RIFKIN’S FESTIVAL
CITAS DESANGELADAS
Existe una hermosa tradición en el cine en la que una película puede invocar a otras películas. La cita es un motivo de alegría, una invocación a algo o alguien que representa un acuerdo compartido, acaso una glosa amorosa de un saber o un parecer. En Rifkin’s Festival, el octogenario Woody Allen, a quien nada lo detiene, cita y repone con las variaciones apropiadas a su propio relato liviano algunas escenas de clásicos modernos de Bergman, Buñuel, Fellini, Truffaut y Welles. Sus personajes, además, discuten intermitentemente sobre Ford, Hawks y Capra y la Nouvelle Vague, y el escenario principal de toda la película es la ciudad de San Sebastián durante la celebración de su festival de cine. ¿Pura cinefilia? ¿El gran homenaje de Allen a sus héroes del siglo XX?
Rifkin’s Festival es más que nada un esbozo de un homenaje al cine con citas calcadas y resueltas con poco ingenio en el trasfondo de una comedia desangelada en la que Allen propone sus temas habituales en torno al deseo: nadie sabe muy bien por qué ama a quien elige, siempre se puede desear a otra persona y nunca existe una certeza que esclarezca cualquier decisión que se tome en la materia. En ese razonable esquema neurótico se desenvuelven las vacilaciones y cavilaciones de Morf (Wallace Shawn como un doble de los típicos personajes de Allen de los 70 y 80), un exprofesor de cine moderno y también escritor cuya hermosa mujer es agente de prensa cinematográfica.
Debido al estreno de una película francesa sobre la inoperancia e ilegitimidad de la guerra en el festival español, Sue (Gina Gershon guapísima, y muy parecida en su versión madura a Sofia Loren) tiene que estar al servicio de un director galo (Louis Garrel) que pretende con sus películas corregir el error de la humanidad por su pasión belicista. El cineasta es mucho más joven que Sue y Morf, y no deja de seducirla en cada encuentro que tienen. Los enredos son tan previsibles como los chistes; solamente la ocasional aparición de un personaje secundario perfora la mediocridad revestida de nostalgia no exenta de amabilidad que se mantiene pareja de inicio a fin. En efecto, la aparición de Christoph Waltz es brevísima, como también lo es la de Sergi López, instantes fugaces que mejoran el conjunto sin redimirlo.
Si Rifkin’s Festival se puede mirar es porque el gran director de fotografía Vittorio Storaro está detrás de cámara y puede en un encuadre, un travelling o un plano secuencia transmitir una elegancia ostensible extrayendo lo mejor de la luz de la ciudad costera y reteniendo los gestos más destacados de los intérpretes. El resto no es menos que nada pero no lo suficiente para ser algo.
***
Rifkin’s Festival, España-Estados Unidos, 2020).
Escrita y dirigida por Woody Allen.
***
*Publicada en La Voz del Interior en el mes de enero 2022.
Roger Koza / Copyleft 2022
Recomendaciones pertinentes:
Notas para la devaluación de Woody Allen (leer acá) (Jonathan Rosenbaum).
Un día lluvioso en Nueva York (leer acá) (RK)
Últimos Comentarios