IDA LUPINO. DELANTE Y DETRÁS DE LA CAMARA
Han sido muy escasas las mujeres que en los años del cine clásico lograron auténtica trascendencia. Jacqueline Audry en Francia, Muriel Box en Inglaterra y Yuliya Solntseva, esposa del gran Aleksandr Dovzhenko en Rusia son algunos ejemplos. En los Estados Unidos estaba el nombre de Dorothy Arzner hasta que en los años 50 apareció Ida Lupino, quien a esa altura ya tenía una destacada carrera como actriz.
Nacida en Londres en 1918 en una familia de artistas –su padre fue un célebre comediante y su madre una actriz-, su debut cinematográfico se produjo en 1933 de manera fortuita (el papel que hizo lo iba a protagonizar su madre) en una película de Allan Dwan. Luego de algunos trabajos intrascendentes en el cine británico, en 1934 partió para Hollywood, donde después de algunos roles sin mayor relieve llamó la atención por su interpretación en Out of the Fog, una película de Anatole Litvak, con John Garfield. A partir de allí y hasta mediados de los 50, su carrera actoral fue mucho más importante, logrando reconocimiento por sus interpretaciones de mujeres tiernas, aguerridas, vulgares o ambiciosas que la mostraron como una actriz dúctil y de variados recursos. Pero a principios de los años cincuenta a Ida Lupino le picó el bichito de la escritura y la dirección cinematográfica para lo que creó su propia compañía a la que llamo Emerald en homenaje a su madre, aunque luego la rebautizó como The Filmmakers.
Su debut en ese terreno se produjo en 1949 con Not Wanted, (las características de ese debut se mencionan en la reseña del film) dirigiendo luego otros seis films que la mostraron como una directora interesante y de algún modo precursora en posturas que le otorgaban gran importancia al rol de la mujer en la sociedad. Hasta mediados de esa década siguió actuando con bastante regularidad y en los años 60 y 70 espació sus apariciones en la pantalla, dirigiendo e interpretando trabajos para televisión (entre ellos dos capítulos de la legendaria serie Dimensión Desconocida).
Ida Lupino falleció en Los Angeles en 1995 y como mero dato anecdóticos cabe señalar que la gran tecladista, compositora y arregladora Carla Bley le dedicó un tema musical, algo infrecuente referido a estrellas de Hollywood.
En la Sala Lugones del Teatro San Martín se presentó una retrospectiva con varios de los trabajos de Ida Lupino como actriz y directora que reseñaremos brevemente a continuación (me permitiré incluir una película dirigida por ella que no se exhibió en el ciclo (Outrage) y apuntar que las dos últimas exhibidas no llegué a verlas por haberme ido de vacaciones. Comencemos entonces con sus trabajos como actriz.
El lobo del mar (The Sea Wolf, 1941), de Michael Curtiz, es una excelente adaptación de un relato de Jack London, con guion de Robert Rossen, en la que un escritor y una muchacha perseguida por la justicia confluyen en un barco a cargo de un tiránico capitán. Unica fémina en medio de un extraordinario reparto masculino (Edward Robinson, John Garfield, Barry Fitzgerald, Gene Lockart), Lupino traba relación con un ex presidiario que también forma parte de la tripulación. Notable estudio de caracteres, con una excelente galería de secundarios, y una gran iluminación de tintes expresionistas de Sol Polito, la película tiene un gran crescendo emocional que desemboca en un amargo final que el falso happy end no logra atenuar. Una de las mejores películas del director.
Como señalara acertadamente Edgardo Cozarinsky, auténtico-puente entre las películas de gángsters y el film noir, Altas sierras (High Sierra, 1941), de Raoul Walsh, tiene como protagonista a un hombre que sale de la cárcel (gran papel de Humphrey Bogart) e inmediatamente quiere realizar un golpe que le de tranquilidad para el resto de su vida. De manera fortuita conocerá a una muchacha discapacitada de la que se enamorará sin ser correspondido y será acompañado en su trágico periplo por otra chica que se agarrará un gran metejón con él (Ida Lupino). El notable guion de W.E. Burnett (autor del relato original) y John Huston (cuya mano se ve en la caracterización del protagonista) y la maestría narrativa del director llevan inexorablemente el relato a su inevitable desenlace, cargado de un oscuro fatalismo.
