LA EPIDEMIA
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Alan Koza
EL VIRUS INCURABLE
La epidemia / The Crazies, EE.UU., 2010
Dirigida por Breck Eisner. Escrita por Scott Kosar y Ray Wright
Una película más sobre virus, contagios, paranoia y apocalipsis, cuya crítica política, menor pero legítima, resulta casi una anomalía.
El terror biológico es un terror insondable. Basta pensar un poco cómo una minúscula bacteria, imposible de ser detectada por nuestros ojos, puede ser más temible que una horda y una docena de tanques. Lo que se puede ver es siempre menos temible que el horror invisible. Que el cine explote un tipo de paranoia que lo excede es lógico: representar es un modo de conjurar.
La epidemia, remake de The Crazies (1973), de George A. Romero, quien ahora es el productor, quizás sea menos violenta que la original y carezca de su humor, pero esta nueva versión es también un filme cuyas municiones apuntan directamente a identificar un tipo de virus visible pero aparentemente incurable: el militarismo estadounidense, infección simbólica, tal vez epidémica desde la guerra de Vietnam.
En esta ocasión, un accidente aéreo militar provocará la dispersión de químicos contaminantes, componentes de un arma biológica. Se comenzará a expandir una bacteria que se transmite por agua y aire. Las víctimas son los habitantes de un pueblo perdido de los Estados Unidos: Odgen Marsh. Ahí todavía, como en los western, el representante del orden es el sheriff, y será precisamente él quien enfrente al primer afectado, el alcohólico del pueblo, quien sin explicación alguna cruzará un cancha de beisbol en el medio de un partido con una escopeta. Los síntomas son inequívocos: primero depresión, después violencia extrema, a menudo, dirigida a los seres queridos.
Satelitalmente vigilados y sin posibilidades de comunicarse, los pobladores serán puestos en cuarentena. En efecto, la expansión de la bacteria llevará a una intervención militar. No habrá piedad para los infectados. De allí que el sheriff y su mujer, junto con su colaborador y algunos otros intentarán escapar de las fuerzas del orden.
Breck Eisner articula su relato en las coordenadas del cine clase B; no hay grandes efectos especiales, quizás sí un exceso de apoyo sonoro a lo largo del metraje, pero en varias secuencias Eisner demuestra ingenio para orquestar en espacios reducidos instantes de tensión y suspenso: la secuencia en un lavadero de autos es ejemplar. La epidemia, además, apuesta al detalle: el inesperado primerísimo plano de un ojo en una cerradura es más aterrador que el primer plano del rostro de un zombi.
Ya en el final, una vez que los créditos comiencen, habrá un aviso. El verdadero virus nunca descansa, siempre vigila y, como se sugiere en la película, contará siempre con el beneplácito de los reaccionarios.
Esta crítica fue publicada por La voz del interior en el mes de enero 2011
Roger Alan Koza / Copyleft 2011
Para divertirse:
http://www.elcriticodecriticos.blogspot.com/
El comentario anterior, el que dice, «para divertirse», quizás no sea muy humorísitoco, pero sin dudas es una crítica a mis fundamentos, según el autor, morales e ideológícos (y no estéticos,y, mucho menos, kantianos) de mi «sistema» de crítica. Sus señalamientos son atendibles, y el libro al que hace mención de Kant, sin duda se trata de uno de los libros más bellos de la modernidad filosófica, y el más libre y delirante del autor en cuestón. Hacia el final de su artículo, en un sentido poco kantiano, descalifica irónicamente en un párrafo mi trabajo y mi supuesta autoconsciencia de él, lo que no voy a responder, aunque allí se aleja del esteticismo ahistórico al que subscribe. Siempre he prefierdo en estos temas filosóficos «La norma del gusto», de David Hume, lo que denota mi preocupación con los cánones cinematográficos y la constitución del gusto, lo que siempre es una cuestión política e ideológica. En este blog, otro comentarista, Gustavo Gros, formuló una crítica similar respecto de mi mirada y escritura.
Por último, de lo que escribió AF, esto sí me hizo reír: «Probablemente, si Koza hubiese vivido en Roma dos mil años atrás no habría vacilado en vilipendiar a La Eneida por su intento de fundar míticamente el imperio». RK
Omite hablar de la belleza de la ética. La que puede pensarse como la madre de todas las bellezas (quebrarla subordina, claro, un rasgo estético).
