EL CANON DE SARA GARCÍA
Conocí a Sara García en abril de 2018; digo conocí, porque sí sabía de ella y había intercambiado algunos mensajes y alguna que otra conversación en algunos festivales unos años antes. Itinerario difícil de reconstruir, en verdad, pues los encuentros de las últimas décadas, sin duda debido al deterioro taimado de la memoria por el paso del tiempo, pierden nitidez.
Pero lo que no se me olvida es mi paso por la pequeña y hermosa ciudad de Tui en esa primavera europea de 2018, ciudad que alberga uno de los festivales más audaces de España y Europa, llamado Play-Doc, que empezó a existir a mediados de la década pasada. Sara lo dirige desde entonces, acompañada de una persona tan íntegra como ella: Ángel Sánchez. Llevan muchos años sosteniendo un festival insólito y sin concesiones; por él han pasado Artavazd Pelechian, Peter Emanuel Goldman, Ross McElwee, Claire Simon, Audrius Stonys, entre tantos otros cineastas destacados.
En ese mes de abril que aún atesoro por motivos personales que no vienen al caso, y también por cuestiones profesionales, Sara y Ángel me invitaron a participar como jurado. Desde entonces Play-Doc ha sido una referencia y un ejemplo de cómo llevar adelante un festival. La calidez de su gente se une a la radicalidad de su propuesta, del mismo modo que la competencia reúne piezas dispersas del cine contemporáneo que entran en relación con un trabajo genealógico del cine. Todas las retrospectivas del festival están dirigidas a visibilizar cineastas que no han sido del todo atendidos o simplemente han sido ignorados, como si Sara y su equipo fusionaran en esa región simbólica de la programación cinefilia y arqueología. A esa combinación estética se añade una cierta algarabía pop, porque los conciertos musicales siempre son parte del festival, un plus que no es cinematográfico pero sí explica algo de la libertad que se lee en el ambiente. (Aún recuerdo a la hermosa guitarrista de la banda que clausuró el festival, cuya precisión en los solos me remitía a Steve Vai y sus rítmicas a Nile Rodgers).
Con el tiempo compartí otros momentos con Sara, quien vive en Lisboa, donde visita regularmente la cinemateca portuguesa, probablemente su auténtico hogar en esa ciudad tan singular de calles empinadas y piedras, de tranvías y turistas, famosa por sus poetas y por sus cinéfilos. En cada charla que mantuve con Sara aprendí que su pasión por el cine clásico estadounidense es descomunal, más allá de que no ignora ni la tradición francesa, ni la japonesa, ni tantas otras. Pero me animo a apostar que si Sara fuera el personaje de Bill Murray en Hechizo del tiempo y estuviera condenada a la repetición eterna de un solo día con las actividades pautadas, ese día desearía ver en el cine hasta el fin de los tiempos un western con James Stewart, una comedia con Cary Grant y un musical con Gene Kelly.
A Sara yo le digo cariñosamente la “99”, porque me recuerda cuando la veo a Barbara Feldon, la atractiva agente de Control de la serie Superagente 86, del mismo modo que su compañero, Gustavo Beck, me remite a Frank Zappa. Pensé que sería una invitada extraordinaria para seguir cimentando una cinefilia abierta y curiosa, más allá de los títulos consagrados de siempre. Los lectores habrán de juzgar rápidamente que en esta ocasión no me equivoqué. (Roger Koza)
***
Hace unos meses veía The Ox-Bow Incident (William A. Wellman) , un estudio magistral y sobrecogedor sobre la monstruosa psicología de masas, que relata con extrema crudeza la historia de un linchamiento basada en un incidente real. Comenzaré por esta extraordinaria película no solo porque me causó un profundo impacto sino porque ha sido extrañamente premonitoria y porque su temática está muy de actualidad.
Más sobre fanatismo, prejuicios, doble moral, e hipocresía: Dies Irae (Carl Theodor Dreyer, 1943), Der Prozeß (Georg Wilhelm Pabst, 1948), Stars in my Crown (Jacques Tourneur, 1950), y también la monumental Some Came Running (Vincente Minelli, 1958). Otra película estremecedora que invita a reflexionar sobre lo oscuro de la condición humana, La bête humaine (Jean Renoir, 1938). Y sobre la fatalidad, The Gunfighter (Henry King, 1950).
