EN COMPAÑÍA

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por - Críticas
18 Sep, 2021 07:27 | Sin comentarios
Otra película de la cineasta cordobesa Frontini de ostensible rigor y sensibilidad.

LOS ÍNTIMOS DEL SILENCIO

En un pasaje fugaz de En compañía la cineasta María Aparicio descansa en su cama al lado de su perra mientras sostiene en su mano un libro. El título es Lo íntimo. Lejos del ruidoso amor, de François Jullien, reveladora pieza literaria que el film de Ada Frontini honra elípticamente en una línea que el autor francés no explora: la relación de intimidad con los animales. En efecto, la intimidad constituye un espacio viviente de lo propio que nada tiene que ver con la apropiación de los otros y la privatización del Yo. Esa experiencia parece prerrogativa de quienes tienen conciencia, pero ¿quién podría desmentir que la interacción afectiva con los perros no conforma una experiencia de lo íntimo?

Ada Frontini compendia una experiencia variopinta de hombres y mujeres que establecen con sus respectivos perros una relación de intimidad. En todos los casos elegidos, los perros son presencias silenciosas que acompañan a su dueño a lo largo de la vida. En algún caso, el perro es casi un descendiente sustituto, en otros, una entidad afectiva de compañía constante, también un amigo incondicional y un ser silencioso que se comunica sin signos y posibilita así una comunicación secreta que puede llevar a que se le hable como si entendiera. La ilusión es tal que en ocasiones el dueño enojado puede reemplazar el tuteo por un impersonal “usted”, como si en ese giro semántico el perceptivo animal pudiera sentir el matiz lingüístico que connota reproche y reto. Que no entiendan el sentido de las palabras no significa que no exista una enigmática comprensión.

Sin duda, la índole del vínculo es heterodoxa en esta materia de lo íntimo porque está desposeída de la palabra. Un perro puede esperar a su amo, pero no puede hacerlo un miércoles. Esa idea es de Wittgenstein, y en cierta medida la puesta en escena de Frontini se atiene involuntariamente a la clarividencia del filósofo, que supone una asimetría comunicacional que no debería necesariamente vindicar una dominación sobre los perros. 

Si Frontini puede filmar a los perros de su película como lo hace se debe a que ha visto que no se puede ser justo con el vínculo con el animal si prevalece la dimensión de un ser reducido a mascota. Ese modelo infantil de interacción es impropio del amor a los perros, no tanto como el que se puede ejercitar cuando un perro es una escudería orgánica con número que corre carreras. Toda la sección dedicada a los galgos revela una estrategia notable en la que la cámara se inclina hacia las víctimas mientras impugna la crueldad encubierta y la evidente explotación.

Casi todos los planos de la película glosan su título, excepto el de los galgos y todos aquellos dedicados a los perros de la calle que no tienen compañía, más allá de que la cámara les dispensa un amor infinito e incondicional. Pero hay un plus estético y afectivo que llega en el final. Es el momento en que la cineasta pasa al frente y pone en escena la relación con su propia perra. Frontini demuestra conocer a la perfección cada detalle de la cara de su perra. Un primer plano sobre el hocico ilustra ese saber, precedido por una secuencia donde el inventario de gestos de las cejas del animal exterioriza la sapiencia sensible de la cineasta para prodigarle a la criatura que la acompaña un plano que sintetiza todo su amor y agradecimiento. Esos minutos son inolvidables, como todos los perros que pasaron por nuestras vidas.

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En compañía, Argentina, 2020.

Escrita y dirigida por Ada Frontini.

*Publicada en otra versión por el Diario La Voz del interior en el mes de septiembre 2021

Roger Koza / Copyleft 2021