EL CANON DE RENAN ROVIDA
Me resulta imposible disociar el nombre Renan Rovida de la Mostra de Cine de Tiradentes. En verdad, antes de retener el nombre fijé su imagen: sucede que Renan era el actor de muchas películas que veía en esa Mostra decisiva para el cine independiente de Brasil; a veces era secundario, en otras ocasiones protagonista. Sus personajes tenían en común una posición frente al orden del mundo: no estaban reconciliados con él. En efecto, en pantalla sus personajes transmitían rabia y descontento. De inmediato descubrí que fuera de la pantalla, también. Al menos cada vez que Rovida tomaba el micrófono para decir algo antes de las funciones de las películas en las que estaba involucrado, el actor y luego cineasta no parecía diferenciarse mucho de sus personajes. Lo vi agitar a los espectadores y llamar a la insurrección, si fuera necesario, ante el fascismo cuyo rostro más bobo pero no menos temible es el de Bolsonaro.
En 2016 programé en Hamburgo Jovens Infelizes ou Um Homem que Grita Não é um Urso que Dança. Rovida era uno de los personajes que pertenecía a una compañía teatral cuya misión no era solo artística, sino también política: intervenir el espacio público era una táctica de ese grupo confundido pero insumiso que sintetizaba el malestar en Brasil a mediados de la década pasada. Esa comunidad artística no debe ser muy diferente de aquella a la que Rovida pertenece y alude en su texto introductorio, aunque basta intercambiar algunas palabras con el cineasta para corroborar que su posición política y lectura del mundo no es equivalente a la de los “jóvenes infelices” de Thiago B. Mendonça.
En 2017 vi Sem Raiz, ópera prima de Rovida. Me había interesado la atención que les dedicaba a varias mujeres trabajadoras y cómo matizaba el relato prestando atención a las diferencias que se podían advertir entre las protagonistas. La dejé afuera de los festivales en los que trabajo, y quizás fue una decisión injusta. Después programé otro notable film que lo tiene como intérprete: Baixo centro, una pieza poco vista que he intentado dar a conocer en estos últimos años.
En el 2020, Rovida dio un salto cualitativo. Pão e Gente pasó inadvertida en la Mostra, y era una película auténticamente desobediente. Se trataba de una apropiación lúcida de una obra inacabada de Bretch titulada La panadería en el contexto brasileño de nuestro tiempo. La pieza teatral y la película están separadas casi por cien años, pero las dos tienen en la mira la cercanía del fascismo como una forma de vida. Sobre esta coincidencia, Rovida consigue glosar en una esquina de São Paulo toda una época y el significado de ser hoy un proletario. Es muchísimo.
Pão e Gente tiene uno de los cierres más conmovedores que yo recuerde en el cine latinoamericano reciente. Un cineasta que sabe incluir la mirada directa a cámara de quien es el personaje real de su película cuenta con mi admiración. La invitación a participar de esta sección es la extensión de mi agradecimiento por su película y es también mi deseo de conocer un poco más sobre quién es el que está detrás de una película como Pão e Gente. (Roger Koza)
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En este momento, pensar en un conjunto de películas que me han forjado a lo largo de mi vida, me permite reflexionar con mayor intensidad sobre quién soy y por qué hago cine. Porque al pensarlo afloran los recuerdos más remotos y el cine parece haber estado siempre ahí, presente, vivo. Recuerdo, por ejemplo, que las primeras letras del alfabeto que reconocí fueron las que aparecían en la etiqueta de la videograbadora de mi casa, donde vi la película Meu Pé, de Laranja Lima y de Aurélio Teixeira, más de cincuenta veces junto a mi difunta madre. Es la primera película que recuerdo y, pensándolo hoy, quizás fue una de las principales razones por las que me convertí en artista. Esta película no forma parte del conjunto de películas que elegí, pero tenía que mencionarla, al igual que tengo que mencionar a varios autores que quedaron afuera de mis diez películas: Ozu, Bresson, Birri, Tarkovski, Herzog, Eisenstein, Solanas, Ripstein, Lumière, Chaplin, Keaton, Kusturica, Ki-duk, Varda, Bulbul, Rosemberg Filho, Monicelli, Ming-Liang, Antonioni, Petri, Mambéty, Newman, Farocki, Fassbinder, Guzmán, Rivette, Perrone, Bressane, Álvarez, cineastas que me enseñaron y me enseñan hasta hoy.
También tengo que decir que en Brasil algunas personas nunca tuvieron la posibilidad de imaginarse, y menos aún, de convertirse en cineastas. Los cineastas brasileños tienen herencias y tienen dinero en sus bolsillos. Quienes se convierten en cineastas, sin gozar de esa condición privilegiada, lo hacen a los golpes y esquivando golpes. Si tuvieran suerte, tendrían un buen trabajo en la industria como obreros; por todo esto me siento muy privilegiado de ser cineasta.
Desde que empecé a hacer películas, primero como actor y luego como cineasta, con el colectivo Tela Suja Filmes, hace diez años, hemos investigado y producido, y también hemos exhibido nuestras películas y seguimos aprendiendo día a día. Todo lo que he hecho hasta hoy como cineasta ha sido junto con las personas del colectivo. De hecho, la creación colectiva ha sido colectiva, que es la síntesis del cine para mí.
Por lo tanto, el cine y los cánones que enumero son, al igual que mis compañeros, guías en esta lucha diaria. Aquí están las películas (sin orden) que me han acompañado a lo largo de toda mi vida. Siempre vuelvo a ellos para levantarme y continuar el camino.
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LAS PELÍCULAS
Brasil
– A margem, Ozualdo Candeias.
– São Bernardo, Leon Hirszman.
– Sem essa, aranha, Rogério Sganzerla.
– A queda, Ruy Guerra.
– Alma corsária, Carlos Reichenbach.
– Serras da desordem, Andrea Tonacci.
– Cabra marcado para morrer, Eduardo Coutinho.
– A Idade da terra, Glauber Rocha.
– Macunaíma, Joaquim Pedro de Andrade.
– Iracema, uma transa amazônica, Orlando Senna e Jorge Bodansky.
Internacional
– C’eravamo tanto amati, Ettore Scola.
– Sicilia!, Jean-Marie Straub y Danièle Huillet.
– Uccellacci e uccellini, Pier Paolo Pasolini.
– Un perro andaluz, Luis Buñuel.
– Memorias del subdesarrollo, Tomás Gutiérrez Alea.
– The Killing of a Chinese Bookie, John Cassavetes.
– Ukamau, Jorge Sanjinés.
– Tout Va Bien, Jean-Luc Godard y Jean-Pierre Gorin.
– Dodeskaden, Akira Kurosawa.
– Giù la testa, Sergio Leone.
*Fotogramas de encabezado: Uccellacci e uccellini+Giù la testa+A margem+Serras da desordem+Iracema, uma transa amazônica
Con los ojos abiertos / Copyleft 2021
Muchas graças por revelar um gran cineasta de olhos abertos a Las injustiças del capitalismo opressor em todos os sentidos humanos.