Pensando en Renoir también me viene a la cabeza una de sus películas más hermosas, The River (1951). Y hablando de películas hermosas, The Ghost and Mrs. Muir (Joseph L. Mankiewicz, 1947) y The Quiet Man (John Ford, 1952), hermosa y absolutamente perfecta.
Y entre To Be or Not to Be (1942), The Shop Around the Corner (1940) y Cluny Brown (1943), las tres de Ernst Lubitsch, me quedo con las tres.
Asimismo The Awful Truth (Leo McCarey, 1937) y His Girl Friday (Howard Hawks, 1939). Rosalind Russell e Irene Dunne son mi ideal de agudeza, gracia, sofisticación y elegancia. También lo es Cary Grant.
Chronik der Anna Magdalena Bach (Huillet-Straub, 1968), Il fiore delle Mille e una notte (Pier Paolo Pasolini, 1974), y Vale Abraão (Manoel de Oliveira, 1993), surgen inesperadamente, quizás por que las tengo relativamente recientes.
Incluyo también Körkarlen (Victor Sjöström, 1921) y The Night of the Hunter ( Charles Laughton, 1955), y tal vez una película que me sorprendió por su voluptuosidad, Captain Blood (David Smith, 1924) . Y ya puestos otra de piratas, aunque solo sea por lo mucho que me divertí con ella, Black Beard the Pirate (Raoul Walsh, 1952).
Me atrevería a decir que todo de Bresson y todo de Pelesjan, así como casi todo de Chantal Akerman y de Frederick Wiseman.
Y después W.C. Fields jugando al billar en Six of a Kind (Leo McCarey 1934), Judy Holliday y Broderick Crawford jugando a las cartas en Born Yesterday (George Cukor, 1950). La secuencia de los lobos y el trineo en Gösta Berlings saga (Mauritz Stiller, 1924); los documentales de Vittorio De Seta; la escena del baile en Killer of Sheep al son de This Bitter Earth de Dinah Washington (Charles Burnett, 1978), la belleza insoportable de Gary Cooper en The Winning of Barbara Worth (Henry King, 1926), la de Gene Tierney en Leave Her to Heaven (John M. Stahl, 1945), o la presencia conmovedora de Sterling Hayden en Pharos of Chaos (Wolf Eckart Bühler, 1983).
Por último The Heiress (William Wyler, 1949), ayer la veía en el cine y hoy nos decía adiós Olivia de Havilland.
De haber comenzado por otra película el recorrido habría sido totalmente diferente y los títulos serían ciertamente otros.
Ahora voy a intentar ceñirme a la regla de las diez películas con las españolas:
Bienvenido Mr. Marshall (1953) y El verdugo (1963) de Luís García Berlanga
El extraño viaje (Fernando Fernán Gómez, 1964)
Muerte de un ciclista (Juan Antonio Bardem, 1955)
El ángel exterminador (Luís Buñuel, 1962)
El desencanto (Jaime Chávarri, 1976)
El espíritu de la colmena (1973) y El sur (1983) de Víctor Erice
Qué he hecho yo para merecer esto (1984) y Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988) de Pedro Almodóvar
Lejos de los árboles (Jacinto Esteva, 1972)
La caza (Carlos Saura, 1966)
La cabina (Antonio Mercero, 1972)
Dedico esta lista a Gustavo Beck, uno de los verdaderos y más apasionados cinéfilos que conozco. Y a Roger Koza le agradezco infinitamente esta maravillosa invitación. Ha sido un placer, un tormento y un honor.
Fotogramas de encabezado: The Awful Truth+ The Ox-Bow Incident+ Dies Irae+La bête humaine.
Con los ojos abiertos / Copyleft 2020
Última edición de La Internacional Cinéfila
2019 (leer aquí)
El canon: los participantes precedentes:
Lucías Salas – Argentina (leer aquí)
Gürcan Keltek – Turquía (leer aquí)
Affonso Uchôa – Brasil (leer aquí)
Radu Jude – Rumania (leer aquí)
Últimos Comentarios