Como acertadamente señala Andrew Sarris, la carrera del rumano Jean Negulesco hay que dividirla en un antes y un después del surgimiento del Cinemascope. A la etapa previa a ese soporte pertenecen sus mejores películas y una de ellas es La taberna del camino (Road House, 1948) un relato que puede encuadrarse cómodamente dentro del film noir. En él, Ida Lupino –más bella, provocativa y seductora que nunca- es una cantante de night club y el codiciado botín de dos hombres, el ambiguo patán que protagoniza Richard Widmark (con toques del Tommy Udo de El beso mortal) y el muchacho de principios a cargo del pétreo Cornel Wilde. Negulesco le dedica a Lupino los mejores primeros planos de la actriz en su carrera y consigue un film de un intenso crescendo que desemboca en una secuencia final alucinante.
Nicholas Ray es probablemente el último gran romántico del cine del Hollywood clásico y ello se puede apreciar en Odio en el alma (On Dangerous Ground, 1952), un film con una violenta mitad inicial en la que se describe con precisión la conducta de un rudo policía (una, otra, de los memorables trabajos de Robert Ryan que lo han convertido en uno de los mejores actores de todos los tiempos), un auténtico precursor de los policías que interpretará Clint Eastwood décadas después. Sus métodos provocarán que sea enviado a otra ciudad a invetigar un crimen sexual y allí entrará de manera fortuita en relación con una muchacha ciega (Ida Lupino en uno de sus papeles más contenidos), cuyo hermano, deficiente mental, es posiblemente el autor del crimen que se investiga. La relación que se entabla entre Ryan y Lupino, puntuada por una notable banda de sonido de Bernard Herrmann, si bien de algún modo ablanda la dureza del relato, muestra la personalísima vena poética del director.
Una película anterior de Don Siegel había impresionado a Ida Lupino por lo que en un nuevo proyecto de su productora lo contrató para dirigirlo. Escrita e interpretada por la actriz, La llave 36 (Private Hell 36, 1953) está centrada en dos policías que luego de recuperar un dinero robado, deciden quedarse con una parte del botín. El estilo seco, conciso y visceral de Siegel, su perfecto pulso narrativo y la precisa caracterización de personajes, fusionando con sabiduría los elementos del thriller con el relato intimista, se imponen en el relato, en el que Lupino otra vez interpreta a una cantante que se enamora del policía inapropiado. La innecesaria frase en off del final del film no logra atenuar el amargo sabor en la boca que deja la película.
La mirada liberal, ocasionalmente ligada a la izquierda, sobre las miserias de Hollywood ha dado lugar a varias películas de desigual valor. La intimidad de una estrella (The Big Knife, 1955), de Robert Aldrich, es una adaptación de una obra teatral de Clifford Odets, representante de la corriente antes señalada. El film, de neto cuño teatral en su estructura y bastante fechado, presenta la tensión entre la mirada crítica de Odets sobre el mundo del cine y las preocupación de Aldrich por los desequilibrios emocionales de sus personajes. Menos sutil que, vg, Cautivos del mal, la gran película de Vincente Minnelli, ofrece las recargadas sobreactuaciones de Jack Palance, su protagonista principal y Rod Steiger y una mirada considerablemente misógina. Para recordar la interpretación de Ida Lupino, en uno de sus mejores papeles y y la cínica y helada máscara de Wendell Corey.
Mientras duerme Nueva York (While the City Sleeps, 1956) es la última película norteamericana de Fritz Lang y una de las preferidas del realizador. La muerte del director de un periódico provoca una feroz competencia entre varios periodistas del mismo por la sucesión, mientras una serie de asesinatos de mujeres conmocionan as la ciudad. Con un reparto notable (se destaca Thomas Mitchell y la Lupino interpreta a la calculadora amante de uno de los periodistas), Lang elude el suspenso acerca de la identidad del asesino y traza un inesperado paralelo entre el criminal y el personaje aparentemente más sano de la película que utilizará a su novia como cebo. Además el film –dentro del dramático contexto de los sucesos- ofrece algunos sorpresivos toques de comedia.
El cine de Sam Peckinpah se caracteriza por varios relatos de una inusitada violencia aunque hay también en su obra remansos melancólicos (Pistoleros al atardecer) o de un apasionado lirismo (La balada del desierto). Dentro de esta línea, aunque sin llegara a la altura de esos films, está Hijo del torbellino (Junior Bonner, 1972), un relato ambientado en el mundo del rodeo y que tiene como protagonista a un muchacho que regresa a su pueblo para participar en una competencia y recomponer la relación con sus padres (notables Robert Preston e Ida Lupino, en uno de sus últimos papeles importantes). Un film de un tono sereno y pausado que capta con precisión los climas que la narración requiere.
