LOS OLVIDADOS (08). INTERLUDIO FRANCÉS: JEAN GRÉMILLON
Para algunos, un director frustrado por no haber podido concretar muchos proyectos, para otros, un ejemplo de cineasta “maldito” y para un tercer grupo, entre los que me cuento, uno de los más importantes realizadores del cine francés previo a la aparición de la Nouvelle Vague, Jean Grémillon está esperando el reconocimiento que su obra merece.
Nacido en Bayeux en 1901, muy joven aún, realizó estudios de música y sus primero trabajos fueron como integrante de una orquesta que acompañaba films mudos. El encuentro con un cameraman amigo motivó su interés en el cine, entrando en la industria, primero como escritor de subtítulos, comenzando a trabajar pronto como editor y director. A partir de 1923 dirigió numerosos cortometrajes documentales y experimentales y luego de un par de largos en el primer rubro, despertando la atención de algunos críticos con sus primeros films de ficción, Maldone y Guardianes del faro. Grémillon, desde el principio, tuvo dificultades para encontrar respaldo para su inserción en la industria por lo que se fue a a filmar a España y Alemania. De regreso a Francia comienza el período más productivo de su carrera, que se extendió hasta 1953 aunque siempre sin el apoyo industrial para concretar muchos de sus proyectos, aunque pudo, en cambio, dirigir la Cinemateca Francesa entre 1943 y 1958. En el período antes mencionado, a pesar de los constantes tropiezos, dirigió varios de los títulos más importantes del cine francés de esos años. Desencantado por lo antes señalado y después de haber podido realizar solo tres films después de la guerra, en los últimos años, en una suerte de trayectoria circular, volvió a realizar varios cortometrajes. Jean Grémillon falleció prematuramente en Paris en 1959 -tenía solo 58 años- cuando, aun con las dificultades apuntadas, podía esperarse mucho de su innegable talento.
A diferencia de entregas anteriores, referidas a cineastas olvidados, sin duda valiosos pero a los que, por lo irregular de su obra, no es fácil colocarlos en la categoría de grandes cineastas, Jean Gremillon sí entra sin dificultades dentro de ese status. Para gran parte de la crítica tradicional francesa –al menos hasta la aparición de Cahiers du cinema– los cineastas más importantes de ese país eran Jean Renoir (indiscutiblemente un maestro), Marcel Carné, Julien Duvivier, Jacques Feyder y René Clair, todos, salvo Renoir, defenestrados por los jóvenes turcos de Cahiers, apelando a sus habituales exageraciones (Duvivier, vg, fue tardíamente reivindicado por Truffaut). Y hablo de exageraciones porque estos cineastas –más allá de su sobrevaloración por parte de la crítica tradicional- supieron hacer algunas buenas y hasta muy buenas películas. Pero es indudable que una mirada sin prejuicios sobre el cine francés previo a la Nouvelle Vague debería incluir como referentes al prematuramente desaparecido Jean Vigo, Jacques Becker, tal vez el perverso y retorcido Henri-Georges Clouzot y, por cierto, a Jean Gremillon (dejo de lado a Jean Pierre Melville porque la mayor parte de su obra la realizó después de la aparición de la Nouvelle Vague).
Director solitario y casi marginal, su muy personal obra puede tener algún contacto con la de Jean Renoir, pero hay en ella características que son definitivamente suyas. Luego de sus primeras poco convencionales cuatro películas, los problemas para lograr insertarse en la industria lo llevaron a filmar en Francia y Alemania donde realizó algunos films “alimenticios” según la caracterización de Luis Buñuel quien, precisamente compartió la dirección de uno de ellos en España con Gremillon, Centinela, alerta, una comedia del popular Carlos Arniches. Otro título de esa etapa fue La Dolorosa, adaptación de una exitosa zarzuela de José Serrano, que fue mejorada por el realizador. Gremillon fue un hombre de gran cultura (era pintor y músico) y eso se puede apreciar en sus películas, por una parte, en el refinamiento visual de las mismas y, por otra, en la inclusión, prácticamente en todos sus film de escenas de bailes en salones y canciones, que muchas veces juegan de contrapunto a momentos marcadamente dramáticos. También el mar es otro elemento recurrente en las películas del director, alcanzando en algunas de ellas, como Guardianes del faro y Aguas borrascosas un auténtico protagonismo. Hay otros elementos que caracterizan la obra de Gremillon, como la utilización sistemática de la profundidad de campo y las elipsis narrativas y el hálito trágico y el oscuro fatalismo que impregna la mayoría de sus obras, así como el rechazo del naturalismo en la descripción de personajes y situaciones. Al regreso de su exilio Gremillon desarrollará –siempre tropezando con las dificultades señaladas- la parte más importante de su obra, siendo las relaciones que se establecen entre los personajes de sus películas progresivamente más complejas. También se produce una clara evolución de los personajes femeninos que, de la misoginia de Mas fuerte que el amor pasan a una postura casi feminista en su último largometraje, El amor de una mujer (a propósito de ese film, culmina con un primer plano de Micheline Presle comparable al de Greta Garbo en el final de Reina Cristina o el de Machiko Kyo en el plano de cierre de La calle de la verguenza, del gran Kenji Mizoguchi) Y no se puede dejar de señalarse la fuerte presencia de la muerte en sus films, así como la ausencia de finales felices, salvo en el caso de El cielo es vuestro, tal vez su película más prestigiosa pero que, como suele ocurrir, está a buena distancia de ser la mejor de su filmografía.
