TIEMPOS INCIERTOS
El primero de marzo terminó la Berlinale, uno de los tres festivales más grandes y decisivos del mundo, después de Cannes y junto con Venecia. En la entrega de premios ya se percibía una situación incómoda. La pandemia avanzaba, Alemania empezaba a ser un foco de infección y más de mil personas estaban sentadas en el Palacio del festival esperando que Jeremy Irons diera a conocer a los ganadores. Todavía, en ese momento, la tos de un espectador no tenía la musicalidad del más allá, pero algo estaba sucediendo afuera que señalaba lo incompatible del evento con la realidad microscópica del virus, que ya se esparcía en la tierra de Fassbinder y Herzog.
Después empezaron a correr rumores sobre el Festival de Cannes, cuya fecha de inicio era a mediados de mayo y cuya programación habría de darse a conocer el 15 de abril. La organización de Cannes esperó hasta último momento para anunciar la postergación del festival, mientras los hospitales de París ya no daban casi abasto con sus enfermos necesitados de respiradores y asistencias diversas.
Al igual que pasa con los avatares de la industria y las reglas de la estética, Cannes es ley. Si el festival de festivales no se hace, el resto de los festivales habrá de afrontar dilemas similares. Es así como la presunta falsa elección entre economía y salud no fue ajena a las autoridades. La racionalidad no económica se impuso, y el festival no se hizo. Los efectos no son menores; cientos de películas no se estrenarán, toda una industria global se detiene y una cantidad enorme de trabajadores quedan suspendidos. Sucede que un festival de cine, por definición, es un encuentro multitudinario. Los cinéfilos llenan las salas, los periodistas también; la gente de la industria acompaña las películas y prosigue con sus proyectos. Un festival es la plataforma de lanzamiento de casi todas las películas, y su realización promueve el turismo, intensifica otros negocios y enriquece la vida cultural de la ciudad en la que se celebra.
Frente a este impasse biológico y económico, muchos festivales han optado por presentar una alternativa online, algo que es posible para películas pequeñas u otras que ya han tenido estrenos precedentes en otros festivales importantes, pero los títulos fuertes de la temporadas, esos que comienzan en Berlín, Cannes y Venecia, no pueden arrancar por esa vía, ya que dependen de un contexto que requiere la visibilidad de las estrellas, el contrapunto de la prensa mundial y el aplauso de una audiencia numerosa. El aura de los festivales es irreproducible en el cosmos virtual.
Ante este panorama, no hay indicios de qué puede pasar. El Festival de Venecia anunció que todo sigue en pie, incluso si la podredumbre de los cadáveres en ciudades cercanas aún puede olfatearse. Los programadores de San Sebastián siguen pidiendo screeners, como si septiembre fuera un mes en el que todo esto habrá terminado. Con grandeza y precisión, Lili Hinstin, la directora artística de Locarno, festival que se iba a celebrar a inicios de agosto, explicó algunas razones por la cual el evento se cancelaba hasta el año que viene, dándoles libertad a las películas seleccionadas para ser incluidas en otros festivales que acaso puedan realizarse después de agosto.
Festivales como los de Mar del Plata, Viena y San Sebastián vienen concibiendo estrategias para no cancelar la realización en este año. Menos películas, más funciones, espectadores alejados entre sí, pocos invitados, presupuestos acotados. La gran incógnita es saber qué pasará con el público. ¿Se sentirá resguardado y a salvo en una sala de cine? No es muy difícil conjeturar qué puede suceder al respecto.
Fotos: Viennale; Alfombra de Cannes.
*Este texto fue publicado por el diario La Voz del Interior en el mes de mayo 2020.
Roger Koza / Copyleft 2020
Cito: «Frente a este impasse biológico y económico, muchos festivales han optado por presentar una alternativa online, algo que es posible para películas pequeñas u otras que ya han tenido estrenos precedentes en otros festivales importantes, pero los títulos fuertes de la temporadas, esos que comienzan en Berlín, Cannes y Venecia, no pueden arrancar por esa vía, ya que dependen de un contexto que requiere la visibilidad de las estrellas, el contrapunto de la prensa mundial y el aplauso de una audiencia numerosa. El aura de los festivales es irreproducible en el cosmos virtual.»