Le pido perdón a RK por el comentario final al que refiere. Tiene razón. No es atinente y desmerece a quien lo escribe. Por lo demás, no creo que La Crítica del Juicio sea un libro delirante. Es más: creo que Kant abre allí un camino que aún no ha sido del todo explorado. Me refiero a la justificación de la autonomía del arte sin que el marco de referencia sea el sujeto trascendental.
De cualquier modo, mis objeciones apuntan a lo que el propio RK declara pensar: que la constitución del gusto es siempre una cuestión política e ideológica. En primer lugar, es una afirmación que debe ser demostrada, pues del mismo modo podría argumentarse que la constitución de la ideología siempre es una cuestión estética. Pero más allá de este dilema, aun suponiendo que fuera como sugiere RK, la justificación de uno por el otro implicaría un reduccionismo. (Igual que aquel que quisiera dar sólo explicaciones físicas en el ámbito de la biología). El punto sigue siendo si el arte tiene un ámbito autónomo de análisis y si éste corresponde al reino de lo bello. Si es así, entonces lo demás queda subordinado a lo que marca este concepto. Parafraseando a James, perfectamente puede decirse: «The artist is the person on whom nothing is lost». Nada se pierde para el artista. Tampoco la política y menos aún la ideología. Siempre que estén al servicio de lo bello.
Andrés:
1. La utima Crítica es un libro más libre, delirante en un sentido en el que las dos Críticas precedentes no dan respiro y en este libro algo sucede en donde Kant parece libre de sí. Lo leí hace 15 años, una dos o tres veces seguidas. Para fundamentar mi parecer tendría que volver a él.
2. La autonomía del arte, a mi juicio, me parece imposible, lo que no implica no intentar una aproximación a la obra de arte, en la medida de lo posible, libre o más bien consciente de los prejuicios del sujeto empírico.
3. A mi modo de ver los hermeneutas tienen un punto incuestionable: estamos arrojados a un mundo lingüístico y en él aprendemos a pensar. El sujeto es después, no antes. Las categorías, entonces, son un apriori, pero no transcendental en un sentido estricto, sino más bien en su sentidio casi biológico. Por otro lado, la estructura de clase, que determina en gran parte una ideología, y, en ese sentido, determina el gusto, es un dado inobjetable. Naturalmente, la educación y la intervención activa del sujeto puede operar una emancipación interminable respecto de estos prejuicios primarios.
4. Debido a tu objección respecto de mi posicionamiento sobre un film, siempre intento observar la forma y junto con eso el mundo simbólico que un film presenta. Algunas obras de Sokurov, por ejemplo, quien es políticamente un conservador, me parecen extraordinarias. Cuando Sokurov se circunscribe a la intimidad (Madre e hijo, Elegía espiritual) alcanza un registro sobre lo bello que va más allá de lo político e ideológico, pues su mirada reposa sobre cuestiones de existencia mínimas y vitales. No veo otro modo posible de que una obra de arte esté al servicio de lo bello. Dicho de otro modo, no veo modo en el que se pueda eludir la historia, el sistema de creencias que constituye el yo, los prejuicios de clase, y las prácticas sociales en su conjunto que modulan la subjetividad. La lucidez, a mi entender, pasa por ver esto e intentar ir un poco más allá. Esa es la función más libertaria y soberana del arte, y del cine. Saludos. RK
Querido Roger, me permito inmiscuirme:
Suponer que: “el sujeto es después, no antes” no resuelve quienes somos… ¿quien se volvió sujeto?, ¿quién estaba allí, antes, para darle lugar a este sujeto padre orgulloso de un pensar estructurado como lenguaje? Lo que sí hace, con justa razón, es quitarse toda entidad ontológica, pues es un individuo recortado de la Totalidad, nacido, acunado y cuidado por el pensamiento humano. El problema radica en suponer que esto es todo lo que somos, y lo suponemos porque la herramienta de introspección no es otra que ese mismo lenguaje, su límite lo suponemos el nuestro, nos identificamos con su límite.
