LA HORA DE LA RELIGIÓN
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Alan Koza
La hora de la religión / L’ora di religione, Italia, 2002
Escrita y dirigida por Marco Bellocchio.
***Hay que verla
Estreno tardío y gran película, por momentos magistral, del mejor director italiano en actividad.
Un niño habla solo. Su madre lo mira y se preocupa. ¿Sufre de demencia? No, el niño toma al pie de la letra su clase de religión: si Dios escucha todo y es omnipresente, entiende la criatura, él jamás será libre (“Déjame en paz… Vete de mi cabeza”): lucidez precoz y síntesis filosófica del film. La hora de la religión (también conocida como La sonrisa de mi madre) intenta sopesar cómo nuestras creencias sobre el Altísimo influyen directa e indirectamente en nuestra conducta.
Anticlerical aunque teológicamente respetuoso, el film de Marco Bellocchio parte de una premisa inverosímil aunque teóricamente justificada: la madre de un pintor ateo (el excelente Sergio Castellitto) está a punto de ser canonizada, una operación familiar consentida por el Vaticano. Nada extraordinario parece elevar a categoría de santa a la madre de Ernesto Picciafuocco, excepto por una extraña sonrisa en el momento en que fue asesinada, un hecho que debe ser investigado por expertos en milagros a través de distintos testimonios, entre ellos el de los hermanos del pintor, uno de los cuales está internado en un psiquiátrico. Su palabra puede ser la clave celestial.
Ésta es la anécdota a partir de la cual el mejor cineasta italiano en la actualidad se propone indagar sobre algunas prácticas (la producción de santos) de la institución religiosa más poderosa de la Tierra, sin por esto dejar de interesarse en la institución familiar y la institución médica psiquiátrica, tres obsesiones temáticas del realizador.
Así descripta, La hora de la religión podría ser calificada de densa y ambiciosa, pero el tono cómico y delirante, y también onírico, que articula secretamente el relato suaviza y humaniza los vaivenes espirituales de los personajes y sus cálculos miserables. En el fondo, la gran batalla que propone Bellocchio es la que se da entre un Dios invisible y un dios pagano que sentimos vibrar en el cuerpo: Eros. El amor paterno que expresa el pintor por su hijo y el deseo que habrá de despertarle la enigmática profesora de religión (o agente secreto del Vaticano) de su hijo son dos expresiones de esa fuerza viviente que define la conducta de los seres humanos.
Como sucede en Vincere, Bellocchio demuestra aquí su capacidad única para musicalizar algunas escenas. Véase el momento en que Ernesto abraza a su hermano sufriente. Es un pasaje visceralmente amoroso, y en el momento preciso sonarán las cuerdas de John Tavener. Además, Bellocchio elige el claroscuro para pintar sus fotogramas, una composición de luz que denota perfectamente el mundo emocional de sus personajes. Algunas escenas hilarantes (un diálogo con un cura en una comida popular, un reto a duelo con un conde anacrónico y las objeciones de una tía de Ernesto respecto de su ateísmo) son geniales por su timing y elegancia discursiva, aunque el genio de Bellocchio se constata en cómo registra las inmediaciones e interiores del Vaticano y algunos ritos en donde se intuye un componente delirante de la creencia religiosa.
El disgusto eclesiástico es comprensible, y que la Santa Sede haya denunciado el film indica un desvelo terrenal poco relevante ante la magnitud del sufrimiento de muchos de sus fieles que no eligen la pobreza como opción religiosa sino que la padecen. Lo más curioso de La hora de la religión es que el único personaje que parece amar a su prójimo como a sí mismo es Ernesto, que en el abrazo a su querido hermano enloquecido no hace otra cosa que seguir al pie de la letra al hijo de un carpintero que terminó crucificado por su inconformismo.
Esta crítica fue publica por la revista Good News en enero 2011
Roger Alan Koza / Copyleft 2011
Excelente critica. Coincido en todo, sobre todo con el último párrafo.
