyagi (Pat Morita). Son consideraciones menores, pues este y aquel Karate Kid no son otra cosa que filmes inspiracionales para pre-adolescentes en los que la disciplina física es también un método exigente para constituir el carácter.
Como sucedía en el original, un niño de 12 años debe enfrentar la adversidad propia de haberse mudado a una nueva ciudad, lo que implica nuevos amigos (y enemigos), otras costumbres, otra escuela, y, en este caso, otro idioma. Junto con su madre, quien ha sido trasladada en su trabajo de Detroit a Pekín, Dre no sólo tendrá que defenderse de unos patoteros de su escuela, sino que habrá de absorber una cultura radicalmente distinta a la suya. El Sr. Han será su guía principal, también una compañera de escuela capaz de interpretar a Bach y de bailar breakdance, más allá de tener los ojos rasgados.
El entrenamiento marcial diseñado por Chan es vistoso y verosímil. La famosa patada de la grulla es sustituida por el movimiento hipnótico de una cobra; en vez de pintar, el discípulo se entrenará colgando su campera, y la discreta estética taoísta reemplaza la geométrica belleza del sintoísmo, aunque la figura de Mao merodee en varios pasajes.
Los planos aéreos y generales sobre La Gran Muralla y La Ciudad Prohibida parecen auspiciados por el ministerio de turismo de China, pero la dirección de Harald Zwart permite descubrir respetuosamente los laberintos de Pekín, la vida callejera y algunas zonas rurales. En un viaje en tren Karate Kid revela su punto filosófico y el puente entre Oriente y Occidente: la energía vital y cósmica que penetra todas las cosas, lo que se conoce como “Ch’i”, habrá de interpretar Dre ante la enseñanza de su maestro, no es otra cosa que la fuerza de la que hablan los Jedis en Star Wars. En la era global, George Lucas es un epígono de Lao Tse.
Esta crítica fue publicada en el mes de julio por el diario La Voz del Interior.
Roger Koza / Copyleft 2010
Roger, ni el Taoismo es una filosofía ni Lao Tse observa a los opuestos como adversarios, sino como complementarios, muy distinto a Star Wars. ¿A qué viene ese desdén por lo desconocido cuando lo desconocido se presenta incognoscible, es decir, no racional? ¿Realmente crees que el intelecto es el techo de la existencia? Tengo curiosidad…
Edgar: El Taoísmo como el Tao es difìcil de definir. Precisamente llamarle filosofía es un gesto positivo, porque uno de los modos de despreciar los sistemas de creencias orientales es denominarlos como sabiduría. Así se enseña en la academia. La filosofía es occidental, la sabiduría es de oriente. La primera es superior, la segunda es simpáticamente inferior. No pienso que sea así. Sin embargo, creo que para comprender el Taoísmo, el Zen y otros sistemas de creencias hay que viajar a esos lugares, quedarse un tiempo y aprender el lenguaje correspondiente a esas creencias. Nuestras traducciones occidentales de estos sistemas de creencias suelen ser imprecisas y a veces peligrosamente rídiculas. Vulgarmente, por ejemplo, el karma termina siendo un avatar de la culpa cristiana.
Sobre el taoísmo y Star Wars: es lo que dice el niño en la película, su forma de traducción que, por otra parte, ya está claramente enunciado por uno de los profetas más respetables de la nada respetable New Age Philosophy: Joseph Campbell, en su El poder del mito (cap 1) ya asociaba la concepción de energía china con la Fuerza de los Jedis.
Algo más: lejos estoy de creer con Hegel que todo lo real es racional o viceversa. Pienso que el término razón debería indicar la capacidad de nuestra especie de coordinar la conducta propia junto con la de los otros a través de sonidos complejos que llamamos lenguaje. No creo que sea algo más que eso. Abrazo. RK
No comprendo por qué escribís sobre el Karate Kid en eun sitio en el que se escribe de Pedro Costa, vanguardia y otras películas. Me banco que Prividera viva defiendo a Camopanella, tiene estilo y escrbe muyn bien. No te entiendo Roger. Saludos desde el monasterio Shaolín.
Shaolin: entiendo lo que decís. No obstante, todo lo que se estrena me interesa en función de ver que se ve y no se. El copete en negrita al inicio es la razón principal de porque está en el blog. La defensa de Prividera a Campanella me parece legítima; creo que él sobrevalora El secreto, pero entiendo cuál es su estrategia: disctutir la ahistoricidad y la ausencia de política en el nuevo cine argentino. Algo más: el cine, como decía Serge Daney, es una puerta con dos entradas: una popular, sin ella no se entendería el cine como tal; y otra puerta más sofisticada, una entrada por la que pasan sujetos que piden del cine cosas extravagantes. En otras palabras: una casa en la que vive Kluge al lado de Avidsen, aunque un tipo como Hitchcock represente un poco las dos vertientes. RK
Roger: gracias por contestar.