Te pregunto (retóricamente, no te preocupes): ¿cómo podemos suponernos un producto de nuestro producto?, ¿qué se perdió en el camino? En todo caso, si eso somos, individuos en segundo grado, ¿dónde está la respetuosa aceptación de ser MÁS, y la lógica aceptación de que ese origen es inefable, y, sin embargo, necesario?
Somos producto de la Existencia toda, no hay separación, no hay distancia, ¿cómo podría haberla? Esto es decir que somos esa misma Existencia.
Lo que quiero decir es que me parece prudente tener en cuenta la naturaleza intelectual de nuestras apreciaciones y reservar un estado de duda e inquietud visceral respecto a la verdad última. Somos pura eventualidad. Pero quién lo es, es otra cosa.
Abrazo.
Aclaremos algunas cosas:
1-No me importa si leíste el libro tres veces seguidas. Te aconsejo que lo leas por cuarta vez. El sistema estético de Kant está completamente subordinado a su sistema metafísico general. De cualquier modo, no era mi propósito glosar la filosofía kantiana. Lo importante de ese libro es que plantea la autonomía de la estética con una justificación intensa. Yo no estoy de acuerdo con la justificación, pero creo que allí hay la semilla para que germinen nuevas justificaciones.
2-Si te parece imposible la autonomía del arte, lo siento por vos. De cualquier modo, creo que te desviás del concepto. Parecés esos periodistas que discuten sobre la objetividad de la información. Autonomía no significa pureza. De ahí la cita de James, que está lejos de ser un purista en términos estéticos. Autonomía significa un ámbito de análisis propio. Pero dentro de este ámbito puede y debe entrar todo. Porque en el arte, en el mejor arte, todo puede emplearse con tal de lograr belleza, que es una perífrasis de la necesidad. En una verdadera obra de arte todo es necesario. Algo parecido sugirió Hegel, en una notita marginal del el Prólogo de los Principios ds la Filosofía del Derecho.
3-No hace falta ampararse en los hermeneutas para afirmar una obviedad: que el lenguaje nos preexiste. Y en cuanto a que «las categorías son un apriori, pero no transcendental en un sentido estricto, sino más bien en su sentidio casi biológico», es, quitando el tímido adverbio, lo que viene diciendo Chomsky hace cuarenta años. De eso se trata la gramática generativa. (Al respecto, no deja de ser extraño que Chomsky se declare cartesiano y no kantiano). Pero ni esto, ni ninguna estructura de clase toca lo que digo sobre la autonomía del arte. ¿Para qué hipostasiar lo que no necesita ser hipostasiado? ¿Acaso un físico que desarrolla una teoría sobre el movimiento de partículas subatómicas debe concluir que, puesto que el lenguaje de los hombres lo precede, él no está haciendo física sino física hermenéutica? ¿Acaso al analizar su teoría deberíamos elucidar sus presupuestos ideológicos?
4-Bien sé que el ejemplo del físico es inexacto. Lo puse para graficar el extremo de una discusión que está volviéndose algo tediosa. Querés abarcar demasiado y abarcás muy poquito. No es lo mismo la prioridad ontológica o metafísica que la prioridad teórica. Lo que importa es qué concepto tiene prioridad en un ámbito determinado de análisis. En nuestro caso, no importa si el lenguaje y la estructura de clase precede al sujeto a la hora de discutir sobre arte. Importa qué concepto tiene prioridad en en el análisis de una obra de arte.Mi discusión se refiera a la prioridad teórica. Porque eso es lo que marca un campo de autonomía. Pero esto, lejos de limitar el análisis del arte, lo potencia. No hay que temer que la autonomía limite al arte. A diferencia de la física, las leyes de arte son variables. Cada obra crea sus propios axiomas, sus propias reglas de inferencia y por tanto sus propios teoremas. En rigor, muchos de estos axiomas y reglas de inferencia los comparte con otras obras de su mismo género. Pero tiene la libertad de crear nuevos. En esto consiste la libertad artística.
