COMPETENCIA OFICIAL
Los distintos
En los tiempos que corren se vuelve pantanosa la distinción entre lo vanguardista y lo disruptivo. Entre lo eminentemente diferente, aquella primera línea en la experimentación con las convenciones de la representación, y las obras que solamente se desmarcan de la media de su época. En la estepa del cine contemporáneo de lo primero hay poco y de lo segundo sobran ejemplos paseándose por las alfombras rojas de los grandes festivales y llenándose de galardones en ceremonias de premiación.
En los 90, la dupla de realizadores conformada por Mariano Cohn y Gastón Duprat crearon Televisión Abierta, un programa que se autodenominaba el “primer delivery televisivo” y que sin lugar a dudas significó un arrebato vanguardista dentro del anquilosado flujo de la TV argentina: allí era el público el que solicitaba una cámara para grabar lo que quisiera de su vida cotidiana y acceder a la pantalla sin ningún guion u ornamento. Suerte de documental reflexivo que registra y siembra valiosos interrogantes sobre la relación del público con un medio masivo como la televisión. Luego de esta y otras incursiones en la pantalla chica, la dupla Cohn-Duprat se vuelca de lleno al cine con expresiones en cierto grado disruptivas, sí, pero de una homogénea y reiterativa búsqueda.
El mundo del arte suele ser su escenario favorito y el cinismo la pulsión predominante de los personajes de la dupla argentina. Arquitectos pedantes, pintores pícaros, escritores elitistas y, ahora, en Competencia Oficial, su nuevo ejemplar estrenado en el último Festival de Venecia, dos actores ensamblan las dos caras de una lucha atravesada por el ego y encarnan la ya usual mirada misantrópica de los realizadores argentinos. El nuevo largometraje de Cohn y Duprat retrata los ensayos de la dupla protagónica del próximo film de una de las directoras de cine más aclamadas del momento: en un excéntrico y frío edificio que recibe a la preproducción del film, se entreteje el duelo entre los colegas encarnados por Oscar Martínez y Antonio Banderas, hermanos de profesión y rivales en sus distintas variantes del narcisismo, un Tiestes y un Atreo dueños de técnicas, métodos, objetivos y deseos diferentes. La hipocresía emerge como el denominador común de la pareja que se entrega a las conducciones del personaje de Penélope Cruz, una realizadora lesbiana con una filmografía tan escueta como impresionante y una cineasta particularísima que le prodiga enorme atención a la dimensión sonora del cine —básicamente, la caricatura de una Lucrecia Martel europeizada, arrogantizada y misantropofizada—.
Fórmula de desmarque de la media contemporánea, fórmula de éxito estirada a lo largo de los años: lucha de opuestos, manierismos ampulosos en la puesta en escena, sátira burlesca y reduccionista de los representantes del arte contemporáneo y provocación que no provoca, sal que no sala. Al menos aquí, dentro de este juego de choques, la dupla argentina no destila su desprecio de clase como en El hombre de al lado ni se engalana con su propia ignorancia y sus prejuicios como en El ciudadano ilustre; en Competencia Oficial todo es menor.
Por empezar, el valor e impacto de un rostro como el de Cruz se ve rebajado por un rol esquemático y quieto: su lugar en el film se subordina a ser la habilitadora de conflicto de los otros dos, es la organizadora y la caprichosa legisladora de las viñetas de ensayos con las que se construye casi la totalidad del film. Pero el de Cruz no es el único personaje inmóvil, los actores son durante todo el metraje lo mismo que se construye en su primera aparición: el maestro de actores por un lado y el dandy farandulero por otro, el culto y el burro. Todo en Competencia Oficial se rinde a la previsibilidad de la fórmula y la tesis. El film se muestra como una corriente mansa interrumpida por un puñado de gags más o menos inspirados, con el añadido de un final donde una violencia inoculada con shock habilita un último comentario sobre el estado del arte contemporáneo que, además de pretender negarse a sí mismo como lo que es, es decir, una sentencia, ilumina la incongruencia de lo desarrollado en el film.
“Hay que dejar de encasillar a las obras por su presunta ideología”, dice el personaje de Cruz cerca del final, y añade: “El arte no es una afirmación, no es una respuesta a una pregunta. El arte no se refiere a algo, sino que en sí ya es algo”. Estos comentarios, que no son otra cosa que máximas, describen muy bien el tibio blindaje ideológico con el que Cohn y Duprat cubren su obra. En un pasaje de Competencia Oficial un plano abierto muestra al millonario personaje de Antonio Banderas comiendo en un restaurante de fast food mientras una persona en situación de calle pide limosna en la vereda al otro lado de una ventana. ¿Comentario sobre la desigualdad reinante en el capitalismo tardío o un arrebato de pura abyección? Ni una cosa ni la otra. La gratuidad de ese plano en la película, insertado asimismo dentro de una secuencia de montaje igual de gratuita sobre un diagnóstico de cáncer que resulta una broma, termina por sumirse, adrede, en la nada. No es una afirmación, ni una respuesta, ni una pregunta, alude al mundo únicamente para extraer un trágico paisaje de lo cotidiano y sobre eso, al igual que en toda la película, la representación se dobla sobre sí misma: entre el gesto que se supondría intrépido (retratar a un otro) y su potencialidad política (problematizar el lugar del otro o el propio frente a lo ajeno), Cohn y Duprat, como en gran parte de su filmografía, se contentan con mostrar por mostrar, eventualmente reír por reír, sin verdaderamente mucho por pensar.
La lógica de la provocación se ve reemplazada por otra idea más infantil cercana al hot take. Cinismo altisonante que prodiga una escena de un ensayo donde Cruz destruye en una trituradora de metales Goyas, Leones de Plata, Palmas de Oro y premios a la actuación frente a la mirada impotente de Martínez y Banderas; pero que en la secuencia final muestra el estreno del film de Cruz en la competencia oficial de un festival de cine ficticio. Rara clase de misantropía, fría como los ejes de las trituradoras de metales y diluible como los populares TikTok que muestran objetos insólitos siendo destruidos por una de estas.
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Competencia Oficial, España-Argentina, 2021.
Dirigida por Gastón Duprat y Mariano Cohn. Escrita por Andrés Duprat, G. Duprat y M. Cohn.
Tomás Guarnaccia / Copyleft 2022
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