MAR DEL PLATA 2022 (13): LA GANADORA
La guía de programación puede engañar al despistado. En la porción de la grilla designada al último día solo aparecen siete películas disponibles para ver. Quien haya participado en años anteriores del festival sabe que allí falta algo esencial: el último día es el día de las ganadoras. Las funciones se anuncian el día anterior tras la entrega de premios y las entradas vuelan desde las primeras horas de la mañana para las películas con mejor boca a boca o para aquellas que obtuvieron grandes premios. Mientras tanto, las funciones matutinas son tímidamente solicitadas; es sabido, también, que el último día es el día de la resaca de muchas jornadas de festividad cinematográfica. Estas proyecciones de cierre tienen un aura particular: del lado de los espectadores es ostensible un cansancio acumulado cruzado con un principio de nostalgia por el término del festival; del lado de la organización comienza un descanso que se traduce en funciones sin presentaciones, invitados o “Q&As” (anglicismo horrible que hemos incorporado con demasiada naturalidad); del lado de las películas pesa la carga de las expectativas.
A pesar del cansancio, tanto el Anecdotario dedicado a Leonardo Favio, compuesto por varios clips con ex colaboradores que cuentan breves anécdotas alrededor del día a día del trabajo con Favio, y la fotografía de él que aparece en el clip institucional que cierra la tanda de publicidades son aplaudidos en estas últimas funciones con aun más fuerza que en el resto de los días. La promesa de una edición homenaje al gran director oriundo de Las catitas dejó una imagen general deslucida y tímida: se proyectaron solamente tres de sus films (dos en 35mm y uno en una polémica, por usar una palabra suave, copia digital), no se publicó ningún libro alrededor de su figura y solo se organizaron dos charlas (una sobre el Fondo Leonardo Favio y otra con tres figuras de la crítica y la academia, las dos dentro del mismo flujo jerárquico del resto de las actividades del festival). Además de esto, en una nota musical, en las ceremonias apertura y premiación hubieron shows donde distintos artistas reinterpretaron el cancionero del Favio cantautor, reflejando así la imagen de un gesto que faltó generarse orgánicamente a nivel general: ¿cómo podemos (re)ver, (re)interpretar y (re)pensar a Leonardo Favio, nuestro más grande cineasta, desde esta contemporaneidad en la que vivimos? El aplauso que se despertó en prácticamente todas las funciones del festival al ser evocada su figura fue el mayor y más hondo gesto de cariño y admiración hacia Leonardo Favio que se generó durante estos diez días: la gente no solo no lo olvida, lo adora.
Las películas premiadas en las competencias Estados Alterados, Argentina y Latinoamericana coincidieron en gran medida con las favoritas del boca a boca que daba vueltas entre espectadores, críticos y cineastas. La Competencia Internacional despertaba más interrogantes; allí se exhibieron muchas primeras y segundas películas en compañía de las últimas obras de un experimentado del cine independiente estadounidense como Andrew Bujalski y una maestra como Rita Azevedo Gomes. No había sospechas claras de hacia dónde podían repartirse los premios. Finalmente, a la par de un Astor Piazzolla al Mejor Largometraje que resultó muy lógico, el jurado tomó una decisión extraña: las cuatro películas argentinas presentes en la Competencia Internacional recibieron premios. Cambio cambio de Lautaro García Candela obtuvo una mención especial del jurado, las realizadoras Ana García Blaya y Melisa Liebenthal compartieron el premio a la mejor dirección por La uruguaya y El rostro de la medusa, respectivamente, mientras que Tres hermanos de Francisco Paparella obtuvo el Premio Especial del Jurado. Esta inédita repartija de premios y menciones a todas las películas vernáculas, pero principalmente las escuetísimas y vagas justificaciones otorgadas por los jurados tiñe a estos premios otorgados a las producciones del país anfitrión de un cariz solidario: ¿acaso una decisión fuerte y novedosa como esta no ameritaba por parte del jurado una mayor y más profunda reflexión que las cuarenta palabras con las que adornaron a los cuatro premios? No prodigar mayores justificaciones en una situación excepcional como la descripta no da una buena imagen para nadie, ni para el jurado (principales encargados de custodiar y proteger a sus films predilectos), ni a los propios films premiados, cuyos galardones a causa de esta falta de marco corren el riesgo de poder leerse como una palmada en el hombro y un “gracias por recibirnos”.
