CINE Y CIENCIA: DE COMO LA CURIOSIDAD ASTRONÓMICA AYUDÓ AL NACIMIENTO DEL CINE
La fotografía supuso en la segunda mitad del siglo XIX un cambio radical en la observación del universo. Gracias a la mayor capacidad de captación de luz que tiene el film fotográfico, la ciencia pudo adquirir muchísima información nueva que no estaba al alcance del ojo humano. Al paciente estudio de las placas fotográficas se dedicó, por ejemplo, un grupo mítico de mujeres en el observatorio de Harvard, las sacrificadas y no suficientemente recompensadas “calculadoras”, mujeres como Williamina Fleming, Annie Jump Cannon, Antonia Maury o Henrietta Leavitt que ayudaron a levantar la cosmología del siglo XX.
Una de las personas que comprendió el valor de la fotografía en la investigación astronómica fue el francés Pierre Jules Cesar Janssen, nacido en París el 22 de febrero de 1824. Jules Janssen estudió física y matemáticas en la Facultad de Ciencias y se dedicó a la docencia, pero si pasó a la historia fue por su participación en notables misiones científicas que lo llevaron a Perú, Italia, Suiza o Portugal, o por los viajes que emprendió para observar eclipses solares en la India, Argelia, Tailandia o España (el de 1905, ya con 81 años). A partir de las observaciones del espectro del Sol que hizo primero en la India y luego en repetidas observaciones, también de otros científicos (Joseph Norman Lockyer, Edward Frankland), se detectó la presencia de un componente en la estrella que entonces no se conocía en la Terra, un elemento químico que fue bautizado como “helio”. Hoy sabemos que es el segundo elemento más común del universo, aunque escasea en nuestro planeta.
Otra de las misiones emprendidas por Jules Janssen lo llevó a Japón en 1874 para observar un tránsito de Venus, el paso del planeta por delante del disco solar, un fenómeno no muy frecuente. Siglo y medio antes el astrónomo Edmond Halley había formulado un método para determinar la distancia entre la Tierra y el Sol, la llamada “unidad astronómica”, gracias a la observación de un tránsito. El método se basaba en la determinación exacta del paso de Venus delante del Sol desde dos puntos de la Tierra diferentes y de manera simultánea. Cada observador ve el “camino” del planeta por delante del Sol a diferente altura del disco y a partir de eso -y del conocimiento, insisto, muy muy preciso de las posiciones de observación y de los tiempos de paso de Venus por el disco- podría estimarse mediante cálculos trigonométricos la distancia Tierra-Sol (PDF con la descripción del procedimiento en español, 293KB: http://sac.csic.es/unawe/Actividades/guia_profes_venuspdf.pdf).
La medición de esos puntos de paso de Venus con gran exactitud no es un problema precisamente trivial. A Janssen se le ocurrió que la fotografía podía ayudar. Inventó un dispositivo que permitía la obtención de fotografías en secuencia a intervalos regulares, una detrás de otra, con el objetivo de conseguir una serie detallada de imágenes del planeta contra el Sol que serviría para efectuar medidas fiables. Si se consiguieran “muchas imágenes”, podríamos encontrar en ellas los momentos de contacto que nos interesan, cuando Venus “toca” el Sol por fuera, por dentro, cuando entra, cuando sale… El aparato en cuestión fue el “revolver fotográfico” y antes de emplearlo en el tránsito de Venus real lo probó con un “tránsito simulado”, del que resultó la placa de la imagen de la derecha. En este vídeo pueden verse esas imágenes animadas: https://www.youtube.com/watch?v=LowU9vKZzJs
Janssen encabezó una expedición a Japón para fotografiar el tránsito del 9 de diciembre de 1874. Tomó 47 imágenes con su “revólver” pero la imprecisión de la técnica no permitió obtener unos resultados tan buenos como los soñados (y en general no mejores a los obtenidos con otras técnicas, como la observación visual del Sol o la proyección en una pantalla). Janssen siguió depurando su aparato y en 1875 lo presentó ante la Société Francaise de Photographie. El “revólver” fue una inspiración decisiva para el desarrollo de la “cronofotografía”, en la que brilló el trabajo de Étienne-Jules Marey (1830-1904), autor del “fusil fotográfico”, y el de Eadweard Muybridge (1830-1904). Entre las fotografías en serie y la invención de las imágenes animadas había sólo un pequeño paso por dar. El cine, a fin de cuentas, no deja de ser una colección de fotografías en secuencia que el cerebro procesa como movimiento continuo una vez que se supera un determinado ritmo de imágenes por segundo.
