¿DÓNDE ESTÁ LA CASA DE LAS PELÍCULAS? PLANOS Y MEMORIAS

¿DÓNDE ESTÁ LA CASA DE LAS PELÍCULAS? PLANOS Y MEMORIAS

por - Ensayos, Varios
06 Ene, 2021 07:32 | comentarios
No es un balance, pero tiene que ver con lo que supone esa palabra aplicada al cine. Ideas y películas, a propósito del 2020.

Recuerdo la existencia del poeta argentino por una película notable de Gustavo Fontán. ¿Por qué lo había olvidado? Las cosas más queridas, a veces, se olvidan, pero ese es otro asunto, impropio para la ocasión. Dice Héctor Viel Temperley: “Voy hacia lo que menos conocí en mi vida: voy hacia mi cuerpo”.  En Jardín de piedra, Fontán, como acostumbra, no trafica literatura en el cine haciendo de la palabra poética una imposición sobre las imágenes. Este cineasta, aún desconocido para el resto del mundo, o apenas tenido en cuenta fuera de su hogar (de lo que se predica la gran ceguera de los festivales de cine), es uno de los pocos que ha sabido entrever el pase secreto de la palabra al plano. El breve aforismo del escritor argentino se lee indistintamente en los 19 minutos de duración de esa película discreta que glosa el año que ya pasó mejor que ninguna otra. Jardín de piedra ha sido para mí la compañera del último mes del año, y la que habré de recordar como la más cercana a ese año inclemente que fue el 2020.

El otro film que me acompañó desde el primer día que lo vi fue Rizi. En la última de Tsai Ming-liang también el cuerpo adquiere un protagonismo absoluto, como si el maestro malayo-taiwanés hubiese leído a Viel Temperley en una traducción que jamás debe haber existido en su idioma. En esa delicada película maximalista, al menos si se atiende a la percepción, en la que se prescinde del lenguaje pero no del sonido, basta que dos hombres solitarios se encuentren en un hotel para revelar que la ternura no tiene precio. Se puede pagar para que alguien prodigue placer, pero no se puede comprar el minúsculo gesto y la intención fraterna cuando frotar una espalda o un muslo no se inscriben solamente en la ley y el cumplimiento de la oferta y la demanda. Si hay un plano que persiste en mí de ese film entrañable es aquel en que los hombres, después de haber pasado un rato en la habitación del hotel, comparten una comida en la noche. En un tiempo en que la única deidad inmortal es el capital, planos que dimiten de ese destino pragmático y cínico persisten como una memoria de otra humanidad. Es el contraplano necesario, tal vez insignificante y políticamente ineficaz, de un contrapeso que ya no existe respecto del orden vigente. El cinismo actual reside justamente en esto: en vindicar sin más, incluso cuando se invocan reformas y perfeccionamientos, una forma de vida que requiere que las mayorías sufran cada vez más.

Rizi

Las películas de Tsai y Fontán son las que han definido mi propia vida más que ninguna; han sido las películas que me vieron a mí (y no solamente yo a ellas), retomando aquí la fórmula de Serge Daney. 

¿Se puede omitir decir algo de la pandemia? Tantas cosas crueles se han dicho, tanta vileza reunida en caracteres he leído. Ni siquiera los muertos cercanos les hacen cerrar la boca a quienes sienten en el desprecio de todo un paradójico alivio. Los canallas no tienen límites; han hecho de su goce una política, de su desdén arbitrario un discurso y de su exhibicionismo una praxis. 

Frente a la sistemática obscenidad instituida en abstracciones variopintas, yo he encontrado reparo en la hermosura dispersa en el mundo circundante. Nunca había podido probar a fondo lo que había aprendido en el cine, como sucedió en el 2020. Descubrimiento, constante, agraciado: las flores de Corsario estaban en la calle, los cielos de Benning y las hojas del otoño de Godard también, al igual que el viento de Ivens y los atardeceres del primer Malick. En efecto, en plena pandemia conocí un reencantamiento del mundo porque mis ojos y oídos estaban entrenados por el cine y pude tomar yo una cámara y trabajar así, como si fuera un agradecimiento, lo que pasaba frente a mí intentando asir planos. No me convertí en cineasta, ni pretenderé llegar a serlo, pero sí una experiencia de cine se apoderó de mis circunstancias. Como nunca entendí el dictum reiterado una y otra por Jonas Mekas en esa maravilla titulada En el camino, de cuando en cuando, vislumbré breves momentos de belleza. Decía el viejo maestro: “Esta película es política”. Insistía con ese enunciado sin dar explicaciones y sin tampoco dar pistas, como si el propio film pudiera articular en sus planos el enunciado en todo su esplendor. Hoy, creo, lo entiendo completamente: nadie puede robarnos el placer de existir, nadie puede convencerme de que ese placer depende de mi poder adquisitivo. Mi percepción es mi riqueza.

