SEMANA DEL 25 AL 31/10 EN CINECLUBES
LA CUMBRE: EN EL CINE LUIS BERTI, BELGRANO 470
27 de octubre, a las 20.30hs: El Holocausto no es un género hollywoodense
Kedma, de Amos Gitai, Israel, 2002
100’ / +13
Mediometraje, a las 19.40hs: JLG/JLG (53’), de Jean-Luc Godard, Francia, 1995 (Godard en foco)
Amos Gitai es uno de los directores israelíes más repudiados tanto por sus compatriotas como por la cinefilia. Si bien es cierto que no todas sus películas son buenas y que su fama como el cineasta israelí contemporáneo es un título exagerado, Kedma (junto a otros títulos como Kippur y Zona libre) es una película atendible, sin duda ambiciosa e ideológicamente incorrecta (al menos, la Tierra Prometida carece aquí del aura mítica y mística que protege la constitución y fundación del Estado de Israel). El admirable plano secuencia inicial –que comienza en la espalda de una inmigrante judía europea y finaliza en la proa del Kedma, el barco en el que miles de refugiados y sobrevivientes de campos de concentración van rumbo a Palestina, a siete días de que se decrete la independencia de Israel– constituye una presentación elegante de todos los personajes. Allí se habla polaco, alemán, yiddish, ruso, diferencias lingüísticas que poco importan, pues la procedencia común es el horror y el destino colectivo una posible esperanza. La llegada a tierra firme no es precisamente utópica. Los soldados británicos, los árabes despojados de sus tierras y los judíos que empiezan a tomar el país en su poder no participan de un escenario pacífico, ni mucho menos salvífico. Los tiros sobrevuelan el desembarco, y tal vez nunca se detengan. El objetivo es llegar al kibbutz, donde se espera construir un nuevo socialismo, una idea no muy feliz para el oído de una inmigrante. Kedma apuesta por un humanismo existencialista: todos los involucrados tienen sus razones. Un campesino árabe, tras ser arrancado de sus tierras, profetiza una resistencia infinita. Después de ese pasaje, un admirable travelling sobre heridos y camiones finalizará en una suerte de monólogo catártico en el que un personaje desestimará las promesas mesiánicas y verá en su presente el doloroso estado del mundo. (Roger Koza)
Los tiempos de transición que estamos viviendo, donde las formas tradicionales de ver cine parecen estar en retirada, para ser sustituida por las películas accedidas a través de Internet, no dan cuenta de ciertas estrategias híbridas de acceder a filmes valiosos. Me refiero concretamente a la experiencia que tuve el pasado miércoles 27, en que pude enterarme a través de este blog, de la proyección de Kedma, de Amos Gitai. Hace bastante que quería conocer alguna película de este prestigiado cineasta israelí. Cuando encontré el título de Kedma, y seleccionado por Roger Koza, me interesé de inmediato, aunque surgía el problema de que no podía viajar a La Cumbre el día de su proyección, así que busqué el título en Internet, la bajé en pocas horas, y el mismo día que la película se proyectó en las sierras de Córdoba, yo la estaba viendo en mi casa acompañado de mi esposa y mi hijo menor. Podríamos imaginar que por ese día, la sala Luis Berti tenía una prolongación virtual en la ciudad de Córdoba, sumando tres espectadores más a los que estuvieron físicamente presentes.
Ahora, quisiera hablar de la película de Amos Gitai. De lo que rescato como más valioso en esta obra.
No hay dudas que el hecho de provenir de familias judías, tanto en mi caso como en el de mi esposa, le aporta al visionado de esta película, una fuerte carga emotiva adicional a la que puede sentir un espectador no judío, más allá de, o debido justamente a, la calidad artística del filme.
Para cualquier cineasta que desee abordar el tema del holocausto, el desafío es mayúsculo, y Amos Gitai parece afrontarlo en forma exitosa.
La fuerza que logra darles a las palabras, no solo por lo que los protagonistas dicen, sino por el modo efectivo en que lo dicen, con el tono justo, con la mirada apropiada, a veces cantando (la canción que se entona en el barco, es un acierto narrativo destacable) y otras delirando (como el prodigioso monologo del final), hacen de esta película una obra que merece ser vista y difundida.