Jules Janssen fue nombrado director del observatorio astronómico de Meudon, en la periferia de París, en 1875. Allí murió veintidós años después, el 23 de diciembre de 1907; en esa altura el cine ya había demostrado ser algo más que un juguete científico y había abierto un nuevo mundo a la creación y el conocimiento humano.
…y de como el cine ayudó al progreso de la astronomía
Si a lo largo del siglo XIX la fotografía demostró ser una herramienta eficacísima para el estudio del cielo, era natural que muchos astrónomos pensaran también en las posibilidades que ofrecía un invento tan revolucionario como el cinematógrafo. El cine permitía registrar un buen número de imágenes por segundo y eso, a pesar de las limitaciones técnicas de esos primeros tiempos, resultaba muy valioso para captar fenómenos de corta duración, como la totalidad de un eclipse solar. Todo consistía en filmar adecuadamente el fenómeno y luego analizar la secuencia de fotogramas obtenidos y de esa forma obtener no sólo imágenes razonablemente buenas sino también una referencia de tiempos, del momento en que sucede cada una. Sabemos que el eclipse total de agosto de 1905, que duró casi cuatro minutos y pudo verse en España, lo intentó filmar el astrónomo catalán Josép Comas i Solà en Vinaròs. No salió bien; la cantidad de film empleado no fue suficiente y la película se acabó antes del inicio de la totalidad. Para la próxima ocasión habría que pensarlo con más cuidado.
La siguiente oportunidad llegó en abril de 1912. Era el tercer eclipse solar que se podía ver en la península ibérica en poco más de diez años, después del de mayo de 1900 y el citado de 1905, pero presentaba una severa complicación: se trataba de un eclipse de los llamados “híbridos”, que se vería como anular en una zona más amplia pero como total solo de forma brevísima en una franja de territorio extremadamente estrecho. No iba a ser fácil, pero esta vez Comas i Solà no podía fallar.
Durante los meses previos hizo cálculos minuciosos para determinar con la mayor precisión posible la zona de totalidad y fue publicando artículos en la revista de la Sociedad Astronómica de España. La línea de totalidad en la península tocaría tierra en Oporto, en Portugal, y subiría en dirección nordeste hacia Gijón atravesando Galicia. Estimó que la duración de la totalidad sería de menos de medio segundo y que la zona en la que el eclipse se vería como total tenía un ancho inferior a los 200 metros. Propuso O Barco de Valdeorras como lugar de observación. En el número de marzo de 1912 de la revista de la SADE recomienda Verín como punto base, aunque allí no se verá el eclipse total:
“Verín está fuera de la totalidad, pero muy cerca de ella, y parece que cuenta con fondas aceptables, por lo cual pudiera aconsejarse esta población para hospedaje, montando los aparatos dentro de la zona de totalidad, a poca distancia de Verín, distancia que se puede recorrer fácil y rápidamente en carruaje”.
Solicita financiación a la Reial Acadèmia de Ciències i Arts de Barcelona; pide 3000 pesetas pero la RACAB sólo puede otorgarle para la misión la mitad, 1500 pesetas: la explicación es la debilidad financiera en que se encuentra la Academia debido al retraso en unos pagos prometidos por parte del Ayuntamiento y la Diputación de Barcelona. A pesar del recorte, Comas Solà accede igualmente a emprender la misión. El día decisivo es el 17 de abril de 1912. Viaja a Galicia con su esposa y Juan Solá, operador de la casa Pathé (al parecer, la Pathé le concedió toda clase de facilidades para la acción). Llevaron una cámara cinematográfica provista de dos prismas para descomponer la luz y obtener el espectro de la cromosfera, la capa solar que resulta accesible cuando la Luna tapa el disco (el llamado “espectro relámpago”).