Y comento: ya lo sabemos, las visión on line de una película no podrá nunca compararse com su visionando en una sala bien equipada, pero las razones que se argumentan en el párrafo citado, me parecen más cerca de la frivolidad que de problemas genuinos. En cambio, se olvida el autor de la nota, el hecho revolucionario y democratizador, que significa poner al alcance de millones de cinéfilos filmes que de otra forma nunca podrán ver. Creo que el autor olvida el enorme privilegio que significa para los criticos asistentes el poder visionar y criticar películas que la mayoría de los cinéfilos del mundo nunca veremos. Con los recursos que provee Internet, con Covid 19 o sin Covid 19, la transmisión on line debería ser una obligación moral de todos los festivales del mundo. Pensemos solo en nuestro país, Argentina. Los que pudimos ver películas en el BAFICI, o en el Festival de Mar del Plata, en años anteriores, somos unos privilegiados. No todos los argentinos, sobre todo los del interior, tienen el tiempo y el dinero necesario para asistir a estos eventos. Siempre me molestó el carácter elitista de los Festivales de cine, y su limitado acceso al público del mundo entero. Es hora que todos los cinéfilos podamos «estar» en Cannes, Venecia o Locarno desde nuestro hogar sin otra condición que nuestra pasión por el cine.
Y con proyecciones subtituladas en la mayor cantidad de idiomas posibles, como lo hace desde hace varios años el MyFrenchFilmFestlval que ha sido pionero en esto de las transmisiones on line, aunque los títulos proyectados, en la mayoría de los años, no sean destacables, ¡se subtitulan en 13 idiomas! A elección del espectador
Estimado lector:
La lectura del párrafo que usted cita confunde la descripción en el texto y las razones allí expuestas, como si estas fueran del autor de la nota y abrazara como razones propias, una orientación hermenéutica en su lectura que es una posible entre otras, y que en un debate a fondo puede esclarecerse con mayor precisión. Curiosamente, son esas mismas razones a la que alude Paul Schrader en una reciente nota que le hicieron en una revista anglosajona para que los festivales A se celebren, al menos hasta que finalice la situación de la pandemia (algo usted no le dispensa mucha atención alguna, porque la nota es fundamentalmente una impugnación a que se lleven adelante los festivales) en Neflix. (No me pronunciaré sobre esto, solamente diré que esa empresa dista de ser popular).
Si bien puedo advertir un insidioso matiz en el comentario, haré de cuenta que no presto atención a ese rasgo de la intervención, y sí le responderé a fondo, porque con sus palabras -más allá de las intenciones- se puede sí erigir alguna que otra cosa edificante.
1.Lo que yo no desarrolle a fondo en la nota es el concepto de aura, el que sabrá usted, está relacionado con una noción de Walter Benjamin y la crítica a la reproducción técnica que este le dispensó en el universo de las artes. El aura consistía en una relación ontológica que se establecía entre la ejecución viviente de una obra o la presencia de esta ante una mujer o un hombre que la contemplaba y hacía experiencia de la misma. WB intuía algo: en la obra había un resguardado, algo en sí podía de la naturaleza de esta podía ser sentido por quien iba al encuentro de la misma. En otras palabras, una cosa es ver un Van Gogh ante los ojos, otra cosa es verlo en la propia computadora. Lo mismo: una cosa es ver un film en 35mm de King Vidor de 1934 proyectado en ese formato y en una pantalla enorme, otra es verlo en MUBI. Las funciones de cine, en la actualidad, y creo yo si estas proyectan películas en fílmico restituyen el aura de una época del cine en la que este era popular. Algo de esta naturaleza, sobre todo en tanto a la experiencia colectiva en sí de ver un film en un festival, remite a ese encuentro con la obra y con los autores. Detrás de la imbecilidad de las alfombras rojas -las que he vapuleado en todo lo que he escrito en mi vida-, el mismo hecho de que las “estrellas” estén y los directores se encuentren también allí con su público revive tímidamente una experiencia directa con la obra. Lógicamente, en los grandes festivales la idea de espectáculo se impone, pero incluso en un espacio como en Cannes, no sucede del todo. Le daré un ejemplo: ver a Ventura, en mayo de 2006, a las 4pm de la tarde, en el gran Teatro Lumière, en el estreno mundial de Juventud en marcha encendió una dimensión del cine, algo muy cercano a la vindicación de un sujeto el que jamás es dignificado en el cine. Esto fue una experiencia de otro orden, que nada tenía que ver con el espectáculo.