Que bueno que a partir del modesto pero inusitado éxito de Vincere – esa joya exacerbada- se hay estrenado este Bellochio anterior. El duo Bellochio /Castellito funcoiona aqui tan a la perfección como en esa otro obra jugosamente delirante y de humor acido que es El regista di matrimoni.
Y es cierto que su acierto para la musicalización es exacto.
Me hace acordar en algunos aspectos al mejor Bertolucci.
Saludos
Así es Ale: joya exacerbada, es exactamente lo que pienso de Vincere, cuya tendencia psicologìsta le resta fuerza. Pero La hora de la religión, Buenos noches, día y El director de bodas son películas distintas, libres, inteligentes, algo que BB supo prometer en otras décadas para luego dedicarse a recolectar dólares.
Me sorprendió el tono de este film. Por momentos me hizo acordar el Lynch y Ferrara. Está semana también pude ver Los Bastardos y puede ser que tengas razón sobre Escalante, Roger. Me gustó. Es una película muy superior a la afectada entomología de Sangre.
Boris K: el tono onírico lo comparte con Lynch, excepto que aquí está desprovisto de perversión, o, en todo caso, la perversión no se encamina a la psicosis. El clarooscuro remite a Ferrara. Escalante: es ostensiblemente mejor a Sangre, y tiene grandes momentos y una concepción general inteligente. La escena de los sesos me sigue pareciendo gratuita. Cuando la vi en Cannes la gente gritó y muchos se fueron. No sé cómo será la reacción en Argentina, aunque creo que no la vio mucha gente. Saludos. RK
¿Había necesidad de contar lo de los sesos? no la vi todavía, ya me arruinaste el final de la película…
No es el final, así que en ese sentido no creo haber arruinado la visión del film. Te pido disculpas, aunque no es relevante. Por otra parte, hay un interesante artículo de Jonathan Rosenbaum, publicado en Goodbye Cinema, Hello Cinephilia, en contra de los spoilers. El argumento de Rosenbaum reside en recuperar cierta tradición de la literatura moderna en donde previo al desarrollo de cada capítulo se resume la totalidad del argumento y los sucesos más importantes. De todos modos, disculpame, y, potencialmente, al resto de los lectores. Insisto: dicho como lo he dicho, no habrá de quitarte ninguna sorpresa. RK
Roger querido.
Hoy en el día de mi cumpleaños, me acuerdo cuando corrimos por los pasillos del Hoyts para entrar e tiempo a ver la peli de Bellochio, porque después entramos a ver Shara, y recuerdo como en una sala que no tenía mucha gente, os agarrabamos mutuamente los antebrazos para no salir ejectados de la risa por LA SONRISA DE MI MADRE. Hablamos largo y tendido y durante años de esta peli, y lo guardo como un recuerdo mayor. Los bastardos fue una de las pelis que pasé en Mardel el último año que trabajé allí como programador y estoy de acuerdo en quela escena de los sesos no ponrifica ningún final ni arruina cualesquiera sorpresa. Véanla, en Tallin, Estonia, cuando la programé para la sección de cine latinoamericano, pude sentir después de presentar la peli como mas 400 personas (rusos, lituanos, estonios, finlandeses, sentían y comprendían el gran problema de la inmigración de sujetos como fuerza de trabajo con mucho cariño) Y recuerdo como despues de la función, la audiencia quedó muda y luego vinieron muchas muchas preguntas, a las que respondí: «No soy Amat Escalante, lo siento mucho»
Totalmente de acuerdo, el plano de los sesos es innesesario, fuera de registro. Y es un plano parecido al del suicidio de Cache, aunque creo por razones estructurales en ese film está justificado.
Pechito: recuerdo perfectamente ese momento, de un placer absoluto por estar viendo el film. Abrazo grande para vos.
Boris K: es posible que en el film de Haneke esté justificado por razones estructurales, pero incluso ahí parece estar forzado. El fuera de campo suele ser mejor que lo explícito, en estos casos. Saludos. RK