En cuanto a la forma, también existe una confusión bastante generalizada. Porque se entiende la forma como algo exterior que viene a conjugarse con un contenido para conformar la obra de arte. La forma es lo concreto de la obra. Todo lo que vemos concreto de una obra es forma. El contenido es lo que antecede a esa concreción. El contenido sin forma es una conjetura, la imagen abstracta de un proyecto, el mundo antes de la creación. La forma implica toda elección y, en sentido inverso, toda elección determina la forma. Por eso, analizar por un lado el contenido y por otro la forma es un procedimiento errado. El contenido sólo es analizable en virtud de la forma, porque la obra de arte ya está determinada por las elecciones del autor. Dentro de esa forma que anhela la belleza entra toda la vida, con su lenguaje, su estructura de clase y todo lo que a cada uno se le ocurra.
Saludos.
Andrés:
1. Nada tengo para decir sobre tu respuesta de Kant. Concuerdo en parte sobre lo que decís, y no estoy del todo seguro que la Crítica del juicio esté tan pegado a su Metafísica. Son lecturas.
2. No parezco ningún periodista por decir lo que digo; simplemente no comparto tus coordenadas, o, si preferís, estamos parados en distintas posiciones, lo que no me lleva ni a decirte qué es lo que tenés que hacer, ni a recomendarte lecturas para que te esclarezcas, ni mucho menos a descalificarte. Creo en la conversación, por eso discuto e intercambio contigo.
3. A mi juicio Chomsky sigue apostando a un apriori transcendental. Al decir casi biológico, simplemente insisto en el carácter contigente del apriori, aunque tal aseveración es en principio contradictoria. Decir que NM lo dijo hace 40 años, como si lo que uno afirma es viejo, resulta una finta discursiva descalificatoria. Yo podría hacer lo mismo contigo, pero preferiría no hacerlo. Pero, una vez más, no tiene importancia. No necesit tener la razón.
4. Me parece redudante: no existe, a mi jucio, prioridad teórica, el conjunto de saberes y prejuicios ya determinan el campo de investigación. ¿Ahora me mandarías a leer a Thomas Kuhn? También lo leí hace 15 años, así que espero el chirlito y la tirada de orejas. No obstante: no me tomaría tan a la ligera la constitución de clase, sobre todo en el terreno de la experiencia estética. Algo más: «Cada obra crea sus propios axiomas, sus propias reglas de inferencia y por tanto sus propios teoremas. En rigor, muchos de estos axiomas y reglas de inferencia los comparte con otras obras de su mismo género. Pero tiene la libertad de crear nuevos. En esto consiste la libertad artística». No estoy del todo seguro que de una obra de arte se prediquen axiomas y reglas de inferencia, pero sí me parece que ciertas obras trastocan el orden simbólico por lo que su recepción y discusión resulta problemática. Y en eso consiste la libertad artística, la que suele estar sobrevaluada.
5. No he dicho que forma y contenido estén separados, sí dije que siempre intento a la hora de ejercer mi profesión explicitar una preocupación sobre la forma que estructura un contenido, o, para ser más preciso y radical: la forma es un contenido. No es lo mismo elegir una subjetiva de un violador violando que mostrarlo en un plano fijo general en el que la violación se ve de lejos. Bruno Dumont en Flandres, por ejemplo, elige mostrar sn mostrar una violación en un plano general. Son decisiones. Tu explicación sobre la forma y el contenido es consistente, pero no es pertinente respecto de lo que escribí.
6. Finalmente: no creo que la obra de arte esté determinada por las elecciones del autor. No creo, incluso, que una obra de arte sea el resultado de la voluntad y decisiones conscientes de un autor. Sí, entiendo que existe un autor, su técnica, su mirada, atravesada por fuerzas sociales que lo atraviesan a él o ella. La fórmula de Godard: «Una soledad muy poblada». Hay un bello libro de Graham Parkes llamado La composición del alma, en donde GP intenta pensar quienes poblaban la soledad de Nietzsche. Es un buen ejemplo.
En fin, Andrés, sospecho que volverás a responderme, y así sucesivamente. Sospecho también que volverás a corregirme y cada tanto a burlarte. Algunas cosas de las que hemos intercambiado han sido edificantes, otras simplemente reproducen el malestar de una cultura, la nuestra, incapaz para escuchar las razones del otro y aprender del que piensa distinto.
Saludos y suerte con tu blog.
