LOS OLVIDADOS (10): JOHN FARROW
Nacido en Sidney, Australia, en 1904, hijo de una modista (que murió cuando él tenía solo tres años) y un sastre, luego de algunos estudios, muy joven ingresó en la carrera naval y en 1927 llegó a Hollywood, donde comenzó trabajando como asesor en películas sobre temas náuticos, continuando luego como guionista, terreno en el que alcanzó bastante reputación, y su debut como director se produjo en 1937, desarrollando una carrera de más de dos décadas en la que transitó los más diversos géneros. Con fama de playboy en su juventud, luego de un fallido matrimonio, se casó en 1936 con Maureen O´Sullivan, la recordada Jane de la serie de películas de Tarzán, para lo que debió convertirse al catolicismo. Convocado en la Segunda Guerra por la Armada canadiense, un ataque de tifus lo obligó a abandonar la contienda y luego en los Estados Unidos tuvo, durante un tiempo bastante largo, problemas inmigratorios que incluso lo llevaron a estar preso un tiempo. Trabajó en diversas compañías (Parampint, Warner, RKO y Columbia) y en 1956 ganó un Oscar por su adaptación cinematográfica de La vuelta al mundo en 80 días, que seguramente no estará entre lo mejor que hizo, escribiendo también varios libros, entre ellos una biografía sobre Tomás Moro y un texto dedicado a los diferente Papados. John Farrow falleció inesperadamente en Beverly Hills de un ataque al corazón cuando solo tenía 58 años y mucho para dar todavía en la pantalla.
Como muchos de estos directores que estamos revisando, para gran parte de la crítica, John Farrow no excede el papel de un eficiente artesano. Sin embargo, una mirada atenta a su filmografía (al menos a la que se puede acceder) descubrirá algunos rasgos característicos en su cine, como su virtuoso manejo de la cámara, su notable utilización de los espacios donde transcurren sus films y la creación de algunos climas perturbadores y ominosos en varias de sus películas. Asimismo muestra una gran precisión para definir la conducta de sus personajes, tanto los protagónicos, muchas veces envueltos en inesperadas situaciones, como los secundarios que en varios pasajes se “roban” la obra en cuestión. Ecléctico en la elección de sus films, trabajó en diferentes géneros, consiguiendo en todos ellos títulos recordables, destacándose sus aportaciones al western y el film noir. Participante, sin acreditar, en casi todos los guiones de sus films, hay otro elemento distintivo en su filmografía: la incorporación en varios de sus títulos de elementos religiosos, algo que seguramente tiene que ver con su conversión al catolicismo. Otro rasgo distintivo: su capacidad para lla dirección actoral, debiendo señalarse los muy buenos papeles que le dio a varias actrices hoy poco recordadas, tal el caso de Gail Russell, Faith Domergue, Audrey Totter y Rita Johnson. John Farrow fue el director de varios films de gran interés y su prematuro fallecimiento nos dejó con las ganas de saber cómo habría continuado su carrera. Como siempre, a continuación recomendaremos varios títulos de su obra
Cinco regresaron (Five Came Back, 1939) cuenta con un excelente guion, nada menos que de Dalton Trumbo y Nathanael West, narrando la convivencia de un grupo de personajes en una zona selvática, luego de un aterrizaje forzoso. Un preciso estudio de caracteres, y una ajustada descripción de las nuevas relaciones que se entablan, hasta desembocar en un dramático final.
¡Volveremos! (Wake Island, 1942) está ambientada en los días previos y posteriores al ataque de Pearl Harbour en una pequeña isla donde un pelotón de soldados americanos debe enfrentar el ataque de los japoneses. Si bien la película tiene el tufillo propagandístico de los films bélicos de la época, tanto su desarrollo como su final están alejados de una mirada triunfalista.
California, 1946 es un western con rasgos notoriamente atípicos en el que un desertor del ejército que se dedica a conducir caravanas entabla una conflictiva relación con una cantante. Con una precisa definición de personajes, tanto los protagónicos como los secundarios y un notable trabajo de cámara, el film presenta situaciones tan insólitas como un duelo a cuchillo.
El gran reloj (The Big Clock, 1948) es un excelente exponente del film noir que transcurre casi en su totalidad en un monstruoso complejo periodístico, tan frío como inhumano, en el que se investiga un crimen. Un film con una atmósfera casi kafkiana, un brillante trabajo de cámara, una notable utilización del espacio, una tortuosa relación entre los personajes y un gran trabajo de Charles Laughton como el siniestro propietario del diario.
(Fotograma de inicio)
Mil ojos tiene la noche (The Night Has a Thousand Eyes, 1948I es una adaptación de una novela de Cornell Woolrich sobre un hombre que tiene sorprendentes poderes para predecir el futuro (excelente Edward Robinson) que si bien no trasmite en plenitud los elementos perversos del original, funciona adecuadamente como un atractivo ejercicio de suspenso.
El enviado del diablo (Alias Nick Beal, 1949) es la película más bizarra de Farrow. Estructurado en principio como un thriller político, el relato se va convirtiendo en una curiosa variación sobre el mito de Fausto, con grandes momentos –sobre todo aquellos en los que aparece inesperadamente el acólito del diablo- y un final que suaviza la historia, sin impedir que el film trasmita una perturbadora sensación de desasosiego.
Donde habita el peligro (Where Dangers Live, 1950)- Aquí el enamoramiento un médico y una paciente que ha intentado suicidarse va derivando –tras la muerte de marido de la muchacha- en in progresivo descenso a los infiernos en el que el personaje femenino, va desnudando sus aviesas intenciones. Gran trabajo de Robert Mitchum y una muy buena galería de secundarios.
Pasaporte a la muerte, (His Kind of Woman, 1951) es otro muy buen ejemplo de film noir, que incorpora algunos elementos paródicos y como todo título del género que se precie, durante buena parte del mismo ni los personajes ni el espectador entienden muy bien lo que pasa. Lo cierto es que el protagonista (otra vez Mitchum) se ve envuelto en una rocambolesca historia en la que Vincent Price disfruta con un personaje que se la pasa recitando a Shakespeare.
Una vida por otra (Ride Vaquero!, 1953) es otro western poco convencional, centrado en la relación entre dos medio hermanos, Anthony Quinn, un bandolero de ambiguas aristas y Robert Taylor, en un rol tan parco y lacónico como los de Randolph Scptt en los westerns de Budd Boetticher. La historia se complica cuando Taylor se va a trabajar a la casa de un rico ranchero (Howard Keel ¡) y se siente atraído por su mujer hasta culminar en un final sin concesiones.
Hondo, 1953. Hay quienes sugieren que esta película la filmó en realidad John Ford y el tono de muchas escenas –sobre todo las intimistas- podría avalar esa suposición. Producido y protagonizado por John Wayne (dicen que era su película preferida) el film narra la relación entre un solitario vaquero con una mujer, abandonada por su esposo y su pequeño hijo. Sorprende la mirada liberal sobre los indios y más aun que Wayne, medio indio él aquí, adscriba a esa posición.
Jorge García / Copyleft 2020
Últimos Comentarios