Se me ocurre: los sistemas de creencias son precisamente los que devienen en filosofías, de allí que las tengamos en tan grande número, en tanto que la sabiduría oriental, por usar tus términos, es precisamente la que se inclina por un acercamiento existencial, no intelectual. Occidentales como somos es difícil suponer una verdad que no sea enunciable y demostrable, y allí la razón lo ha probado todo para alcanzar las verdades últimas. Oriente, por su parte descarta de plano tal posibilidad, acepta que la Existencia, lo esencial a ella, es inasible. Y como sin embargo somos ella misma, participamos sin mediaciones de ella misma, a considerado la contemplación «empática», no racional, de su manifestación -Naturaleza- y la introspección -meditación- como camino.
El conocido aforismo del sabio que señala la Luna en tanto los demás le miran el dedo, es aproximativa de esta situación. La mente, el filósofo, pule y busca el dedo exacto, pero si el anhelo es total, del su ser todo, levantará la vista al cielo. Es empático. Es un salto de órbita.
Por tanto el Taoismo o el Zen se encuentran realmente en las antípodas de la creencia. La creencia está por debajo de la filosofía, la percepción inmediata, existencial, es un tema de comprensión instantánea, de darse cuenta, y está por encima de la filosofía. Por eso Lao Tse habla en metáforas, en analogías, y no puede, para provecho de la indiferencia posmoderna y su deidad el ego, reducirse a una filosofía. El Zen ya ni siquiera habla.
La pregunta es, para mí, en referencia a mi comentario, cómo harán los intelectuales honestos, admirables, los buscadores íntegros como mi amigo Koza para no quedar atrapados en la sofisticación ad eternum de la mente. Porque es una estepa, vibrante, sí, pero un plano, a lo sumo un planisferio, pero sin cielo. Porque ese viaje no tiene fin. En tanto la meta nos contiene. Y me enoja un poco, también, sí, ese desdén que a veces salpica tus comentarios.
Ooooommm….
Me agoté. Me voy a tomar un arroz integral con tofu.
Abrazo.
Coincido ampliamente con Edgar en la evidente conveniencia de evitar el desdén (y también su forma humorística, el sarcasmo); sobre todo para un intelectual tan notable como Koza. Se puede entender que otros se sientan tentados a suplir insuficiencias por esa vía, pero no siendo ese el caso de Roger esas manifestaciones salen sobrando. Un abrazo para ambos.
Gracias Fabián. Edgard: a mi entender, nada escapa al lenguaje, incluso el famoso ejemplo de la luna. No tenemos un modo de experimentar el mundo sin el lenguaje que nombra y ordena la percepción. En ese sentido, algunos sistemas de meditación intentan detener el instinto lingüístico. Poder experimental el antes de nombrar, pero son intentos que solamente funcionan como un refinamiento del aparato perceptivo. No obstante, a toda mirada la antecede una creencia. Al decir esto, me refiero a un tipo de creencias que son casi imperceptibles, creencias que sostienen la creencias. El dualismo mente y experiencia que se sugiere en tu comentario conduce a pensar que hay algo previo, más originario. Tengo la impresión de que ese camino propone un falso problema. La mente, el enemigo del esoterismo oriental y algunas prácticas ascéticas, son residuales de una creencia de creencias en la que está explícita este dualismo. Es una contienda con una palabra (en desuso). Mi darwinismo no reduccionista me lleva a entender que no existe tal división. Las creencias se constituyen en el lenguaje. El lenguaje gestiona nuestros actos y cómo combinamos los mismos con los actos de otros. Un abrazo. RK
Querido Roger: el lenguaje es, se me ocurre, precisamente el punto clave, pero lo es en cuanto al fenómeno humano. Si se trata de la comprensión de lo existente el lenguaje es, y no podía ser de otra manera, nuevamente el punto clave: el obstáculo. El lenguaje es creador. «El medio es el mensaje» se aplica también aquí. Imaginate consciente y sin pensamientos, pura observación, sin el artificio del lenguaje: el acceso es inmediato, no hay distancia, somos esta existencia. El vació y el silencio -oriental- no quitan la consciencia, quitan la objetivación, la lectura, y la re-creación concomitante. Lo que digo no es que descartemos la utilidad de este computador biológico, sino que la percepción de lo real no puede ser mediatizada. Somos más. La existencia no nos creo como burbujas, pero nosotros si podemos crearlas y, de hecho, nos pensamos separados de esta totalidad. El Tao, el Zen no solo es el regreso a lo pre simbólico, al «antes» de la aventura intelectual (“algo previo, más originario”) es el después de un viaje de nosotros con nosotros mismos, y en este punto el lenguaje solo es un subproducto, lo en verdad interesante es ese bunker que las neuronas han construido alrededor de sí: el yo.
Gracias por el intercambio, voy entendiendo. Parece que a la hora del giro lingüístico doblamos para distintos lados. Me quedo con el giro copernicano: «En la experiencia cognoscitiva el Sujeto cognoscente es activo, en el acto de conocimiento el Sujeto cognoscente modifica la realidad conocida”. En tanto, la realidad continúa allí, intacta. Esperando el encuentro consigo misma, es decir, una mente sin intercesores.
Hace poco leí una nota sobre una tribu que desvela a Chomsky (te la envié), los pirahãs, que relativiza la teoría de la gramática universal.
Abrazo. Edgar
conoscan la cancion de justin beiebr el niño ya aparece alguna parte de karate kid