RK
Querido Edgar: lo que decís ya lo hemos discutido en varias oportunidades. Yo no posee una mirada metafísica en la que preexiste una totalidad de la cual nosotros pertenecemos, incluso antes de constituirnos como sujetos. Mi cosmovisión es vacía, sin telos, desencantada. La pregunta por el origen me resulta improcedente. Como te he dicho en varias ocasiones, las ideas generales de Darwin me parecen satisfactorias, al menos como un modo de pensar hacia adelante. Nada más. Pero valoro a quienes piensan como vos, a los que creen y sienten de otro modo. Saludos. RK
Roger:
Vos tenés razón en todo lo que concierne a mis malas formas. Tengo un modo incivilizado de disentir. No hay dudas de que sos mejor persona que yo. Pero te aclaro que la discusión es para mí no sólo edificante, sino también divertida. De cualquier modo, te invito a descalificarme sin el menor reparo. No me ofendo. En eso sí soy kantiano.
No te preocupes tanto por los autores que cito. Lo hago para completar una idea. El nombre es baladí. En el caso de Chomsky, lo cité sólo porque quise expresar que la verdadera discusión no es por las afirmaciones generales, sino por el contenido que se desprende de ellas. Muy sencillamente se puede decir que el lenguaje determina casi bilógicamente nuestras categorías como sujetos pensantes. Ahora bien: ¿cuáles son esas categorías? Newton alguna vez se burló de un amigo que reclamaba la autoría de la idea sobre la ley de gravitación universal. «Lo que importan son las ochocientas páginas y las miles de fórmulas de los Principia», dijo, o algo parecido. De nuevo: el problema de la preeminencia del lenguaje es metafísico. Yo planteo un problema de otro orden.
Cuando te comparé con un periodista, te quise alertar sobre lo que me parece una mala comprensión de mi planteo. No pretendo que pienses como yo. Sólo que me des la razon…
Era una broma. Pretendo que me entiendas, para que la discusión sea más prolífica. Y noto que a veces no me expreso con la suficiente claridad. Por ejemplo, en cuanto a la comparación del arte con un sistema lógico, es obvio que estoy empleando un símil. No hay verdaderas inferencias en ninguna obra artística. Pero sí hay un sistema, más o menos rico, del cual el artista puede ser o no ser consciente. Es tarea del crítico elucidar ese sistema, que es la obra de arte. Siguiendo con el símil, el crítico se encuentra con un conjunto de teoremas y debe elucidar los axiomas y las reglas de inferencia. En rigor, ni siquiera se encuentra con un conjunto de teoremas ya determinado. Es él quien los determina. Precisamente por eso, la elucidación, lejos de guiarse por un criterio de verdad, se guía por la capacidad creativa e informativa del crítico, y por los intercambios y las discusiones que ocurren a lo largo del tiempo.
Justamente, todo ese conjunto de palabras (llamémoslas así) conforman un orbe que goza de autonomía. Es el ámboito de la estética y el concepto (o, si querés, la categoría) preeminente es el concepto de lo bello. Este concepto también debe ser desentrañado. De eso se trata. Pero allí está, esperando.
En cuanto a la forma, estamos en parte de acuerdo. No hay duda de que es distinto elegir una subjetiva de un violador violando que mostrarlo en un plano fijo general en el que la violación se ve de lejos. El punto es que la primacía estética de una u otra toma no está determinada de antemano. No puede concluirse nada si no es en el contexto de la obra, en virtud de la «lógica» (lo entrecomillo para que no te crispes) de la obra.
No termino de comprender en cambio tu objeción al hecho de que la obra de arte esté determinada por la elección del artista, autor, o como quieras llamarlo. Cuando hablo de elecciones, podés añadirle «conscientes o inconscientes». No importa. En todo caso, no es tarea del crítico averiguar cuáles fueron de un modo y cuáles de otro, sino del biógrafo o del terapeuta. Una vez más: no es necesario sobredimensionar todo conceptuosamente. «(…) un autor, su técnica, su mirada, atravesada por fuerzas sociales que lo atraviesan a él o ella.» De nuevo lo mismo, como un viejo vicio incurable. Si la soledad artística de Godard estaba muy poblada, tanto mejor (o tanto peor) para él. Si la obra de Godard fuese anónima, nuestra opinión sobre ella debería ser la misma. Dejemos que Hamlet y Godard se atormenten con sus fantasmas o se jacten de ellos. El crítico, vos en este caso, en lugar de dar primacía a todas las fuerzas sociales que atraviesan al autor, podría concentrarse en lo mejor que tiene el arte: la belleza de la obra, la necesidad de la obra.