Jean Gremillon fue un gran director, lamentablemente muy poco conocido fuera de Francia, y que está lejos de tener el reconocimiento que su gran talento merece. Como de costumbre, a continuación recomendaremos varias películas suyas con la esperanza de poder aportar mínimamente a la difusión de su obra.
Maldone, 1928 es el primer largometraje de ficción de Gremillon, centrado en un hombre transhumante que recorre el país con su carro y se enamora perdidamente de una gitana que lo rechaza. Al morir en un accidente su hermano, desaparece por veinte años y cuando vuelve, se casa con la hija de un terrateniente pero la presencia de la gitana complica la relación.
Guardianes del faro (Gardiens de phare, 1929). Con solo dos personajes, el padre y el hijo, a quien lo muerde un perro rabioso, el film, salvo por algunos breves inserts y casi inexistentes intertítulos, transcurre casi en su totalidad dentro del faro, con el mar como elemento amenazante y el muchacho avanzando progresivamente en su enfermedad hasta desembocar en un amargo final.
La pequeña Lisa (La petite Lisa, 1930) es el primer film sonoro del director y narra la salida de un hombre de la cárcel por buena conducta que se va a vivir a la casa de su hija, sin saber que ella se dedica a la prostitución. La visita a un usurero de la chica con su novio y un crimen fortuito desembocan en un relato de redención y sacrificio.
Dainah, la mestiza (Dainah, la metisse, 1931) es un mediometraje de 40 minutos que transcurre en el espacio único de un barco en el que la protagonista, casada con un marido negro con el que no parece llevarse muy bien, durante un baile al que no concurre, tiene un incidente con un marinero en cubierta y luego desaparece. Un film con un final tan abierto que casi parece inconcluso.
Más fuerte que el amor (Gueule de l´amour, 1937) es el primer gran film de Gremillon, en el que Jean Gabin, con fama de “Don Juan” irresistible, se ve envuelto en una historia de amor fou, con una femme fatal manipuladora y destructiva. Una película que comienza como una comedia romántica y progresivamente se va convirtiendo en un relato de ribetes trágicos. El film más misógino del director.
El extraño señor Víctor (L´etrange Monsieur Victor, 1938), Un modesto tendero que tiene una doble vida relacionándose con unos delincuentes, comete un crimen por el que acusan a un hombre inocente. Cuando el recluso se fuga y busca refugio en la casa del protagonista, el relato va adquiriendo cada vez más ambiguas aristas, con un personaje que es una variante del Dr Jekyll y Mr Hyde.
Aguas borrascosas (Remorques, 1941) está protagonizada otra vez por Gabin como el dueño de un remolcador que hace rescates en el mar y está casado con una mujer frágil y enferma. En una de sus operaciones, el protagonista conoce a una muchacha de la que se enamora perdidamente, dejando de lado a su esposa, en un film en el que mezclan el amor y la culpa, con el mar como otro protagonista de la historia.
Luz de verano (Lumiére d´eté, 1943) es la película más ambiciosa de Gremillon, un relato ambientado en un poblado rural al que llega una muchacha que es cortejada por tres hombres muy disímiles a los que se sima una posadera enamorada de uno de ellos. Un film de compleja estructura narrativa en el que la (probable) felicidad de una pareja solo es posible luego de la muerte de dos personas.
El cielo es vuestro (Le ciel est a nous, 1944) es un relato que se acerca más al costumbrismo, centrado en una pareja que tiene como obsesión la aviación y ella está decidida a batir el record mundial femenino de distancia recorrida. Un relato correcto pero –a diferencia de sus otros films- sin mayores sorpresas y que resultó controversial al ser elogiado por el gobierno derechista imperante en ese momento en Francia.
Amor y tentación (Pattes blanches, 1949). Sobre un relato de Jean Anouihl también desarrolla las complejas relaciones entre una muchacha, frívola y promiscua, su esposo, un posadero rudo e ignorante, un aristócrata en decadencia, su medio hermano, obsesionado por vengarse de él y una criada poco agraciada y contrahecha. Otro film poco clasificable en el que una vez más la muerte es protagonista.
La extraña señora X (L´etrange Madame X, 1951) está centrada en la relación entre un carpintero y una burguesa casada y en posición acomodada que le oculta este hecho a su amante y se hace pasar por criada. En otras manos, el film hubiera sido un folletín irredimible pero el talento del director lo transforma en un melodrama triste y desolado en el que aparecen expuestas con claridad las relaciones de clase.
El amor de una mujer (L´amour de une femme, 1953) es el último largometraje de Gremillon y transcurre en una apartada isla donde llega una joven médica para residir en el lugar. Cuando la protagonista se enamora de un ingeniero que está de paso, el conflicto entre amor y vocación aparece, en un relato de tono feminista en el que, como se señaló, el plano final del rostro de Micheline Presle es profundamente conmovedor
Jorge García / Copyleft 2020
Últimos Comentarios