Acompañando a las argentinas, en el palmarés aparecieron There There de Andrew Bujalski, llevándose el premio a mejor guion; Sonia Parada recibió el premio a la mejor interpretación por su labor en Los de abajo; y, como decíamos, un lógico Astor Piazzolla al Mejor Largometraje fue otorgado a Saudade fez morada aqui dentro de Haroldo Borges. Además, este tercer largometraje del realizador brasileño se llevó, también de parte del jurado, una Mención Especial dirigida al elenco ensamblado por miembros de la comunidad que le da vida al pueblo donde transcurre la trama de esta coming of age, mientras que de parte de la audiencia marplatense obtubo el Premio del Público. Saudade fez morada aqui dentro es un film cariñosísimo con sus personajes y con el mundo que retrata, muestra una circulación de generosidad que configura una caricia en medio de un mundo hostil. La de Borges es una película que pugna por consensos básicos y elementales, la identificación con ella es ineludible y sus premios lo avalan.
Haroldo Borges pone en escena un tipo de conflicto dramático poco habitual para una coming of age, siempre más asociadas a adolescentes y jóvenes que aprenden a vivir a los golpes en un mundo adulto que los invita a la fiesta de los pantalones largos pero que al mismo tiempo no los deja bailar. Bruno es un adolescente que vive con su madre y su hermano en un pequeño pueblo de Brasil. A pocos minutos de comenzado el film el chico es diagnosticado con una pérdida de visión progresiva e irreversible; dentro de poco la vista de Bruno dejará de funcionar y quedará ciego de por vida. Este conflicto interno del protagonista asociado a una lucha contra una problemática física propia (la pelea por aprender a vivir sin uno de sus sentidos más apreciados) es el motor narrativo de Saudade fez morada aqui dentro. El catalizador funciona como una bomba con un temporizador indefinido e imprevisible que Borges se encarga de amurallar por doquier: en esta película no hay juventudes abandonadas a la buena de Dios, porque ellos pertenecen a una verdadera comunidad; en el pueblo un voluntarismo tierno resplandece y se expresa en una plena disponibilidad para quien lo necesita.
En la sesión de preguntas y respuestas realizada después de una de las proyecciones de la película, Borges se refirió al presente político de Brasil y señaló, figurativamente hablando, que el país se sume en una epidemia de ceguera donde mucha gente se entrega a la oscuridad del fascismo. Por ello, esta película sobre un adolescente que lucha y logra encontrar para sí un halo de esperanza dentro de la oscuridad funcionaría, en cierto nivel, como una respuesta metafórica a esta ceguera social brasileña. Las buenas intenciones de Borges son loables, de eso no hay duda. “Por su capacidad de retratar con belleza y verdad una historia dramática que nos muestra que cuando las personas se preocupan unas por otras, hay esperanza”, fue la justificación del jurado para entregarle a Saudade fez morada aqui dentro el premio principal del festival. En efecto, una madre y un hermano atentos, dos amigas del colegio, el padre de una de ellas y un acompañante educativo son personajes que giran alrededor de Bruno y velan por él; todos lo ayudan, le dan herramientas, lo tratan con cariño, incluso cuando los romances adolescentes deparan eventuales roturas de corazón. Una vivaz cámara en mano de Borges sigue de cerca a Bruno en su vida adolescente, lo muestra experimentando juegos, pequeños amores, paseos, frustraciones escolares y demás escenas de una vida que pronto cambiará inexorablemente. “Hay que agradecer” le dice su madre cuando juntos contemplan un atardecer.
En Saudade fez morada aqui dentro hay un placer manifiesto por lo micro, sea por los últimos rayos de sol del día que acarician el rostro o por unas suaves gotas de lluvia que bañan a los cuerpos. La película pone tanto el acento en estas pequeñas experiencias y aventuras que enmarca toda su mirada, tal como lo hace la misma cámara alrededor de la cara y cuerpo del protagonista, en una dimensión minimalista exenta de un mayor contexto que haga posible palpar en las imágenes la pretendida lectura metafórica política que menciona Borges. Sus dichos parecen más una voluntad a posteriori que una evidencia de su poética sensible y sencilla. Tal postura ideológica y metafórica pende de hilos tenues que apenas cuelgan de la película. Es indiscutible el humanismo latente que puede percibirse fotograma a fotograma, pero también resulta un déficit. Porque se necesita algo más, al menos un poco de vértigo, si se trata de conjurar la ceguera de multitudes. Ni la fuerza de la voluntad, ni la bondad pueden vencer al fantasma de todo lo que representa el saliente presidente brasileño. La lucha continúa, sin desmerecer los méritos de la ternura.
Tomás Guarnaccia / Copyleft 2022
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