En la víspera, el 16, el tiempo fue espléndido, pero el 17 amaneció casi completamente cubierto, con nubes que venían del Atlántico. Tuvo suerte: las nubes fueron disipándose y durante los momentos de la totalidad “el Sol se ostentó en una región purísima del cielo, pudiéndose llevar a efecto todo el plan de trabajo proyectado”, según escribió luego. A pesar de la brevedad de la fase central del eclipse, Comas Solà escribió que el oscurecimiento fue muy acentuado, que llegó a verse con claridad el planeta Venus y que la temperatura bajó considerablemente.
¿Y la filmación? Con una cámara que permitía imágenes con 0,2 segundos de exposición, Comas Solà obtuvo una secuencia de unos cien fotogramas. Cien imágenes, en vez de “unas pocas” como permitía la fotografía convencional. Infelizmente, la grabación que hizo Comas Solà está perdida. Si apareciera, pasaría a ser automáticamente la filmación más antigua hecha en Galicia, récord que en la actualidad corresponde a la “Botadura del acorazado Alfonso XIII” de 1913.
Un maestro de primera enseñanza de O Barco de Valdeorras observó el fenómeno no muy lejos e hizo esta descripción en una carta al Instituto y Observatorio de Marina de San Fernando:
“Cuando se verificó el máximo ocultamiento, el espectáculo era á la par que imponente magnífico. El paisaje se presentó triste y macilento y el frío era bastante intenso. Las gallinas buscaban su albergue y una que ví y tenía sus polluelos los cobijó debajo de sus alas. También se vió un gran rato una estrella que, supongo, sería Venus, y varias nubecillas se presentaron en la atmósfera; pero no privaron de observar el grandioso fenómeno sideral. En el máximo se dejó ver algo la corona”.
No fue Comas Solà el único en filmar el eclipse de 1912: también se hicieron grabaciones en Francia, en Bélgica, en Alemania y en Portugal. De la experiencia portuguesa se obtuvo, además, nuevo e importante conocimiento científico. En Ovar (Aveiro, Portugal) el profesor de astronomía de la Universidad de Coímbra Francisco Costa Lobo hizo seguimiento fílmico del eclipse y de los fotogramas tomados extrajo una estimación del achatamiento de la Luna, en función de la diferente visión de las “perlas de Baily”, los puntos brillantes que rodean el disco negro de la Luna en los eclipses de Sol. Por primera vez, el cine se convirtió en la herramienta necesaria para producir un resultado científico en el ámbito de la astronomía. Puede leerse aquí http://adsabs.harvard.edu/full/2010JAHH…13..159B un excelente artículo sobre el tema escrito por Vitor Bonifácio, Isabel Malaquias y João Fernandes, de las universidades de Aveiro y Coímbra.
Muchos años después el director Richard Fleischer dirigió el film Barabbas Barrabás), un clásico del cine épico y religioso inspirado en una novela del Premio Nobel sueco Pär Lagerkvist, con Anthony Quinn, Silvana Mangano, Katy Jurado, Arthur Kennedy, Jack Palance, Ernest Borgnine y Vittorio Gassman en su estelar elenco. Durante el rodaje en Italia hubo un eclipse de Sol total, el 15 de febrero de 1961, que fue filmado para el largometraje. El fenómeno astronómico queda perfectamente integrado en el relato, casi al inicio, durante la crucifixión de Cristo: el profeta muere y la luz desaparece. Una vez más, la astronomía acabó haciéndose sitio en un conocido film de ficción.
*Martin Pawley. Versión traducida y revisada de un artículo publicado originalmente en gallego en el blog “Acto de Primavera”: https://actodeprimavera.blogspot.com/2017/01/de-como-curiosidade-astronomica-axudou.html
Martin Pawley / Copyright 2020
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