TENET
TODO LO QUE TENGO PARA VOS ES UN GESTO Y UNA PALABRA: TENET
1. Una orquesta comienza a afinar sus instrumentos. En paralelo, la cámara recorre suntuosamente distintos espacios aledaños a la sala mientras juega con el foco; una forma de hiper alerta dentro de otra. La disonancia de los instrumentos se corresponde no solo con el protocolo de un concierto sino también con la tensión que propone la escena: un ataque terrorista que es una distracción para eliminar a un blanco específico. La primera nota del recital será la ráfaga de una ametralladora. El enrevesado plan dispone que durante el atentado la audiencia sea súbitamente adormecida por un gas somnífero, sin contar con que un héroe solitario intenta salvar el día. El inicio de Tenet es un acto de desdoblamiento: una secuencia de acción es un planteo teórico. El desdoblamiento es un gesto especular: quienes ven el film observan su imagen gemela en la pantalla y un director materializa su fantasía heroica. Mientras la sinfónica se está preparando, detrás de cámara se orquestan los estímulos. Cuando fuerzas hostiles ponen en peligro al público adormecido, un cineasta nos protege.
2. Christopher Nolan recurrentemente utiliza personajes que bien pueden ser sustitutos de un director de cine; protagonistas que llevan a cabo actos de ilusionismo, disrupción cognitiva y control de la narrativa. Deben imponer una visión ante cualquier resistencia, soportando una presión intolerable a causa de los enormes intereses en juego. Suena similar a lo que debe experimentar un cineasta persistentemente autoral, que no deja de estar al servicio de un gran estudio, cumpliendo obligatoriamente las pautas, las fórmulas del blockbuster, el tanque cinematográfico. En Tenet, el director británico decidió filmar el choque de un Boeing 747 en lugar de utilizar maquetas y efectos digitales, aludiendo que era más barato hacerlo de esa manera. Aun así, me hubiera gustado observar la conversación entre Nolan y un ejecutivo de Warner en el momento en el que anuncia que compró el bendito avión para llenarlo de explosivos y estrellarlo contra un edificio- ¿qué habrá opinado la compañía de seguros? -. Mientras el 747 avanza por la pista, de la bóveda de la aeronave van cayendo lingotes de oro: una alegre imagen del derroche que se pone en escena también detrás de cámara. No son comunes las imágenes joviales en el cine de Nolan y si las hay, son demasiado fugaces.
3. Es cierto, para el Protagonista no hay descanso. Apenas terminado el atentado del inicio, se le comunica el verdadero conflicto y la premisa del film: una guerra entre el Presente y el Futuro, en el que los dos bandos se encuentran en disputa por la entropía del mundo. El futuro busca eliminar al pasado y el Protagonista se encuentra en el interregno durante el cual el tiempo fluye simultáneamente hacia atrás y hacia adelante. Las escenas fueron filmadas de esa manera, el gran truco para darle un aire renovador a esta peculiar versión del cine de espías trotamundos y a los lugares comunes del cine de acción. La inversión temporal hace que, en una persecución de autos, un vehículo destrozado se reintegre y prosiga el ataque marcha atrás; en una contienda militar, la explosión de un cohete no se sigue del derrumbe de un edificio sino de su reconstrucción; en el combate mano a mano, la compleja coreografía se asemeje a una pieza de danza contemporánea con toques de actividad telequinética. En casi todos los casos las secuencias se organizan más desde el cálculo conceptual que desde la claridad visual. Nolan concibe las escenas como operaciones de sentido antes que como acontecimientos a ser registrados por la cámara. Preocupado por las paradojas temporales, resigna la coherencia espacial, la captura de la fotogenia, la estética del movimiento. La intrincada sucesión de eventos tal vez engrana correctamente dentro del sistema narrativo (que seguramente podrá ser tabulado, diagramado, procesado con distintos instrumentos), pero el flujo ininterrumpido de imágenes siembra todo tipo de confusiones.
4. Como sucede con la saga de James Bond, la película es una forma de turismo de clase. Lo es también para el Protagonista, al que los refinadísimos traficantes de armas con los que interactúa no dejan de marcarle la diferencia insalvable que los separa, que no es un sugerente aroma, como en Parasite, sino una distinción material cómo lo es la calidad de los trajes que visten. El trabajo arduo tendrá lugar en autopistas, aeropuertos y en lo que solía ser una mina; la división del trabajo impone arquitectura brutalista y aridez paisajística. Los descansos son postales de lujo que siguen los impulsos más banales del prototípico film modelado tras el agente 007. Un tipo específico de fantasía masculina, con la iconografía de Haute Living y la textura lustrosa de una revista de aerolínea. La apuesta es, claro, que detrás de cámara hay un contrabandista, un tipo que debajo de la superficie genérica, revestida de Versace y pólvora, introduce giros narrativos inesperados y filosofía para las masas. El Protagonista lleva acá mayúscula porque ese es su nombre. Ese ademán y otros simbolismos nos señalan el aspecto autoconsciente de la narración, que pretende reformular las expectativas del público y tiene la misión de redimir al cine industrial de su presunta vulgaridad. Flashback a la figura que preserva el orden mientras todos duermen.