Pasemos ahora a los films de Ida Lupino como realizadora:
En 1949 Lupino escribió una película cuya dirección se le encomendó al veterano artesano Elmer Clifton. Sin embargo, este se enfermó a los tres días de filmación y el rodaje quedó a cargo de Ida (aunque no figura acreditada en el film). La película fue No deseado (Not Wanted, 1949) y comienza con una muchacha que levanta un bebé de un carrito y pretende quedárselo. Un prolongado flashback (ocupa casi toda la película) desarrolla la historia de la protagonista, una chica con problemas con sus padres que se enamora de un pianista de bar y decide fugarse de su casa para encontrarse con él en otra ciudad. Cuando el músico la rechaza y abandona entra en relación con un empleado de una gasolinera amable y bonachón. Los hechos se precipitan cuando se descubre que ella está embarazada (del pianista) y comienzan sus dudas acerca de tener o no el niño, a quien finalmente cederá en adopción, un hecho del que pronto se arrepentirá. Lo interesante del film es que esboza algunos temas infrecuentes para la época como el de las madres solteras y la adopción y cuenta con un muy buen trabajo en el protagónico de Sally Forrest.
La permanente intención de manejar sus relatos dentro de un estricto realismo llevaron a Ida Lupino a recrear una situación de su vida, la poliomielitis que contrajo siendo muy joven. Es así que La tragedia del temor (Never Fear, 1950) está centrada en una muchacha que trabaja con su novio, ambos bailarines y que repentinamente sufre un ataque de polio que la deja discapacitada. El film, a mitad de camino entre el melodrama romántico y la película sobre la enfermedad de la semana, carece de la intensidad de otros títulos de la directora y acumula numerosos clisés que debiltan el relato. Hay algún buen momento, como la del baile de los imposibilitados en sillas de ruedas pero la película desaprovecha la posibilidad de una resolución adulta, reemplazándola por un final feliz forzado de tono edificante. Un trabajo menor de Lupino como directora.
Ultraje (Outrage, 1950), no exhibida en este ciclo, presenta en caso de violación, ratificando que Ida Lupino se metía en temas casi tabú para la época. La primera media hora del film es realmente muy buena en su descripción de caracteres y con una excelente secuencia en la que el violador persigue a la muchacha por calles solitarias y nocturnas y resuelve la situación con un notable fuera de campo. A partir de ese momento el film da un vuelco y muestra como la chica es llevada por un sacerdote a su casa, entablándose entre ellos una relación que fusiona la tentación con la represión. Este segmento de amor frustrado del film tiene menos interés, aunque la relación de los personajes está tratada con tacto y sensibilidad.
En La muerte en acecho (The Hitch-Hiker, 1953) el protagonismo no es femenino ya que narra la odisea de dos amigos que se dirigían a pescar cuando son asaltados por un asesino serial que literalmente los secuestra. El film es un tenso thriller que transcurre entre el interior del auto de los amigos y el árido desierto donde transcurre la segunda parte del film. Lupino desarrolla un relato de creciente suspenso, que incorpora varios de los elementos del film noir, con un muy interesante estudio de caracteres y en el que incorpora con eficacia una de las reglas fundamentales del género: que el personaje más atractivo del relato sea el del villano. Un pequeño clásico cercano a los films de clase B.
Un matrimonio se dirige a una agencia para conseguir la adopción de un niño pero algunas dudas del hombre provocan una investigación de la que surge que tiene no solo otra mujer sino también un hijo con ella. Ese es el punto de partida de El bígamo (The Bigamist, 1953) un film que anticipa en varios años la idea que desarrollará luego Agnés Varda en la exitosa La felicidad. El título más complejo y maduro de Ida Lupino como directora y el único en el que participa como actriz, interpretando a la segunda mujer. Eludiendo los cuestionamientos morales y mostrando una mirada sensible y compasiva hacia los personajes, la realizadora ofrece una reflexión adulta sobre un tema conflictivo, algo que profundiza el final abierto que propone la película. Una obra considerablemente audaz y provocativa para la época en que fue filmada.
Fotogramas: The Bigamist; 2) The Sea Wolf; 3) Private Hell 36; 4) Outrage
Jorge García / Copyleft 2020
EL FILM «el lobo de mar», la addaptacion del relato original de J. London, es precario en el tema de fondo y su narracion convencional, con un final [happy end], donde los malos [bandidos], nunca se puede saber, adonde van?.
El film «la muere en acecho», en su prolongada narracion – disparando en automovil -los personajes fatigan, con su actitud convencional y prevista. Es un cine de estudio y elaboracion de epoca.