Por último: si sentís malestar en la cultura, consultá a tu médico.
Una cosita más: no pretendo que releas a Khun ni a nadie. No lo llames «prioridad teórica» si tanto te molesta. Ahora bien: ¿qué significa que el conjunto de saberes y prejuicios determinan el campo de investigación? El libro de Newton al que aludí se llama, como bien sabrás, Principia Mathematica Philosophiae Naturalis. Hoy es un libro de física. Quiero decir: el conjunto de saberes y prejuicios no es una entidad inmutable. Los campos de investigación varían con el tiempo y con el espacio. El punto es si la estética tiene un orden autónomo aquí y ahora, como la biología lo tiene aquí y ahora. Me reprimo la ironía, a ver si logro ser más civilizado.
Andrés: tu último post me resulta más cercano. Consultaré a un médico, de todos modos, pero me dicen aquí que Freud ha muerto. Veremos quién puede salvarme.
Algo más: nunca dejo de pensar acerca de la belleza de la obra y su necesidad. Eso un poco lo que te respondí a propósito de Sokurov. No obstante, no es fácil ver la belleza de Sex and City 2, incluso de La red social, dos películas que mencionás en tu texto crítico sobre mi trabajo. Saludos. RK
PS: sobre el post posterior: concuerdo contigo absolutamente.
Algo más: no se trata de reprimir la ironía sino cómo funciona y hacia dónde va dirigida. Tu párrafo que me hizo reír es excelente. El final, en el que imaginas lo que pienso de mis lectores es abominable (y no porque esté dirigido contra mí; pienso que allí pierde elegancia e ironía tu propio texto, como si la agresión banalizara la belleza crítica y el poder polémico de lo que escribiste. RK
Estoy de acuerdo con vos en lo que decís de mí. Mi pedido anterior de disculpas no tuvo nada de irónico. Me sentí mal y arrepentido sinceramente. Y esto tampoco es ironía: voy a tratar de que mi temple mejore.
Saludos.
Haceme vos también un poco de caso. Yo sé que te fijás en la belleza de la obra. Y aunque no sé mucho de cine, sé que Sex and the City es un bodrio panfletario. Pero no te dejes invadir por la sociología del arte. Perjudica tu inteligencia.
Roger:
No entiendo cómo abstraernos de nuestra condición itinerante, de curso, de suceso en una totalidad. ¿Cómo concebirnos como monos evolucionados y negar, al mismo tiempo, el proceso que les dio origen? Y en tanto hubo proceso y no generación espontánea: hay más; manifiesto o inmanifestado: somos más.
El único telos que imagino y me parece procedente es el despliegue de esa totalidad, adecuada a nuestra eventualidad, y eso no es una restricción… es una maravilla!, porque es la manera en que el origen está presente hoy y acá, modelado en forma y sin embargo él mismo. Me refiero a esto muy materialmente.
No entiendo la necesidad de acudir a supuestos metafísicos para reconocer nuestra identidad mayor. Es evolutivamente evidente. ¿No es eso Darviniano? Llevá lo tuyo un punto más lejos y ¿qué tan separados estamos de las amebas, las olas del mar y el polvo de estrellas? Esa es una Totalidad no metafísica.
Tampoco comprendo que esta pesquisa te resulte improcedente. “… las ideas generales de Darwin me parecen satisfactorias, al menos como un modo de pensar hacia adelante”. Ok. Pero, ¿como obviar pensarlo también hacia atrás? ¿Y por qué no hacerlo? Una manzana caída en el suelo, feliz con sus prometedoras semillas… es el árbol, aunque no le conste y todavía no pueda verlo.
Entonces: ¿cuál es el ALCANCE de una cosmovisión vacía, replegada a un sujeto pensante, arrojado a un mundo lingüístico, constructor de sus propio ethos, en tanto desmerece la interdependencia y la condición de parte en una construcción mayor, que contiene al sujeto y le da sentido?
A esa Totalidad me refiero. Es absolutamente objetiva, necesaria y suficiente. Me perdone Platón.
Chau, un abrazo.