5. Tenía razón el teórico estadounidense David Bordwell cuando decía en 2006 que Memento era “uno de los films más novedosos y conformistas de los últimos años”. Bordwell hace un análisis super preciso en el que demuestra los ingeniosos mecanismos de una película que tuerce una buena cantidad de convenciones narrativas para preservar en última instancia los mandatos del relato clásico hollywoodense. Cristopher Nolan en su fase imperial es el mismo cineasta de Memento, pero trabaja ahora con una estructura menos humana. Tenet es una máquina sofisticada, diseñada por profesionales de primera línea y no sin raptos de imaginación. La reformulación del tópico del cine mudo en la que el héroe es atado a las vías de un ferrocarril, que ahora presagia lo que vendrá con trenes que van en direcciones opuestas; algunas melodías de la banda musical de Ludwig Göransson, que pueden ser escuchadas indistintamente de atrás hacia adelante y viceversa; los sutiles saltos de eje que replican un mundo en la que las leyes físicas están en crisis; los toques poéticos del montaje de Jennifer Lame que introduce un puñado de fotogramas intrusivos que funcionan como ínfimos flashbacks de resonancias emotivas (un recurso que Nolan ha utilizado en otras películas y que ella implementó con gran efecto en Manchester junto al mar). Los múltiples esfuerzos y hallazgos del equipo de Tenet son la actualización de una fórmula demasiado respetada. Como en Memento, el amague de innovación es una reforma, un trabajo de restauración. El conservadurismo es un discurso y es un ritmo.
6. En el asedio temporal, la velocidad constante, sin pausa, los planos pueden ser leídos, rara vez contemplados. Tenetgestualiza imágenes imponentes a las que nunca otorga tiempo para ser apreciadas. Así como los personajes repiten diálogos sobre la importancia de la misión, el volumen de la banda sonora y la escala de la producción afirman la relevancia de las escenas. Lo que se ignora en Tenet es la importancia democrática del silencio y el respeto cognitivo que implica el tiempo muerto: la oportunidad de experimentar los planos y todo lo que podemos proyectar sobre ellos. Una lancha en medio de un océano surcado por turbinas eólicas se pierde tan rápido como cualquier momento de intimidad entre los personajes llevados por las narices por el fin del universo. No hay un interés por observar lo grandioso del espacio exterior que envuelve a los personajes, ni lo turbulento que puede ser el espacio interior que representan los actores. La velocidad trepidante de la narración es el gesto ya no autoral sino autoritario de quien se cree el dueño de las imágenes solo porque figura en los créditos como director de la película.
7. (Una pequeña dosis de calma la aporta el trío protagónico, que trabaja con un guion imposiblemente cursi. Aunque no puedan darles vida a estereotipos vacíos, le otorgan una pausa al vértigo estilístico. John David Washington pone el músculo a la acción y no intenta más que no dejarse arrastrar por el apocalipsis. Elizabeth Debicki, un cisne humano, entiende que la contención es la única forma de preservar la dignidad de una mujer que en el papel no es más que una princesa en apuros. Robert Pattinson es quien se permite dudar antes de soltar sus líneas, el que exprime segundos extra a la seguidilla voraz de estratagemas que plantea el relato. Cerebral pero no menos cómico, tiene el mejor parlamento, el más dulce; parafraseando Casablanca: “Este es el final de una hermosa amistad”. En el otro extremo del espectro esta Kenneth Branagh, que compone un villano ucraniano alla Bond, de acento tan denso que hunde la interpretación en las aguas de la autoparodia).
8. Cuando El Protagonista conoce a la científica genérica que le devela el truco de la película ella le suelta: “No intentes entenderlo. Sentilo”. Esa máxima, sumada a los guiños autoconscientes que exponen el esqueleto narrativo, podrían dar pie a imaginar un vaciamiento completo de las pretensiones didácticas del film en pos del sinceramiento del espectáculo. Pero justamente el espectáculo puede ser una forma privilegiada de la didáctica y para Cristopher Nolan no es más que un altavoz. El director no solamente plaga el guion de consignas filosóficas, sino que habla desde su concepción cinematográfica. El lenguaje que utiliza es sumamente actual en su forma, se emparenta con las maneras contemporáneas de interactuar en el foro público. Mientras los personajes viajan hacia adelante y hacia atrás en el tiempo, los mensajes transcurren en una sola dirección. En su ritmo atropellado, en lo unívoco de las imágenes de un mundo dividido en dos facciones irreconciliables, indistintamente irracionales e igualmente auto validadas, en su convicción pedante de estar del lado correcto de una discusión que escala al punto de desdibujarse hasta la aniquilación absoluta de la especie, Tenet habla perfectamente el idioma del ruido. “No intentes entenderlo. Sentilo” puede ser muchas cosas, entre ellas un lema de la posverdad. De todas las paradojas que plantea Tenet, la que persiste con más fuerza es que se trata de una película estructurada en acertijos cuando en realidad ninguno de sus planos es una pregunta. Tenet es una enorme performance de gravedad conceptual, un gesto de importancia que solo siembra confusión desde sus afirmaciones más conclusivas.
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Tenet, Christopher Nolan, Reino Unido-Estados Unidos, 2020
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Santiago González Cragnolino / Copyleft 2020
Muy buena crítica, se agradece. La película un bodrio larguísimo. Que sentido común vulgar disociar el sentimiento del entendimiento, como si tal cosa fuese posible. Sigue teniendo vigencia la conclusión de Bordwell sobre el cine de Nolan, tras una fachada posmodernista lustrada se descubre un relato conservador de los presupuestos narrativos convencionales, de esos que Hollywood sabe que garpan a la hora de la taquilla. Saludos!