En el camino, de cuando en cuando, vislumbré breves momentos de belleza

No encontré clarividencia leyendo a Agamben y sus lecturas sobre lo que está aconteciendo, como me había sí sucedido un par de años atrás cuando hallé reparo en otros de sus libros donde, en una notable apropiación de la tradición franciscana, señala una vida alternativa a la del consumo infinito; menos aún pude saciar mi deseo de estabilidad ante el devenir leyendo a otros notables del Logos. La mayor lucidez vino de otro lado. Regresar a John Carpenter y a Satyajit Ray, o volver a ver una y otra vez El pan nuestro de cada díaThe HoleLos inundadosY la vida continúa y Qué verde era mi valle me prodigó sensibilidad y lucidez. Todo aquello que afirmaba un sentido tenue de comunidad sin apelar a mitos ni desatinos deterministas, todo aquello que insistía en la misteriosa fuerza adaptativa de nuestra especie sin confundir supervivencia con egoísmo, fue lo que elegí como vacuna simbólica ante la desesperación y el odio. Dicho de otro modo: en la tradición del cine había más sabiduría que en los profetas que siguen el camino iniciado por Platón y los suyos, estos últimos demasiado convencidos de sus silogismos y sentencias apodícticas.

He tomado la palabra en primera persona, una modalidad que suele ser un subrayado de la enunciación que no me convence. Por esta vez, creo, tenía una justificación estética y ontológica. 

¿Algo más para decir? 

Una tesis. A continuación.

El año de la pandemia permitió un experimento a escala global en el reino secreto de la circulación de imágenes con sonido en movimiento. Un nuevo régimen de circulación ha sustituido a uno ya pretérito en el que la sala de cine consistía en el hogar de las imágenes (o más propiamente dicho, de los planos). En ese régimen se perfecciona un espectador devenido en consumidor, el cual ya no puede siquiera pensar sobre un plano como una forma de reunión, trastocada por la puesta en escena, con todo aquello que no es él o ella. No hay planos, solo hay imágenes que se sustituyen unas a otras sin cesar y que cumplen la función específica de estimular la actividad cognitiva con fines diversos: dispersión como meditación en tanto vaciamiento; almacenamiento constante de información; entretenimiento de baja exigencia (relatos fantásticos y de aventuras sin demanda conceptual); y entretenimiento de alta exigencia (relatos en consonancia con los presuntos grandes temas de la existencia). Ese consumidor de imágenes no puede atender más de 45 minutos un bloque perceptivo y narrativo. La dispersión perceptiva es inevitable y la fragmentación de la atención resulta un hábito ya instituido en la dinámica del funcionamiento mental.

Esto ha sido la pandemia, al menos para mí. La consolidación de una experiencia del mundo a través de las imágenes y en las imágenes en la que se ha desdibujado aquello que el plano retenía y que el cine hizo como suyo: la otredad. 

A continuación, casi sin orden de continuidad respecto de lo dicho, las películas del año. Las elegidas son justamente las que aún honran la tradición cuya unidad básica no es otra que la del plano. En otras palabras, las películas que aún me han restituido todo lo que no soy yo o proyecto de mí en lo que está frente a mí.

***

Diez Estrenos

Space Dogs

Entenderé por estreno aquellas películas que se dieron por primera vez en algún servicio de streaming y también aquellas que se estrenaron en los meses de enero, febrero y marzo de 2020. 

Por orden de prioridad

De repente, el paraíso / It Must Be Heaven (Suleiman)

Muchacho ruso / Malchik russkiy (Zolotukhin)

Corsario, (Raúl Perrone)

Space Dogs (Peter-Kremser)

Los hijos de Isadora (Manivel)

Uncut Gems (Safdie)

Las mil y una (Navas)

La Gomera (Porumboiu)

Zappa (Winter)

Ficción privada (Di Tella) / Familia (Casrtro)

Películas vistas en festivales (presenciales o por streaming)

Por orden de prioridad

Rizi (Tsai)

First Cow (Reichardt)

Her Socialist Smile (Gianvito) 

The Works and Days  of Tayoko Shiojiri in the Shiotani Basin (Winter y Edström)

An Unusual Summer (Aljafari)

Mes Chers Espions (Léon) / 

The Exit of the Trains (Jude y Cioflâncă)

Kill It and Leave This Town (Wilczynski)

City Hall (Wiseman)

Février (Kalev) / Pao e gente (Rovida)

Películas argentinas (no estrenadas)

Adiós a la memoria (Prividera) / Medium (Cozarinsky)

Río Turbio (Mazú)

Las ranas (Castro)

4tro V3int3 (Perrone)

El triunfo de Sodoma (Anchou)

Un cuerpo estalló en mil pedazos (Sappia) 

Esquirlas (Gayaralde) 

Lejano interior (Llinás)

Nosotros nunca moriremos (Crespo)

Todo lo que se olvida en un instante (Shpuntoff)

Cortometrajes 

Sun Dog (Jespers)

Jardín de piedra (Fontán) / Homenaje a la obra de Phillipe Goose (Weber)

La France contre les robots (Straub)

Where to Land (Groskind)

Suquía (Salinas)

Playback. Ensayo de una despedida (Comedi)

Inflorescence (Schmidt)

Correspondencias (Sotomayor-Simón)

Otacustas (Gaviria Jaramillo)

Huntsville Station (Meltzer-Filippone)

  • Fotogramas de encabezado: Muchacho ruso+Her Socialist Smile+Adiós a la memoria+Medium+Février+Sun Dog+Corsario.

Roger Koza / Copyleft 2021