2. Estoy a favor de todo tipo de democratización, y el propio sitio en el usted es visitante debería ser en sí una prueba en la praxis de ese ejercicio. Sé muy bien que una cantidad de películas ignotas o tapadas por el poder de los festivales grandes y la industria han sido vindicadas aquí y dadas a conocer. Una cantidad importante de directores desconocidos han sido entrevistados en este sitio y se ha escrito sobre películas tan distantes como Lluvia de jaula, Hierba, En el desierto y tantas otras, que no pertenecen al imperio de los poderosos. Como programador, por otra parte, he intentado siempre que las películas más desprotegidas puedan verse en todos los cines posibles, incluso en lugares de esta provincia, como Serrezuela, a donde fui a ayudar a que se hiciera un cineclub. No solamente no me olvido de la democratización y la revolución digital, sino que he mantenido una praxis ininterrumpida gracias ese cambio, desde 1997 a la fecha. Usted no interactúa solamente con alguien que escribe, y sé que lo sabe porque por años ha sido asistente de uno de los seminarios que dicto.
3.Es deseable que los festivales de cine puedan, al mismo tiempo que se celebran, poner disponible su programación online. En esa línea, Venecia y Locarno han brindado acceso en las ediciones precedentes, no en su totalidad, porque usted parece olvidar que los festivales exhiben películas, pero no son dueños de estas. Allí están los productores y los agentes de venta. Cuanto más grande son las películas, menos proclives son sus responsables a que estén disponibles de ser vistas online. Puede, como yo, no estar de acuerdo, pero por el momento no hay ningún indicio -más allá del delirio de muchos compatriotas que parecen creer que sí- que el comunismo esté ganando territorio en el siglo XXI. El cine sigue asociado al mercado y sus reglas.
4. El autor, como dice usted, jamás olvidó el privilegio que significa poder asistir a un festival de cine, por lo que siempre se ha desvivido por comunicar y democratizar lo que ve en un festival, algo que puede usted corroborar en los programas de televisión, radio y asimismo en la cobertura anual de los festivales a los que asiste en carácter de crítico y no como programador del mismo. A usted le puede parecer inapropiado lo que escribe, no gustarle, pero lo hecho está a la vista, y dudo mucho que usted pueda siquiera darse cuenta que para escribir diariamente desde Cannes, el autor duerme entre 3 a 4 horas por días, y que de las publicaciones en este sitio no recibe siquera un euro; este sitio, que no es un blog, y del que se mantiene diariamente, es de acceso gratuito, pero le aseguro que cuesta bastante dinero sostenerlo anualmente.
5. Dudo que en todo lo que haya escrito a lo largo de los últimos 20 años de carrera, yo sea insensible a todos aquellos que no tienen los mismos privilegios que usted y yo. Mi método de lectura -y por método aquí asumo un camino, jamás ha dejado de lado el concepto de clase y las dolorosas diferencias entre estas. Busque, lea, póngame a prueba.
6. Sobre el festival francés, al que se refiere, la tarea es loable, pero su programación es tardía, y la posibilidad de poner a disposición entre 10 a 12 subtítulos tiene que ver justamente con películas que ya han pasado por todos los circuitos de festivales (lo que abarata el tema de subtítulos) y también se han estrenado en los países centrales. No siempre ofrece una gran programación, pero siempre hay dos o tres películas notables.
7. El carácter “elitista de los festivales”… La sinécdoque es un típico giro retórico que expresa el prejuicio del que enuncia. A muchísimos festivales de cine, muy pocos, verdaderamente, son elitistas. Venecia y Cannes, sin duda, de ningún modo Berlinale y Locarno. En la Plaza Grande de Locarno, miles de personas ven todas las noches películas; está reunido el pueblo frente a la pantalla. Por cierto: ¿sabía usted que ni bien termina Cannes, hay dos o tres días en los que se exhiben las películas de la competencia de forma gratuita para quienes viven en esa ciudad? Hasta los poderosos sienten un poco de pena y culpa por sus privilegios. Igual, tiene usted razón: Cannes sí es elitista, o, más bien, es un festival de industria, lo que no es necesariamente un festival de elite, pero sí tiene efectos indirectos por los que uno estando allí así lo siente. Pero hay ciento de festivales, que no dejan nunca de abrir las puertas de la percepción a las sociedades que se dirigen: Mostra de Tirdantes es directamente gratis, FicValdicvia es tan accesible como tomarse un café, ni qué decir de otros como Ficunam, IndieLisboa, Bolgona y la lista es larga.
