SEMANA DEL 13 AL 19/09 EN CINECLUBES
LA CUMBRE: EN EL CINE LUIS BERTI, BELGRANO 470
PELÍCULA DEL MES
15 de septiembre a las 18.15hs: El Holocausto no es un género de Hollywood
Moloch, Alexander Sokurov, Rusia, 2003
94’ / ATP
Cortometraje: Sonata para Hitler (11’), de Alexander Sokurov, Rusia, 1989
La película más progresista de Sokurov resulta ser también la menos abstracta, aunque su admirable propensión a convertir el cine en pintura en movimiento sigue presente. Después de los acordes de Parsifal de Wagner, contemplar a Eva Braun desnuda bailando por los recovecos de un castillo de fin de semana remite a la estética de Leni Riefenstahl, la cineasta del Führer. Puede parecer paradisíaco, aunque quienes descansan en la mansión son los ciudadanos ejemplares de la ignominia y la más alta estirpe de la crueldad. Es 1942. Hitler (Adi, le dice Eva), Goebbels y su mujer y otros miembros del partido nazi son los personajes patéticos de este primer episodio de una trilogía destinada a retratar dictadores del siglo XX. El Hitler de Sokurov es, esencialmente, banal y delirante, a tal punto que en sus meditaciones caprichosas roza la caricatura chaplinesca, aunque aquí la locura del dictador vegetariano alcanza una dimensión física. Moloch está construida como si su estética fuera en sí la representación material del psiquismo caótico y distorsionado de Hitler, sin por esto renunciar a componer escenas que compiten bien con un cuadro de Rembrandt o Friedrich. (Roger Koza)
15 de septiembre, a las 20.30hs: Godard en foco
El soldadito, de Jean-Luc Godard, Francia, 1963
88’ / +16
Cortometraje: Llórame un río (19’), de Jia Zhang-ke, China, 2008
Rodada en 1960, muy poco después de Sin aliento, la segunda película de Jean-Luc Godard (y su primera película con Anna Karina) está más cerca de las cavilaciones intelectuales que caracterizan su obra más tardía. Michel Subor interpreta a un agente secreto en Génova que termina siendo torturado por el Frente de Liberación Nacional de Argelia –lo que parece más un test de machismo, como la prolongada golpiza al héroe en La llave de cristal, que la consecuencia de una toma de posición sartreana–. Por años, debido al modo en el que el film concibe la tortura y el terrorismo, El soldadito estuvo prohibido en Francia; de hecho, Godard estaba más cerca en aquel entonces de la derecha, pero, como su protagonista, tenía dudas inmensas. La contemplativa voz en off de Subor y la fotografía sombría de Raoul Coutard le imprimen un tono austero y grave a la película, al menos si se compara con la exuberancia jazzística de Sin aliento (Jonathan Rosenbaum)
VILLA GIARDINO: EN EL TEATRO ALEJANDRO GIARDINO
19 de septiembre, a las 20.00hs:
Las armonías de Werckmeister, de Béla Tarr, Hungría, 2000
146’ / +13
Una escalofriante, hipnótica e intensa interpretación sobre la depuración étnica (en espíritu si no en la letra) del maestro húngaro Béla Tarr, situado casi virtualmente en el mismo mundo rural en blanco y negro de sus películas La condena y Satantango (ambas también coescritas con Laszlo Krasznahorkai). Como ocurría en Satantango, Krasznahorkai trabajó con Tarr en la adaptación de su propia novela, La melancolía de la resistencia, aquí reestructurada y muy trabajada en términos de secuencias narrativas y perspectiva, de tal modo que está fundamentalmente limitada a la experiencia de un mensajero simplón y una figura artística. Un “circo” decrépito (en realidad un camión gigante) en una ciudad empobrecida muestra el cuerpo disecado “de la ballena más grande del mundo” mientras corre el rumor de la llegada de un “príncipe” extranjero. En algún momento, los desempleados del pueblo habrán de tomar el hospital local como si fueran una horda de linchadores, y procederán a devastar todo. Las semejanzas de las novelas de Krasznahorkai con la ficción gótica del Sur son llamativas (como ocurre también con otras alegorías de Europa Oriental), dando lugar a una prosa cadenciosa, tan monótonamente adusta como la de Thomas Bernhard. Los planos extensos en los que se sigue a los personajes –el equivalente estructural de las oraciones en las novelas de Faulkner, aunque aquí el contenido remite a las comedias de la inercia de Beckett– subrayan nuestra complicidad fácil con estos monstruos, y con los actores, incluyendo a Hanna Schygulla en un bienvenido regreso. Se extraña quizás el sarcasmo y la duración de Satantango, pero se trata de una obra esencial, especialmente para todo aquel que desconozca el cine de Tarr. (JR)
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