Quien haya seguido las crónicas de las últimas semanas en la vida de los Estados Unidos, y haya sido capaz de sortear la magnética trituradora del periodismo de opinión que transforma cualquier evento en un signo muerto del sentido común, ese discurso de certezas y oposiciones que detiene el pensamiento y clausura la inteligencia y la indagación, tal vez pudo cruzarse con Cornel West, el filósofo afroamericano, cuya fluidez discursiva remite a la musicalidad y elegancia de Duke Ellington y sus ocurrencias conceptuales tienen algo de la libertad del free jazz en los modos de asociación. West puede citar en una frase a Vico, Beethoven, Rimbaud, Rorty y Charlie Parker, como si todos estos pertenecieran al mismo elenco conceptual del Logos.

En estos meses en que la nación más poderosa del mundo está convulsionada, a West lo invitan de todos los canales de noticias del mundo. En un mismo día puede aparecer en la CNN, en Democracy Now, en un canal australiano y otro francés, más allá de que siempre se repite el fondo: el living de su casa, y el frente: West despeinado y sonriente, siempre verborrágico y de buen ánimo y amorosamente insolente. Es que West profesa el cristianismo, y abraza el enunciado del fundador de esa religión al pie de la letra: el amor es supremo, como también dijera John Coltrane, pero la ferocidad y la impugnación no están excluidas de su retórica caritativa. Es por eso que puede menoscabar a Trump con un buen sustantivo y un adjetivo, y puede injuriar con justeza al expresidente Barak Obama por haber sido fiel al militarismo estadounidense y a los poderosos de Wall Street. West tiene el don de saber decir lo que nadie dice sin recurrir a la argumentación erigida en el desprecio. El hermano Donald es un canalla, pero no deja de ser un hermano.

Ante los acontecimientos recientes en torno a la sociedad estadounidense movilizada después del asesinato de George Floyd, West no se calla y conjura el límite de la corrección política y la perversión intelectual con la que suelen evitarse señalar que el capitalismo y su encarnación actual como neoliberalismo no son un destino ni mucho menos el único juego de la ciudad. Arremete contra el sistema imperante, sitúa sus fallas endógenas y jamás cede a la comodidad del nihilismo lúcido o del cultivo de una filosofía de la desesperación. West retoma el canto de Whitman, el experimentalismo democrático de Dewey, la rabia de Malcom X y la lucha por los derechos de Martin Luther King; su filosofía es de afirmación.

El autor de La evasión americana de la filosofía, Race Matters, Democracy Matters suele tener papeles secundarios y participaciones en algunas películas, las más conocidas y filosóficas, Matrix recargado y Matrix revoluciones, aunque la más eficiente para introducirse a su pensamiento es Examined Life, de Astra Taylor. El segmento que protagoniza dota a la película de una indesmentible vitalidad, tan característica de su oralidad en donde la filosofía linda con el ritmo oratorio de los profetas y los timbres sonoros de la trompeta de Miles Davis. Su participación apenas dura 15 minutos, suficientes para constatar el entusiasmo que puede transmitir la palabra. Los silogismos del hermano West hacen indistinguibles el deseo de saber del deseo de vivir.

*El fotograma de inicio pertenece a Examined Life.

Este texto fue publicado en otra versión por la revista Número Cero en junio 2020.

Roger Koza / Copyleft 2020