SOCIOS DEL OCIO
Sagaz invención del marketing y amable estipulación en el calendario que aliviana, como tantas otras, la naturaleza repetitiva del paso del tiempo, el día del amigo no deja der un énfasis sobre un fenómeno extraordinario en cualquier vida humana. Siempre en circunstancias accidentales y sin ningún acuerdo preexistente, un desconocido, sin proponérselo, adquiere en la jerarquía afectiva de nuestra propia vida un espacio privilegiado. La reconstrucción de ese accidente milagroso por el cual dos se vuelven íntimos depara sorpresa y perplejidad: la contingencia predomina en todo, pero alguna vez un gesto, una palabra, un acto impone de ahí en más un pacto afectivo escrito entre dos.
En el cine hay cientos de películas de amigos que retoman esa invención afectiva por la que el egoísmo se neutraliza y el altruismo ni siquiera necesita ser explicitado como una virtud moral. Hay amistades célebres: Trinity y Bambino, o Thelma y Louise; hay relatos inolvidables, como Un tiro en la noche, Pizza, birra y faso y ¿Dónde está la casa de mi amigo? No importa el año del estreno, tampoco la procedencia: las grandes películas sobre la amistad desconocen la fecha de vencimiento, porque el misterio de ese lazo afectivo trasciende las condiciones de una época, lo que no significa que los periodos históricos no tiñan las amistades, al igual que la pertenencia de clases. Una película prodigiosa como La gran ilusión es paradigmática para ponderar las variables del tiempo y las posiciones sociales.
No importa el film que se elija, siempre habrá una cualidad indispensable que añadir para poder filmar la cercanía entre personas que practican la amistad. Esa condición está ligada al tiempo y en nuestro lenguaje tiene una expresión bastante inequívoca: el ocio. La amistad precisa de un tiempo improductivo, sin medición, disperso, desentendido de los imperativos del lucro. En la amistad se dona lo que no se puede comprar: el tiempo.
Pocos cineastas son tan afines a retratar la amistad como el cineasta georgiano Otar Iosseliani, tal vez porque este más que ninguno ha hecho del ocio una estética. Su predilección por los planos secuencia trastoca la naturaleza de la experiencia del tiempo y es por eso que cuando en sus películas los personajes beben y cantan, o simplemente pierden el tiempo, la experiencia de estar en ese tiempo es casi inmediata.
Si bien Lunes a la mañana sería la película ideal de Iosseliani sobre la amistad, la secuencia más hermosa sobre el tema reside en Adiós, tierra firme. Hermoso plano final: el aristócrata se escapa con su amigo que vive en la calle y zarpan en un bote a vela hacia un mundo libre. La amistad es una forma de política, un desvío, una conjura afectiva e intermitente respecto de la exigencia ubicua que mide cada intercambio y pide siempre lo mismo: ser productivo las 24 horas del día.
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Fotograma de encabezado: Adiós, tierra firme.
*Este texto fue publicado en otra versión por la revista Número Cero en el mes de julio 2020.
Roger Koza / Copyleft 2020
Un modesto aporte al tema películas sobre amigos: Para nosotros la libertad, de René Clair (1931), donde la amistad se sobrepone a los males del mundo y prevalece contra todo un sistema.
Abrazo Roger.
Esa es hermosa y han quedado afuera muchas otras. Era un texto corto. Saludos. R
solamente con el propósito de ampliar el catálogo, se me viene a la cabeza Touchez pas au grisbi y hasta lo extendería a la obra toda de Becker, pero particularmente esa hermosa escena en que Jean Gabin unta tostadas con su amigo, quien por su culpa puso en peligro la vida de ambos, en lo que me parece un hermoso paréntesis sobre el valor incondicional de la amistad
Como vos decís, marchan en bote hacia un mundo libre. Lo curioso de Adiós tierra firme, como de todas (al menos la que vi yo) las películas de Otar es que el mundo ya es libre de entrada, los personajes circulan siempre desordenada y libremente. Como buen anarquista, Iosseliani tal vez esté indicando otra cosa, como si nos dijera «no basta con la libertad». En ese sentido, ese final no está revelando un mundo libre sino uno en donde el marqués y el vagabundo puedan ser, además, iguales.
Sí, sí y sí, sobre lo último que dice usted RM: no basta con la fraternidad, tampoco la liberta; la última conquista es la de la igualdad, eso que tanto escozor provoca en un mundo sin fraternidad. R