Pero nunca, como suele suceder, faltará quien le endilgue a un festival el habitual regaño sobre su presunta política de programación elitista. Estos suelen mirar Neflix, festejar 4X4 y se sienten conformes con la programación anónima del mercado. El cine, sí señor, debe y puede ser para todos; todos pueden ver un film de Straub-Huillet, y todos podemos retomar la gran tradición de Chaplin. A esa tradición me remito, y a la misma trato de honrar cada día que publico y en cada actividad que realizo.
RK
Juntar algunas de miles de personas en Locarno no lo hace popular, ese concepto en la era de Internet, es obsoleto. Un verdadero festival que democratice el acceso al buen cine que se proyecta en esos lugares debería llegar a todos los confines del mundo. Yo vivo en Córdoba, nunca pude ni podré ir a Locarno, quizás un 5% de las buenas películas, lleguen a Córdoba alguna vez por alguna via. Hoy la democeatizacion en el acceso al cine de calidad pasa por facilitar su acceso a millones de personas dispersas en los 5 continentes. Valoro el esfuerzo que Usted hace de asistir y escribir sobre lo que ve en esos festivales, pero de poco me sirve su crítica si nunca podré acceder al visionado de la mayoría de esas películas, y confrontar su punto de vista con el mío
1. Masivo y popular no son conceptos equivalentes; y el acceso a Internet, ya que usted ha insistido en una lectura social en todo esto, no es concomitante a todas las clases sociales, como esta pandemia ha demostrado en materia educativa; una cantidad de personas dan y reciben clases por Zoom y plataformas similares, pero hay una gran cantidad de la población cuya máxima posibilidad de conexión pasa por el WhatsApp y no pueden participar de esa notable herramienta virtual. El acceso a internet y la posesión de máquinas para ver películas como corresponde les ajeno a un inmenso grupo de ciudadanos.
2. Que usted no pueda ir a Locarno (yo solo he ido una vez y como jurado, de lo contrario tampoco puedo asistir por cuenta propia) no destituye la índole popular de las funciones nocturnas en la Plaza, una reunión que congrega a más de 5000 personas de todas las edades durante 10 noches consecutivas. Algo de eso aún se puede ver en Mar del Plata y su festival.
3. Más de la mitad de las películas que se ven en esos festivales terminan viéndose en festivales, muestras y servicios on demand, por lo tanto no es cierto que usted no puede ver esos filmes; sí no puede hacerlo en el inicio, cuando se estrenan en esos festivales. Por otro lado, en la medida que algunos críticos se preocupen en escribir sobre esos films y den a conocer su existencia y las razones por la cual les han parecido extraordinarias, sí le sirve a usted, si no es perezoso, en tanto puede ir armando un mapa con los títulos que llegarán tarde o temprano y pueden serle de su interés en un futuro ni muy lejano. Desde ya puede prescindir de leer este sitio, pero si lee los reportes rigurosos de otros colegas -como yo mismo hago cuando no asisto a Venecia, por ejemplo, donde jamás pisé- puede empezar a confeccionar una lista de películas para buscar y ver un poco después en festivales, plataformas o directamente bajarlas.
4. Y si hay algo que me resulta siempre sospechoso es el concepto de cine de calidad, un concepto que suele desdeñar, justamente, el cine popular, a veces asociado a los géneros y prescindentes de la égida y el aura del autor. Dicho esto, la idea de buen cine implica problematizar una cantidad de presupuestos que excede la nota inicial, sus comentarios y los míos. Sin embargo, hay bastantes publicaciones aquí y en otros sitios que, llegado el caso, pueden llegar a ser clarificados en esa discusión.
Buenas noches.
R